Nuevos horizontes civilizatorios
Del “bienestar” individualista al “buen vivir” colectivo
Las reflexiones que aquí comparto no se referencian ni se
explican a partir de los paradigmas del pensamiento de izquierda predominante
en el siglo XX. Nutriéndose de ellos, las propuestas, conceptos y miradas que
sostengo se inscriben en una concepción que procura contribuir a una visión
actualizada del sistema mundo regido por el capital en tiempos de la
globalización de su hegemonía [globocolonización, al decir de Frei Beto]. Y
esto tiene que ver tanto con la crítica analítica del mundo en el presente,
como con las reflexiones acerca de la posibilidad de superar el capitalismo en
favor de la vida.
Las fuerzas para resistir la embestida del capital y su
avasallante pensamiento único que pretende afirmar (imponer) que este es el único
mundo posible, emergen de las resistencias, de las creaciones y construcciones alternativas
de los pueblos. En sus prácticas cotidianas ellos buscan y crean nuevos modos
de producir y reproducir la vida, adelantando elementos de lo que un día será –integralmente‑
una nueva civilización, anclada en el buen
vivir y convivir entre todos y todas, viviendo en comunidad en reencuentro
con la naturaleza, en aras de hacer realidad –emancipación del mercado mediante‑,
la plenitud y felicidad colectiva e individual de la humanidad.
La expresión Buen
Vivir o Vivir Bien, propia de los
pueblos originarios de Bolivia, Ecuador, Perú... significa, en primer término,
“Vivir bien entre nosotros”. Propugna una convivencia comunitaria con
interculturalidad y sin asimetrías de poder. Como afirmó Evo Morales: “No se
puede Vivir Bien si los demás viven mal”. Y esta expresión condensa lo central
del planteamiento solidario: Se trata de vivir como parte de la comunidad, con
protección de ella y protegiéndola, en armonía con la naturaleza. “Vivir en
equilibrio con lo que nos rodea” y también “bien
contigo y conmigo”; es diferente del
‘bienestar’ individualista promovido por el mercado, erigido de espaldas o en
contra de “los demás”, y separado de la naturaleza a la que considera su “objeto”.
El Buen Vivir
incluye la afectividad, el reconocimiento y el prestigio social; se corresponde
con una concepción integral de la sociedad que articula desarrollo y
democratización, en la que desarrollo y
democracia se basan y proyectan una opción civilizatoria en la que late con
fuerza la posibilidad de vida.
El Buen Vivir resume
y proyecta principios claves para la construcción de la nueva civilización
anclados en la solidaridad, el equilibrio y la complementariedad de las
diferencias, el respeto de la naturaleza como fuente de identidad humana, que
reubica a la vida como un don indivisible del ser en la naturaleza y la sociedad. No se trata de un compendio de
dogmas que haya que seguir; no es un nuevo tipo de fundamentalismo, sino una
fuente de energía civilizatoria que tiene su eje en la vida, a ella se debe, la
defiende y en torno a ella proyecta su desarrollo. Por ello, se trata de una
propuesta abierta a la creatividad de las generaciones humanas.
Una concepción integral del desarrollo, la democracia, los derechos…
El respeto a los derechos humanos y colectivos, el sentido
de pertenencia, la seguridad, el respeto a las formas de organización social y
los derechos de las minorías y mayorías constituyen parte del núcleo central
del Buen Vivir. Estas razones, entre
otras, hacen del debate del desarrollo
un debate político, social, cultural y ético, además de económico,
concepción que -en nuestras tierras- se articula directamente con el debate de
la pobreza y la riqueza, de la propiedad de los recursos energéticos, del
acceso a los servicios, del goce de los derechos, es decir, con la democracia.[1]
Atender a todos esos problemas, buscar soluciones estables
para ellos, es apuntalar procesos de desarrollo que son, a la vez, de
democratización intercultural, y viceversa. Desarrollo, democracia,
interculturalidad y descolonización guardan en esta concepción del mundo una
relación directa biunívoca, incompatible con la esquizofrenia capitalista que contrapone economía y sociedad,
sociedad y política, humanidad y naturaleza, lo público y lo privado, lo macro
y lo micro. Los viejos paradigmas sobre civilización, desarrollo, bienestar y
progreso social basados en el consumismo, el derroche y el uso abusivo de la
naturaleza, se revelan hoy más que nunca antes en su irracionalidad y resultan
insostenibles.
La naturaleza en el centro de la vida
La concepción mercantil-cuantitativa del desarrollo
considera a la naturaleza como un objeto que la humanidad puede y debe
conquistar, dominar y explotar en aras de su “bienestar”. El capitalismo
transformó a la naturaleza en “objeto-mercancía”, en un territorio que,
mediante su loteo y apropiación
privados, puede ser vendido, comprado, expropiado, saqueado, vaciado,
bombardeado, enajenado, etcétera. Se consideró a la naturaleza como una especie
de barril sin fondo y sin capacidad
de reacción hasta que dio claras muestras de lo contrario: el creciente agujero
en la capa de ozono, los tsunamis y terremotos, el agotamiento de los recursos
energéticos, las sequías o las inundaciones, las contaminaciones… han sido
parte del lenguaje y el mensaje de la naturaleza.
Hoy está claro (y se reconoce) que la biosfera no solo es fuente generadora de vida, de recursos
energéticos, sino también reguladora del equilibrio global del sistema. Y esto
coincide plenamente con lo que los pueblos andinos llaman, desde hace siglos,
la Pachamama (Madre tierra, madre
agua, madre selva). Desde esta
perspectiva, la naturaleza no solo es vista como fuente de recursos y materias
primas sino como responsable de importantes equilibrios indispensables para
mantener el patrimonio de biodiversidad para las futuras generaciones.
