Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

lunes, 26 de abril de 2010

La Izquierda Argentina en la Encrucijada

El presente estudio se realiza en condiciones inmejorables: coincidiendo con los ejes del debate real que en el terreno político se lleva a cabo entre las filas de la izquierda argentina en la actualidad, y en él tributan las reflexiones de larga data que vengo realizando sobre la evolución de la sociedad argentina desde mediados de los años 70.



Tiene una utilidad práctica doble: una, por el contenido y sentido práctico de toda producción teórica, particularmente en este terreno, y otra, porque se inserta de modo activo en el debate planteado.
Precisamente por ello, lo he elaborado exponiendo los argumentos que considero centrales para fundamentar las hipótesis que planteo, hasta donde ha sido posible hoy para mi como estudiosa de las transformaciones sociales.
Considerando como integrantes de la izquierda a un espectro muy amplio[1] de sectores políticos: partidarios y de movimientos sociales, a la hora de abordar los desafíos de la izquierda argentina, no me propongo hacer un detalle pormenorizado de ellos organización por organización (algo innecesario además para los propósitos de este estudio), sino regirme por los planteamientos de aquellas organizaciones cuyas lógicas de pensamiento y acción resultan predominantes en relación con el grupo de que se trate y, en base a ello, exponer las tendencias fundamentales (de planteamientos y conductas políticas).
Desde mi punto de vista, hay un problema transversal común a toda la izquierda, cualquiera sea su origen o posiciones políticas en la actualidad: la sobrevivencia de una cultura política y analítica que ya no se corresponde con la realidad, ni las necesidades actuales, ni con las posibilidades actuales de pensamiento, propuestas y respuestas posibles. Es lo que yo llamo –parafraseando al conocido filósofo‑ el espíritu de la época pasada que se mantiene vivo en las cabezas (y en la actuación) de las generaciones actuales formadas en ellas, y en las de las venideras, que se forman a través nuestro, si no somos capaces de comenzar a transformar la vieja cultura, empezando por transformarnos a la vez a nosotros mismos.
El vanguardismo, el verticalismo y el autoritarismo, están tan encarnados en el modo cultural de organizar, construir y protagonizar lo político y lo social en Argentina, que no se superará solo con expresiones verbales de rechazo. Es imprescindible librar una batalla consciente y sistemática para contrarrestarlo, e ir eliminándolo en el proceso simultáneo de construcción de una nueva cultura, fundada sobre bases diferentes: democráticas, horizontales, plurales. Esto llama también a modificar el pensamiento de la transformación, de modo tal que sea capaz de pensar lo inesperado, lo no planificado ni planificable, a desarrollar la capacidad de considerar variables múltiples de situaciones y de respuestas posibles, concientes de que nunca se agotarán todas las posibilidades y de que la vida siempre puede sorprendernos, de hecho nos sorprende, y nos seguirá ‑por suerte‑ sorprendiendo. Es imprescindible pensar desde abajo, con el pueblo, con espíritu de mayoría.
Es necesario pensar un mundo diferente, desde lo imposible, para entender la importancia y la trascendencia contenida en lo posible, ser capaces de reír y llorar cuando lo sentimos, gozar el proceso de transformación y apasionarnos por lo que queremos. Esto requiere de grandes dosis de imaginación, creatividad e inventiva con la convicción de que todo lo racional puede ser un día real si lo hacemos realidad con nuestras acciones, a partir de nuestra vida diaria... .
Cuando me refiero a la necesidad de superar la vieja cultura no es porque la considere un defecto, un error, algo causante de equivocaciones y males en el pasado; como toda creación humana ni siquiera en relación con su época ha sido perfecta, pero no es asunto de este estudio entrar en esas reflexiones. Se trata de que hoy no se corresponde con las enseñanzas de la época, con el desarrollo científico y tecnológico, con el cambio del sistema mundo y el funcionamiento del poder y las resistencias en el ámbito local y global, no se corresponde tampoco con el crecimiento cualitativo que los actores–sujetos han tenido en el decursar histórico, en su desarrollo hacia constituirse en sujetos.
Quitarse las anteojeras culturales del pasado resulta imprescindible para ver bien el camino de hoy en todas sus dimensiones, riquezas, peligros, dificultades, ventajas, atajos... Una parte de ello pasa por identificar (y asumir) las marcas culturales presentes en el pensar y actuar actuales, propias de la herencia cultural de cada cual –según sea su experiencia: socialista, comunista, marxista revolucionario, izquierda peronista, izquierda cristiana, maoísta, trotskista, marxista leninista, etc... y según esta se haya desarrollado a partir de una militancia partidaria, social, universitaria, estudiantil, sindical... Los matices son múltiples e imposibles de atrapar en un estudio o en varios, es necesario buscarlos e identificarlos y criticarlos de modo constante, en las actitudes, en los modos de analizar y construir pensamiento, propuestas, organización, relaciones... .
