Gobiernos populares de América Latina, ¿fin de ciclo o nuevo tiempo político?
En: http://www.alainet.org/es/revistas/510
Recientemente algunos intelectuales que se
autodefinen de izquierda o centro-izquierda, anunciaron que estábamos a las
puertas del fin del ciclo de los
gobiernos progresistas, caracterizado por el agotamiento de sus programas neodesarrollistas
–que incluyen el extractivismo‑, y su “ineficiente” capacidad de gestión. Es de
esperar entonces, según ellos, una avanzada de la derecha en la región, situación
que configuraría un nuevo mapa político en Latinoamérica. Con este discurso
“visionario”, apuntalado por el conocimiento de los planes geopolíticos del
imperio para la región, tales intelectuales contribuyeron a instalar y
“naturalizar” en la opinión pública el advenimiento del fin de los gobiernos
populares y su reemplazo “inevitable” por gobiernos de derecha, presentándolos
incluso como una “saludable alternancia”. Vale entonces compartir reflexiones
acerca de este diagnóstico y su sentencia.
- Quedó al descubierto –en los hechos‑ que gobierno y poder no son sinónimos, que no es posible, enfrentarlos al mismo tiempo ni del mismo modo. Las revoluciones democráticas no son sinónimos de la otrora “vía pacífica”, suponen la profundización del conflicto político como vehículo de la lucha de clases, anudada fuertemente con una profunda batalla político-cultural de ideas.
- Se evidenció que no basta con poner “buenos gobernantes” a ocupar puestos institucionales que responden al sistema que se busca cambiar.
- El crecimiento económico es importante, pero insuficiente. La educación política, la batalla ideológica es central. Y está anudada a la participación política, al empoderamiento. Nadie puede empoderar a otro/s y mucho menos desde arriba. El empoderamiento germina con la participación consciente y protagónica de los sujetos en los procesos sociotransformadores.
- Se agotó la concepción de la política desde arriba y a “dedo”, propia del siglo XX; la “bobería”, el romanticismo anodino acerca de la democracia, la subestimación de la política, y las viejas modalidades de la representación política que suplantan el protagonismo popular y fragmentan lo político de lo social.
o
Fin del maximalismo teórico y
el minimalismo práctico propio de sectores (ultra)izquierdistas.
o
Fin del vanguardismo, del
pensamiento liberal de izquierda y de las prácticas que, en virtud de ello, aíslan
a la militancia izquierdista de los procesos concretos de los pueblos, sus
actores y sus dinámicas, posicionándolas fuera de los escenarios concretos de
las contiendas políticas.
Desafíos centrales del nuevo
tiempo politico
Marcados por los procesos políticos que
sacudieron el continente en los últimos veinte años, pueblos, organizaciones
sociales y políticas, y gobiernos populares, revolucionarios y progresistas
necesitan hacer un alto en el camino, dar cuenta de los logros, las
limitaciones y las nuevas tareas del presente. Esto es: replantearse tanto las
preguntas iniciales como las respuestas que guiaron los pasos del quehacer
político, económico, social y cultural por más de una década, preparándose para
enfrentar nuevos desafíos. Entre ellos destacaré aquí los siguientes:
►Conservar lo logrado implica profundizar el proceso de cambios
La consolidación de actores de oposición
política de signo neoliberal colocó a algunos gobiernos a la defensiva. Conservar los logros se convirtió
entonces en una prioridad del accionar político en la actual coyuntura. Pero lo
que no estuvo ‑ni está‑ claro es que para conservar las conquistado y sostener los
procesos de cambios es necesario profundizarlos,
radicalizarlos. Y esto no se logra con acuerdos de cúpulas ni buscando alianzas
con sectores del poder opuestos a los cambios; el ejemplo de Brasil es muy
elocuente al respecto.
La clave radica en anclar los procesos a la
participación protagónica de los
pueblos. Se ha construido un nuevo tiempo social, político, cultural. Y este trae consigo nuevas
tareas cuya realización está anudada al protagonismo popular. Esto implica
también fortalecer los procesos de concientización y organización colectiva que
vigoricen la determinación de los pueblos para sostener los logros alcanzados y
traccionar el proceso hacia mayores transformaciones. Y esto no puede ser
espontáneo; librados los acontecimientos a la “espontaneidad” no hay que sorprenderse
ante el advenimiento de sucesiones políticas de derecha.
La actual coyuntura política continental
coloca a los gobiernos populares, las fuerzas progresistas o revolucionarias de
la región en la disyuntiva de profundizar
las transformaciones o sucumbir ante ellas, si optan por conservarlas solo
“desde arriba”.