En esta dimensión
ecológica de la realidad, los seres humanos nos reconocemos como parte
intrínseca e indivisible de la naturaleza. Tal es la perspectiva cosmo-céntrica que posibilita pensar en
el futuro humano con un sentido y concepción diferentes del progreso y
bienestar. Esto se resume en el Vivir Bien,
raizalmente defensor-promotor de la humana en armonía con la naturaleza. En tal
sentido, resulta claro que las cuestiones ecológicas o referidas a la
naturaleza no pueden ser analizadas de modo aislado, como tampoco lo relativo a
pobreza, desarrollo, democracia… Es indispensable el enfoque integral sistémico
(economía, política, cultura, modo de vida…) de la vida en las realidades
sociales en cada momento.
Sacudirse las anteojeras culturales del pasado
Sacudirse las anteojeras culturales propias de otros tiempos
y desarrollar las capacidades para hacer frente a las nuevas realidades, situaciones
y problemáticas, resulta también parte del corazón de las transformaciones
políticas de los procesos de democratización y justicia social que se
desarrollan en países de Latinoamérica.
En este sentido, el problema central no se plantea –al decir
de Laclau (2004)‑, con los valores de la democracia liberal: Libertad, igualdad fraternidad, sino con
el sistema de poder que redefine y
limita en cada momento la operación de esos valores. Por eso, en tiempos de
disputa de poder como ocurre hoy en los procesos de Venezuela, Bolivia,
Ecuador… florecen las luchas de pueblos: en las comunas y consejos comunales,
en las comunidades indígenas, de campesinos/as y en diversos sectores sociales interesados
en participar plenamente en la democracia, es decir, ampliándola, luchando para
hacer extensivos los principios de
igualdad y libertad en sus relaciones sociales, económicas, culturales y
políticas.
Se trata de una transformación
raizal de la democracia que se propone profundizar-cambiar las herramientas
que ella misma ofrece en aras de poner fin a las relaciones de poder
instauradas por la democracia excluyente y elitista del capital, adentrándose
en procesos de construcción ‑desde abajo‑ de otra democracia, otro poder, otro
Estado, otra relación Estado-sociedad-ciudadanía, otra hegemonía: la de los
pueblos en defensa de la vida. Hay que estar atentos para evitar la trampa del
paradigma neoliberal que considera a la democracia (y el Estado) como un ámbito
abstracto, un terreno carente de conflictos, un espacio neutral de competencia de intereses.
La construcción desde abajo de una nueva hegemonía, de un
nuevo poder, de un nuevo Estado para
el Buen Vivir y Convivir, requiere de
un tipo de organización y conducción políticas raizalmente diferentes de las
modalidades y los métodos de trabajo, de organización y de gestión,
particularmente en el ámbito de lo público. Se trata de una lógica que busca
articular y construir protagonismo y conciencia colectivos como sustrato del
poder popular, basado en la solidaridad y el encuentro, en el reconocimiento y
la aceptación de las diferencias sin pretender su eliminación, entendiéndolas
como factores enriquecedores y no como “defecto”. Esta lógica no puede basarse
en la antagonización ‑y exclusión‑ de lo diferente, sino en la búsqueda de
espacios donde la diversidad sea cada vez más naturalmente incorporada,
propiciando el trabajo interarticulado, intercultural, de lo diverso.
Recuperar la dimensión sistémica de la categoría “modo de producción”
Los debates acerca del desarrollo, la democratización, la
participación ciudadana, la educación, la jurisprudencia, la ecología, etc.,
son parte de los actuales procesos de búsqueda, creación y construcción de
alternativas civilizatorias (prácticas y epistemológicas) superadoras de la
civilización capitalista. En ellas destaca un nuevo principio rearticulador de
la civilización: la indivisible
interrelación naturaleza-sociedad, parte de las claves para la defensa integral
de la vida.
Este anclaje epistemológico-cosmovisivo es fundamental, pues
resume las bases conceptuales de partida para la creación de un nuevo modo de producción y reproducción de
la vida social, es decir, de un nuevo modo
de vida, anclado en la indivisibilidad de la vida humana y la naturaleza.
En tal sentido, esta principio cosmovisivo constituye parte del nuevo horizonte
civilizatorio. Marx lo descubrió al analizar la genealogía del capital y las
claves sociales de su reproducción:
El modo de producir los
medios de vida de los hombres depende, ante todo de la naturaleza misma de los
medios de vida con que se encuentran y que hay que reproducir.
Este modo de producción no debe considerarse solamente en el sentido de
la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un
determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de
manifestar su vida, un determinado modo
de vida. Lo que son coincide, por consiguiente, con su producción, tanto
con lo que producen como con el modo
de cómo producen. Lo que los
individuos son depende, por tanto, de las condiciones materiales de su
producción.[2] [Engels, F. y Marx, C.,
1976 (I): 16] (Cursivas de los autores. Negritas de IR)
En su crítica al capitalismo Marx articuló producción
económica con reproducción social y puso al descubierto que las condiciones
de producción constituyen a la vez las de reproducción. En tanto la reproducción social forma
parte de la reproducción económica, garantiza ‑en el capitalismo‑ la
reiteración ampliada del sistema de clases sociales que le es propio,
afianzando-profundizando en cada ciclo la condición de vendibilidad de la mano de obra y también de la naturaleza
(transformada por el mercado en objeto, en materia prima, etc.), y ampliando la
acción material-espiritual de los mecanismos del mercado (hegemonía).
Vendibilidad y enajenación, claves de la hegemonía del capital
El capitalismo tardío generó un sistema perverso anclado en
la muerte. Siembra guerras interminables como mecanismo de dominación de
estados‑naciones transformándolos en ingobernables. Paralelamente promueve como
nunca antes el consumismo desenfrenado, la ansiedad
por los objetos, la cosificación de la alegría y la felicidad, la
cosificación de la vida toda… Esto indica que el mercado capitalista ha logrado
un alto poder de naturalización de lo
que fue originariamente coacción: la vendibilidad de los seres humanos en el
mercado convertidos en “fuerza de trabajo”, en mercancía. Así, la humanidad
fragmentada y enajenada, redujo su condición de “ser humano” a la función de su
vendibilidad. Por eso, para adentrase
en los mecanismos de la hegemonía del capital, la categoría vendibilidad es clave.
