Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

domingo, 13 de marzo de 2011

Gobiernos populares, movimientos sociales y cambio social en Indo-afro-latinoamérica

Fragmentos del libro: Dos pasos adelante, uno atrás

Ser gobierno, ¿opción democrática para transformar la sociedad o “vía electoral” para tomar el poder?
Las experiencias políticas que han dado lugar a la constitución de gobiernos populares o revolucionarios en el continente han puesto de manifiesto que ganar las elecciones nacionales y hacerse cargo del gobierno nacional si bien no conduce directamente a una revolución, tampoco significa necesariamente el empantanamiento o derrota de los procesos de cambio social.
 En su corta trayectoria, estas experiencias evidencian que el acceso al gobierno nacional significa además de asumir las responsabilidades y dificultades que conlleva, acceder a un instrumento político clave para desarrollar/estimular procesos de empoderamiento colectivos e impulsar el proceso sociotransformador.
La ampliación de procesos democráticos participativos desde abajo promovidos ahora –conjugadamente desde el aparato gubernamental estatal puede activar/profundizar los procesos de constitución del actor colectivo. Esto va: desde la realización de las campañas masivas de alfabetización anudada a procesos que promueven –desde abajo la participación de los actores sociopolíticos (movimientos sociales, movimientos indígenas, actores sociales diversos), en el ejercicio de funciones de gobierno y del aparato estatal. Ello implica la apertura de procesos de transformación de las formas y normas del ejercicio de funciones institucionales y de la institucionalidad misma, procesos que, reclaman entre varias aristas , la creación de espacios y mecanismos de participación y control popular en todas las instancias superestructurales, recortando cada vez más –a través de ellos , los ámbitos de dominio de los poderes instituidos del capital y de la burocracia que lo acompaña y recicla.

El lugar neurálgico de las Asambleas Constituyentes

En los actuales procesos indo-afro-latinoamericanos de búsqueda y construcción democrática de una nueva sociedad, resulta central la realización de asambleas constituyentes. De ellas emana el sustrato jurídico, político y social para una nueva institucionalidad, engendrada embrionariamente en los procesos de luchas sociales, abanderados por la resistencia, el empuje y los reclamos históricos de los pueblos de este continente (con sus organizaciones sociales y políticas), en primer lugar de los pueblos indígenas orginarios y sus comunidades.

Obviamente, no cabe pretender que las asambleas constituyentes sean el motor del cambio. Los pueblos han de prepararse para plasmar en ellas sus puntos de vista, proponiendo y defendiendo contenidos acorde con sus intereses y su proyección estratégica. Pero en esto, como en todo, es importante comprender que el cambio de sociedad es procesal: lo más probable es que no se alcancen todos los objetivos en la primera asamblea constituyente. Habrá que hacer tantas asambleas constituyentes como lo vaya reclamando y posibilitando la profundización y radicalización de cada proceso, marcado en primer la lugar por la maduración política del actor colectivo, fuerza sociopolítica del cambio.

La modificación de las bases jurídico-institucionales de una nación es también parte del proceso de construcción cotidiana sistemática y permanente de los pueblos. Esto implica una modificación de la concepción acerca del lugar y el papel del Estado en los procesos sociales de cambio. Tanto en su interrelación con la llamada “sociedad civil”: con movimientos y organizaciones sociales, partidos políticos, organizaciones comunitarias, religiosas, etc., como en su interrelación con los gobiernos nacional y estaduales, provinciales, departamentales, etc., en lo jurídico-institucional y en lo democrático-participativo.

Los actuales procesos político-sociales indo-afro-latinoamericanos, particularmente los que tienen lugar en Venezuela y Bolivia, enseñan que desde el gobierno –con voluntad política colectiva como sustrato es posible impulsar la participación protagónica del pueblo en el proceso, y avanzar en la construcción desde abajo del actor colectivo, propiciando procesos de desarrollo de su conciencia y organización, pilares de la construcción del poder popular. Es precisamente por ello que estas experiencias se empeñan en abonar procesos de transformación cultural y política (práctica-educativa) de los pueblos, entendiéndolos como sustrato indispensable para llevar a cabo cambios sociales desde la raíz, sostenerlos y profundizarlos.

Esto se hace evidente particularmente en el proceso actual de transformación que tiene lugar en Bolivia, que se autodefine como una revolución democrático cultural que se desarrolla desde abajo. Los logros están a la vista, también las limitaciones, las amenazas y los desafíos. Una realidad es la que existe en tiempos de oposición y lucha y otra es la que se va configurando cuando los actores sociales que protagonizaron las luchas tienen que hacerse cargo de las responsabilidades gubernamentales y estatales. Hacerse cargo de la administración de un país no solo “es difícil”, sino que también modifica la realidad de los demandantes de ayer que ahora pueden y deben decidir, que acceden a posiciones de poder y del aparato burocrático, que tienen recursos, y que pueden decidir –al menos en parte cómo emplearlos. La vieja cultura sectorial o corporativa puede volver a emerger y frenar o hacer estragos en los procesos. Es por ello que la organización y educación política ocupa o tiene que ocupar el lugar central simultáneamente con todas las demás tareas y actividades. No hacerlo puede llevar al debilitamiento o incluso al naufragio del proyecto revolucionario.

Dar la espalda a tales contiendas, implicaría de hecho , la negación de toda política, a la vez que tornaría un sinsentido las luchas sociales, los procesos de acumulación de fuerzas y la construcción sociopolítica toda, ya que -de antemano- estos tendrían límite que –por definición- no se debería traspasar. Igualmente sería un contrasentido circunscribir toda la acción y la construcción sociopolítica a la lucha por ganar elecciones, trastocando fines y medios, transformando el camino en objetivo, clausurando así toda proyección, tracción, organización y capacitación de las fuerzas sociales para actuar en pro de la superación del estado de cosas.

Hacer política es imprescindible y fundamental.

El problema radica en cómo hacer política de un modo y con un contenido diferente al tradicional, para no ser funcional al poder del capital. Los nuevos movimientos sociopolíticos apelan a metodologías participativas y buscan incrementarlas y desarrollarlas en aras de ampliar las articulaciones sociales y superar la desconfianza instalada en las mayorías populares hacia el estado, el gobierno, los partidos políticos, los políticos y la política, y la apatía, el apoliticismo y el quemeimportismo reinante en amplios sectores de la población, que la alejan de su vital e insustituible protagonismo.

