Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

viernes, 23 de julio de 2021

Cayo Hueso. Reseña de una experiencia barrial participativa para el desarrollo comunitario.

 Primeros pasos

Cuando llegué al barrio Cayo Hueso, en Centro Habana, corría el año 1993, es decir, ya había entrado el llamado “período especial”, el tiempo denominado así en Cuba luego de la caída del campo socialista y la URSS en el año 1991. Esta denominación identificaba el carácter excepcional de los nuevos desafíos que transitaría el proceso revolucionario y los esfuerzos colectivos que el pueblo tendría que realizar para enfrentarlos y salir adelante poniéndose a la cabeza de los cambios a partir de en ese tiempo.

Había indudablemente muchos barrios para plantearse un proyecto en común, pero Cayo Hueso tenía en imán especial. Era cuna de grandes vertientes de la cultura popular cubana, lugar histórico de luchas sindicales y de la gesta revolucionaria, pues allí nacieron o habitaron muchos de sus grandes líderes y lideresas. Como lo reseñan magistralmente, Adys Cupull y Froilán González en el prólogo que hicieron al libro Cayo Hueso. Estampas del barrio:

“[Cayo Hueso es] un barrio especial que exhibe sus puertas y balcones, rejas antiguas, que son obras de arte, casas donde se destacan los mármoles, celosías, vitrales, columnas. Una arquitectura que contrasta con las edificaciones que durante la república neocolonial fueron convertidas o construidas como ciudadelas para las familias de menos recursos.

“Desde entonces se incrementó la marginalidad, injusto fenómeno que se encuentra en todas las grandes ciudades del mundo y que la Revolución Cubana heredó y trata de erradicar. En su programa de transformaciones sociales comenzó a tener presente la adaptación de estas viviendas y dar mejor calidad de vida a sus moradores. Paralelamente surgió una nueva concepción arquitectónica, donde sobresalen modernos y altos edificios concebidos con centros de servicios, escuelas, y áreas verdes a su alrededor, experiencia que se aplicó en Cayo Hueso.

“Son rectas sus calles que nos llevan desde Infanta hasta Belascoaín, desde Malecón hasta Zanja, en las que revivimos y sentimos pasos leves o gigantes de los que contribuyeron a forjar la nacionalidad, el pensamiento cubano en cada época. Cayo Hueso se caracteriza por eso. En su territorio nacieron o residieron creadores de las diferentes manifestaciones artísticas, deportivas, científicas, pedagógicas, periodistas, técnicos y trabajadores de variadas ramas de la producción, especialmente la elaboración de famosos tabacos cubanos.

“El barrio alberga los restos de Georg Weerth, amigo y compañero de Carlos Marx y Federico Engels, cofundador de la Nueva Gaceta Renana, rememora los pasos del joven José Martí en el Presidio Político, durante la etapa Colonial y las Canteras de San Lázaro, hoy Fragua Martiana, donde se guardan valiosos objetos, libros y pertenencias del Héroe Nacional cubano y se alza el monumento erigido por el escultor José Francisco Villa.

“En la calle San Lázaro no se puede olvidar la rebeldía del joven Julio Antonio Mella contra la corrupción de los políticos y gobernantes en la neocolonia, las luchas del líder estudiantil José Antonio Echeverría o el lugar donde fue herido Camilo Cienfuegos. Igualmente, el Parque de los Mártires, obra del arquitecto Joel Díaz, el Monumento al Mayor General Antonio Maceo, obra del italiano Dominico Boni, y muy cerca, El Torreón de San Lázaro, símbolo de resistencia contra los piratas y corsarios. San Lázaro es la calle de La marcha de las Antorchas, que en 1953, año del Centenario del Apóstol le rindió homenaje. También se encuentra La Tintalla, teatro para niños, que dirige la actriz Margarita Díaz y el mundialmente reconocido Hospital Hermanos Ameijeiras.

“Al centro, el Parque “Quintín Bandera”,[1] que muchos llaman aún el Parque Trillo, donde se levanta el monumento al General de la Guerra de Independencia, él es guía junto a la Ceiba sembrada por los vecinos en ceremonia religiosa afrocubana. A su alrededor, los niños juegan libres y los ancianos descansan, ejercitan sus músculos, o se trasladan al Taller de Transformación Integral, para confeccionar sus tejidos, bordados y artesanías. Aprender y enseñar con alegría, participar en exposiciones y documentales realizados por los miembros de la comunidad, mientras los jóvenes, en horarios seleccionados, asisten a los encuentros deportivos, al centro de computación, o al Palacio de la Rumba.

“Es imposible no mencionar el Callejón de Hammel que también se le dice Callejón de la Rumba, o Callejón de los murales, creación original de un pintor de la Comunidad, Salvador González, autor de originales pinturas afrocubanas. Tampoco olvidar la joven Escuela Secundaria Mártires de Humboldt 7, la Casa del trovador Ángel Díaz, uno de los fundadores del feeling y nuestra Biblioteca personal y Galería 14 de Junio dedicada al Mayor General Antonio Maceo Grajales y al Comandante Ernesto Guevara de la Serna.