Esto resulta (al menos) doblemente importante: porque implica la posibilidad de superar limitaciones, y porque el hacer conciente esta “carga” cultural abrirá las puertas a una riqueza inmensa para las prácticas actuales. En realidad, así enfocadas, las distintas culturas de la izquierda resultan más una riqueza que una impedimenta; y en este sentido, el desafío mayor pasa por transformar el obstáculo en fortaleza, en nicho de riqueza colectiva, promoviendo –junto con el desarrollo de una nueva cultura‑, el mestizaje cultural de la izquierda argentina, en primer lugar, entre los sectores sociales, en especial los sindicales, que han desarrollado las grandes habilidades políticas del arte de lo posible y entre los sectores partidarios, que han desarrollado proporcionales capacidades en su afán centrado en conquistar lo imposible. ¡Que mayor riqueza que la fusión de estas dos culturas! Aisladas, fragmentadas una de otra, muestran la debilidad de lo incompleto, las deficiencias por la ausencia del otro, mientras que articuladas, fusionadas, mestizadas, resultan un potencial de riqueza, creatividad y fuerza incalculable en dominio del pueblo.
En este espíritu, en esta búsqueda, abordo el tema de la transformación cultural e inscribo también el debate acerca de los desafíos actuales de la izquierda argentina –y me atrevería a decir, latinoamericana y mundial.
Para exponerlos, me baso en las reflexiones de la lógicas fundamentales que marcan tanto los pensamientos como las conductas políticas concretas de los actores político‑sociales fundamentales. Es por ello que, en gran parte del texto, las referencias se centran en dos puntos de vista: el de aquellos que sostienen –en sus prácticas‑ la construcción del movimiento político‑social desde parámetros político‑culturales que buscan dar cuenta de lo nuevo, y aquellos que aunque sostengan quizá finalidades similares, lo hacen aprisionados por el corsé de la vieja cultura, lo cual se traduce como es obvio, en fracasos que –por esa misma razón‑ resultan inexplicables para sus protagonistas. Es imprescindible superar esta segmentación cultural, abrir el diálogo como un primer paso. Pero esto requiere, a su vez, avanzar en el desarrollo de un pensamiento crítico‑autocrítico revolucionario, capaz de remover y cambiar todo lo que deba ser cambiado en aras de avanzar en la transformación radical de la sociedad actual.
Todo ello, sin dudas, cobra sentido, articulado a la tarea mayor de la hora actual: el debate acerca de las alternativas, el proyecto, el poder, la estrategia, la relación entre lo político y lo social, el sujeto, el nuevo pensamiento. Para tratarlo, en el caso de la realidad político‑social argentina y concretamente de la izquierda, he organizado el trabajo en seis epígrafes que recorren desde la definición de la problemática central, el planteamiento de las hipótesis que propongo sustentan los desafíos, pasando por un recuento de los últimos hechos significativos del país que inciden de modo directo en conductas actuales de las izquierdas, sobre cuya base expongo sus desafíos fundamentales, de donde se derivan las principales tareas de la hora actual. Cierran el estudio las consideraciones finales que, a modo de conclusiones, responden las interrogantes guías: ¿Existen estrategias innovadoras? ¿A partir de qué elementos se definen los objetivos estratégicos?, ¿y las tareas? ¿Cuáles son sus resultados?
Para llevar a cabo esta investigación, me he apoyado, en primer lugar, en mis estudios previos y actuales –realizados en el lugar y con metodologías que incluyen la investigación participativa‑ acerca de los nuevos modos de existencia y organización de los trabajadores ocupados y desocupados, de los movimientos sociales surgidos al influjo de los sucesos del argentinazo de diciembre de 2001, y también acerca de la izquierda partidaria y sus estrategias en los años 60‑70. Todo ello lo he combinado con la investigación bibliográfica y el análisis de enfoques de otros autores. En segundo lugar, y de modo directo para este estudio, he estado realizando en el terreno entrevistas y conversaciones con representantes de distintas posturas de la izquierda, y participado en encuentros sectoriales sociales, políticos y político-sociales que contribuyeron a que me formara una visión abarcadora de la diversidad de aspectos y dimensiones a tratar, lo cual confío haber logrado trasmitir fidedignamente en las apretadas páginas de esta ponencia.