►La participación protagónica del/los pueblo/s es neurálgica para que
los gobiernos populares sean también un camino de construcción de poder popular
La profundización de la democracia en este nuevo
tiempo reclama asumir el decisivo imperativo político del protagonismo del
pueblo para profundizar las transformaciones, entendiendo que ellas anudan,
simultáneamente, los derroteros políticos de los gobiernos populares con los
diversos procesos de construcción y
afianzamiento de poder popular desde abajo que los pueblos desarrollan en
cada país. En esto radica, centralmente, la profundización de los procesos
sociotransformadores iniciados. Pensarla como un simple aggiornamento de la agenda pública deja a los gobiernos populares a
merced de la voracidad política de los opositores.
Las realidades objetivas y subjetivas han
cambiado; las subjetividades políticas de los sujetos participantes de los
procesos de cambio se han radicalizado, hay un pueblo que reclama nuevos y
mayores protagonismos. Ese protagonismo necesita hoy reorganizarse y rearticularse,
conformando nuevas confluencias de los quehaceres de la militancia social y
política, dentro de fuera de lo institucional, actualizando el horizonte
estratégico de los cambios.
En este sentido, apostar a la construcción del protagonismo colectivo de
los pueblos para su constitución en la fuerza
político-social de liberación es el factor neurálgico que marcará el rumbo y
las dinámicas políticas del presente y el futuro inmediato en los procesos populares
en curso en cada país y en la región. Ello es vehículo también para la construcción
de la unidad de los pueblos.
Reconocer a la participación popular orgánica
como un factor clave para el afianzamiento y la profundización de los procesos de
cambio en curso, no está reñido con el reconocimiento al papel de los
liderazgos individuales. Pero esto no significa aceptar que la continuidad de
los líderes a la cabeza de los gobiernos populares, es el factor que da estabilidad
y solidez a los procesos. Al contrario, cuando hay líderes que sustituyen el
protagonismo político de los pueblos, en realidad, lejos de garantizar
continuidades, anuncian el cortoplacismo del camino emprendido.
Pueblos sin autonomía y auto-convencimiento
poco pueden hacer para sostener y /o profundizar procesos que en realidad no
sienten como propios. Por ese camino, el extrañamiento de los mismos anidará
silenciosamente entre las filas populares y abrirá cauces a previsibles
derrotas. Esto no es: “sí o no”; hay muchos matices. En no pocas coyunturas se
ha visto que los pueblos y sus organizaciones concentran mayor madurez y
responsabilidad que sus dirigentes y si bien no logran a veces evitar el
desenlace negativo, con su presencia protagónica en las calles lo aminoran
bastante. Los líderes son importantes y en algunas coyunturas decisivos, pero
nunca para sustituir la participación protagónica de los pueblos, sino para desencadenarla
y potenciarla.
Hugo Chávez, ejemplo de líder carismático y
gran creador y conductor del proceso revolucionario boliviariano de Venezuela,
no centró el proceso revolucionario en su persona. Tenía claro que el pueblo
autoconstituido en sujeto revolucionario es el protagonista creador,
constructor y sostén del poder popular de nuevo tipo que germina desde abajo en
los consejos comunales y comunas. En ellos la revolución bolivariana abre
cauces hacia la creación de una nueva civilización, al orientarse ‑vía
empoderamiento colectivo‑ hacia la construcción del Estado comunal. Tan claro
lo tenía que su lema fue (y es) “comuna o nada”.
►Construir un nuevo modo de producción y reproducción
(sociedad-naturaleza)
Una de las mayores limitaciones de lo que
podría definirse sin grandes rigores, como “modelo económico neodesarrollista”
es que se ajusta a los marcos del modo de producción capitalista, sosteniendo
el circuito de la muerte. Esto marca como una tarea importante de este nuevo
tiempo: crear y articular procesos productivos alternativos existentes y
promover la búsqueda de nuevas bases económicas que hagan posible la coherencia
social entre el ciclo de producción y la reproducción.
Se trata de avanzar hacia la conformación
de un sistema productivo que sea socialmente responsable del ciclo reproductivo
que genera. Esto es: aportar a la creación de un nuevo modo de producción‑reproducción sociales con lógica circular,
que abra cauces a una nueva economía, que además de enfrentar con éxito la
lucha contra el hambre, la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades
curables, sea el sustrato de un nuevo modo
de vida y una nueva civilización,
la del buen vivir y convivir.
►Salir del cerco ideológico, político, cultural y mediático del poder
hegemónico
o
Desplegar la batalla político cultural en todos los terrenos y dimensiones, en
particular las redes sociales.
o
Atender al desarrollo de la subjetividad y espiritualidad de los
pueblos poteciando sus identidades, culturas, cosmovisiones…
- Desarrollar sostenidamente procesos interactivos de formación política.
- Abrir cauces a un nuevo pensamiento crítico latinoamericano, descolonizado, intercultural y multicosmovisivo, plurívoco, anclado a las prácticas de los pueblos.