“En la calle Jovellar 107 se encuentra la Casa de la Heroína del Moncada, Melba Hernández del Rey, residencia de sus padres y donde cada mes de julio se recuerda la salida de los Moncadistas hacia Santiago de Cuba, especialmente el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, junto a otros compañeros entre estos el poeta del Moncada Raúl Gómez García.

“A ellos, a Melba Hernández, Haydeé y Abel Santamaría, cada año, los vecinos dedican La Cantata Martiana acto con versos y canciones alegóricos a la fecha del 26 de Julio, cuya promotora es la maestra Andrea Iznaga.

“Por las calles de Neptuno, Espada, Hospital, San Lázaro, hay recuerdos históricos de la lucha contra las tiranías de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, la lucha de los jóvenes de las décadas de los años 20, 30 y 50. Los estudiantes universitarios de entonces dejaron sus huellas en las casas de huéspedes que los acogían transitoriamente. Se recuerda con orgullo la fundación de organizaciones martianas revolucionarias.

“Caminar por Cayo Hueso nos lleva también a encontrarnos con El Callejón de La Paz , nombre con que los vecinos designaron el espacio situado entre las calles Vapor y Hornos. Más allá, por la calle Marqués González sorprende a los visitantes El Sitial Moncada, obra del combatiente Alejandro Ferrás, donde se respira el aire y se escuchan las ráfagas de la epopeya de aquella madrugada del 26 de Julio de 1953, en Santiago de Cuba. Es un espacio de la comunidad, de los combatientes, ancianos, jóvenes y niños que deseen conocer el gran gesto de rebeldía.

“A la izquierda, El Palacio de los Torcedores, aún por rescatar y poner en función de los estudiantes, lugar donde se juntaron los obreros torcedores de tabaco en la Universidad Popular José Martí, con Julio Antonio Mella, Carlos Baliño, Rubén Martínez Villena y muchos otros.

“Populoso y agitado es este barrio alegre, donde la iglesia del Carmen y sus campanadas domingueras se unen al ritmo de los tambores africanos y de las comparsas tradicionales.”

Estas palabras revelan el magnetismo del barrio y su personalidad, cualidades que me atrajeron desde el primer momento. Eso me llevó en tiempos del “período especial”, a contactar con el Taller de Transformación Integral del barrio (fotografía), que trabajaba en Cayo Hueso con la perspectiva integral del “hábitat”, como su nombre lo indica. Enseguida se abrió una mutua conexión. En aquel tiempo yo llevaba la vice dirección del MEPLA y a partir de las conversaciones y encuentros sostenidos con referentes del barrio comenzaron a tomar formas los diversos proyectos que dieron origen a lo que fue el “Programa de Cooperación con Cayo Hueso”. Todas las propuestas emergieron del diálogo sostenido con distintos sectores de la población, todos con una rica tradición de trabajo comunitario colectivo.

El Programa de Cooperación con Cayo Hueso

El “Programa de Cooperación con Cayo Hueso” que diseñamos, desarrollamos y sostuvimos durante más de diez años, conjuntamente con el Taller de Transformación Integral del barrio y con la participación de todos los factores del barrio, tenía como principal objetivo común, enfrentar los desafíos del “periodo especial” trabajando colectivamente en la comunidad.

Las actividades planteadas por los hombres y las mujeres del barrio abarcaron múltiples dimensiones. En primer lugar, se orientaron al rescate de las tradiciones socioculturales del barrio, al fortalecimiento de su identidad. Esto, conjugado con la formación y capacitación de mujeres y jóvenes en general, particularmente en el conocimiento y manejo de las nuevas tecnologías de computación, con el objetivo de potenciar sus posibilidades de inserción laboral en los nuevos horizontes que se abrían: hotelería, empresas mixtas, etc. Todo esto conjugado con la promoción de actividades autogestionarias en el ámbito local con la finalidad de contribuir a aliviar el peso las restricciones que imponía el “período especial”. En tal sentido, puede decirse que las actividades del Programa estuvieron ancladas desde su origen en la participación de los moradores y las moradoras del barrio y –en su desarrollo-, contribuyeron al fortalecimiento de su creatividad protagónica.

Las actividades comunitarias contempladas en el Programa no sólo se asentaron en las tradiciones locales, sino que buscaron retomarlas con un sentido nuevo, propiciando el desenvolvimiento de la comunidad hacia lo participativo autogestionario, respondiendo a las expectativas y necesidades socioculturales del lugar. Además de cualquier disquisición teórica al respecto, ello respondía a que no había posibilidad de hacerlo de otra forma.