1. Planteamiento del problema

El siglo XX argentino estuvo marcado por el combate entre dos proyectos de país que lucharon y todavía hoy luchan por imponerse definitivamente. Esto, para no remontarnos como mínimo al XIX, donde están las raíces más cercanas de esta confrontación. Los proyectos que responden a uno u otro sector se han ido desarrollando y diferenciándose también en su conformación interior en distintas fracciones (de intereses o posiciones político‑ideológicas, según sea el caso). En el ámbito del poder, podrían identificarse dos grandes sectores: el regenteado por la oligarquía terrateniente y agroexportadora luego transnacionalizada ella misma asociada al capital financiero transnacional, y el sector de las burguesías “nacionales” involucradas o interesadas en la industrialización, articuladas de algún modo –en sus épocas de esplendor‑, con los intereses de las clases trabajadoras y populares, cuyo máximo punto de encuentro tuvo lugar a mediados del XX. El otro, es el campo del pueblo, constituido por los trabajadores rurales, industriales, de servicios, y sectores del campo popular en general, liderado históricamente por la clase obrera. Conformado en interrelación con el capital (según éste constituye su hegemonía al interior del ámbito del poder), el “pueblo” ha ido sufriendo distintas modificaciones en su constitución‑conformación interior (y en sus identidades, y en sus distintas expresiones políticas).
Las relaciones entre los polos: oligarquía y pueblo –como identificó Puiggrós a los dos grandes sectores en pugna‑, han sido diversas –aunque siempre marcadas por la confrontación‑, según qué sector ocupara o disputara la hegemonía (desencadenando conflictos) al interior del bloque dominante; con el despegue industrial se abrió incluso un período de relativa (transitoria) convergencia: conformación y desarrollo de burguesía nacional‑desarrollo industrial del país‑desarrollo de la clase, de sus derechos y sus organizaciones.[2] De ahí también el alto costo en lo económico, social y político, y sobre todo en vidas humanas, que el pueblo ha pagado defendiendo sus derechos; lo ha hecho independientemente de los conflictos intestinos del poder, es decir, sin orientar siempre sus luchas (y su proyecto y organización) estrictamente en función de sus intereses, sin someter a ellos los conflictos del poder (con estrategia propia).
A través del neoliberalismo, impuesto de la mano de reiteradas dictaduras militares que se sucedieron en el país durante todo el siglo XX y más concretamente entre el 55 y el 76 –la Dictadura Militar más sanguinaria de la historia nacional‑, fue produciéndose un traslado –por extinción‑ de los sectores de la burguesía “nacional” hacia el grupo oligárquico que –desde entonces‑ marca el rumbo socioeconómico y político de la Argentina. Fue en el 76, que los sectores oligárquicos‑financieros con la complicidad de las capas más altas de la llamada burguesía “nacional”, se valieron del genocidio y el terror para imponer el modelo neoliberal, en consonancia con el giro mundial hacia el neoliberalismo que poco a poco iba teniendo lugar en el escenario internacional.
A sangre y fuego, así fue como se dirimió siempre el conflicto entre los dos proyectos de país, en cualquiera de sus modalidades, la más oligárquica, la democrático‑nacional, o la revolucionaria‑socialista. Pueblo y oligarquía han sido, en uno u otro caso, los protagonistas a través de los cuales las clases antagónicas han confrontado una y otra vez.
El siglo XXI no se presenta diferente. En un mundo en creciente globalización neoliberal, esta se anuda en nuestro país a los sectores más reaccionarios y antinacionales –oligarquía ganadera, agroexportadora, y financiera transnacionalizada- y profundiza la dependencia que, en las actuales condiciones, se tradujo en entrega desenfrenada del patrimonio nacional y la ruina del sector productivo.
Dueños directos del gobierno en el período Menem,[3] estos sectores continuaron la obra iniciada por la dictadura militar del 76, y se dieron a la tarea de terminar de acomodar el Estado a sus necesidades e intereses, labor que realizaron bajo la fachada de una supuesta “modernización”. Con esa excusa se redujeron los servicios públicos y obligaciones sociales del Estado en salud y educación, con la consiguiente ola de privatizaciones. La liberalización comercial trajo al poco tiempo la quiebra y reducción a una mínima expresión del aparato productivo industrial y agrario; la clase obrera fue debilitada y profusamente atomizada, los pequeños y medianos productores campesinos empobrecieron, la burguesía “nacional” (mediana producción industrial o agraria) –si es que alguna vez existió realmente como tal‑ resultó prácticamente aniquilada y desaparecida, junto a la irrupción de una masa creciente de trabajadores temporales, precarizados y desempleados. El hambre –más inexplicable en un país exportador de alimentos‑ se apoderó de más del 15% de la población de la mano del desempleo, el analbafabetismo y el regreso de enfermedades curables. Los derechos ciudadanos y laborales conquistados pasaron a ser letra muerta en un papel que cada vez menos argentinos pueden leer... En esas condiciones, la década del 90 se caracterizó por el surgimiento de numerosos movimientos sociales con la aparición de nuevos actores sociales constituidos como tales en la lucha por la defensa de sus derechos, que en corto tiempo se transformó en lucha por la sobrevivencia, evidenciando el estrechamiento de los márgenes al límite mínimo: la defensa de la vida. La década cierra con la llegada de De La Rúa al gobierno nacional, que resumió los esfuerzos –y las esperanzas‑ de un sector de la población por cambiar el rumbo emprendido en la era Menem. Pero no fue eso lo que ocurrió; el continuismo se apoderó del gobierno mientras la presión continuaba acumulándose en el campo del pueblo.
