Nuevos métodos de dominación oligárquica e imperial
Breve recuento del triunfo histórico de los pueblos del Estado
Plurinacional de Bolivia
La perseverancia de los pueblos del Estado Plurinacional de
Bolivia para conquistar derechos y defenderlos tiene larga data; siglos de
resistencia y lucha respaldan su empeño histórico por defender su identidad, por
la justicia, por el reconocimiento a sus modos de vida, cosmovisiones, saberes,
sabidurías, a sus lenguas y a su historia, es decir, a su existencia con
dignidad y respeto.
Rebeliones, revoluciones, huelgas, bloqueos… dieron cuenta
de la conciencia del pueblo -aunado en su diversidad-, acerca de la justeza de
sus luchas, sus reclamos, así como de la importancia raizal de construir las
convergencias que sean base para la articulación de todos y todas a fin de concertar
una plataforma común que los (auto)constituyese en sujeto político colectivo,
capaz de actuar en la arena política nacional y disputar electoralmente la
posibilidad de hacerse cargo de sus destinos y lograr su reconocimiento como
ciudadanos de plenos derechos y ejercerlos sin cortapisas.
Luego de varios intentos históricos por tomar las riendas de sus destinos, las luchas sociales de grandes movimientos indígenas, campesinos, mineros, cocaleros y de las mujeres rurales, con el concurso de sectores urbanos e intelectuales, fueron convergiendo y articulándose políticamente determinados a disputar la democracia para ampliarla en beneficio de todos. Luego de obtener escaños parlamentarios y representación en diversas instancias institucionales, en las elecciones generales realizadas a fines de 2005, el conjunto de organizaciones que dieron cuerpo al MAS-IPSP, sintetizado y representado en la figura de Evo Morales Ayma, conquistó la presidencia del gobierno del país. Esto inauguró un tiempo de democracia indígena, campesina, popular… descolonizada e intercultural, la cual, a su vez, se reclamó antipatriarcal.
El 2006 traería, junto con la victoria y sus bocanadas de
oxígeno democratizador y esperanzador, grandes desafíos. Entre ellos, tener que
asumir las responsabilidades del Estado y del gobierno, de gobernaciones departamentales
y municipales, a partir de una jurisprudencia institucional elitista y
excluyente. Sin amedrentarse se dieron a la tarea, por ejemplo, de concretar e
implementar el Plan Nacional de Desarrollo prediseñado en los años de luchas
sociales anteriores, como así también, convocar y realizar la Asamblea
Constituyente, la cual sentó las bases jurídicas para la fundación del Estado
Plurinacional de Bolivia.
Estos procesos abrieron las compuertas para los derroteros de
transformaciones democratizadoras, descolonizadas, interculturales, inclusivas.
Sus logros y enseñanzas han sido profundos y abundantes. Todavía no se han aquilatado
en su justa dimensión las significaciones múltiples de lo realizado. ¿Que hubo
errores? Evidentemente, como todo lo que es parte de la acción humana, pero con
ellos se han abierto paso también cambios impresionantes, tan contundentes y
profundos que muchos no son detectables por miradas poco avisadas.
La reacción opositora
Cuestionados en un dominio que consideran natural, los poderosos
y colonialistas históricos y actuales apostaron inicialmente al fracaso del
gobierno del MAS-IPSP y para ello implementaron toda clase de zancadillas y
trucos. Cuando ello no dio los resultados esperados, buscaron impedir la continuidad
del proceso y derrocar a Evo Morales. Los bloqueos opositores y la paralización
de gran parte del país, emprendidos para impedir la realización del referéndum para
ratificar los acuerdos de la Asamblea Constituyente, buscaban doblegar al
gobierno y a las organizaciones sociales del MAS-IPSP y desnudaron el trasfondo
antidemocrático, colonialista y racista de tales pretensiones, las cuales
fueron derrotadas con la amplia participación popular expresada en la
realización del referendo que respaldó ampliamente las resoluciones de la
Constituyente.
Las piedras en el zapato…
Distanciamiento entre las bases del MAS-IPSP y la gestión gubernamental
Indudablemente no todos los escollos y tropiezos del proceso
surgieron de la oposición recalcitrante. Hubo tensiones y problemas que resultaron
de medidas políticamente desacertadas como, por ejemplo, el inconsulto aumento
de los combustibles que desencadenó el llamado gasolinazo (2010), y el posterior
conflicto por la construcción de la carretera que atravesaría una zona del
TIPNIS (2011).
Ambos hechos generaron un indudable rechazo, en primer lugar,
entre los protagonistas populares directamente afectados, y marcaron los pasos
iniciales de un distanciamiento entre gobernantes y gobernados que lentamente
fue entrelazándose y evidenciándose también en otras definiciones
gubernamentales o estatales.