Resulta importante destacar que en el equipo de la vice dirección de MEPLA que luego (1998) constituimos Pasado y Presente XXI,[2] integrado por un pequeño núcleo de especialistas: sociólogos, historiadores y técnicos,[3] entendimos siempre que nuestro papel en la comunidad era apoyar mediante el intercambio y la cooperación, la gestión de los factores del barrio y, en la medida de sus posibilidades, enriquecerla o ampliarla con actividades de su propia iniciativa y gestión, promoviendo siempre la coordinación de todas las iniciativas con los factores y actores locales. Si los desafíos eran comunes, también debían serlo las propuestas, las soluciones que se adoptaran y las tareas que ellas implicaban. La relación e interacción horizontal entre todos y todas garantizó la comprensión colectiva de los cronogramas de realización de los proyectos y, sobre esa base, fortaleció la unidad del barrio.

Objetivos generales del Programa de Cooperación
  • Revalorizar la identidad socio-cultural del barrio de Cayo Hueso a través de la recuperación de su historia, tradiciones y costumbres.
  • Propiciar la participación de la población en la solución de sus necesidades locales.
  • Contribuir a la promoción humana de los sectores de la comunidad, elaborando, auspiciando y sosteniendo proyectos de capacitación que propicien el desarrollo de cada uno de ellos.
  • Contribuir a la formación y promoción de los distintos actores sociales del barrio mediante la implementación de talleres teórico‑metodológicos de educación popular y de capacitación en desarrollo comunitario autogestionario.
  • Contribuir –con nuestra labor- a fortalecer mecanismos, instancias o áreas de articulación, cooperación y trabajo mancomunado entre los distintos factores de la comunidad, fundamentalmente a través de la coordinación de nuestras actividades con el Taller de Transformación Integral, el Consejo Popular del barrio, los CDR locales, la FMC y otras organizaciones o instituciones locales con las que puedan presentarse posibilidades de cooperación.
  • Capacitar a los trabajadores comunitarios del barrio de Cayo Hueso en la utilización de una metodología participativa acorde con su realidad.
  • Apoyar la concientización ecológica para el conocimiento, empleo, conservación y desarrollo de los recursos naturales, encaminados a incrementar el bienestar de la comunidad, con una perspectiva de equilibrio ecológico.
  • Brindar información especializada en los temas de Educación Popular, comunicación dialogada e investigación-participativa.
  • Propiciar el fortalecimiento de los procesos e iniciativas comunitarias mediante el apoyo teórico-metodológico a los proyectos que realiza el grupo de trabajo (articulación de actores de la comunidad)

 

Proyectos diseñados y ejecutados

Historia e identidad

Este proyecto nacido junto con el Programa en 1993-94, se centró en la reconstrucción de la historia del barrio a partir de los testimonios de sus habitantes, conjugándolos con la investigación bibliográfica.

El trabajo de rescate histórico no resultó una experiencia nueva, pero siempre constituye un reto adentrarnos en un barrio con las riquezas socioculturales (y la complejidad) características de Cayo Hueso, y extraer entre sus disímiles testimonios los elementos y referencias suficientes para reconstruir parte de la historia del barrio, donde se mezcla un fuerte sincretismo religioso con las raíces de la cultura afrocubana que dan vida a esta comunidad.

Sus objetivos fundamentales han sido: Conocer y exponer a través de la historia oral de la mujeres y hombres del lugar, los principales momentos de constitución del barrio de Cayo Hueso. Indagar y poner de manifiesto los hechos o momentos importantes de la historia del barrio destacando el tipo de participación que ha tenido en ellos cada generación. Contribuir a rescatar y fortalecer la identidad sociocultural del barrio. Impulsar –mediante las historias de vida-, el desarrollo del teatro comunitario donde los diversos sectores sociales del lugar se constituyen en protagonistas, compositores tanto del guión como de la escenografía, ropajes, música, etcétera.

A tono con ello, la investigación se centró en las últimas cuatro generaciones que habitaron o habitan el barrio, cuyos testimonios obtenidos mediante historia oral, contribuyeron a enlazar las diferentes etapas de su historia con los distintos problemas que se le han presentado y las soluciones que se han intentado o no, en cada momento.

El resultado: elaboración del libro “Cayo Hueso. Estampas del barrio”, terminado y publicado (2010), aunque siempre abierto a enriquecerlo con nuevos testimonios. Ha sido un paso fundamental para avanzar en la recuperación de la memoria histórica del barrio narrada por sus pobladores y, de conjunto, en el fortalecimiento de su autoestima.