- Promover procesos articulados de descolonización, interculturalidad y despatriarcalización en la construcción del poder popular desde abajo.
o
Desarrollar un nuevo tipo de intelectual orgánico, que descubra,
promueva y potencie el pensamiento de los pueblos en toda su diversidad,
amplitud y riqueza.
►Trabajar
por el fortalecimiento
y desarrollo de las articulaciones regionales y continentales de los
movimientos y organizaciones sociales populares, particularmente ampliar y
profundizar el espacio ALBA de los movimientos. Y también impulsar la creación
de espacios de encuentro, intercambio y coordinación de organizaciones sociales
y políticas continentales, regionales y en el ámbito de cada país.
►Apostar a la creación y construcción de una nueva izquierda
política, social y cultural
Es vital comprender las nuevas dimensiones
de lo político, de la acción y organización políticas; dar cuenta de las nuevas
realidades y sus nuevos sujetos/as: los/as desplazados/as de diversos orígenes,
los/as precarizados/as permanentes, los movimientos indígenas, las mujeres,
los/las jóvenes, los niños y las niñas, los y las adultos/as mayores, los LGTB…
abrir espacio a las diversas identidades, cosmovisiones, saberes, sabidurías y
corrientes de pensamiento: los saberes ecológicos, la biopolítica, la bioética,
el feminismo político y la despatriarcalización como crítica raizal del poder
del capital…
►Construir la ofensiva estratégica popular revolucionaria
Una de las resultantes más recurrentes de
la división del campo popular, y
particularmente entre la izquierda latinoamericana, es que las protestas y
luchas sociales terminan siendo funcionales a los intereses de los poderosos. Marcado
el campo popular por disputas internas de “poder”, por divisiones multicolores
de todo signo entre las fuerzas políticas y su correlato en los movimientos
sociales populares, los conflictos sociales terminan subordinados a los intereses intestinos del poder, fortaleciéndolo
como recambio, en vez de lograr –colectivamente- subordinar a los poderosos a
los intereses del pueblo y proponer una agenda política para concretar los
objetivos populares (ofensiva). El caso de Argentina es muy elocuente al
respecto, visible tanto en los acontecimientos recientes como en la trayectoria
histórica de las izquierdas.
A esta gran debilidad política y cultural
hay que sumar la instalación de un pensamiento
binario (lo uno o lo otro, blanco o negro…), el desarrollo de la guerra mediática para conquistar y anestesiar
las mentes del “gran público”, sin que las organizaciones políticas y sociales
–ocupadas en sus peleas internas‑, asuman las tareas de la batalla de ideas como una de las disputas centrales de las luchas
políticas de nuestro tiempo.
La falta de convergencia y unidad de los
diversos actores sociales y políticos, aunada con la escasa formación política,
las sectorialización y el corporativismo… coloca a las organizaciones sociales
y políticas de los pueblos en situación de subordinación a los intereses de los
poderosos. En función de ello, estos pueden manipularlos para alcanzar sus
propósitos, debilitando y resquebrajando la base social de los gobiernos populares
para reagruparse como bloque de poder opositor con capacidad de recuperar su
hegemonía. Esta recuperación es en realidad una nueva toma de posiciones de los
poderosos quienes ‑haciéndose cargo de las nuevas realidad políticas recientemente
vividas con los gobiernos populares‑, una vez en los gobiernos, buscarán destruir
las bases democráticas de las sociedades para impedir cualquier intento futuro de
reeditar gobiernos progresistas, populares o revolucionarios en el continente.
Y para ello no están solos, cuentan con el apoyo imperial del Norte, de las
instituciones del poder global del capital y de sus cañoneras mediáticas
locales y globales.
El arribo de gobiernos de derecha en la región no es una simple “vuelta
al pasado”, tampoco responde a una “enriquecedora alternancia” de gobiernos y
gobernantes. Se trata de una vuelta de hoja, un giro raizal en la orientación
de los procesos emprendidos, que se produce para articular los procesos locales
con las necesidades hegemónicas y lógicas del poder global del capital: saqueo,
dominación y muerte… Es importante no subestimarlo. Y preparar las nuevas
resistencias anclándolas en la coordinación y unidad a partir de la
participación articulada social y política de los sectores populares en su
diversidad. A ello debe encaminarse el fortalecimiento de la formación política
y de los procesos orgánicos de convergencia colectiva de organizaciones
sociales y políticas hacia objetivos comunes, enmarcados en la creación y
construcción colectivas de un nuevo
horizonte civilizatorio.
4 comentarios:
Isabel, como siempre, tu palabra es tan clara que resulta un consuelo ante esta nueva caída del proyecto nacional y popular...
Excelente artigo, Isabel Rauber!
Me interesa PODER CONSEGUIR EL LIBRO EN ALGUNA LIBRERIA DE LA MATANZA. ME PUEDEN INFORMAR EN CUAL?
Tiene muy buena redaccion, gracias!
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