De protagonistas a espectadores
Fue escaseando la construcción de medidas y resoluciones
estatales o gubernamentales con participación de los protagonistas y, anudado a
ello, se fue incrementando la imposibilidad de que sean escuchados, fue
creciendo el rechazo a las críticas de los propios, la exclusión de opiniones
diferentes, etc.… con el consiguiente distanciamiento de algunos sectores constituyentes
del MAS-IPSP respecto de la gestión del gobierno y sus autoridades. Y nada de
ello, sería desaprovechado por los opositores ávidos de recuperar su poder, al
contrario, las debilidades del MAS-IPSP se convertirían rápida y simultáneamente
en fortalezas de la oposición.
Tal vez, el burocratismo propio de la gestión estatal, el
encandilamiento que suele emanar del ejercicio del poder, el creciente
tecnicismo del quehacer gubernamental-estatal que fue haciendo de lo público un
ámbito reservado a las “elites capacitadas”, fueron levantando sistemáticamente
barreras entre gobernantes y gobernados y transformando a los protagonistas
en espectadores de los cambios.
El desanclaje del sujeto político
colectivo y el retorno del corporativismo
Movimientos y organizaciones sociales diversas, otrora unidos
en la conformación de un sustrato programático que hizo germinar las condiciones
para el gobierno de Evo Morales en el 2006, fueron distanciados cada vez más de
la toma de decisiones gubernamentales. Poco a poco la base común articuladora
del sujeto político colectivo fue debilitándose y sus organizaciones fueron desanclándose
de lo colectivo -aunque nominalmente permanecieran en él-, para volver a refugiarse
en lo corporativo, abriendo cauce a negociaciones bilaterales con el gobierno
para exigir ventajas sectoriales o cuotas de poder, según entendían le
correspondía. Ya no era el conjunto diverso articulado, sino una sumatoria de partes
no pocas veces con rivalidades entre sí, con disputas por espacios de poder, y esto
ya dejaba de ser una articulación.
La debilidad de la conducción política
En tanto la articulación social, política y cultural que
originó el MAS-IPSP fue la resultante intangible de interdefiniciones,
interrelaciones, interseccionalidades, convergencias, interarticulaciones y
maduración política entre un conjunto de actores sociales y políticos participantes
del proceso, el resquebrajamiento de sus nexos lo fue también el del instrumento
político y de su capacidad para conducir -políticamente-, el proceso. Esto incorpora otra dimensión del análisis:
Si el conjunto se desgajaba, si se desacoplaban los actores políticos, ¿a quiénes
representaba y cómo conducía el MAS?
Existía formalmente una instancia de conducción y aparentemente
funcionaba, pero zambullidos en las dinámicas de arriba hacia abajo, aspirando
a la obediencia y el acatamiento de las organizaciones más que en escuchar a
sus bases, al MAS-IPSP se le fueron complicando no solo las interrelaciones en su
vida interna sino el panorama político y social. Vale recordar que esta
organización política colectiva nunca fue, ni es, una entelequia, por ello el
resquebrajamiento de sus bases disminuyó su capacidad de conducción unificada. También
influyó el flujo de gran cantidad de dirigentes forjados en las luchas que pasaron
a desempeñar funciones o cargos en el gobierno y el Estado, alejándose de sus
bases, lo cual debilitó a las organizaciones y -de conjunto- al instrumento
político. Nuevas facetas del corporativismo se abrirían paso y ‑junto a las disputas
internas de poder‑ irían minando la subjetividad colectiva que se había conformado
y compactado en las luchas hasta el 2006.
La relación entre la militancia, la dirigencia partidaria y
el gobierno y el Estado ha mostrado y enseñado en este proceso, que no se trata
de un “asunto” sino de una dimensión política que no puede resolverse espontáneamente,
que no puede subestimarse ni dejarse librada al ritmo de los acontecimientos.
Todo no se puede prever ni subsanar por adelantado, pero hay importantes
factores que contribuyen a minimizar las dificultades. Entre ellos, por
ejemplo, la formación política y general de los miembros de las organizaciones
y el fortalecimiento de la articulación popular, considerando parte de ello a la
rotación de cargos y responsabilidades como práctica generalizada y permanente en
todas y cada una de las organizaciones sociales populares, sindicales,
campesinas, indígenas, etc. Esto no lo resuelve todo, pero es una fortaleza importante
a la hora de asumir concretamente los desafíos de gobernar y conducir
políticamente el proceso de cambios.