Teatro comunitario “El entierro del cubo”

En base a los testimonios rescatados en el proceso de investigación acerca de la historia del barrio, se detectaron momentos impactantes referidos a una histórica movilización del barrio ante un hecho reivindicativo urbano local: la lucha por el abastecimiento de agua y las promesas electorales de un alcalde. Con estos elementos nuestro colectivo Pasado y Presente XXI elaboró el guión inicial para la organización de un teatro comunitario (no confundir con teatro en la comunidad), un teatro que se asienta y proyecta los aportes de la población como compositora (en parte), tanto del guión como de la escenografía, ropajes, música, etc., y actora principal.

Con esta labor se logró la articulación con la Dirección Municipal de Cultura de Centro Habana, quien asignó al promotor cultural del barrio, Ulises Salazar, para acompañarnos en esta tarea, desde entonces de todos los participantes. Mediante improvisaciones grupales, el promotor cultural del barrio, enriqueció el guión inicial y elaboró –participativamente‑ el guión final.

Trabajamos juntos durante dos años para hacer realidad la puesta en escena de la obra teatral que se realizó a fines de los años 90, en un lugar clave de la identidad e historia del barrio: “el Callejón del Poeta”, con la participación actoral de vecinos y vecinas del barrio, entre ellos muchos niños y jóvenes. Fue vital en esta realización la participación entusiasta de Rosa Sardiñas, destacada intelectual vecina del Callejón.

Al buscar y poner de relieve los elementos claves de la cultura del barrio, el teatro tuvo entre sus objetivos, rescatar y fortalecer la identidad de los habitantes del barrio, reafirmando su sentido de pertenencia al mismo.

El aula-taller de computación

Capacitación en computación para la reinserción laboral

Con la acentuación del “período especial” y los empeños en reinsertar a la economía cubana en los estándares y formas organizativo-productivas internacionales del momento, la computación devino un componente fundamental y, junto con ella, la necesaria capacitación en los programas básicos y específicos. Así lo visualizamos tempranamente, y decidimos ya en 1994, proponerle al taller de Transformación Integral de Cayo Hueso abrir un aula-taller de computación para brindar cursos de capacitación en conocimiento y manejo de programas de computación (Word y Excell principalmente), en un primer momento destinado a mujeres y jóvenes en general. Nuestro objetivo era brindar la preparación técnica imprescindible para que ellas puedan encontrar trabajo en las nuevas condiciones laborales o recalificarse para asumir nuevas responsabilidades en sus lugares de trabajo. Como ello no solo buscaba contribuir a la reinserción laboral de mujeres desocupadas en ese tiempo, sino también a aumentar la calificación de las trabajadoras en activo, este proyecto sumó un granito de arena a los empeños colectivos por la recuperación de la economía del país.

Así fue como en la segunda mitad de 1995 acondicionamos y equipamos un local cedido por los vecinos del edificio ubicado en la calle San José, entre Espada y Hospital, para instalar allí el aula-taller de computación.

La inauguración se produjo el 17 de noviembre del mismo año. La salita lleva el nombre de “Clarita Rodés”, en reconocimiento a quien fuera hasta su fallecimiento Pastora de la Iglesia Bautista “Ebenezer”, militante revolucionaria empeñada en estar siempre junto a los más pequeños y pequeñas.

El Reverendo Raúl Suárez participó del emotivo acto, junto al Dr. Modesto Piñón, Presidente del Consejo Popular de Cayo Hueso, al Arquitecto Joel Díaz, Jefe del Taller de Transformación Integral del barrio, a destacadas personalidades de la comunidad, y a vecinos y vecinas del barrio.

“Algo que nos ha llamado mucho la atención ha sido la aceptación de las clases de computación. Al principio –subrayó Joel Díaz‑, lo vimos como una cosa interesante, pero cuando lanzamos la primer matrícula nos dimos cuenta de la importancia que tenía  para los jóvenes del barrio tener un aula para aprender computación.”[4]

Con el pasar del tiempo, se fueron corriendo los límites y se ampliaron las posibilidades de matrícula para esta capacitación. Los varones también accedieron a los cursos. Se realizaron, además, cursos especializados para médicos de la familia del barrio. Fueron miles los que se formaron en esta modesta salita y de ellos, un porcentaje elevado, más del 60%, pudo reinsertarse laboralmente o recalificarse apoyado por esta nueva capacitación en la comunidad.

“(…) con Cayo Hueso fue algo más. Nos entusiasmó la idea de ayudar a la creación de la primer aula-taller de computación, un instrumento moderno para la capacitación. Lo entendimos como una respuesta adecuada a las amenazas: Llevar la tecnología más moderna a las manos de la base popular en un país anticapitalista. Así empezó una experiencia muy linda, que nos dio la ocasión de conocer a fondo el espíritu combativo, solidario y de amistad de cubanos y cubanas.” [René Lechleitar. Entrevista tomada del libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

Es de destacar la esmerada y responsable labor desempeñada por los profesores y profesoras de los cursos, quienes trabajaron sostenidamente durante años.[5] Ellos dieron lo mejor de sí, en primer lugar, formando muy bien a los cursantes en el manejo concreto de los equipos, en segundo lugar, cuidando –junto con los estudiantes-, el equipamiento y las computadoras y , en tercer término, disponiéndose a cubrir toda la jornada asumiendo turnos rotativos, multiplicando así la capacidad de la salita, dotada de cuatro mesas y dos sillas cada una, con sus respectivas computadoras; de ese modo se pudo tener dos alumnos por máquina por curso y turno. Es decir que cada ciclo tenía 8 alumnos. Como se daban tres turnos diarios, se logró formar diariamente a 24 alumnos/as.[6] Solamente se descansaba los domingos.