Lo expuesto permite reafirmar una hipótesis: en las condiciones actuales de Indo-afro-latinoamérica, la disputa político electoral por el gobierno nacional es parte de los procesos de cambios. En esta perspectiva, lo que podría entenderse como vía electoral para realizar las transformaciones sociales, resulta hoy para los pueblos una posibilidad real, un camino para fortalecer o debilitar los procesos de construcción, acumulación y crecimiento de poder, conciencia, propuestas y organización política propias, en proceso de (auto)constitución de los actores sociales y políticos en sujeto colectivo (popular) del cambio. Pero esta opción no es el “camino electoral para la toma del poder”; implica otro modo de concebir (y realizar) la transformación social.

No se trata de reemplazar la insurrección por las urnas

Si una fuerza p conjunto de fuerzas sociopolíticas que propugnan el cambio social comprenden que este transita anudado a los procesos democráticos y democratizadores, no pueden concebir su participación en los procesos electorales como un “truco” para llegar al gobierno y “dar el manotazo”.

Pretender que una vez ganadas las elecciones, al asumir el gobierno se puede actuar obviando la correlación de fuerzas existente (conciencia, organización, hegemonía cultural y poder económico), conduciría al contrario de sus suposiciones , a estériles enfrentamientos con los adversarios políticos, a sembrar la confusión y el aislamiento del proceso sociotransformador que se pretende afianzar y ampliar cuestión que supone profundizar la construcción de fuerza y poder propios , y a relegar la lucha cultural democratizadora, clave de la construcción de una nueva sociedad y una nueva civilización humana, corazón del tránsito –con marchas y contramarchas hacia lo nuevo.

Este tránsito reclama como eje vertebrador del mismo la conformación de un actor colectivo, fuerza social y política de liberación capaz de traccionar permanentemente el proceso sociotransformador hacia objetivos superadores, actuando para ello con protagonismo y autonomía políticas respecto del aparato gubernamental-estatal, en los ámbitos parlamentario y extraparlamentario articuladamente.

¿Conservar el gobierno o gobernar para el cambio?

Los representantes políticos del capital y sus acólitos, pueden prescindir del protagonismo popular porque se apoyan en la hegemonía del poder y sus aparatos ideológicos, económicos y extraeconómicos. Pero las fuerzas populares, si llegan al gobierno y cometen el error de dejarse encandilar por el poder y sus mecanismos tentaculares de envolvencia, si optan por acomodarse a los cargos o “arreglar” por arriba con los poderosos, haciendo concesiones de todo tipo esperando –a cambio perpetuarse en el gobierno, difícilmente lo logren, pero si lo hacen, será costa de dar la espalda a los objetivos transformadores y a los movimientos sociales que los llevaron a tales posiciones políticas.

Es injustificable, por un lado, que el triunfo de la izquierda en gobiernos locales o nacionales se alcance proponiendo construir lo nuevo y termine luego aceptando o incluso promoviendo políticas neoliberales sostenedoras/salvadoras del capitalismo. Por otro lado, está el peligro de ser tragados por la cultura del poder burocrático superestructural, dejarse llevar por la tentación de gobernar acompañados por expertos y asesores confiando el proceso de cambio a resoluciones y decretos que supuestamente, desde arriba, irán produciendo reformas y marcando el rumbo y sentido de los cambios. En cualquiera de los casos, si los pueblos no intervienen, la maquinaria institucional funcional al capital terminará tragándose la potencialidad y la perspectiva de transformación social de los que participan en el gobierno.

Las revoluciones sociales son idénticas a la participación protagónica de sus pueblos; directamente proporcionales a ella. Si, por ejemplo, se aplica esta sencilla ecuación a los procesos populares revolucionarios en curso, a las medidas gubernamentales y sus procedimientos, los resultados saltan a la vista: a menor participación popular, menor contenido y alcance revolucionario, menos revolución. Conclusión: El nudo gordiano estratégico de los procesos revolucionarios no radica en la pertinencia de las resoluciones gubernamentales ni en la sabiduría de los gobernantes y su entorno, sino en la voluntad popular, en su conciencia y organización para participar en las definiciones y soluciones, impulsarlas y sostenerlas.

No se avanza con medidas superestructurales por muy justas y razonables que estas sean. Hay que construir protagonismo popular colectivo y eso solo puede lograrse forjándolo a cada paso y en cada paso. El aprendizaje como la enseñanza comienza en las prácticas cotidianas. Educar en lo nuevo significa desarrollar nuevas prácticas, dar el ejemplo. Esta es la clave pedagógica vital de las revoluciones desde abajo. Estas solo pueden profundizarse anudadas a la construcción y fortalecimiento del sujeto colectivo de las mismas, el actor sociopolítico capaz de traccionarlas e impulsarlas permanentemente hacia objetivos radicalmente superiores.

Un gobierno de izquierda no puede limitarse a hacer una “buena administración”

Participar de las elecciones para acceder a espacios/fracciones del poder existente, limitándose a ejercerlo “correctamente”, ocupando los correspondientes espacios parlamentarios o gubernamentales nacionales o locales , conduce también a disecar –hasta anular la perspectiva transformadora.

El problema no ha estado ni está en las personas: en si los gobernantes son buenas o malas personas. Como dice un sabio amigo: no hay nada peor que buenas y honestas personas en instituciones malas y perversas (como son las del capital). Porque esas personas, empeñadas en marcar su diferencia con funcionarios incapaces o corruptos, centran su accionar en “hacer buena letra” para demostrar que son “intachables”. Con su gestión terminan lavándole la cara a tales instituciones, y contribuyen –de modo consciente o no , a relegitimar, reoxigenar y reproducir el sistema del capital y sus lógicas de dominación.

La corrupción es un mal que hay que erradicar, pero es inherente al sistema regido por el mercado. Este la crea, afianza y generaliza convirtiéndola en un flagelo que luego, esquizofrénicamente, debe combatir. Suponer que “buenas y honradas personas” que hagan una administración “prolija” salvarán a la sociedad de todos los males, y que –por tanto lo que hay que hacer es lograr que ese tipo de personas sean los candidatos a votar, es cuando menos una ingenuidad inadmisible.

Cuando se limita el proyecto político a ejercer “honradamente” los cargos de gobierno, sin apelar a la transformación y apertura de los mismos a la participación de los pueblos y sus organizaciones sociales o comunitarias, se contribuye al descrédito del sentido político transformador que tiene para los actores sociopolíticos populares participar en la disputa democrático-electoral en aras de acceder a parlamentos y gobiernos, además de que termina generalmente abortando el proceso político/social hacia posicionamientos personales.