La gota que colmó el vaso fue el abierto saqueo de los bancos, la incautación masiva de los ahorros de millones de argentinos, el corralito, y la incapacidad de actuación autónoma de un Presidente, que desnudado como una marioneta del poder, pretendió resolverlo todo a la vieja usanza de los dictadores decretando el Estado de Sitio, con lo que desencadenó la gran revuelta popular conocida como argentinazo. Todo estalló los días 19 y 20 de diciembre de 2001, mostrando la saturación del pueblo argentino ante tantas mentiras manipuladas en los últimos años; fue como si una venda se cayera de los ojos de todos a la vez y mostrara la realidad del sin país en que se había transformado el territorio argentino. Porque un país es algo más que un mapa y unas fronteras; es un proyecto, una nación, una identidad, un pueblo, una cultura. El rechazo popular se hizo presente en las calles de Buenos Aires y de la Argentina toda. En un abrir y cerrar de ojos, se repetían –en otra dimensión y significación obviamente‑, las jornadas del 25 de mayo de 1810, y otra vez, el pueblo movilizado que exigía decidir sus destinos y los de la patria, carecía –en ese momento‑ de capacidad[4] para autorepresentarse y constituirse en gobierno, para disputar con mayor fuerza –desde ahí‑ el poder a los poderosos y entregadores de la patria.
La disputa del país y por el país está abierta; las elecciones presidenciales recientes fueron la única maniobra que se pudo realizar desde el poder, que, a su vez, está atravesada por las disputas de intereses y propuestas entre los dos sectores del poder en pugna por la hegemonía.[5] En abril‑mayo de este año, aunque la selección del presidente se produjo de un modo casi intuitivo por parte de la población, triunfó el candidato que es parte de los sectores que responsabilizan al neoliberalismo feroz y sus representantes locales, por lo ocurrido en el país, y pretende que es posible salir de la crisis retomando la industrialización. Para ello pretende contar con la concurrencia de los sectores oligárquicos agroexportadores, ganaderos, y financieros transnacionalizados, pero debe –primero‑ subordinarlos.[6] A ello corresponde también el replanteamiento de la crisis instalada al interior del ámbito del poder y el carácter de los conflictos que en él se desarrollan. En esas condiciones, la llegada de Kirchner al gobierno significó, desde entonces y hasta ahora, la reapertura –con fuerza‑ de un debate largo acerca de lo nacional, que lejos de adormecer las conciencias, vuelve a poner sobre la mesa la conocida contradicción: pueblo u oligarquía.
Lo nacional –en dos dimensiones‑: como “capitalismo autóctono serio”, o como camino para la refundación del país por parte del pueblo, abriendo un período complejo de transición en la transformación de la sociedad en proceso creciente de radicalización hacia el socialismo, un socialismo que deberá ser simultáneamente reinventado y recreado colectivamente por el pueblo. Esto supone, por tanto, de entrada, un doble conflicto simultáneo y yuxtapuesto: por un lado nación‑imperio, y por otro ‑y dentro de éste‑: pueblo/clase‑“burguesía nacional” y sectores asociados.
La primera dimensión es inviable: hoy es imposible pretender una modificación del capitalismo, prolija, diferente u opuesta al modelo neoliberal (capitalismo actual) sin plantearse la ruptura con el capitalismo y preparase ‑desde el inicio‑ para ello. En el marco del capitalismo –serio o no‑ no hay salida, no hay alternativa posible. De ahí que lo nacional plantee una disputa dentro de la disputa, que aparentemente es por la conducción del proceso –que lo es‑, pero que en realidad es por la dimensión estratégica de transformación social en la que se inscribe dicho proceso, cuestión que definen –entre otras‑ los actores sujetos capaces de elaborar el proyecto, llevarlo adelante y sostenerlo.
Es en esta realidad en la que se desarrolla el debate en torno al proyecto alternativo popular, nacional, de clase y pueblo, re-articulados y constituidos sobre esa base (y todo el proceso colectivo de resistencia, lucha y construcción) en sujetos de su historia y de la patria, que, en sus manos, será –además de‑ suya, de todos los hombres y las mujeres dignos y justos que acuerden convivir, construirla y desarrollarla sobre principios de equidad y justicia.