El contenido inicial de los cursos fue:

Primera parte:

Conocimiento de la computación: utilidad y empleo general.

Conocimiento del MSDOS y Norton Comander.

Segunda parte:

Conocimiento y manejo del programa Word 6 y Windows

Especialización: Word Perfect y Excell

Hay que destacar que todos y todas –estudiantes y docentes‑ cuidaron los equipos y el amoblado del lugar. De ello participaron también los vecinos y las vecinas del lugar quienes asumieron desde el principio que el aula era de la comunidad y por tanto había que cuidarla y quererla.

A los cinco años de funcionamiento, luego de haber realizado varios procesos de mantenimiento, nos dimos a la tarea de reemplazar el equipamiento tecnológico. En ello trabajamos arduamente con los donantes iniciales quienes lograron concertar nuevas alianzas para poder cumplir con este propósito, que se materializó en el año 2000-2001. En total se formaron más de cinco mil jóvenes.

“Recuerdo muy bien ‑y todavía me da mucha alegría‑ el encuentro y la conversación que tuve con una mujer en La Habana: Un día, conversando con una compañera del colectivo de la Revista Zunzún -revista que también ayudamos hasta el día de hoy–, me dijo que ella se formó en los primeros cursos de computación que se dieron en el aula-taller del barrio Cayo Hueso y gracias a eso pudo entrar a trabajar en la Revista Zunzún.” [Susana Schreiber, Entrevista tomada del libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

Costureras del barrio

Rescate de la cultura artesanal, desarrollo autogestionario y solidaridad intra‑barrial

En Cayo Hueso existía una cultura laboral que era posible aprovechar positivamente en aquella difícil coyuntura. Poco tiempo atrás, alrededor de sesenta mujeres estaban organizadas desde sus hogares para trabajar en costura, utilizando recortes de tela y otros desechos de las industrias textiles cubanas, confeccionando ropa de niños para Círculos Infantiles, manteles, cojines, delantales caseros, jabas o carteras de telas, paños de cocina y otros útiles para el hogar, poniendo por delante la iniciativa creadora. Con estas labores combinaban su tiempo y sus habilidades confeccionando artículos de alta aceptación popular.

Entrado el “período especial” la demanda por tales productos (ausentes de la red de tiendas populares) volvió con fuerza y con ella también la fuerte motivación entre las vecinas para retomar esta labor. Pero la carencia de materias primas, entre otros problemas del momento, habían obligado al cierre de las fábricas o restringido la producción por lo que era imposible contar con los recortes o desechos de las producciones textiles. En conversaciones con este grupo de mujeres, la FMC y el área social del Taller de Transformación Integral, decidimos organizar un proyecto para reactivar la actividad de las costureras y, a la vez, resolver problemas de la comunidad. Y así fue como, con fondos provenientes de donaciones ‑modestas, pero efectivas‑, el grupo de costureras se puso en marcha.

Como lo reseñó Joel Díaz: “Desde que comenzó esta colaboración nosotros pudimos movilizar de nuevo a las artesanas, pertenecían a un movimiento que existía ya en el año 90 y se nos derrumbó junto con el campo socialista. Era ‑y hoy es nuevamente‑, un movimiento muy lindo, con compañeras del barrio que sabían muchas cosas y que además aprendieron a coser. Fue un grupo muy ligado, en sus orígenes, a la Federación de Mujeres Cubanas y luego al área social de nuestro Taller. Este movimiento empezó de nuevo con el Programa de Cooperación, muy humildemente como empieza todo, con algunas donaciones de telas para coser en algunas ramas. Ya ese grupo empieza a reunirse, a trabajar. Y empezamos, de conjunto, a apoyar actividades de trabajo social, no solamente del trabajo productivo. Y el trabajo productivo nos ha dado algunos recursos para aportarle al XIV Festival, para aportarle a los niños de las vías no formales, a los abuelos del barrio. Todo ha tenido un contenido en función de ir beneficiando a los sectores del barrio.”[7]

“Hemos apoyado desde el surgimiento el empeño de las costureras (todas maestras jubiladas) que crearon bellezas útiles para la población, trabajando en un local de la "Casa de los abuelos". Pero sobre todo hemos conocido y vivido cómo los compañeros alrededor del grupo de desarrollo integral del barrio (filial del GDIC) llevaron a cabo procesos de planificación participativa, inédito en otras latitudes y muy auténtico para el proceso en Cuba.” [René Lechleiter. En el libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