Los casos más evidentes en este sentido resultan ser los de parlamentarios que llegan a ser tales en nombre de movimientos sociales u organizaciones políticas de izquierda y luego -cortando todo vínculo con ellos- se dedican a hacer de la bancada un ámbito para sus ambiciones personales, o un lucrativo “puesto de trabajo”. Ese es, precisamente, el juego del poder: quebrar, aislar, manipular o corromper.

Un gobernante revolucionario no se define como tal por el currículo, ni por ser “honrado y bueno” en comparación con los gobernantes tradicionales del sistema; aunque estas cualidades se requieren elementalmente, su proyección va más allá de lo personal: se relaciona directamente con su capacidad de poner los espacios de poder en función de la transformación revolucionaria, abriéndole las puertas del gobierno al pueblo, construyendo un nuevo tipo de institucionalidad, de legalidad y legitimidad basada en la participación del pueblo en la toma de decisiones políticas (basamento de la asamblea constituyente).

La única perspectiva y anclaje de fortaleza de los gobiernos populares radica en su profunda y creciente articulación con los pueblos, con los actores sociales, construyendo de conjunto mecanismos que acorten las distancias entre representación política y protagonismo social.

La tarea titánica de los gobernantes revolucionarios no consiste en sustituir al pueblo, ni en “sacar de sus cabezas” buenas leyes, mucho menos para demostrar que son más inteligentes que todos, que tienen razón y que, por ello, “saben gobernar”. Impulsar revoluciones desde los gobiernos pasa por hacer de estos una herramienta política revolucionaria: desarrollar la conciencia política, abrir la gestión a la participación de los movimientos indígenas, de los movimientos sociales y sindicales, de los sectores populares, construyendo mecanismos colectivos y estableciendo roles y responsabilidades diferenciados, para cogobernar el país.

Se trata de abrir las puertas del gobierno y el Estado a la participación de las mayorías en la toma de decisiones, en la ejecución de las mismas, y en el control de los resultados, en la medida que la construcción política y la transformación de las bases jurídicas de las instituciones estatales y gubernamentales lo posibilite. De ahí el papel central de las asambleas constituyentes en estos procesos.

Estar en el gobierno no es lo mismo que gobernar para el cambio con el protagonismo creciente de las fuerzas sociales extraparlamentarias populares activas, abrir puertas y promover transformaciones mayores. En tal caso, constituirse en fuerza política gobernante significa para las fuerzas sociales transformadoras contar con un importante instrumento político para impulsar integralmente la transformación social.

Sin embargo, vale reiterarlo, no hay métodos que garanticen resultados. Ni la toma del poder, ni la participación electoral, ni el llegar a ser gobierno provincial o nacional constituyen per se vías de cambios raizales revolucionarios.

La transformación social es un caminar abierto, lleno de incertidumbres y obstáculos, que tiene una trinchera de posibilidades para avanzar en aras de la nueva civilización: la (auto)construcción del sujeto revolucionario colectivo.

El lugar y papel protagónico de los actores sociopolíticos en aras de ello es indeclinable en todas las dimensiones, tiempos y tareas del proceso político transformador. Articuladamente con ello se van definiendo los caminos, los métodos y los instrumentos a emplear, los que hay que crear, etcétera. La transición a otra sociedad reclama, además, la articulación de los procesos locales, nacionales y/o regionales con el tránsito global hacia un mundo diferente.

Formar una nueva cultura, como la socialista, por ejemplo, no implica solo luchar contra el capitalismo anterior, contra los rezagos y lastres del pasado, sino también dar cuenta de la influencia del capitalismo contemporáneo y sus modos de acción mundialmente contaminantes y contagiosos. La construcción de hombres y mujeres nuevos, la construcción de una nueva civilización, de un nuevo modo de vida (humanidad-naturaleza), es –a la vez que un empeño local parte de un proceso transformador universal, que tiene su centro en la conformación de un sujeto revolucionario global, expresión de una humanidad que –conscientemente , quiera vivir de un modo diferente al hasta ahora creado e impuesto por el capital, y se decida a construirlo y sostenerlo

Los avances se producen en primera instancia y generalmente, en el ámbito de un país o de varios, pero hay que destacar que estos van construyendo consensos regionales e internacionales, en temáticas civilizatorias que defienden la vida, interarticulando diversos procesos sociotransformadores. En Indo-afro-latinoamérica se abren hoy grandes oportunidades para ello, dada la madurez convergente de amplios y maduros movimientos sociales urbanos y rurales y movimientos indígenas y la coincidencia histórica de gobiernos como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Brasil, Nicaragua, El Salvador, Uruguay, entre otros. Esta realidad emerge de la acumulación de resistencias y luchas de los pueblos, y marca el predominio de la tendencia transformadora que se abre paso en medio (a través) de las luchas y construcciones sociales con oportunas intervenciones de las casualidades.

Protagonismo y responsabilidades políticas de los movimientos sociales

La madurez alcanzada por los movimientos indígenas y sociales en años de resistencias y luchas sociales, ha resultado incrementada por la experiencia que viven aquellos que han constituido gobiernos y conjugan sus actividades políticas y sociales en aras de profundizar procesos populares colectivos de construcción de poder propio desde abajo en simultánea disputa con el poder del capital.

Esta situación ubica el debate de los movimientos sociales en una dimensión cualitativamente diferente de la hasta ahora experimentada: se trata de hacerse cargo de lo que ellos mismos han construido, se trata de asumirse también como parte de los gobiernos y cogobernar. No es políticamente válido resistir, luchar, voltear y poner gobiernos si luego no se asume (o no se puede asumir) la responsabilidad de (co)gobernar, con autonomía, pero articulados a sus representantes, para participar en la toma de decisiones, en el control de la gestión pública y para llevar propuestas propias construidas desde abajo por los de abajo. Se trata de transformar radicalmente también las instituciones y su papel en la sociedad y viceversa, y en esto, como en todo, los movimientos sociales, los pueblos todos, tienen que involucrarse.