Vendibilidad es la
capacidad de transformar cualquier ente
en objeto vendible. Y esta es la lógica del mercado: transformar todo lo
existente en objetos vendibles, en mercancías. Lo que no se puede comprar y
vender no existe para el mercado, carece de sentido y, peor, no merece existir.
El concepto vendibilidad
está en la analítica de las claves fundamentales de la estructuración del
capital, y tiene un alto valor para
los estudios actuales acerca de la lógica del dominio del capital en el mundo.
El capital, definió Marx, no es solamente una forma económica de existencia,
abarca todas las esferas y las dimensiones de la vida social, colectiva e
individual.
Ni el dinero ni la mercancía
son de por sí capital, como no lo son tampoco los medios de producción ni los
artículos de consumo. Necesitan
convertirse en capital. Y para ello han de concurrir una serie de
circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y entrar
en contacto dos clases, muy diversas de poseedores
de mercancías; de una parte, los propietarios
de dinero, medios de producción y
artículos de consumo, deseosos de valorizar la suma de valor de su
propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo; de otra parte, los obreros libres, vendedores de su propia
fuerza de trabajo y, por tanto, de su trabajo. [Marx, 1973: 655 Cursivas del
autor. Negritas mías.]
En el feudalismo el siervo en no podía vender nada sin el
consentimiento del señor, y el burgués no podía tampoco ejercer el comercio sin
permiso del rey. El supremo ideal de entonces, era que cada quien pudiera
enajenar libremente lo que le pertenecía, incluyéndose uno mismo en la oferta.
Obviamente, primero hubo que crear –ex profeso-, las condiciones para esa vendibilidad: la expulsión de las
tierras de los campesinos, la persecución y el castigo de la mendicidad, la
obligatoriedad de emplearse (a cambio de monedas) o quedar expuesto a la
muerte. Así, la vendibilidad de la
fuerza de trabajo fue de la mano con la disponibilidad
del burgués para contratar “libremente”. Todo regulado por el mercado: el
hambre, la expulsión de las tierras, la conversión del esclavo en ciudadano
“libre”, obligado por el terror a autoenajenarse en la mercancía “fuerza de
trabajo”, para venderse en el mercado de trabajo o morir. El modo de producción
cambiaba, de feudal a burgués, pero no se modificó el carácter privado de los
medios de producción. Así, resumidamente, vendibilidad, enajenación y autoenajenación
del trabajo se anudan en un núcleo: el
mercado capitalista. Tal la mistificación exaltada de la libertad del
burgués.
La identificación entre enajenación
y cosificación (reificación), es parte del proceso de formación del
mercado capitalista, el fundamento constituyente de la sociedad capitalista.
El centro del mecanismo de funcionamiento del capital radica
en que los seres humanos son cosificados a través del mercado, es decir,
convertidos en objetos, en cosas. Una vez convertidos en cosas, son vendibles, ¿dónde?,
en el mercado. ¿En calidad de qué?, de fuerza de trabajo. Eso en primer lugar.
La vendibilidad no
conoce de límites ni barreras. A lo largo de siglos el mercado ha ido
perfeccionando las condiciones para la cosificación
humana y su vendibilidad: en la era
de la globalización del mercado capitalista todo es factible de ser vendido y
de ser comprado. La transformación del
sujeto en objeto que vive para el mercado, es parte del proceso de hegemonía
global del capital. Tal la dimensión destructiva y deshumanizadora de la
civilización del capital. Y tales las claves materiales, ideológicas y
culturales a tener en cuenta para buscar caminos para su superación a favor de
la vida.
La disputa de la subjetividad
En el debate político acerca de las alternativas de nuestra
época, la disputa de la subjetividad
es clave, pues se encamina a la construcción de subjetividades ajenas a la
hegemonía destructiva del mercado, es decir, subjetividades alterhegemónicas.
En el ámbito de la subjetividad está la conciencia. La
conciencia no es solamente lo conciente racional, es todo lo que hace que uno
tenga una determinada concepción del mundo y de su lugar en el mundo. Por eso
abocarse a cambiar la subjetividad
construida por el mercado capitalista no es “perder el tiempo” con necedades,
ni confundir (nuevamente) subjetividad con “lo subjetivo”.
El debate de la subjetividad es ante todo la pelea contra la
cosificación y vendibilidad de los sujetos, dando la batalla ideológica y cultural
para que los sectores populares descubran en sus realidades, en sus modos de
vida, cómo el capital los va transformado cada vez más en objetos que viven
para el mercado, convenciéndolos de que la felicidad radica en el consumo.
En este sentido hay que volver a discutir la revolución, la re-construcción
del sujeto, la construcción del poder popular en pos de la liberación.
La extensión universal de la vendibilidad, o sea, la transformación de todas las cosas (y seres
humanos) en mercancías, implica la cosificación
de las relaciones humanas. Por eso, según Marx, el mercado cosifica en
relaciones mercantiles lo que ha construido a partir de las relaciones humanas
enajenadas y cosificadas. La fragmentación del cuerpo social en individuos
aislados que persiguen objetivos particulares entregados por la servidumbre de
la necesidad egoísta, hace una virtud de ese egoísmo en el culto de la vida
privada (egoísta).
De ahí se deduce que si alguien trata de liberarse
solamente de una cara de la oposición, su solución resultará ficticia y
enajenada. Y esto, por supuesto, se aplica a ambas caras tomadas separadamente.