Hay que rescatar el país, y esto –en las actuales condiciones nacionales e internacionales‑, significa refundarlo. Es la única forma de que los trabajadores de la ciudad y el campo, los millones de excluidos y discriminados tengan un lugar en la sociedad: refundar la producción, el desarrollo agrícola-campesino, las economías regionales, replantearse el rol del Estado como sostén y defensor de estos intereses –habrá que definir de qué modo y a través de quiénes‑, construir –mínimamente‑ un camino/modelo regional‑continental de desarrollo, y democratizar sustantivamente la sociedad abriendo instancias de participación directa de la población, vale decir, que los derechos ciudadanos sean realmente válidos para todos en todas las esferas, todos los días.
El pueblo no tiene el poder necesario y suficiente para ejercer su voluntad, pero la búsqueda de implementación del proyecto nacional planteado por el sector en el gobierno, puede generar áreas de coincidencias coyunturales significativas que posibilitan avanzar en determinados temas, e influir quizá en el rumbo de definiciones inmediatas de significación estratégica.[7] Todo esto demanda, a su vez, de la clase y del campo popular, más que nunca antes, avanzar (colectivamente) en la definición del proyecto propio, en la formación y organización (articulación) de sus fuerzas a partir de propuestas propias, construidas a partir de su participación y decisión.
Y para eso hay que hacer un nuevo movimiento político, social y cultural, que es el mandato más expreso que debemos afrontar para cambiar este sistema del “sálvese quien pueda”, de este capitalismo que hoy ofrece como alternativa a nivel internacional el suicidio colectivo. Frente a eso, hay que construir la nueva sociedad y para eso hay que organizar fuertemente nuestra central, consolidarla, y avanzar en el nuevo movimiento político, social y cultural.[8]
...estoy convencido de que, si en diciembre del año pasado estábamos aprobando la construcción de un nuevo Movimiento Político Social y Cultural, es porque era necesario y hoy es imprescindible. Hoy la Argentina tiene dos proyectos y está en disputa en todos lados.[9]
Se trata de disputar y construir a la vez hegemonía y poder (propio) a través de propuestas que ‑emanadas desde la clase y el pueblo articulado‑, sean capaces de tensionar el proceso en dirección a intereses propios, ya sea conquistando respaldo de sectores gubernamentales para ello –por ejemplo, en la lucha contra el ALCA‑, o desenmascarando en los hechos las ilusiones nacionalistas burguesas y sus limitaciones,[10] avanzando en la acumulación de conciencia, poder, fuerza propia y proyecto, fortaleciendo la capacidad colectiva del pueblo de protagonizar su historia en camino de su [auto]constitución en sujeto popular.
Esto es así, en primer lugar, porque la situación política abierta en Argentina es una resultante de los tironeos entre las contradicciones y conflictos al interior del bloque de poder, y las de éstos en relación con las luchas y movilizaciones del pueblo durante años, en especial las acontecidas entre el 2000 y 2002. Pero la contradicción entre los conflictos al interior del poder y las luchas sociales se mantiene, buscando ahora, cada sector que disputa su hegemonía al interior del bloque de poder, imponerse sobre el rumbo y el ritmo de las luchas sociales tornándolas funcionales a sus intereses.[11] De ahí que resulte de importancia fundamental estar atentos a no subordinar las luchas sociales a los conflictos del poder, sino crecer y acumular fuerzas para llegar a ser capaces de obligar a los conflictos a subordinarse a las luchas (arte de la política y lo político).[12]
Luchar es siempre importante, pero para quienes buscan encaminar procesos y definir situaciones convergentes con objetivos propios, es imprescindible que estas luchas sean las que marquen el rumbo y el ritmo de los acontecimientos y los conflictos entre los sectores del poder y no al revés, es decir, que no sean arrastradas e instrumentalizadas por los conflictos de los sectores dominantes pues, en tal caso, quedarán encerradas dentro de su lógica y serán funcionales a sus requerimientos.[13]
En esta realidad, la situación no da para sentarse y esperar a “ver qué pasa” para luego acomodarse a lo que ocurra o tener letra para las críticas... Se han abierto –conquistado‑ posibilidades de intervenir en el curso de los acontecimientos de un modo diferente a lo acontecido hasta ahora: no se trata de ir a pedirle favores ni concesiones al Presidente, no se trata de acompañar su gestión dándole sustento de masas (modelo populista), eso puede hacerse ‑en todo caso no soy yo quien decide si será así o no‑, pero es importante reconocer que el momento permite mucho más, fortalecerse y crecer más, articulando y organizando las fuerzas propias de la clase y el pueblo, marcar el rumbo (no subordinarse a los conflictos intestinos del poder), correr las fronteras del horizonte y avanzar en la disputa radical por el proyecto de país, desde abajo, con toda la fuerza y potencialidad que eso implica y otorga.
En este sentido, puede afirmarse que es la hora de los movimientos sociales, en tanto sociopolíticos, de crecer y madurar en ese su contenido integral mayor, y asumirse como protagonistas plenos que han demostrado ser ‑aunque hasta ahora de un modo fragmentado‑, capaces de pensar, organizarse y actuar con cabeza propia a partir de sus intereses y convergentemente con ellos.
