Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

domingo, 18 de abril de 2010

Honduras: ensayo del neo-golpismo en América Latina

28 de Junio de 2009.
El amanecer del domingo nos sorprendió con la noticia del derrocamiento del Presidente de Honduras, Manuel Zelaya. Los militares invadieron su morada y se lo llevaron, no solo de allí, sino del país. En ropa de descanso, el Presidente se encontró raudamente en Costa Rica. Era, evidentemente, muy importante para los golpistas tenerlo fuera de Honduras para evitar que su presencia estimulara la movilización y el apoyo popular a su restitución inmediata.
No repetirían los “errores” de Venezuela; esta vez la ira de la reacción elaboraría mejor su impotencia de clase y afinaría mejor su estrategia destituyente: fabricaría el golpe de estado sobre excusas legales y artilugios jurídicos que, supuestamente, justificarían la acción militar de franca desobediencia e irrespeto por los poderes establecidos y las instituciones que los representan. Ni el Legislativo, ni el Judicial, pueden decretar un Golpe de Estado, es decir, poner fin a la gestión del Poder Ejecutivo cuando éste no les gusta, ¿o sí?
Es esto lo que se está ensayando en Honduras: apelar a “canales” legales para poner fin por la fuerza a los procesos de cambio que están desarrollándose en el continente. Obviamente, como es natural, el ensayo se lleva adelante en territorios donde los costos políticos resultan menores porque los procesos sociales populares son más débiles, como es el caso de Honduras.
El disfraz “democrático” del Golpe de Estado, anuncia el nuevo estilo autoritario de los poderosos y desnuda el contenido de su “democracia” de mercado: “Cuando me conviene sí, y cuando no me conviene: no.” No es la vuelta al pasado, no hay que equivocarse: Es el anuncio de los nuevos procedimientos de la derecha impotente. El neo-golpismo es “democrático” y “constitucional”. Honduras anuncia por tanto la apertura de una nueva era: la de los “golpes constitucionales”.
Es una alerta clara para los pueblos de América Latina desde el Río Bravo a la Patagonia y, en particular, para quienes encabezan proceso de cambio; el mensaje del poder es claro: “Si sigues desobedeciendo, te sacamos. ¿Y qué?” Los neo-golpistas están tranquilos: cuentan con el apoyo de los medios de prensa mundiales, los cuales, en pocos minutos imponen ante el mundo el mensaje que desean instalar. Así pudo comprobarse ayer en las más importantes cadenas televisivas internacionales: el usurpador de la presidencia de Honduras, no fue ni es llamado como tal, sino “Nuevo Presidente”, como si fuera el sucesor de Zelaya y no el cómplice del asalto y destitución forzada del gobernante.
La complicad de los medios no es un dato nuevo. Pero sí lo es el formato del golpe: apoyado en un manto de supuesta y fraguada legalidad respaldada por los Jueces Supremos y el Parlamento. Para eso quieren ahora estar en los parlamentos: no para ser mejores representantes de los pueblos, sino para llevar adelante sus proyectos de clase o, si esto no es posible, impulsar golpes de estado, ocultando su conspiración tras el manto “constitucional”.
Pero la historia no es unidireccional ni unidimensional. Si hoy se tolera el “golpe democrático” en Honduras con al excusa de “salvaguardar la constitución”, se está adelantando y asentando también una justificación –por precedente‑, para la posible ocurrencia de “golpes constitucionales” de otros signos políticos. Las reglas del juego democrático exigen, precisamente por ello, paridad en su cumplimiento. En caso contrario, dejan de ser reglas del juego para transformarse en trucos de un sector de la sociedad para ganar tiempo político y engañar a las mayorías en favor de sus empresas. La seguridad democrática, vista desde los pueblos, consiste precisamente en eso: construir garantías biunívocas para que cada pueblo pueda construir ‑con autonomía e integradiad‑ el modo de vida que considere idóneo y necesario a para sí, en paz y respeto hacia los demás pueblos y procesos.
Llegados a este punto, vuelve a emerger al centro de la escena una cuestión política de fondo: Los procesos sociales de cambio solo pueden ser tales, si se construyen articulados a las fuerzas sociales, culturales y políticas que apuestan al cambio y generan el consenso social necesario para llevarlo adelante. Y esto solo puede realizarse desde abajo, cotidianamente, en todos los ámbitos del quehacer social y político: en lo institucional y en la sociedad toda. Un empeño político y social de esta naturaleza, no se alcanza espontáneamente. No basta con que un mandatario tenga una propuesta política que considere justa o de interés para su pueblo; es vital que el pueblo, los sectores y actores sociales y políticos sean parte de la misma, que hayan participado en su definición, que se hayan apropiado de ella.
No hay hechos mágicos en la política, mucho menos si se trata de cambiar la correlación de fuerzas hegemónicas hacia una nueva composición política y social de fuerzas a favor de cambios sustantivos: construir caminos para salir del egoísmo agonizante del mercado y avanzar hacia sociedades solidarias. Se trata de un cambio de hegemonía que reclama construir la fuerza social, política y cultural, el actor colectivo, capaz de diseñar y decidir el rumbo y el ritmo de los cambios, llevarlos adelante, sostenerlos y defenderlos. Esta también es una enseñanza vital para los procesos actuales que en este continente apuestan a cambiar la realidad de injusticia y discriminación, que apuestan a profundizar la democracia, sacándola del recinto del mercado para ampliarla y rediseñarla acorde con el crecimiento político-cultural de los pueblos, construyendo una democracia ciudadana con igualdad de derechos, oportunidades y posibilidades para todas y todos.
Este es el camino de la seguridad democrática que necesitan los pueblos del continente, es el único camino para que el debate de ideas pueda fluir sin el asecho nocturno de los viejos o nuevos Golpes a la razón democrática que reclama la humanidad en el siglo XXI. Ojala la retórica democrática que se levanta desde el poder cuando no le resultan los procesos en otras latitudes, sea igualmente contundente cuando se atenta abierta y descaradamente contra un proceso legítimamente democrático como el de Honduras. Vale recordar: en el mundo globalizado bajo la hegemonía del capital, las lecciones –en un sentido u otro‑ son siempre globales.