Ya no basta con las resistencias y las luchas antineoliberales, no basta con sobrevivir; es vital superar la defensiva, erigirse (construirse) en sujetos protagonistas de su historia. Esto supone dar cuenta de la nueva realidad sociopolítica, de sus características y dimensiones, sus tareas y sus nuevos desafíos. Estos implican para los movimientos indígenas y sociales del campo popular, moverse en un terreno histórica y políticamente desconocido hasta el presente: en el terreno de la libertad de pensar y elaborar propuestas colectivamente, de presentarlas y discutirlas mano a mano con el Ejecutivo o en los parlamentos, desarrollándose como protagonistas no ya de las luchas contra el otrora poder del Estado y el gobierno, tampoco pidiendo concesiones o satisfacción de reclamos sectoriales o corporativos; es tiempo de transitar caminos para cambiar de raíz el contenido social de los instrumentos tradicionales del Estado y el gobierno, y buscar o crear los medios para hacerlo, participando en ellos, convirtiéndolos en herramientas de los cambios colmándolos de participación popular y comunitaria gestada desde abajo. En tales procesos de lucha por los cambios, en medio de ellos, es que reside la posibilidad de que los diversos actores sociales atomizados vayan encontrándose y constituyéndose en actor político colectivo capaz de definir protagónicamente los rumbos su historia y traccionar hacia ellos los cambios.

Comprender que se trata de un proceso constituyente, es clave. Implica que no existe un ser ni un deber ser definidos a priori, que no hay sujetos, ni caminos, ni tareas, ni rumbos y resultados preestablecidos; no hay garantías ni situaciones irreversibles, se trata de una lucha constante, de apelar infatigablemente a la imaginación, inventiva y voluntad de los actores participantes, (auto)desafiando paso a paso su voluntad para protagonizar cada vez más integral y profundamente el proceso de cambios, proceso que abrieron sabiendo lo que no querían pero sin tener plenamente establecido lo que querían. Se trata de un proceso vivo, abierto, dinámico, contradictorio, tensionante y desafiante. Este carácter constituyente abarca e interdefine los sentidos, las dimensiones y acciones del proceso de cambios, es decir, a los sujetos mismos. Se trata en realidad de un proceso interconstituyente de poder, proyecto y sujetos. Y como todo ello se va definiendo concatenado (hilvanado) por la participación (integral) de los actores sujetos, resulta en tal sentido, a la vez , un proceso autoconstituyente, es decir, consciente y abierto. No hay resultados ni sujetos, ni proyectos, ni poderes preconcebidos ni garantizados; todo está en juego permanentemente.

Precisamente por ello los actuales procesos democrático-revolucionarios que se desarrollan en el continente en disputa frontal con la hegemonía del poder colonial-capitalista, reclaman el creciente y renovado protagonismo de los movimientos indígenas, sociales, campesinos, de mujeres, de trabajadores, de ecologistas, pensadores populares, etcétera.

Sin embargo, la ausencia de los tradicionales conflictos antigubernamentales ha creado una situación de calma y reflujo de los movimientos, y esto es –en parte también responsable de que los que gobiernan interpreten esta situación de calma como una delegación del poder de decisión de los movimientos hacia ellos, con lo cual se incentiva la casi “natural tendencia” cultural a decidir desde arriba que presiona administrativamente a quienes ocupan cargos gubernamentales y estatales.

Superada la “sorpresa” inicial que puede producir el salto de la lucha de calles a estar en el gobierno, el desafío primero es poner en marcha propuestas concretas que permitan, por un lado, fortalecer y articular a las organizaciones sociales y políticas de los pueblos y, por otro, profundizar los procesos de cuestionamiento de las medidas regresivas del neoliberalismo, frenar su implementación y, allí donde sea posible, anular su vigencia y avanzar creando y construyendo lo nuevo, incluyendo en ello, por supuesto, la profundización de las dimensiones y el ejercicio efectivo de la democracia desde la raíz, desde abajo, por los de abajo y en función de los intereses colectivos.

Los primeros pasos resultan hasta ahora marcados por el desarrollo de programas de gobierno que -teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existente y las posibilidades de modificarla favorablemente , buscan en primer lugar consolidar la gestión gubernamental naciente, pero sin reducir a ello su accionar político revolucionario. La construcción de hegemonía popular es vital, y ella está anudada a la profundización-ampliación de la democracia heredada, simultáneamente con la construcción de una democracia raizal que abra el horizonte a la participación multidimensional de los actores sociopolíticos diversos, fortaleciendo también su (auto)constitución en actor colectivo, sujeto de su historia.

Romper los mitos de la cultura política instalada por el capital y funcional a sus intereses

En las actuales procesos de democratización abiertos por gobiernos populares, no basta con que los representados reclamen a los representantes, no basta con protestar, no basta con “tomar distancia” para “seguir de cerca” las gestiones de gobierno. El quemeimportismo político es hijo de la ideología del aparente no-compromiso neoliberal, y en las actuales condiciones es funcional a la supervivencia de su hegemonía.

Es inadmisible que –en tales situaciones , los movimientos sociales, indígenas, campesinos, urbano-populares, de mujeres, etc., rechacen compartir determinadas responsabilidades y tareas políticas articuladas a acciones de gobierno esgrimiendo argumentos tales como: el temor a “ser cooptados” o manipulados por los gobernantes o las estructuras del poder. La pregunta correspondiente en este caso es: ¿cooptados por quiénes, si el gobierno es propio? Obviamente puede haber cooptación, acomodamiento, complacencia, etc., siempre existen tales peligros, como también otros. Pero la cooptación, el acomodamiento o la complacencia responden a casos individuales, y estos al aislamiento entre representantes y representados. Pero se trata de participar colectivamente, de discutir como actores sociales y políticos, de interactuar como pueblo organizado, en tales situaciones la cooptación o complacencia desparece como posibilidad.

En esta perspectiva, la negativa o reticencia a participar interactuando con autonomía en el proceso gubernamental, inclina la balanza de los cambios a la parálisis y retranca de los procesos abiertos. Los destinos, posibilidades y alcances de los procesos revolucionarios abiertos en el continente, los contenidos y alcances de la acción gubernamental y la participación política de los movimientos sociales están genealógicamente entrelazados. La escasa participación autonómica (no subordinada) de los de abajo acentúa las persistentes tendencias a la burocratización de lo político institucional y su paulatina sustitución por lo administrativo superestructural y el funcionariado correspondiente, y hace de los otrora protagonistas, –en el mejor de los casos marionetas de la historia manipulados –todos por la hegemonía del poder del capital anulándolos en su posibilidad de constituirse en sujetos capaces de crear su historia y pelear por hacerla realidad.