Solo una alternativa pensada (y encabezada) por el pueblo constituido en sujeto popular con la articulación orgánica de fuerzas sociales vitales cohesionadas en un proyecto propio de nación, puede ser capaz de disputar el país a la voracidad transnacional imperialista a punto de tragárselo, en lo inmediato con la firma del ALCA, o más indirectamente tras la postergación de las definiciones estratégicas que podría producirse, por ejemplo, tras la confusión de creer que es posible salvar el país, la soberanía, la producción, la equidad y las justicia sociales, volviendo a modelos nacionales de corte similar a los de los años 50. No hay sujeto económico capaz de embanderar proyectos de ese tipo ni en el ámbito nacional ni en el internacional, ni existe, en consecuencia, la fuerza política capaz de sostenerlo y defenderlo, ni de enrolar tras sí a la clase obrera y al pueblo para que sean los defensores del tal modelo, entre otras razones, porque estos no se plantean mendigar sus derechos aceptando ser ciudadanos de segunda; hay decisión clara de no delegar ni derechos ni responsabilidades.
Los destinos de la patria deshecha se han depositado definitivamente en manos de la clase y el pueblo y en su capacidad para pensar y diseñar un proyecto de nación a la altura de las exigencias del mundo de hoy, y organizarse para llevarlo adelante, hacerlo realidad defenderlo y desarrollarlo. (Problemática central)
Se trata de un proyecto de nación, de la clase y el pueblo, en camino a transformaciones ulteriores tendencialmente orientadas –desde el inicio‑ al socialismo como perspectiva estratégica mayor, que tome en sus manos la refundación del país en las condiciones del mundo de hoy, en integración con Brasil, y demás países del Cono Sur en una perspectiva continental, imprescindible para cualquier proyecto en este vasto territorio ocupado por el poder del capital imperial. Sobre esa base será la inserción en el nuevo mundo y la nueva globalización, la de los pueblos, que ya está en marcha.
No es sino la clase en y con el pueblo –organizado, articulado y constituido (proyecto mediante) en sujeto popular del cambio y de la nación misma‑, quienes constituyen los pilares fundamentales de la soberanía, que –en nuestro medio‑ solo puede ser tal si se articula a un proceso liberador (respecto del imperialismo y de las cadenas enajenantes y enajenadas del capital).
En las condiciones actuales, la clase solo podrá llevar adelante su propio proceso de liberación si convoca para ello –articulando sobre bases diferentes a las hasta ahora ensayadas‑ al pueblo todo, tanto a través de sus diversos actores como de modo directo (el desafío es inventar nuevas formas y modalidades de participación y de protagonizar).[14]
El papel central nucleante‑articulador corresponde a la clase ‑fragmentada aún‑, y sus organizaciones “naturales”, disputando a cada paso a la propia clase y a todos los marginados, los trabajadores del campo, los pueblos originarios, hasta las capas medias, intelectuales, etc., y no a los partidos de izquierda –al menos no tal como estos se conciben a sí mismos y en relación con la clase y la sociedad (se consideren vanguardias autoproclamadas o no). El clasismo se expresa hoy en esta dimensión de centralidad político-social de la clase, y en Argentina esto se observa claramente en el papel socio-articulador que desde su nacimiento se planteó desarrollar la Central de Trabajadores Argentinos, y que ahora le permite plantearse ir más allá, impulsando la construcción del movimiento político, social y cultural –habiendo echado previamente las raíces‑, para disputarle el país a los poderosos, a los representantes del capital de adentro y de afuera que no reconocen otra patria que la de sus bolsillos.
En esta realidad, ¿qué entender por izquierda hoy en Argentina? La respuesta se desprende casi como conclusión: Son todos los sectores que militan a favor de la concreción del desafío de transformación y refundación de la nación según lo anteriormente expuesto. Y esto permite reunir a un amplio espectro de fuerzas sociales y políticas, desde los actores sociales populares aparentemente más alejados de la política –comedores escolares, cooperativas de producción, organizaciones agrarias, organismos de DDHH, organizaciones sindicales, etc‑, hasta la izquierda (y centroizquierda) partidaria, sin subordinaciones jerárquicas entre ellas.[15]

2. Hipótesis fundamentales

¿Reforma o revolución? El debate sobre las alternativas trae consigo el resurgimiento de un viejo dilema, que anuncia su presencia en las propuestas actuales de movimientos sociales, políticos y sociopolíticos. Sin embargo, su enfoque no se reduce a reediciones de planteamientos del pasado. La realidad geopolítica mundial del poder en el siglo XXI y sus modalidades de producción y reproducción, indican la necesidad de nuevas miradas para descubrir las aristas y posibilidades actuales que una u otra vía abren al proceso de transformación de la sociedad en busca de la perspectiva socialista, con la claridad de que el dilema fundamental de nuestra época se condensa cada vez más en la disyuntiva planteada por Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”. Es en este caminar que encuadramos el debate acerca de los desafíos actuales de la izquierda argentina, latinoamericana y mundial.