La simple abolición de lo ‘privado’ es tan artificial y enajenada como la
‘fragmentación’, ‘atomización’, ‘privatización’ de lo ‘público’. La
absolutización de cualquiera de los dos lados significa o que el hombre está
privado de su individualidad y
convertido en un productor público abstracto, o que, privado de su sociabilidad, se transforma en un
‘consumidor privado’ igualmente abstracto. Ambos son ‘hombres mercancía’, con
la diferencia de que mientras uno define su propia esencia como ‘productor de
mercancías’, el otro encuentra su autoconfirmación en ser un ‘consumidor de
mercancías’ autocontenido. [Mészáros, 1978: 172-173]
La vendibilidad en
realidad lo que esta expresado es cómo se produce la enajenación en el
capitalismo, cómo se produce la transformación de los sujetos en objetos, como
se produce el acto de cosificación,
la conversión de los seres humanos en cosas
para el mercado y del mercado. Porque
el mercado, en tanto y en cuanto decide quien puede comer y quien no, se
transforma en el determinante de la vida. Ese ha sido su objetivo, ese ha sido
su logro, la clave de su hegemonía. Y hasta ahí hay que llegar en la analítica
crítica en búsqueda de caminos para la superación de la enajenación.
En tal sentido, el concepto vendibilidad resulta insoslayable para comprender el mundo en su
integralidad objetivo-sujetiva; un planteamiento dialéctico materialista
fundamental que ha sido prácticamente ocultado o negado por el dogmatismo
marxista mecanicista que, incapaz de aprehender la naturaleza dialéctica del
movimiento social, pretendió ser “científico” separando lo objetivo de lo
subjetivo. Así, su “ciencia social” construyó
realidades enfrentadas: una “realidad objetiva”, y una “realidad
subjetiva”, como si fueran mundos diferentes, paralelos. En virtud de ello
consideró ‑y aun considera‑, que en la sociedad existen –separadamente-,
“condiciones objetivas”, y “condiciones subjetivas”. Existe una abrumadora
literatura marxista del siglo XX, donde pueden leerse tesis acerca de la
existencia de “condiciones objetivas maduras” enfrentadas a “condiciones
subjetivas inmaduras” o rezagadas a las que, para resumir, se identificó como
“factor subjetivo” o el estado de la “conciencia” social. El peor desenlace de
ese presupuesto marxista-kantiano, ocurrió cuando las autoproclamadas
vanguardias políticas consideraron que ellas eran las únicas que tenían
conciencia plena (verdadera) de las condiciones objetivas, diferenciándose de
los trabajadores y el pueblo todo, a quiénes consideraron “enajenados” por el
capitalismo y, por tanto, “retrasados” en el desarrollo de su conciencia.
Superar la civilización del capital, implica cambiar su modo de producción y reproducción
La superación de la civilización signada por el capital
implica cambiar la raíz de su vertiente existencial: su modo de producción y
reproducción de la vida social y de interrelación con la naturaleza. No habrá
nueva civilización, ni liberación, ni vida posible, si los cambios se limitan a
sustituir a los patrones de los centros del poder de mando del capital, pero
dejan intactos sus mecanismos de funcionamiento, que son los de su producción y
reproducción.
Esta hipótesis perfila uno de los grandes desafíos
culturales, económicos, políticos y sociales del proceso de
sustitución-superación del capitalismo: transformar
de raíz el modo de producción económico-social. Y esto conlleva un proceso
histórico-cultural de creación-aprendizaje de la humanidad, orientada en su
quehacer hacia un nuevo horizonte histórico, anclado en los principios del buen vivir y convivir entre nosotros y con la naturaleza. No es equiparable, por
tanto, con proyectos coyunturales que, por ejemplo, se proponen cambiar la
“matriz productiva”. A pesar de las buenas intenciones, estos cambios apuntalan
la modernización del modo de producción capitalista.
Hacerse cargo de este desafío histórico-cultural implica
apostar a desarrollar integralmente, desde abajo, la capacidad económica
productiva-reproductiva de los pueblos, únicos capaces de buscar, crear y
construir un metabolismo social superador al actualmente conocido, inspirado en
los principios del buen vivir y convivir, es decir, que no esté sometido
a la regulación de los mecanismos del mercado.
Pero como señaló el Presidente Nicolás Maduro recientemente[3]: El proyecto socialista está avanzado en lo
político, en lo social, pero rezagado en lo económico. Esto es: sujetado al
mercado capitalista y su lógica de funcionamiento depredadora, jerárquica,
subordinante y excluyente. Y ello constituye una de las mayores limitaciones y
desafíos para el florecimiento de alternativas socialistas renovadas.
Encarar con fuerza la búsqueda y construcción de
alternativas para un nuevo modo de producción y reproducción, fundamento para
un modo de vida superador del impuesto por el capitalismo, se torna pues entre
las primeras tareas políticas y culturales del proyecto civilizatorio
socialista de emancipación. Y en Latinoamérica, constituye una de las
vertientes del debate teórico práctico que hoy llevan a delante los pueblos, en
sus comunas y comunidades, en sus campos, en sus barrios, en las universidades…
Vivimos un tiempo de búsqueda, creación y alumbramiento de
lo nuevo. Esto habla de un tiempo de transición, transición que caracteriza a los
actuales procesos revolucionarios descolonizadores que tienen lugar en tierras de
Nuestra América.
El cambio cultural (social, económico, político) está en
curso. Con el protagonismo de sectores históricamente discriminados y
marginados, hoy (auto)reivindicados como ciudadanos de pleno derecho, va
surgiendo ‑desde las prácticas‑, una nueva mentalidad, un nuevo mundo.
No hay garantías de éxito, pero está claro que la esperanza late
en la terquedad de los pueblos que sin doblegarse se atreven a crear lo nuevo y
a experimentar los sinuosos –y no pocas veces dolorosos‑, caminos de su
búsqueda.