Este nuevo tiempo político abierto a los desafíos sociotransformadores gestados desde abajo en las resistencias y luchas de los movimientos indígenas y sociales, demanda de ellos alzarse sobre prejuicios y dogmas para protagonizar las decisiones de hoy y llevarlas adelante, haciendo realidad las consignas del pasado y dando los pasos necesarios en aras de fortalecer el protagonismo colectivo del conjunto de actores sociales y políticos revolucionarios y del pueblo todo. Y para ello es fundamental instalar o reinstalar el trabajo político, la formación (descolonizadora) y la organización (articulada intercultural).

Fortalecer el instrumento político es central.

Este puede potenciar el desarrollo de tareas políticas, culturales e ideológicas que promuevan la participación protagónica del conjunto de actores sociales y políticos revolucionarios, construir canales y herramientas de información y organización, abriendo canales institucionales y no institucionales para su participación conciente, capacitada, organizada y creciente en las diversas dimensiones de la vida social.

Esto se anuda directamente con la realización de actividades orientadas a fortalecer el desarrollo de la conciencia política asumida por los actores sociopolíticos, fundamentalmente, estimulando la recuperación y reflexión crítica de sus experiencias concretas de construcción de poder propio, creando ámbitos colectivos de intercambio y producción de pensamiento crítico de sus procesos de cambios, contribuyendo efectivamente al crecimiento y fortalecimiento de la conciencia colectiva. Abrir espacios para periódicas reflexiones sobre las nuevas y cambiantes realidades resulta vital para el desarrollo político-cultural de los movimientos sociopolíticos (y el campo popular todo).

La ideología del cambio, como el sentido y sus definiciones estratégicas son parte del proceso social vivo, y no un dogma apriorístico establecido –desde fuera de las luchas de los pueblos por alguna vanguardia partidaria que “los demás” tendrían que asimilar. La conciencia política de los actores sociopolíticos del pueblo se forja y crece en los procesos de resistencia, lucha y construcción de alternativas, en interdefinición constante de los rumbos y objetivos estratégicos. Estos no vienen dados del “más allá”; se van construyendo (y modificando) a partir de las cotidianidades y modos de vida y experiencias de lucha y sobrevivencia diversos que existen en cada sociedad, en cada comunidad.

El debate estratégico está abierto. Y se manifiesta a través de los actuales procesos de luchas sociales para avanzar en las definiciones, la implementación o el perfeccionamiento de las propuestas de cambios radicales en las sociedades donde dicha disputa se está desarrollando abiertamente, construyendo simultáneamente caminos que cuestionan colectivamente el actual sistema mundo a la vez que lo van rediseñando “más allá del dominio del capital” [Mészáros].●

19 comentarios:

Jimena Borisovsky dijo...

Comparto con usted la idea de fomentar el criterio politico, creo que los Argentinos a lo largo de la historia, y sobre todo, con esta era neoliberal donde todo lo que importa es ver hasta donde puedo llegar y aplastar al que esta arriba o debajo, ha dejado de lado lo importante de la union como pueblo y el poder que se puede ejercer como tal, nos hemos acostumbrado al "a mi no me va a pasar" o "al algo habran hecho" inclusive a la frase tan moderna de "no quieren trabajar porque estan comodos viviendo del estado" estamos cada vez mas individualistas. Creo tambien que debemos tomar consciencia de que existe la corrupciòn porque tambien el pueblo lo permite, màs allà de que sea algo que es innerente al sistema; para concluir debemos tomar consciencia de nuestro poder como pueblo, de ejercer nuestro poder atravès del voto lo mas prudente y mejor que podamos y sobre todo unirnos como pueblo para superar las dificultades.

osses gladys dijo...

Comentario del articulo"Quien tiene la razon".
Hay dos posturas las que opinan y creen en una verdad absoluta creyendo ser la correcta y unica y lo que lleva a formar una union voluntaria de los sectores,pero solo sus ideas y alineamientos disciplinarioy no aceptando otras posiciones ya que las consideran incorrecta y su posibilidad de integracion o analisis.
La otra es la verdad revolucionaria que se abre a la posibilidad de cambiar las ideas y debate de los diferentes grupos sectores o individuos del cual se aprenden se crean o modifican ideas aplicables o momentos ,situaciones determinadas sin aplicar disciplinas o metodos establecidos sino reflexionando y aceptando diferencias posibles extrayendo lo mejor del conjunto de ideas y sostenido por su base que son la deiversidad de sectores.

Unknown dijo...

CONSIDERO QUE LA MAYORÍA DE LOS CIUDADANOS NO ESTAMOS COMPROMETIDOS PROFUNDAMENTE CON NUESTRA HISTORIA, NUESTRA CULTURA Y POLÍTICA DE MANERA TAL QUE BUSQUEMOS GENERAR UN CAMBIO, SIMPLEMENTE ESPERAMOS QUE ALGO DISTINTO PASE. LA PREGUNTA ES ¿COMO INSTRUIR O INCULCAR UNA EDUCACIÓN POLÍTICA SIN IMPONER UNA IDEOLOGÍA DETERMINADA? CREO QUE EL PRIMER PASO ES NUTRIRNOS DE INFORMACIÓN Y CONOCER AQUELLO QUE QUEREMOS CAMBIAR, PERO CADA QUIEN TIENE INTERESES PERSONALES DE POR MEDIO QUE SON DIFÍCILES DE DEJAR A UN LADO Y PENSAR UN CAMBIO EN FUNCIÓN DE LA SOCIEDAD, UN CAMBIO COLECTIVO.

analiam99 dijo...

El articulo, por un lado, plantea una forma de cambio politico-institucional pero desde abajo.Esto es desde organizaciones sociales,indigenas,campesinos etc.
Que desde la asamble constituyente puden discutir,analizar,proyectar objetivos e interese colectivos. Esto es importante ya que es el pueblo el que asume se hace cargo de sus necesidades y busca sastifacerla.Es esperanzador, no es facil,por momentos utopico,pero es otra mirada de la realidad compleja que vive la sociedad en mundo globalizado neoliberal,que se puede cambiar en la medida que estos movimientos indigenas,campesinos,mujeres,sindicatos,particpen,se formen,se organicen y se involucren en un nuevo proyecto hegemonico..

Luft German T.S ccc dijo...