En Argentina, esta discusión adquiere una peculiar connotación pues el reformismo criollo es variopinto, abarca un amplio espectro que durante el siglo XX y hasta nuestros días, reunió en un mismo saco desde representantes del marxismo dogmático de la izquierda, hasta figuras de centro izquierda, centro, y centro derecha. Unos tras el argumento de la revolución por etapas (Partido Comunista hasta los 90), y otros marcados por el oportunismo que los llevó siempre a generar políticas para flotar en todas las aguas con el argumento del “mal menor” y del falso realismo de “hacer lo posible”, postura que en el último período fue identificada como”posibilismo”.
En épocas de predominio de la vía armada insurreccionalista, se consideraba reformista a cualquier sector de izquierda –sin tomar en cuenta sus argumentos‑, que no aceptara tales métodos de lucha para transformar la sociedad, y que sostuviera –como era frecuente‑ sus esperanzas en las transformaciones por vía electoral.
Hoy las lecturas no parten de esa disyuntiva –ahora inexistente, además‑; el debate se inscribe dentro de la aceptación generalizada por parte de los movimientos político-sociales y la izquierda partidaria, de la transformación en democracia, aún con los límites sabidos de las actuales democracias representativas latinoamericanas. La clave de la pertinencia o no de la participación electoral radica en el sentido de la misma, en las posibilidades y perspectivas que abre (o cierra) a la acumulación de poder del pueblo; participar en elecciones no significa necesariamente la aceptación del camino de transformaciones supuestamente graduales mediante reformas. Es el proyecto, son las fuerzas acumuladas y organizadas, y las posibilidades de crecer y avanzar en tales condiciones, lo que hace de la participación electoral una herramienta potenciadora del crecimiento colectivo y de la acumulación de fuerza y poder propios, o una vía de succión de cuadros de los movimientos sociales y políticos por parte de partidos del sistema, un desgaste de figuras individuales, aisladas en su función –por muy honestas que sean‑ por la maquinaria del poder, o devoradas por ella.
Es con relación a la estrategia que la participación electoral cobra sentido, o no: si permite, por ejemplo, respaldar con representación institucional las construcciones logradas, avanzar, acumular, crecer en distintos aspectos de significación estratégica. Pero nunca al revés: no es posible resolver las insuficiencias estratégicas y de construcción mediante la participación electoral, porque entonces ocurre que lo estratégico se intenta definir a partir de sus requerimientos y –por esa vía‑ termina ahogado en las urnas, y desde antes, en la pelea por los cargos. Los que pretenden “dar el salto” hacia definiciones estratégicas por esta vía, terminan participando en las elecciones con programas maximalistas, con lo cual no logran ni siquiera mantener sus votantes “duros”, y quedan como testigos de la historia. Y los que subestiman la construcción cotidiana y sistemática y pretenden conquistar a las mayorías por el camino electoral, creciendo gradualmente en cada contienda, caen en una caricatura de vía reformista, que como todo reformismo termina en fracaso irremediable. No hay camino de transformaciones y crecimiento graduales, ni en lo económico, ni en lo político, ni en la conciencia. No hay un camino, son varios –quizá en un momento, todos‑, articulados entre sí y con prioridades en diferentes momentos, tal como ello resulte conveniente a la consolidación, acumulación y avance estratégicos (acorde con la estrategia elaborada).
Con relación a esto, en la izquierda argentina hoy se plantea con claridad:
‑Un agotamiento de la izquierda reformista en tanto búsqueda de la transformación por acumulación de mejoras, la revolución por etapas.
‑Un resurgimiento del debate acerca de un período de transición al socialismo, en vez del paso directo al socialismo asumido como transición.[16]
Esto vuelve a poner en el tapete concretamente la posibilidad de que el proceso de transformación radical de la sociedad sea a la vez un proceso de preparación‑tránsito al socialismo (renovado, democrático y humano).[17] Sería una transición caracterizada por modificaciones constantes y articuladas en creciente radicalidad respecto de la transformación de la sociedad, parte del proceso de revolución permanente (local, regional y mundial) hacia la superación del capitalismo, protagonizado por las mayorías populares constituidas (y organizadas) en sujeto popular.[18] Por las tareas que debe realizar y por los responsables de pensarlas y llevarlas adelante, podría denominarse este período como patriótico, democrático‑popular. Mirado históricamente hacia sus perspectivas futuras, resulta un periodo de preparación y fortalecimiento económico‑social, cultural y político de las mayorías como protagonistas concientes de sus destinos hacia transformaciones y responsabilidades mayores, en proceso de creación y construcción del socialismo. (Hipótesis 1) Esto constituye una diferencia esencial respecto del reformismo socialdemócrata.[19]. La duración de este resulta también de su interrelación con el proceso de lucha y transformación mundial, no depende solo del proceso en un país.