La centralidad de los/as sujetos/as
La transformación social supone –como todo lo social‑ un
caminar abierto, lleno de incertidumbres y obstáculos, pero tiene una trinchera
clave para avanzar en aras de la nueva civilización: la (auto)construcción
permanente del sujeto político
revolucionario colectivo.
Si de superación raizal del poder‑saber colonial se trata,
toda construcción‑apropiación de poder
por parte de sectores populares está mediada por la destrucción/superación del
viejo poder‑saber colonial del capital y sus tentáculos hegemónicos,
simultáneamente con la construcción de un poder
nuevo, popular, raizalmente diferente, revolucionario, descolonizado e
intercultural. Esto abre cauces a procesos
de empoderamiento colectivos (y a la vez particularizados) de los actores
sociopolíticos.
La transformación de las relaciones hegemónicas
preexistentes y la construcción de la nueva hegemonía popular revolucionaria,
resulta clave. Esto es así porque en la disputa anticolonial se produce una
interpenetración dialéctica constante entre poder preexistente, poder apropiado
y nuevo poder propio construido. En ese sentido afirmo que se toma lo que se construye. Porque no se trata de “tomar el poder”
que existe, sino de ocuparlo temporalmente
para transformarlo desde la raíz. En esto radica, precisamente, uno de los grandes
desafíos de los actuales gobiernos que impulsan procesos democrático‑revolucionarios
en Latinoamérica.
La interdialéctica poder
propio construido‑‑poder apropiado es liberadora y abona el camino de
liberación si es resultante y síntesis del empoderamiento pleno (multifacético)
y protagónico de los actores sociales y políticos que lo construyen. Implica la
conformación de un complejo proceso colectivo social, cultural, ideológico y
político, articulado y orientado a la superación del sistema colonial del
capital y sus instituciones, sobre la base de una (nueva) ética y una (nueva)
lógica del metabolismo social construida desde abajo por los diversos actores
articulados en cada momento acorde con las tareas y demandas sobre la base de
la descolonización e interculturalidad que también –como el proceso
revolucionario transformador‑, irán desarrollándose históricamente.
Esto es así porque la ideología del cambio ‑como sus
definiciones estratégicas‑, son parte del proceso social vivo, de sus dinámicas
y contradicciones. No es un dogma establecido desde fuera de las luchas de los
pueblos por la vanguardia de algún
partido de izquierda, que “los demás” solo tendrían que “asimilar”.
La ideología, que es parte de la conciencia política, se
forja y crece en los procesos de resistencia, lucha y construcción de
alternativas por parte de los sujetos. Las definiciones, como los rumbos y
objetivos estratégicos, las van construyendo (y modificando) los sujetos a
partir de sus modos de vida y sus experiencias de lucha y sobrevivencia, que
son diversos en cada sociedad, en cada comunidad.
En el tiempo político abierto por los gobiernos populares el
debate estratégico está abierto. Y se manifiesta particularmente en las luchas político-sociales
protagonizadas por los sujetos del cambio, que se organizan y construyen
alternativas buscando avanzar en las definiciones, la implementación, el
perfeccionamiento o la profundización raizal de los cambios logrados en de cada
proceso. Esto, a la vez que van construyendo simultáneamente caminos que
cuestionan integralmente el actual sistema‑mundo y lo van rediseñando
determinados a ir “más allá del dominio del capital” [Mészáros].
En este empeño, resulta central articular los procesos de construcción de poder popular desde abajo con
los procesos político‑pedagógicos contenidos en las prácticas cotidianas de los
sujetos en sus territorios. Ellas son democratizadoras y descolonizadoras y
constituyen un pilar fundamental de la formación/fortalecimiento de la fuerza
social y política de liberación.
Son las pedagogías de la esperanza. Aquellas con que los sujetos oprimidos
transforman día a día sus realidades de exclusión y discriminación, abonando al
proceso colectivo de construcción de los intersticios interculturales claves para
transformar la sociedad actual, creando y adelantando en sus prácticas
elementos de la nueva civilización, fortaleciendo lazos solidarios, relaciones
de equidad entre etnias, géneros y clases diversos en búsqueda de su
equiparación en el único calificativo universalmente pleno: el “género humano”.
En tal sentido,
pedagogías de la esperanza son todas aquellas que alimentan y cultivan la conciencia y creatividad
colectivas, las que se construyen y fortalecen a partir de la confianza en la
vitalidad epistemológica, política y cultural de los pueblos, con voluntad y fe
en que es posible cambiar el mundo abriéndolo a la justicia, la equidad, la
convivencia solidaria en diversidad, la complementariedad, la armonía, la paz y
la felicidad.
Lo central, el nudo
gordiano de la nueva civilización y la vitalidad y proyección estratégica que
puedan alcanzar las luchas y creaciones colectivas en el presente, reside en
los hombres y las mujeres del pueblo. Ellos resisten los embates del capital y
van creando lo nuevo. Y haciendo realidad los cambios se autoconstituyen sujetos de su historia.
En revolución, los
pueblos construyen su democracia cotidianamente, la democracia del pan, de la
vivienda, del trabajo, de la educación y la cultura, de la igualdad, de la
justicia, de la solidaridad y el reencuentro con la naturaleza, en resumen, del
Buen Vivir.●
Bibliografía citada:
‑Engels, F. y Marx, C., 1976. Obras
Escogidas en 3 Tomos, Tomo I. Ed. Progreso, Moscú.
-Laclau, Ernesto y Mouffe,
Chantal. 2004. Hegemonía y estrategia
socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Fondo de Cultura
Económica. Buenos Aires.
‑Maduro, Nicolás.
Entrevista con Tarik Alí, 24 de julio de 2014.
http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!en/video/special-interview-with-president-nicolas-maduro
http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!en/video/special-interview-with-president-nicolas-maduro
‑Marx, Carlos. 1973. El
Capital. Ciencias Sociales. La Habana.