El presente articulo permite poder realizar un fuerte análisis sobre los procesos sociales, como también de aquellos actores sociales que se observan en determinados procesos, a su vez, estos actores logran “acceder” al gobierno, mejor dicho, a la representación, mediante los movimientos sociales que en algún momento representaron, pero que luego, dejaron a un costado por objetivos individuales; también cabe destacar, que el presente articulo permite comprender la fuerte necesidad de crear y/o mantener espacios de participación en donde se pueda interactuar y debatir como actores sociales y políticos, para así, dejar de permanecer “aislados” de aquello que se denomina “lo político”, para comenzar y reforzar nuestra presencia, priorizando el cambio democrático. Destacándose en el articulo, cuestiones como las asambleas constituyentes, las cuales son el motor del cambio en donde, aquí se realizan las principales propuestas y se defienden aquellas concepciones primordiales, destacándose el ejemplo de la revolución democrática Boliviana, en donde los actores sociales que protagonizaron las luchas sociales, se responsabilizan del gobierno: otro de los temas importantes a destacar, es la forma de ejercer esta representación, ya que se observan diferentes concepciones, algunas que pretenden ejercer un cambio, pero otras que meramente pretenden conservar el gobierno, lográndolo, tal vez, mediante las “alianzas” con los aparatos económicos, o ser acompañado por “expertos” en la cuestión.
Lo más destacado en sí, es abrir las puertas del gobierno y el Estado a la participación de las mayorías en la toma de decisiones; como bien queda planteado en el articulo, el cual nos permite comprender la gran valoración de que el “poder” de los procesos revolucionarios, no se encuentra en los gobernantes, sino en la voluntad popular y en la organización de la misma para construir un protagonismo popular colectivo, en donde el aprendizaje y la enseñanza comienza en las practicas cotidianas para lograr una participación colectiva en donde se pueda discutir e interactuar como actores sociales. Para el logro del mismo, es necesario reformar el trabajo político, la formación y organización, creando ámbitos de intercambio y producción de pensamiento crítico que contribuya al crecimiento de la conciencia colectiva.

Luft German Licenciatura en Trabajo Social C.C.C

Yanina Lepore dijo...

La autora manifiesta en este artículo dos cuestiones importantes: por un lado, reconoce quiénes son los portadores del cambio en la sociedad, y por otro lado,resalta que el desafió no se trata solamente del acceso al poder del gobierno nacional, sino que una vez adquirido hay que resistir y propiciar el cambio revolucionario con responsabilidad.
Sobre la primera cuestión, deja en claro que este proceso sociotransformador y el cambio revolucionario sólo se puede llevar a cabo desde abajo: son los pueblos indígenas originales y sus comunidades el motor, el sustrato indispensable para propiciar los cambios sociales, sostenerlos y profundizarlos. Éste gobierno revolucionario se caracteriza por su capacidad de poner los espacios de poder en función de la transformación revolucionaria, abriendo las puertas del gobierno al pueblo, construyendo un nuevo tipo de institucionalidad, legalidad y legitimidad basado en la participación del pueblo en la toma de decisiones políticas. Mediante la utilización de este instrumento político, las fuerzas sociales podrían impulsar integralmente la transformación social. Para ello, es imprescindible que los pueblos se preparen para que puedan plasmar sus puntos de vista.
Ahora bien, (la segunda cuestión) una vez adquirido el poder, tendrán que tomar precauciones en no caer en políticas de contenido tradicional para no ser funcional al poder del capital, utilizando otro tipo de metodologías, por ejemplo de índole participativas. Se pecaría de ingenuidad el creer que lo más dificíl es llegar al gobierno, ya que no se puede actuar sin tener en cuenta la conciencia, la hegemonía cultural y el poder económico de los sectores tradicionales. Es imprescindible, que las fuerzas populares esten "alertas", a no dejarse encandilar por el poder y sus mecanismos, en tratar de "arreglar" con los poderosos, haciendo concesiones para perdurar en el gobierno. Políticas como éstas son funcionales a las políticas neoliberales sostenedoras del capitalismo, perdiendo los verdaderos objetivos transformadores. Una alternativa para no dejarse seducir por las artimañas del capitalismo es (co)gobernar con autonomía pero articulando a sus represntantes para participar en la toma de decisiones en el control de la gestión pública y para llevar propuestas propias construidas desde abajo por los de abajo.
Por medio de la explicación de estas dos cuestiones, la autora manifiesta que el cambio revolucionario es posible si bien es procesal (y no abrupto, ni es de una vez para siempre)llevado a cabo cotidianamente por el día a día, aprendiendo de los errores y obstáculos; incorporando a la participación democrático al conjunto de las minorías excluidas por el sistema capitalista. Nos manifiesta también que el cambio por parte de los sectores populares se esta "accionando" mediante la resistencia y la lucha de lo pueblos (por ejemplo Venezuela, Bolivia, Cuba, etc) al disputar el poder político dejando de lado el quemeimportismo. Sin embargo, del cambio revolucionario estamos aún a mitad de camino, se requiere mayor compromiso político y sobretodo democrático para que este proyecto se lleve a la praxis.
Por otro lado, la autora nos permite entender los fracazos de los partidos de izquierda o populares al llegar al poder, ya que lo imprescindible no se trata solamente de gobernar "correctamente", sino de poner en "practicas" todos los objetivos transformadores pero sin la ayuda de ningún tipo de "transe" con el poder político hegemónico.
Yanina Mariel Lepore

Anónimo dijo...

Adriana,Pana:
Los paises latinoamericanos hemos pasado por varios procesos en donde la democracia brillaba por su ausencia. En la actualidad en nuestra región,la existencia de gobiernos populares, movimientos sociales son frutos o expresiones de está naciente democracia, en donde muchos buscan el poder absoluto a favor de sus propios interés(económico.político,social) y otros pocos en virtud del bienestar de toda la sociedad.

Barbara Mosquera dijo...

El presente artículo permite realizar un análisis sobre los procesos sociales y sobre los actores sociales que se observan en determinados procesos. Mediante movimientos sociales, que en algún momento representaron, estos actores logran “acceder” al gobierno, pero luego dejándolo a un costado por objetivos individuales.
Aquí se permite comprender la fuerte necesidad de crear y/o mantener espacios de participación en donde se pueda interactuar y debatir como actores sociales y así comenzar nuestra presencia y reforzarla, priorizando el cambio democrático. Se destacan cuestiones como las asambleas constituyentes, las cuales son el motor del cambio. En estas asambleas se realizan las principales propuestas y se defienden concepciones primordiales y es en donde los actores sociales, que protagonizaron las luchas sociales, se responsabilizan del gobierno, ya que se observan diferentes concepciones, algunas que pretenden ejercer un cambio, pero otras que meramente pretenden conservar el gobierno con los aparatos económicos, o ser acompañado por “expertos” en la cuestión.
Lo primordial que plantea el artículo es abrir las puertas del gobierno y del Estado a la participación de las mayorías en la toma de decisiones. Este nos permite comprender que el “poder” se centra en la voluntad popular y en la organización de la misma para construir un protagonismo popular colectivo.
Para el logro del mismo, es necesario reformar el trabajo político, la formación y organización, creando ámbitos de intercambio y producción de pensamiento crítico que contribuya al crecimiento de la conciencia colectiva.