Participación colectiva del barrio

El proceso de selección y producción llevado adelante por las costureras se realizó siempre de modo participativo y colectivo. El tipo de costura a realizar se definía y decidía conjuntamente entre todos los factores del barrio, conjuntamente con nosotros y el grupo de las costureras. Es decir, antes de comprar las telas, se definía cada vez, si se harían sábanas, toallas, ropas infantiles, etcétera. De este modo cuando se emprendía la compra de las telas, la producción respondía a una demanda de la comunidad previamente identificada; no se trabajaba espontáneamente; no se salía a buscar un “mercado” para la producción. Luego, con la producción terminada, se organizaba la distribución de lo confeccionado por las costureras a través del Consejo Popular y el Taller de Transformación Integral. Nuestro equipo de trabajo nunca intervino en tales definiciones; siempre tuvimos en claro que ellas le correspondían a los pobladores y las pobladoras del barrio.

Lo que sí acordamos fue que la distribución –en el caso de las sábanas y las toallas, por ejemplo‑, no fuera gratuita. Si bien no se cobraba el valor real del producto porque no habría sido accesible a la población, se acordaba para cada ciclo y tipo de producción un precio social. Este cubría, en primer lugar, el pago del trabajo a las costureras. La parte restante[8] se destinaba a una circulación comunitaria de los fondos. Unas veces se emplearon para comprar productos agropecuarios (en el llamado mercado libre campesino) destinados a mejorar la variedad y disponibilidad de alimentos de la Casa del Abuelo, o de los círculos infantiles de la comunidad. Otras veces se destinaron a organizar y financiar viajes de recreación de los abuelos y abuelas del barrio (de la Casa del Abuelo y del Círculo de Abuelos “Quintín Bandera”). Otras veces se decidió mejorar las condiciones del Taller de Transformación y de la Casa del Niño y la Niña (adquisición de pintura, bombillos, cableado, mejora de sanitarios, etc.).

El proyecto contemplaba la circulación o el reciclaje de fondos al interior de la comunidad para revitalizar sus actividades y contribuir al bienestar colectivo. Nos inspiramos en una experiencia de solidaridad autogestionaria que se había realizado con éxito en Vietnam en el período posterior a la guerra. Y ciertamente, viéndolo hoy a la distancia de los años, fue una iniciativa exitosa también en Cayo Hueso. Entre sus objetivos estaban:

  • Dar continuidad a la cultura artesanal popular desarrollada en el barrio, promoviendo ahora, además, mediante la coordinación con el Consejo Popular de Cayo Hueso, la participación activa de diversos sectores en la búsqueda de soluciones autogestionarias.
  • Fortalecer los lazos de solidaridad entre los vecinos, ya que de los réditos de la concreción de esta actividad participaban diversos sectores de la comunidad, lo que multiplicó el alcance y la proyección social de la actividad de las costureras.

Sus labores se iniciaban en el taller de Transformación, lugar al que llegaban las telas y desde donde se hacía la distribución a las costureras, siempre con una coordinación de tres partes: una responsable por las costureras, una responsable por el Taller de Transformación y una responsable de nuestro equipo.[9]

Cuando las telas habían sido distribuidas entre las 14 costureras, estas las llevaban para sus domicilios, donde cortaban y preparaban la costura. En tercer término, cuando era menester, se trasladaban a la Casa del Abuelo, para trabajar en la máquina moderna adquirida por el proyecto, con la que se realizaba el terminado y los bordados.

Beneficiarios y beneficiarias del proyecto
  • ·         El grupo costureras directamente involucrado en la actividad.

  • ·         La cultura local que resulta actualizada y continuada.

  • ·      Los diferentes factores sociales del barrio a quienes se destinaron los fondos que se obtenían de las recaudaciones resultantes de estas actividades.

  • ·         El Taller de Transformación que, de este modo, logró una mayor dinámica y recursos para su quehacer.

  • ·         El Consejo Popular del barrio, que no solo acogió positivamente el Programa de cooperación, sino que orientó siempre –mediante la coordinación-, hacia qué sectores del barrio se dirigirían los beneficios solidarios en cada caso.

  • ·         Todos los habitantes del barrio que adquirieron los productos.

  • ·         Nuestro equipo de trabajo impulsor del Programa de Cooperación, que logró dar pasos concretos en interacción con la comunidad y aprender con ella.