Preparación y realización del golpe reaccionario en 2019
Los hechos políticos que se fueron dando en el país entre el
2016 y el 2019 estuvieron marcados por el avance de la arremetida opositora
contra el gobierno, magnificada en algunos casos por las huellas del
desencuentro entre gobernantes y gobernados, para decirlo de modo sencillo. Ello
se evidenció claramente en el No obtenido como resultado ‑aunque
apretado‑, de la consulta realizada a la ciudadanía acerca de una posible nueva
reelección de Evo Morales a la presidencia del país. Este resultado fue
desestimado dada la campaña “sucia” que se desató contra el mandatario y, en
virtud de ello, las autoridades apelaron al Tribunal Constitucional para que autorice
la nueva postulación y reelección del mandatario y su equipo de gobierno.
Así ocurrió, pero esta candidatura llevaba una debilidad intrínseca:
al desconocer el resultado de la consulta ciudadana sobre la reelección abrió
las puertas a nuevas provocaciones, calumnias, fake news y todo tipo de
manipulaciones llevadas a cabo por parte de la oposición local y sus
prolongaciones internacionales. Realizadas las elecciones presidenciales a
fines de 2019, Evo resultó ganador, pero el “factor OEA” demoró e invisibilizó
parte de los resultados, levantando sospechas acerca de posibles errores y votos
no válidos con la clara intención de invalidar los resultados, ganar tiempo y
abrir las puertas a lo que ocurrió seguidamente: el golpe de estado.
Este acto desesperado y violento por parte de los poderosos,
que pretendieron ponerse un disfraz constitucional, fue el indicador más claro
de la justeza y profundidad de la revolución democrática protagonizada por los
pueblos de Bolivia y -correlativamente-, de la impotencia y desesperación de
los poderosos de adentro y de afuera para cortarle el paso al proceso de la
revolución democrática (inter)cultural, truncar lo logrado, recuperar el poder absoluto
de decidir, de apropiarse de los beneficios económicos y sociales, de excluir y
aplastar cualquier oposición.
El inocultable y sombrío injerencismo de la OEA en el diseño
y encaminamiento del golpe marcó, a su vez, no solo el apoyo del Norte a las
oligarquías locales, sino el peso geopolítico que tenía y tiene este proceso de
cambio para toda la región, el continente y para la hegemonía imperialista
global. Recuperar por esos medios el mando sobre un territorio considerado
parte del “patio trasero” del establishment estadounidense marcó el derrumbe de
la máscara de “amistad y convivencia” que sus personeros se colocaron a
principios de este siglo. En ese tiempo, Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia,
Uruguay, Ecuador, Honduras, Paraguay… se transformaron en territorios con
autonomía y pueblos cada vez más empoderados de sus destinos en comunidad con
sus gobernantes. Y fue precisamente esta comunidad la que decidieron quebrar.
De todos modos, pese a las fake news, las
calumnias, las zancadillas, la reiteración de mentiras por diversos canales
supuestamente informativos en aras de instalar la desconfianza entre distintos
sectores sociales populares e incluso al interior del MAS-IPSP, los golpistas
no lograron concretar sus objetivos. Pese a la confusión y la dispersión o
ausencia de conducción unificada de las resistencias, enfrentándose a una
represión feroz y sostenida, los pueblos indígenas, campesinos trabajadores
urbanos y rurales salieron a enfrentar a los golpistas y rechazar sus maniobras.
Las masacres de Sacaba (Trópico de Cochabamba) y Senkata (El Alto) demostraron
rápidamente que los golpistas no lograrían poner de rodillas a los pueblos que
estaban de pie, cuyos hombres y mujeres habían experimentado que podían caminar
libremente por las mismas veredas que los poderosos, que habían atesorado el
poder simbólico de mirar de frente al opresor histórico, que podían no solo
entrar a las instituciones del Estado sino dirigirlas, que habían aquilatado el
valor de ser sujetos sociales y políticos plenos. Esto ‑resumidamente‑, dejó
huellas indelebles en sus espiritualidades y subjetividades fortaleciendo la
conciencia emancipadora descolonizadora de su gesta.
Las rebeliones populares, las resistencias, las denuncias
del golpe combinadas con las persistentes exigencias para la realización de elecciones
pusieron fin a las ambiciones del golpismo (aunque no a sus propósitos, ni a
las acciones de sus promotores). Para fines de 2020 el MAS-IPSP triunfaba en las
urnas de las manos de Arce y Choquehuanca entrelazados con indígenas, mineros,
campesinos, mujeres y sectores populares de las ciudades.