Mosquera Bárbara
CCC en Trabajo Social

Dina Villalva dijo...

el artículo trata sobre las nuevas formas de gobierno en latinoamerica, con una participación popular transformando al modelo neoliberal que estaba establecido. Los gobiernos surgidos de las clases mas desfavorecidas, o de comunidades originarias como Evo Morales en Bolivia.
Los movimientos revolucionarios o de participacion social no solamente deben pedir un cambio, sino que, deben estar capacitados para ser participes de sus propios futuros, para introducir ese cambio y la tarea mas dificil, mantenerlo en el tiempo. Y una vez en el gobierno no dejarse encandilar por el poder o realizar negociaciones para perpetuarse en el gobierno.

Conclusión personal:
Las fuerzas de izquierda, en el gobierno, se enfrentan a formidables desafios de como enfrentar la hegemonia de los paises capitalistas, sistema que no abriga esperanza alguna.
Los movimientos se rehusan de pensar en tomar el poder y los partidos politicos que se desentienden de la necesidad de representar genuina y democráticamente, intereses, valores, aspiraciones y esperanzas de las clases populares.
Como sociedad no estamos capacitados para ser grandes transformadores de nuestro futuro. Hay que crear conciencia política de los sectores mas populares, un nivel de conciencia politica real y de establecer las condiciones reales para crear vida despues del neoliberalismo. Creer que otro mundo es posible y que la historia todavia no ha dicho su ultima palabra.
No nos involucramos, dejamoss que los demás decidan con nosotros y luego nos quejamos sin haber hecho lo necesario para cambiar nuestras historias.

Dina Villalva.

Anónimo dijo...

MARIA EUGENIA ROBLES
El texto habla de que se debe participar activamente en la construcción política de la sociedad. No se trata solo de luchar contra el neo-liberalismo, sino que es necesario la participación popular, generando cambio desde abajo, dejando atrás los miedos hacia la política y hacia los políticos.Hacernos cargo del papel de actores sociales. Considero importante el texto porque da los instrumentos para generar los cambios sociales dejando y superando al neo-liberalismo, dándole una gran importancia a los movimientos sociales y populares. Ademas critica a quienes abandonan sus principios de lucha al llegar al poder convirtiéndose en funcionales al capital.
La lectura del texto me ayuda a ver la vida política con otra mirada, haciéndome reflexionar sobre mi actitud ante la sociedad, despertando en mi un interés por conocer mas sobre los recursos que podrían generar el cambio social que la sociedad requiere.

Mónica Rúa dijo...

Las consecuencias del neoliberalismo en los últimos años se hicieron visibles y las organizaciones populares emergentes fueron una forma de lucha, resistencia y construcción política.
Mientras el sistema político negaba o invisibilizaba las demandas de los diferentes sectores sociales, éstos reaccionaron buscando formas de reivindicación.
Los movimientos sociales reconfiguraron el mapa político; por eso la relación con el Estado adquirió una gran importancia.
Considero que es el momento para retomar la tarea de la construcción de un proyecto popular, que apunte a la recuperación de la dignidad e incentive la conformación del tejido social, como así también, el sentido político transformador.

fvrodriguez1975 dijo...

Soy flavia verónica Rodríguez alumna del c.c.c
Este articulo creo yo se trata de las democracia, de la libertad de poder transformar una sociedad a través de asambleas constituyentes, llevándolas a los gobiernos nacionales para que el estado cumpla su papel. A partir de los procesos de transformación y normas institucionales que los llevaran a tener sus espacios y participación. Incluido toda burocratización estructurales instituidas en la sociedad por parte del poder popular. Con estos procesos se pretende un desarrollo de conciencia y organización que los lleven a la trasformación cultural y política.
Lo que considero importante que todo pueblo necesita y merece cambios, es una realidad de toda sociedad o de todo pueblo para que crezca debe someterse a limitaciones de desafíos e intereses acorde a los que ellos esperan. Dándoles la posibilidad de avanzar, por medio de las políticas. Aunque el hecho de que el estado participe con su gobierno no significa que pueda impulsar a una transformación social contundente , hay a veces que los gobernantes que uno los elige para cambiar o hacer mejor nuestra vida no nos dejan estos , hay buenos personas que pueden gobernar pero se rodean de personas ,que solo les interesa el poder y terminan siendo partes de ellos .pero nuestro país y la mayoría o todos están regidos bajo el mismo sistema de mercado .Es muy importante poder cambiar la ideología de que los movimientos indígenas colectividades tienen derecho al cambio , que los estados los consideren como tales. luchan `por un proceso de cambio necesitan vivir dignamente que se los considere ,que se los incluya en las políticas sociales donde promuevan las luchas de estos pueblos. Si estos pueblos lucharon por su democracia, defendieron su cultura, son unos luchadores y tienen el derecho de de ser incluidos socialmente. Los gobiernos tienen que hacerse cargo de gobernar para el desarrollo de una conciencia política orientadas a estimular procesos de cambio y crecimiento para el desarrollo político cultural de estos movimientos.Todo esto nos sirve y nos ayuda a reflexionar de todas las luchas de estos pueblos que a veces tan olvidados están a pesar a todo.

Anónimo dijo...

ALEJANDRA PERAZZINI
GRUPO 7 TURNO NOCHE

Para que haya un cambio en la sociedad, en cuanto a pensamientos y acciones, se tiene que comenzar en la vida cotidiana, ya que como dice el artículo, es un proceso.
Los movimientos sociopolíticos apuntan a metodologías participativas, populares y comunitarias para construir a los sujetos en protagonistas de la historia, pensar y elaborar propuestas, presentarlas y discutirlas en los parlamentos para así poder cambiar los instrumentos tradicionales del Estado y convertirlos en herramientas de cambio, ya que ese es el principal problema, hacer política de un modo diferente al tradicional.
Un gobierno revolucionario tiene como tarea abrir las puertas del gobierno al pueblo, construyendo su legitimidad basada en la participación de los sectores populares en la toma de decisiones, ejecución y control de resultados, poniendo en marcha propuestas que permitan fortalecer y articular las instituciones y así terminar con las medidas del neoliberalismo que aun se aplican. Para esto es necesario reflexionar sobre las nuevas y cambiantes realidades.
Este accionar no garantiza que se alcancen los resultados ya que la toma del poder no constituye los cambios, pero claramente, es una forma de contribuir al cambio.