‑Mészáros István.
2001. Más allá del capital. Vadell.
Caracas.
-------------------------1978. La teoría de la enajenación en Marx. Era. México
‑Plan Nacional
de Desarrollo (PND). 2006. Ministerio de Planificación. La Paz.
‑Rauber, Isabel.
1994. Construyendo poder desde abajo. Cipros, Santo Domingo.
-----------------------2000. La construcción de poder desde abajo. Claves
para una nueva estrategia. Cipros,
Santo Domingo.
-----------------------2012. Revoluciones desde abajo.
Continente-Peña Lillo. Buenos Aires.
[1] “La clave del desarrollo
radica en suprimir la estructura de dominación cultural y de discriminación
racial vigente e instituir una práctica de diálogo, cooperación,
complementación, reciprocidad y entendimiento. De esta manera el crecimiento
económico se concibe como el proceso de consolidación, fortalecimiento e
interacción de identidades, como la articulación de redes de intercambio e
interculturalidad.” PND (2006: 16)
[2] Nótese que el concepto producción no se refiere a lo
estrictamente económico, sino a todas las interrelaciones de la vida social y espiritual de los seres
humanos entre sí y con la naturaleza.
[3] Entrevista con Tarik Alí, 24
de julio de 2014.
En http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!en/video/special-interview-with-president-nicolas-maduro
En http://multimedia.telesurtv.net/web/telesur/#!en/video/special-interview-with-president-nicolas-maduro
*
--Ponencia presentada en el “I Congreso
Internacional Inventar la Democracia del Siglo XXI.
Derechos Humanos, Cultura y Vivir Bien”, Caracas, 28 al 30 de mayo de 2015
Derechos Humanos, Cultura y Vivir Bien”, Caracas, 28 al 30 de mayo de 2015
6 comentarios:
Muy bueno el artículo. Lo tendré de referencia para unas clases en Fines (soy docente de Economía Social)
Una pequeña corrección (disculpe el atrevimiento) Bajo el título "La naturaleza como centro de la vida" puede leerse "el creciente agujero en la capa de ozono, los tsunamis y terremotos, el agotamiento de los recursos energéticos, las sequías o las inundaciones, las contaminaciones… han sido parte del lenguaje y el mensaje de la naturaleza".
Resulta que los tsunamis y los terremotos no son causados por acción antrópica: no se debe a un uso predatorio de la naturaleza ni es una consecuencia del estractivismo predatorio ni la fase tardía del capitalismo: es un fenómeno físico producto del acomodamiento tectónico. (no así el debilitamiento de la capa de ozono ni el cambio climático)
En algunas oportunidades se han denunciado que ensayos atómicos submarinos y subterráneos han afectado y tal vez generado terremotos/tsunamis y en ese caso, si estaría en lo cierto.
Hay otras vetas en las creaciones alternativas al capitalismo provenientes de distintos palos: coincido con "Las definiciones, como los rumbos y objetivos estratégicos, las van construyendo (y modificando) los sujetos a partir de sus modos de vida y sus experiencias de lucha y sobrevivencia, que son diversos en cada sociedad, en cada comunidad"
Seguramente conoce la lógica de la "economía del bien común" y la "economía colaborativa". Una concepción que surge no desde la izquierda tradicional, ni del indigenismo, ni del cristianismo latinoamericano, sino del software libre:
Entendiendo que El bien común es una superación de lo meramente económico, resulta interesante pispear a Michael Bauwens: el tipo se basa en lo que Marx planteó en Contribución Crítica...En cierta etapa de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o - esto simplemente expresa lo mismo en términos legales - con las relaciones de propiedad en el marco de los cuales se han desenvuelto hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Entonces comienza una era de revolución social. Los cambios en la base económica más o menos rápidamente a la transformación de toda la inmensa superestructura: El P2P como vía para un nuevo modo de producción, que entendido como Marx, también incluye la reproducción de la vida.
https://www.youtube.com/watch?v=KMV4cqRgV6Q
http://www.redpepper.org.uk/the-coming-of-the-commons/#comment-72033
Abrazos.
Y gracias por el material para mi clase :)
El articulo ilustra la realidad del capitalismo salvaje que oprime a los pueblos y pretende hacerse de la naturaleza de la manera más rapaz y utilizarla como un fondo inagotable para hacer negocios.
Existen dos corrientes en el mundo que en la actualidad se manifiestan con más atención; por un lado el neoliberalismo y por otro las fuerzas emergentes de los pueblos cansados de la eterna postergación y violación de sus derechos.
La primera corriente es la dominante y la que maneja los hilos de la economía mundial. Pero dentro de este circulo de intereses, quedan como rehenes los habitantes que empujan a su manera y nos muestran que se puede “pertenecer” al universo, pero con otras practicas y mejorando.
Al saber que las crisis en los países la siembran los sistemas de neolibersalismo y para colmo no tienen la manera de resolverla, emergen desde la necesidad y la hermandad de los pueblos, alternativas de democracia dónde la inclusión, el respeto y la aceptación de diferencias, llega a mostrar un camino potable.
La crisis de mercado la mira desde lejos el mas pobre, pero a la vez es el que mas la sufre. A raíz de este salvajismo dominante, surgen las convivencia comunitarias que se van expandiendo desde los lugares más pobres y ganan terreno según pasen los años. Una sociedad que incluya la solidaridad, el equilibrio y el debate en las diferencias, abre una fuente de esperanza para los hijos y nietos por venir.
No hace mucho y en Argentina, existió una población emergente que a base del sufrimiento de una crisis de neoliberalismo, salió adelante creando nuevas formas de solventarse. Una de ella y la más conocida fue la feria del truque. Cada familia llevaba lo que no le servia o le sobrara y lo intercambiaba con sus semejante para poder adquirir lo que sea, sin dinero y sellando un acuerdo entre ambas partes.