  • ·         Los grupos de la solidaridad internacional que creyeron en este proyecto y lo hicieron posible con su aporte sostenido.[10]

Entre las producciones del grupo de costureras se cuentan: sábanas de una y dos plazas, en varias oportunidades; toallas medianas; batas de casa para mujeres y niñas; ropas para niñas y niños de los círculos infantiles del barrio; accesorios para la casa del Abuelo: manteles, servilletas, etcétera. También producción de indumentaria artesanal destinada al uso doméstico: delantales de cocina, repasadores, agarraderas de mano y de ollas y cafeteras, servilletas, muñecas de trapo, entre otras producciones.

Los logros alcanzados fueron impactantes, pero modestos; apenas un granito de arena en la resistencia y el batallar de millones de cubanos y cubanas en tiempos particularmente difíciles, pero se puede decir que contribuyeron efectivamente a incrementar la actividad solidaria, la comunicación y el dinamismo intra-barrial en la comunidad.

Si bien esta no fue una propuesta autogestionaria “pura” dado que, en las condiciones del bloqueo a la Revolución Cubana, apelamos al apoyo de la solidaridad internacional para el arranque de cada ciclo de la actividad productiva de este grupo. Consideramos entonces que el Programa de cooperación desarrollado puede inscribirse como una propuesta autogestionaria posible y viable en esa realidad, en la que –a la vez que propicia mejores condiciones de vida y el desarrollo local‑ es, en sí misma, una escuela, un espacio y un proceso de formación solidaria y participativa colectiva.

Cursos de formación y la apertura de la oficina “Mujeres en acción”

La participación en la red MOST de la UNESCO

En el año 2000 nos reunimos en La Habana un grupo de estudiosos sociales de diversas partes del mundo, pertenecientes a una red de investigaciones del Programa MOST-UNESCO, interesado en estudiar los nexos que existen o pueden existir entre las transformaciones urbanas y las relaciones sociales entre hombres y mujeres. Estaban allí, como parte de la coordinación internacional de la red, el Dr. Germán Solinis (Unesco, Paris), el Dr. François Hainard y la Dra. Christine Verschuur (Unesco Suiza).

Recientemente habíamos concluido el estudio de una experiencia barrial comunitaria en República Dominicana, y la propuesta del MOST fue sumar al grupo de estudio, la experiencia comunitaria de Cayo Hueso. Ello fue muy importante porque permitió relacionar el hecho local del barrio con un enfoque internacional, resaltando las particularidades de la realidad cubana.

Después de un tiempo, comenzaron las investigaciones. Cuando se identificaron posibles intereses comunes con las y los participantes, procedimos a elaborar las propuestas. Como siempre trabajamos conjuntamente con el Taller de Transformación.

En el marco del estudio apoyado por la red MOST-UNESCO ‑en tanto entre sus objetivos estaba la realización de acciones concretas de apoyo a los actores y actoras del lugar‑, se realizaron cursos de formación en procesos participativos, en educación popular, en solución de conflictos entre vecinos, que contaron con gran concurrencia y participación de los moradores del barrio convocados a través del Taller de Transformación Integral.

Finalmente entre todas las propuestas presentadas, se acordó apoyar el acondicionamiento y mobiliario de un local para que fuera sede de lo que el Taller de Transformación definió como la Oficina “Mujeres en acción”. Se trató de un local gemelo al que ocupa el aula de computación, ubicado en el mismo edificio, cuyo funcionamiento quedó bajo la responsabilidad del Taller. Este logro fue una herramienta más que nuestro equipo pudo aportar aportó a la comunidad para su desarrollo, a partir de movilizar apoyo solidario internacional. Unos años después, la Vereinigun, de Zûrich,[11] reforzó las capacidades de esta oficina aportándole también computadoras y materiales accesorios.

Reflexiones a modo de cierre

Esta experiencia colectiva comunitaria caló muy hondo en el los hombres y las mujeres del barrio y en todos nosotros. Con la elaboración y desarrollo del Programa de cooperación, impulsado por Pasado y Presente XXI en articulación con el Taller de Transformación Integral del barrio, los moradores y moradoras del barrio lograron profundizar su creatividad, convencidos que la comunidad unida podía hacer frente, ‑aunque modestamente, con los recursos que fuera capaz de generar‑, a los desafíos de su tiempo. A esta determinación se sumó la solidaridad internacional.

Como lo expresó el Reverendo Raúl Suárez, del Centro Memorial “Martin Luther King Jr”: “En los años del período especial la solidaridad internacional jugó un papel importante experimentando un salto cualitativo que unió el apoyo y la cooperación a un sentido solidario con el proceso cubano, algo que produjo un efecto de estímulo muy importante que se unió a lo esencial que fue la resistencia del pueblo. (…)

“Pero no todo fue fácil, porque la cooperación (…) fue también un canal usado para el proselitismo y para situar la presencia en Cuba de instituciones dudosas. // “Esto es básico para entender la importancia del trabajo del (…) equipo de Pasado y Presente XXI, que se identificaron en la necesidad de ir fortaleciendo la participación popular, pero con total apego a los intereses populares y desde una perspectiva organizada.” [Entrevista tomada del libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

Con la realización de los distintos proyectos del Programa se fueron resolviendo necesidades de la comunidad. Con ello se redimensionaron la autoestima, la identidad y la cultura y se fortaleció, simultáneamente, la unidad del barrio y sus organizaciones comunitarias, trabajando coordinadamente en pos del logro de objetivos comunes definidos colectivamente. La participación ha sido clave; la llave maestra para potenciar las capacidades de la población y su conciencia y disposición a enfrentar y salir de las mayores dificultades que se le presentaron y pueden presentarse.