6 comentarios:

cristina.clavel@gmail.com dijo...

Sigue sin hablarse del tema y parece que ya se naturalizó, sin embargo somos muchos los que vemos a Zelaya como el presiente de Honduras. No es bueno que la comunidad internacional no tome partido. El ejemplo lo dá casi toda Amércia Latina en reivindicarlo cada vez que sea posible. Recordemos que fue invitado por Cristina para el festejo del bicentenario.¡¡¡Fuerza Honduras!!!

cristina dijo...

Debería intervenir UNASUR en este conflicto. Tenemos un excelente Secretario general, elegido por unanimidad, propongamos el tema.

Rocio Bufor dijo...

El golpe de estado vivido en Honduras tiene similares connotaciones políticas al ocurrido recientemente en Paraguay. Este tipo de hechos se estan dando recurrentemente en paises latinoamericanos, pareciera que se esta volviendo una constante. Estas acciones tienen que ser repudiadas fuertemente por los pueblos, ya que no debemos tolerar este tipo de acciones que atentan con la legítima democracia y libertades de los estados

Anónimo dijo...

Iara Albornoz dijo…
Coincido totalmente con los demás comentarios. Los pueblos deben repudiar los hechos de este tipo, debemos unirnos continentalmente por la democracia y libertad constitucional.
Los consensos dados por los medios de comunicación son el motivo por el cual la sociedad no se interesa sobre el tema ya que estos disfrazan la realidad a su conveniencia debido a que vivimos en una sociedad capitalista donde los intereses en juego por la hegemonía son mas importantes que el bienestar de toda una sociedad.
No se deben tolerar estos supuestos “golpes democráticos” pero para esto necesitamos unificación social, y creo que esto no se dará si no hay luchas día a día contra la hegemonía mundial. Es un proceso lento pero posible no debemos perder las esperanzas sino los pueblos Latinoamericanos quedarían desbastados y seriamos presa fácil para la hegemonía mundial.

Anónimo dijo...

Automáticamente me viene a la mente que esta situación tal cual detallada en el ensayo (De una manera visionaria) en abril de 2009,se repite en la actualidad con lo sucedido en Paraguay;esperemos que algo cambie y pronto ,para que no tengamos que continuar lamentando, estos golpes de estado, en periodos tan cortos de tiempo en otros países latinoamericanos...

GABRIELA GONZALEZ

Calomino Graciela dijo...

Y van……
Otro duro golpe para América Latina, en donde se violenta un proceso democrático legal y legítimo.
Este “golpe parlamentario”, golpe de Estado es el reflejo tras los intereses capitalistas, prácticas políticas diferentes, que no tiene límites, y en donde todos los derechos son quebrantados.
Cuando las ideas y los cambios liberales tienden a desarrollarse, los grupos hegemónicos ponen freno, puesto que “cuando aquí o allá algo no gusta o molesta, eso mismo se corre o se saca de raíz”.
Callar, tapar, ocultar, es a lo que nos quieren acostumbrar, tener miedo, vivir con miedo……
La unificación será la constante entre los pueblos, (contra una hegemonía que pretende arrasar con nuestra conciencia liberal, manipulando los hilos en escala global).
Ir en busca de la unión y la construcción, será la lucha permanente, transformación de la realidad para una “nueva” democracia

Calomino Graciela, Trabajo Social, 1er año, turno noche,(UNLA).