Élida dijo...

Quería comentar que el artículo me parece relevante por el acento puesto en la participación popular.
El temor (que parece introyectado al interior de los grupos) de ser cooptados por una fuerza política de mayor jerarquía, de más trayectoria histórica, o, mejor aún, de mejor medición en encuestas o performance publicitaria, tiene correlato en la ingenuidad de no saber, de no poder predecir.
No saber porque no se tiene claro cuáles son las metas iniciales que se propuso el grupo de base, y cuáles los objetivos que se intentaría cumplir. Es un temor visceral, negativo, porque nunca vio la luz en un hecho material, sino en aquello que supone que puede pasar.
Otras veces el temor aparece como el resultado de la experiencia, de haber sido parte de otros grupos y haber visto sus principios desvirtuados, en el acto de pasar a engrosar las filas de un movimiento que por principios nunca se hubiera integrado. Este es otro tipo de temor, es un temor positivo, que tiene correlato material por sustanciarse en la experiencia vivida, y que bien aprovechado aporta para la cosecha de quien lo ha padecido el don de la lucidez en el juego político.
A ver: que una organización menor forme parte de un grupo mayor depende de sí misma (de su idiosincrasia) y de su decisión. En el contexto político, una agrupación pequeña no sobrevive sola, y, en todo caso, no sobrevive mucho. Y en todo caso, la decisión de dar un paso en dirección a otro grupo político de acogida, debe tomarse con inteligencia y formar parte de la estrategia del grupo para alcanzar aquella meta primigenia.
La corrupción aparece, muchas veces, como la forma más rápida, para grupos pequeños (y grandes también), de alcanzar objetivos que lleven a la concreción de su meta particular; algunas veces es un instrumento de corto uso y otras veces deviene en leit motiv de la organización y convierte a todos sus ideales en papel pintado.
El juego político de la participación popular es amplio, no siempre ofrece revancha y suma experiencias, y creo que es la única forma de lograr cambio social a través del intento de modificar, ampliar o renovar las políticas públicas.
Élida Roth

gomez vanesa dijo...

yo considero que en los últimos años se logro concientizar o dicho de otro modo atraer un poco mas a los individuos en las cuestiones político-sociales.creo que los individuos debemos querer generar un cambio y ese cambio debe comenzar en la vida cotidiana, debemos ser capaces de poder dar nuestros puntos de vista y ser consientes de que nosotros como sociedad tenemos el privilegio de poder elegir en conjuntos el futuro de nuestro país.debemos promover desde abajo la participación y sobre todo la concientizacion de individuos capaces de pensar por si mismo,e involucrarnos en lo que al fin y al cabo va a terminar siendo para beneficio propio, o en el caso de equivocarnos poder ser consientes de nuestro propio error y tomarlo como un aprendizaje para la proxima vez hacerlo mejor..

Anónimo dijo...

oigan con paciencia pueblo, no nos desviemos del asunto.
Also visit my page ... Isidora Z

Anónimo dijo...

Lencina Elisa
el artículo trata del papel de los movimientos sociales y cuáles son los aspectos a trabajar. considero importante la TRASCENDENCIA de los pueblos originarios, los sectores populares. ya que ellos son los protagonistas de los mismos. También las asambleas como medio de participación democrática.
A través de las asambleas, la educación y otros mecanismos de participación, como espacios para crear ese cambio. Estos actores son los únicos que pueden generar el cambio, ya que a los sectores dominantes no lo interesa mas que seguir en el poder y acumulando. son solo ellos los que deben salir a las calles y generar el cambio.

Anónimo dijo...

Núñez Gladys Carolina.

el presente articulo denota la participación de los movimientos sociales, movimientos indígenas,en los Gobiernos populares.
los cuales son esenciales para impulsar el proceso transformador.
considero importante,que el gobierno nacional debe ESTIMULAR procesos de apoderamiento colectivo y que en posición de su poder debe actuar en favor de los pueblos,y las ideas, proyectos Nacionales y populares, sin dejarse llevar por el poder y el fácil incremento del capital.
es allí donde el pueblo debe actuar para que los fines perseguidos puedan concretarse y que las luchas sociales sean a favor del pueblo.
es a través de estos movimientos sociales que se puede lograr el verdadero cambio, ya que a los sectores dominantes que reclaman el poder solo los mueve sus intereses personales.
el pueblo ,las organizaciones sociales, los movimientos indígenas y el conjunto en su totalidad debe participar activamente para ocupar un lugar central en esta revolución social y recordar al Gobierno nacional que debe fomentar y trabajar para el bien de todos, y que no debe dejarse llevar por los poderes capitalistas.
este es el desafío que se debe llevar adelante cada día.
Núñez Gladys

Yesica Escobar dijo...

Considero que el aprendizaje, como la enseñanza comienza en las prácticas cotidianas. Educar y formar profesionales para el desarrollo nuevas prácticas, es la clave del fortalecimiento en materia de la sociedad.
Desde el gobierno enseñan con voluntad política colectiva, para poder impulsar la participación de éstos, en el proceso de transformación, generando conciencia y organización.
La organización y educación deben ser esencial ya que no hacerlo se pondra en riesgo todo proyecto. Los movimientos sociales apelan a la participación de la sociedad a través de metodologías, pero la desconfianza de sectores del pueblo hacia sus gobernantes provoca apatía y NO protagonismo de estos, no alcanzando a lo buscado con la enseñanza.
La corrupción es un de los factores por lo cual el pueblo desconfía y hay que eliminarlo por completo, pero probablemente el que llegue al poder sea seducido por el juego del mercado y la individualidad, quizás esta desconfianza también sea generada por los poderes hegemónicos a través de los medios de comunicación.
Tenemos la necesidad de establecer y conservar espacios de participación en donde se pueda interactuar y debatir como actores sociales y de esta manera no ser seducidos por los poderes hegemonicos; priorizando tambien asi el cambio democrático con “buenas personas” que realicen su administración cuidadosamente creando de esta forma un modelo de sociedad que en el momento de votar refleje lo que quiera el pueblo, en vista de una equidad.

Impulsar revoluciones desde los gobiernos pasa por hacer de estos una herramienta política revolucionaria.

En los procesos de democratización, necesitamos el compromiso con nuestro pueblo para lograr el proceso de transformación de nuestra sociedad.