El gobierno de Arce enfrenta los nuevos ajustes de intervención y
manipulación imperial en la región
Este nuevo tiempo del gobierno del MAS-IPSP fue posible por la
convergencia en unidad de sectores diversos que pusieron a un lado sus
consideraciones coyunturales para derrotar a los golpistas. Pero las fracturas y
contradicciones internas estaban instaladas y ‑como nunca antes‑, exigían y
exigen de la atención y labor política de todos y cada uno de los sectores
indígenas, sindicales, campesinos y trabajadores urbanos, para descubrir en las
condiciones del presente los vasos comunicantes o nexos comunes (sociales)
entre las diversas realidades y problemáticas sectoriales, territoriales, para encaminarse
a su rearticulación, conformación y fortalecimiento del sujeto político
colectivo de este tiempo. Pero germinar y madurar colectivamente una nueva conciencia-conducta
política común no ocurre automáticamente. En este sentido, es importante tener
presente ‑además de los logros de este período‑, la persistencia de viejas
prácticas de decidir entre pocos y desde arriba, con escasa e insuficiente
participación, consulta y diálogo entre los protagonistas del quehacer político
revolucionario del MAS-IPSP, lo cual se traduce en nuevos obstáculos o piedras
en el zapato del actual gobierno, entorpeciendo su marcha, minando su confianza
y debilitando el instrumento político.
La nueva excusa desestabilizadora: la fecha del censo
Los adversarios políticos, muchos de ellos enemigos confesos
de los derechos de los pueblos indígenas originarios, abren hoy todas sus compuertas
mediáticas a la realización de maniobras de desinformación y engaños para la desestabilización
política del gobierno. Este objetivo se conjuga ‑por diversas vías-, con la
estimulación de la competencia, la rivalidad y la desconfianza interna
entre sectores del MAS, cuya unidad y subjetividad política en común es
el primer adversario a derrotar por la oposición. Con esto los caminos le quedarían
abiertos.
La postergación inicial de la fecha del censo, aparentemente
consensuada por todos, abrió la caja de Pandora para fracturar, enfrentar,
minar confianzas en y hacia el gobierno y sus referentes principales. ¿Con
cuáles objetivos?
La fecha del censo tiene cierto interés dado que en función
de sus resultados se asignan recursos de coparticipación y bancadas
parlamentarias a los distintos territorios. Pero el fin último de las protestas
de los gobernantes de Santa Cruz y sus seguidores ha sido desacreditar y
desestabilizar al gobierno, al MAS-IPSP, a sus máximos referentes y a todos
lo que participan o apoyan el proceso.
Los opositores no buscan hoy dar un golpe ‑aunque
tampoco lo desechan‑; la pulseada política, económica y social expresada en los
bloqueos de Santa Cruz tipifica los nuevos perfiles injerencistas de la
estrategia imperial para Indo-afro-latinoamérica: dañar económicamente, desacreditar
al gobierno para desestabilizar las conciencias, nublarlas para
fragmentarlas y aislarlas y así poder subordinarlas a sus intereses. Necesitan conseguir
apoyo popular para derrotar al MAS‑IPSP en las próximas elecciones y, según sus
aspiraciones, de ahí en adelante por siempre. Con su estrategia colonizadora basada
en mentiras y tergiversaciones esperan sepultar definitivamente toda posibilidad
de rebeldía social popular, de resistencia, de cambio, de organización
colectiva.
¿Cuál es el soporte social, político y cultural de esta estrategia?
La acción constante y mancomunada de los medios hegemónicos centrada
en la manipulación de los hechos orientada claramente al logro de estos
objetivos; es una de las herramientas claves de los poderosos. Pero las
múltiples dimensiones del quehacer político y social no pueden reducirse a un
tema de comunicación, a una resultante de fake news, de lawfare o
de cualquier tipo de manipulaciones o creación ficticia de escenarios propicios
a los intereses oligárquico-imperialistas que los poderosos pudieran realizar para
justificar sus acciones. Nunca se podrá competir frontalmente con el aparato
mediático de los poderosos, el poderío económico y jurídico se encargaría de impedirlo.
En esto como en todo lo relativo a la acción colectiva, los desafíos son
políticos, de multitudes organizadas, de pueblos protagonistas empoderados.