Este pequeños movimiento rebeldes, terminan mostrando que la verdadera unión de un pueblo se da dentro del dolor y el sufrimiento, y no mediante la abundancia.
El primer paso se basa en pensar a la naturaleza como el equilibrio del sistema y utilizarla como una fuente de recursos y de materia prima. Desde esta naturaleza, surge la curiosidad de los pueblos originarios y los campesinos, que se interesan en participar de la nueva democracia y tratar de estar latentes para que la practicas dominantes no les pasen por encima. Este caso se dio en Bolivia, cuando un proyecto de autopista intentó cortar por el medio las tierras de los nativos, provocando una violación a la propiedad.
Las nuevas corrientes democráticas surgen desde abajo para tratar de interrumpir la democracia capitalista que justamente no hace más que correr al menos pudiente.
El articulo puede tener días, meses o años de publicación, pero jamás pasara de tiempo. Todos los días y en diversas partes del mundo, un giro capitalista destruye una población, un país un continente. Dicho esto, la autora pretende dejar en claro que la solución esta en nosotros mismos y en la actitud que podemos llevar a cabo. Un pequeño gesto de solidaridad, un debate abierto en los lugares de aquellos que menos tienen y la famosa palabrita, pero gigante como “inclusión”, deberían formar parte de la cotidianidad del individuo.
Ha llegado el momento de partir desde la naturaleza como generadora de vida, y correr contra el capitalismo avasallador. La revolución se da en el día a día y en cada gesto de bondad con el semejante. El buen vivir, depende de nosotros mismos más allá que el los poderosos nos quieran manejar a su antojo. Hoy es el momento. Estamos a tiempo.
Patricia Picon
El articulo ilustra la realidad del capitalismo salvaje que oprime a los pueblos y pretende hacerse de la naturaleza de la manera más rapaz y utilizarla como un fondo inagotable para hacer negocios.
Existen dos corrientes en el mundo que en la actualidad se manifiestan con más atención; por un lado el neoliberalismo y por otro las fuerzas emergentes de los pueblos cansados de la eterna postergación y violación de sus derechos.
La primera corriente es la dominante y la que maneja los hilos de la economía mundial. Pero dentro de este circulo de intereses, quedan como rehenes los habitantes que empujan a su manera y nos muestran que se puede “pertenecer” al universo, pero con otras practicas y mejorando.
Al saber que las crisis en los países la siembran los sistemas de neolibersalismo y para colmo no tienen la manera de resolverla, emergen desde la necesidad y la hermandad de los pueblos, alternativas de democracia dónde la inclusión, el respeto y la aceptación de diferencias, llega a mostrar un camino potable.
La crisis de mercado la mira desde lejos el mas pobre, pero a la vez es el que mas la sufre. A raíz de este salvajismo dominante, surgen las convivencia comunitarias que se van expandiendo desde los lugares más pobres y ganan terreno según pasen los años. Una sociedad que incluya la solidaridad, el equilibrio y el debate en las diferencias, abre una fuente de esperanza para los hijos y nietos por venir.
No hace mucho y en Argentina, existió una población emergente que a base del sufrimiento de una crisis de neoliberalismo, salió adelante creando nuevas formas de solventarse. Una de ella y la más conocida fue la feria del truque. Cada familia llevaba lo que no le servia o le sobrara y lo intercambiaba con sus semejante para poder adquirir lo que sea, sin dinero y sellando un acuerdo entre ambas partes.
Este pequeños movimiento rebeldes, terminan mostrando que la verdadera unión de un pueblo se da dentro del dolor y el sufrimiento, y no mediante la abundancia.
El primer paso se basa en pensar a la naturaleza como el equilibrio del sistema y utilizarla como una fuente de recursos y de materia prima. Desde esta naturaleza, surge la curiosidad de los pueblos originarios y los campesinos, que se interesan en participar de la nueva democracia y tratar de estar latentes para que la practicas dominantes no les pasen por encima. Este caso se dio en Bolivia, cuando un proyecto de autopista intentó cortar por el medio las tierras de los nativos, provocando una violación a la propiedad.
Las nuevas corrientes democráticas surgen desde abajo para tratar de interrumpir la democracia capitalista que justamente no hace más que correr al menos pudiente.
El articulo puede tener días, meses o años de publicación, pero jamás pasara de tiempo. Todos los días y en diversas partes del mundo, un giro capitalista destruye una población, un país un continente. Dicho esto, la autora pretende dejar en claro que la solución esta en nosotros mismos y en la actitud que podemos llevar a cabo. Un pequeño gesto de solidaridad, un debate abierto en los lugares de aquellos que menos tienen y la famosa palabrita, pero gigante como “inclusión”, deberían formar parte de la cotidianidad del individuo.
Ha llegado el momento de partir desde la naturaleza como generadora de vida, y correr contra el capitalismo avasallador. La revolución se da en el día a día y en cada gesto de bondad con el semejante. El buen vivir, depende de nosotros mismos más allá que el los poderosos nos quieran manejar a su antojo. Hoy es el momento. Estamos a tiempo.
El presente articulo hace mención a un buen vivir colectivo que descansa sobre una convivencia comunitaria, vivir y ser PARTE de la comunidad, desenvolverse armónicamente con la NATURALEZA, vivir en equilibrio con los que nos rodean, es decir por medio de la interculturalidad, y ello se refiere a relacionarse horizontalmente con los demás, tener una mirada de aceptación e inclusión a las diferentes culturas que coexisten. El buen vivir es promovido y emerge por las resistencias y luchas de los pueblos el cual buscan y crean nuevos modos de producir y reproducir la vida para TERMINAR CON LA CIVILIZACIÓN CAPITALISTA que lo único que hizo y sigue haciendo es COSIFICAR los objetos, la naturaleza propiamente dicha, la alegría la felicidad, al ser humano, por medio de la VENDIBILIDAD que es la capacidad de TRANSFORMAR todo ente en OBJETO VENDIBLE convenciéndonos de que la felicidad radica en el consumo excesivo.