Porque, como afirmaron Adys Cupull y Froilán González, al referirse a cayo Hueso: “Cuando un barrio no pierde su identidad y continúa en ascenso su desarrollo social, cultural, y político, podemos comprobar que crea, trabaja y se encuentra en una constante revolución. Así es Cayo Hueso, concurrido lugar del Municipio de Centro Habana, en la capital cubana.” [Tomado del libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

La experiencia del “Programa de cooperación con el barrio de Cayo Hueso” ha dejado enseñanzas y huellas de largo alcance. Las siguientes palabras del Arquitecto Joel Díaz, Jefe del Taller de Transformación de Cayo Hueso, así lo revelan y proyectan: “En los años difíciles del período especial sentimos una mano que nos apoyó. Y es ese sentimiento (…) lo que aquí queremos reflejar, agradeciendo y reconociendo hoy también aquel empeño. Sabemos que ese sueño de reconstruir saberes y solares, que es un sueño nuestro, de Isabel Rauber y de todos nosotros, va a fructificar.” [Tomado del libro: Cayo Hueso. Estampas del barrio.]

Bibliografía:

Rauber, Isabel (2010) Cayo Hueso. Estampas del barrio



[1] Dejamos constancia que no hay acuerdo entre los historiadores si el apellido correcto es “Bandera” o “Banderas”. La mayoría utiliza esta último.

[2] Pasado y Presente XXI realizó sus actividades estableciendo acuerdos con organizaciones convergentes con sus principios y postulados. Su concepción metodológica y existencial apunta a articular las labores de investigación con las de trabajo concreto, economizando recursos y potenciando el trabajo de su colectivo y, por tanto, sus resultados, imprimiendo coherencia a su quehacer. Para la realización de sus proyectos contó siempre con donaciones y ayuda solidaria de amigos, organizaciones sociales, sindicales y grupos hermanos, interesados en contribuir con el desarrollo de nuestra labor investigativa o de cooperación local y regional. En particular cabe destacar la sostenida colaboración sostenida por la Asociación de Amistad Suiza-Cuba, sección autónoma de Zürich (Vereinigun)

En Cuba trabajamos estrechamente vinculados con el Taller de Transformación Integral del barrio, con el CIERI y con el Centro memorial Martin Luther King Jr con cuyo respaldo institucional pudimos sostener y llevar adelante los proyectos iniciados.

[3] Isabel Rauber; Raysa Rojas; Karen Haber; Lisandro Bonilla; Carlos Melián; Vivian Sabater; María Esther Méndez; Beatriz Puig; María Felpeto. Colaboradores cercanos del barrio: Joel Díaz; Juana Rosa García; María del Carmen Espinoza; Ulises Salazar; Elodia Lara.

[4] Palabras del Arquitecto Joel Díaz en actividad de entrega de una computadora y una impresora al Consejo Popular de Cayo Hueso por parte de  nuestro colectivo Pasado y Presente XXI.

[5] Raysa Rojas, Carlos Melián, y María Felpeto.

[6] La selección e inscripción de los cursantes se realizó siempre a través del área social del Taller de Transformación Integral del barrio, con lo cual nuestro colectivo evitó cualquier posibilidad de favoritismo o clientelismo.

[7] Palabras del Arquitecto Joel Díaz en actividad de entrega de una computadora y una impresora al Consejo Popular de Cayo Hueso por parte de  nuestro colectivo Pasado y Presente XXI.

[8] En general, este “resto” se calculaba siempre equiparándolo al porcentaje que debería de haberse destinado al pago de impuestos, en caso de haberse concebido el proyecto de modo comercial.

[9] Juana Rosa García y María del Carmen Espinosa, del Taller; Elodia Lara, de las costureras;  María Esther Méndez, Vivian Sabater, Raysa Rojas y Beatriz Puig, por Pasado y Presente XXI.

[10] Entre ellos cabe destacar, en el caso de este proyecto específico, en un primer momento, a la Rete “Radie Resch” de Padova y Castelfranco-Veneto. Recibimos también durante un tiempo el apoyo de la “Bertie Wiky” Stiftung, de Zürich, conjuntamente con la sostenida colaboración de la Vereinigun de Zûrich.

[11] Asociación de Amistad Suiza-Cuba, región autónoma de Zûrich.

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