Desafíos insoslayables
Construir poder popular anclado en la
participación de los protagonistas es la clave para enfrentar la batalla comunicacional
>La
mejor comunicación política de los pueblos y sus organizaciones está anudada
con la participación de sus protagonistas. En este sentido es vital que los
gobiernos populares sean a la vez herramientas políticas para incrementar el protagonismo
popular en la toma de decisiones. Para ello es indispensable abrir las
compuertas del gobierno y del Estado a la participación y empoderamiento creciente
de los pueblos y sus organizaciones, ocuparse de informar y formar al unísono. Esto
articulado con procesos de empoderamiento locales, en comunidades rurales y
urbanas como simientes del poder popular donde germina y se fortalece la
fuerza social y política de liberación capaz de tensionar y profundizar cada
vez más el proceso transformador. Esto significa, desde esta perspectiva, democratizar
la democracia, ampliarla y abrir espacios a los procesos de empoderamiento
de los y las históricamente excluidos/as de ella, y resume uno de los desafíos políticos
centrales de este momento.
Aprender de la experiencia es indispensable
Este empoderamiento ya venía ocurriendo antes, durante y
después del 2006, ciertamente, pero es bueno reafirmarlo teniendo en cuenta,
por ejemplo, que los errores o tropiezos políticos del MAS-IPSP en el gobierno
encerraban una virtud: subrayaban ‑por ausencia‑ la clave política
trascendental del proceso revolucionario en curso: la necesidad de que los
sectores indígenas, campesinos, sindicales, populares… participen ‑en tanto son
protagonistas‑, en la toma de decisiones, en la definición de las políticas
públicas y en todos los temas sociales de los que son parte. Urge reconocer y
asumir estas enseñanzas; ellas son parte de los cimientos para una nueva rearticulación
del sujeto político colectivo y ello no ocurrirá espontáneamente; la labor
consciente de las organizaciones sociales, sindicales, indígenas, campesinas,
comunitarias, urbanas, etc., particularmente las constituyentes del MAS-IPSP es
indispensable.
>La
unidad no se declama, se ancla en bases concretas en común que emergen de
la identificación de puentes y vasos comunicantes entre la diversidad de realidades,
identidades, cosmovisiones y problemáticas sectoriales, territoriales,
comunitarias por parte de los actores populares y sus organizaciones. Y es
clave que sean ellos ‑en tanto protagonistas‑, quienes se den a la tarea de
poner de manifiesto estos nexos, descubriendo, dilucidando y despejando en el panorama
político actual los pliegues del abigarramiento social y cultural que aflora en
tiempos de crisis. Esto posibilitará la gestación común de una identidad
colectiva actualizada como sustrato material del sujeto político (inter)articulado
que reclaman las tareas del presente; una labor de renovación y actualización
política que ‑por otra parte‑, debería ser permanente, como advirtiera magistralmente
René Zavaleta Mercado.
Derrotar a la estrategia de recolonización y el dominio de las mentes
La hegemonía del poder no resulta solo de la
desestabilización y desacreditación de gobernantes y dirigentes sociales
históricos; ya no basta con el “divide y vencerás” -que también. En estos años
de luchas políticas, los poderosos han aprendido y perfeccionado sus
estrategias; en tanto no les resulta conveniente -como antes- mandar a los
militares a hacer el trabajo sucio con los golpes de estado, han apostado a la
“dominación democrática”.
Con la apertura de los cauces democráticos pretendieron
inicialmente anular las resistencias populares y luego, amoldar las democracias
a sus requerimientos, controlarlas y restringirlas. Para ello han apelado a la
actualización de su vieja aspiración, hoy reforzada, de que solo el control
y dominio de las mentes de los pueblos hará posible doblegarlos y
mantenerlos de rodillas, lograr que piensen que gozan de libertad, pero vivan
sometidos.
Enfrentar esta cruzada de dominación cultural anti-pueblo,
resume otro de los grandes desafíos de este tiempo, para Bolivia y para el
continente. Esto, anudado con procesos simultáneos de participación y empoderamiento
de los pueblos, de construcción de poder popular en comunidades y
territorios diversos, de construcción de la unidad de la diversidad de
identidades y pertenencias de los pueblos resultante de su articulación en un sujeto
social y político colectivo.
Estos desafíos políticos traen al presente el pensamiento de
Rodolfo Puiggrós, cuando sentenció que la dominación económica solo será
posible si está precedida por la dominación cultural. Y también la
advertencia de J. W. Cooke acerca de que en la conciencia no hay espacios
vacíos; lo que es abandonado o descuidado por la ideología de los pueblos, es
ocupado por la ideología de los poderosos. Verdades imperecederas…
Y esto recuerda también ‑muy abreviadamente- un criterio
clave de la acción política: vox populi, vox Dei. Y es bueno -hoy como
nunca antes-, tenerlo presente. Los sectores antidemocráticos lo saben y por
eso buscan colonizar las mentes con sus mentiras, obnubilar las conciencias,
anular los sentimientos de pertenencia de clase y pueblos.
La pregunta es, ¿lo entendemos todos?
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