El articulo hace mención en la necesidad de transformar y construir una nueva ALTERHEGEMONIA desde abajo mediante la toma de poder por parte de los sectores populares, autoconstruyéndose permanentemente en sujeto político plural y revolucionario de los cambios consolidando y construyendo su conciencia política a partir de sus modos de vida sus experiencias de lucha y sobrevivencia,para poder sustituir los patrones de poder y los mecanismos de funcionamiento del capital. Esta transformación raizal, diferente, revolucionario descolonizado e intercultural del modo de PRODUCIR, descansan sobre los principios del buen vivir y convivir ente nosotros y con la naturaleza. Mediante este proceso los pueblos van construyendo cotidianamente la DEMOCRACIA en la que tanto anhelan, esto es El Buen Vivir.
Pamela Gimena Patiño.
“No se puede vivir bien si los demás viven mal”. Si esta asegurado el desarrollo colectivo, se puede pensar en el desarrollo individual.
Ahora bien en el sistema capitalista que se nos imponen, lo que prima es el desarrollo individual por sobre el colectivo.
Hay que pensar desde abajo hacia arriba, para poder construir sistemas cooperativos que puedan romper con la lógica capital-trabajo del mercado capitalista que se nos impone, superando la “vendibilidad” y la “cosificación” y superar el hecho de que el mercado transforma todo en objetos vendible.
En la Economía Popular, noto que es un espacio donde se ve esta ruptura con el mercado tradicional. Donde el individualismo no es una opción para poder desarrollarse y donde se tiene claro que las formas cooperativas de desarrollo son las que pueden hacer frente ante el sistema tradicional. Este sistema que expulsa individuos, son recibidos por las distintas formas en las que se manifiesta la Economía Popular, pero son recibidos como un colectivo de expulsados y no como individuos aislados unos de otros.
Ya en el hecho de que halla varias ramas de producción dentro de la Economía Popular, como las huertas familiares, los artesanos, puesteros, etc., que prioricen el autoabastecimiento antes que la capitalización, muestra una forma distinta de pensar en términos de producción en relación al mercado tradicional capitalista.
Por ende se genera una nueva subjetividad que no esta en relación con la hegemónica destructiva del mercado, porque los sujetos que conforman esta subjetivad alterhegemónica, ya fueron expulsados del mercado tradicional y empiezan a ser concientes de esto. Por eso entiendo que ven en el desarrollo colectivo la posibilidad de desarrollarse como individuos.
Esta concepción de desarrollo colectivo debe ser también parte del cambio cultural al capitalismo, no solo en materia de producción y acumulación, pensando de abajo hacia arriba podemos concebir un “Buen vivir y convivir”.
Alejandro Tettamanzi
El artículo le da una mirada analítica y actualizada a los intentos de superar el capitalismo. Ya que no es una casualidad que se den las crisis con los modelos neo-liberales, si no que cada vez se busca mas la acumulación de capital.
Siendo un sistema que no busca las soluciones a sus problemas si no que las agranda, la resistencia a este sistema se debe dar en nuevas formas de producir y reproducir la vida, reencontrándonos con lo esencial de nuestros pueblos, la naturaleza. Esta expresión del buen vivir o vivir bien, nos reclama una convivencia donde nos aceptemos todos, la vida en comunidad, pensando en el que tenemos a lado, respetando y dándole participación a las minorías, porque tal como dice Evo Morales “no se puede vivir bien, si los demás viven mal”.
El buen vivir busca un equilibrio y equidad desde una mirada de justicia social, retomar la solidaridad y dar voz a todos, no busca terminar el sistema capitalista de una, si no dar una posibilidad de analizar otras formas de vida, respetando la naturaleza, cuidándola y dejando de dañarla.
En estos tiempos que vivimos el progreso social es igual al consumismo “bienestar”, sin importar el daño que se cause en la naturaleza, haciendo uso y abuso de la misma, porque se cree que es un objeto que podemos dominar y que existe para brindarnos mayor bienestar, y ella misma se encarga de demostrarnos que no es así. No se busca la complementariedad o un intercambio solidario, si no que se busca convertir a los seres humanos en vender todo el tiempo la fuerza de trabajo. Nos va llevando de manera coercitiva a convertir a cualquier objeto en algo vendible.
Se debe dar una transformación de la democracia, dando voz a los sectores sociales interesados, volviendo a la raíz de nuestra creación, dejando de ser elitistas y dejando de excluir, aceptando las diferencias sin pretender eliminarlas. Buscar alternativas a las formas de producir, cuidando lo que producimos y como lo producimos, siendo más responsables con la naturaleza.
Marx dice, que el capital no es solo una forma económica de existencia, si no que abarca las dimensiones de la vida social, colectiva e individual, es ahí donde los medios de producción se dividen en los propietarios del y los obreros que venden su propia fuerza de trabajo. Transformándose en objetos para el mercado, donde se decide quién puede comer y quién no.
Para poder realizar un cambio hay que pensar en volver a los tiempos de solidaridad y cuidado de la naturaleza, apoyándonos en los pueblos originarios, realizar una transformación mas cultural del la sociedad para que todos podamos estar más integrados, ya que somos parte de la naturaleza y la naturaleza es parte de nosotros. Generar nuevas alternativas para ir cambiando las formas de vida desde abajo, para que se produzca un cambio cultural en la sociedad. No se trata de terminar con el capitalismo, si no de poder tener otras alternativas generando conciencia de los daños que le ocasionamos a la naturaleza.
Publicar un comentario