Esta perspectiva supone una reconsideración –entre otras‑ acerca del sujeto social y político de las transformaciones, que va más allá del reconocimiento de la ampliación de su composición (clase, pueblo(s)); apunta claramente a resignificar el carácter pleno (político, social, económico, cultural, etc.), de cada uno de los actores sociales que lo integran, es decir, a reconocerlos como actores sociopolíticos en proceso de [auto]constitución en sujetos, condición no individual, sino resultado de la articulación orgánica colectiva del conjunto de actores sociopolíticos constituyentes del sujeto popular. (Hipótesis 2).
Esto supone reconocer la articulación interdependiente entre lo reivindicativo, lo político, y lo social‑cultural, y por tanto también entre sus expresiones orgánicas. La organización político-social como síntesis de este presupuesto, se abre paso como una necesidad para concretar estos enfoques y avanzar a partir de ella. (Hipótesis 3)
Esta propuesta de re‑articulación entre partido‑clase‑pueblo supone y se asienta en otra convergente, integrada y en interacción con ella: un nuevo tipo de re‑articulación partido-clase-pueblo-sociedad que, a su vez, supone y condiciona la de partido-clase-pueblo-sociedad-estado en la perspectiva de la creación de un nuevo tipo de Estado o Poder, revalorizando y actualizando el sentido que Gramsci otorgaba a ambos conceptos. (Hipótesis 4) Veamos brevemente:
Si el pueblo es el protagonista pleno de sus destinos sociales, políticos y económicos, el esquema actual de representación político‑partidaria que excluye al ciudadano de a pie, resulta ‑de hecho‑ obsoleto; es necesario crear un nuevo tipo de representación sociopolítica y cultural que, enraizada en el modo de vida cotidiana de los seres humanos, construya desde ahí un modo de vida diferente, cotidiano‑privado y a la vez social‑público, sin oposiciones esquizofrénicas entre ambos espacios, basado en la equidad y no discriminación de la mujeres, los niños, los ancianos, los discapacitados, las minorías étnicas o sexuales, etc. Esto supone una re-articulación entre sociedad civil y política que implicará, en este caso, la disolución de las fronteras entre ambas, fronteras que en realidad no existieron más que para el derecho burgués que excluyó a las mayorías proletarias del derecho a expresarse y decidir los destinos del país, reduciendo a los proletarios a ser ciudadanos reivindicativos (no políticos) y dependientes de los partidos del sistema para la satisfacción de sus necesidades (sustrato jurídico del clientelismo político). Y para ello contó con la complicidad ‑conciente o no‑ de los partidos de izquierda que –descuidando el “detalle” de que el engranaje del sistema está concebido para garantizar el funcionamiento y reproducción ampliada de la hegemonía político‑ideológica (económica y cultural) del capital‑, asumieron ser los representantes de la clase (consagrando la división entre lo político y lo reivindicativo), abriendo la época de los partidos “de la clase”, sin la clase, que quedaba relegada a la vida sindical como furgón de cola y/o correa de transmisión de las políticas de sus partidos en el seno de la propia clase y hacia las fuerzas sociales aliadas. Esto constituyó a su vez, uno de los pilares fundamentales de la enajenación política de la clase, de su sostén en las luchas contra el capital y más allá, después de las revoluciones, durante el establecimiento y desarrollo de los estados socialistas que predominaron en el siglo XX.[20]
Poner fin a este modo de enajenación es una de las tareas democrático-revolucionarias fundamentales de la transformación social, y no puede quedar relegado para un supuesto mañana mejor, o para después de la “toma del poder”; la lucha contra la enajenación en toda su magnitud y alcance empieza desde ahora, es parte, constructora y resultante del proceso y, en tal sentido, no tiene un momento de fin establecido. (Hipótesis 5) La búsqueda de plenitud es parte de la utopía humana que como un imán gigante resulta movilizadora de las más amplias voluntades transformándolas en fuerzas activas capaces de mover las montañas de la injusticia, la desigualdad y la destrucción de mundo hasta hacerlas desaparecer.
Tales ansias, para buscar su realización, requieren de la reelaboración del proyecto transformador liberador, del socialismo como sistema social, y todo ello, de la re-elaboración de la estrategia. Muchos elementos intervienen en esta relación: ideales‑proyecto‑estrategia, pero hay uno que –además de lo dicho‑, resulta fundamental en esta nueva mirada: no puede haber contradicción de principio (oposición) entre medios y fines; es imposible, por ejemplo, construir protagonismo y participación democrática plena de todos y cada uno de los actores sociopolíticos colectivos e individuales, sobre la base de relaciones autoritarias y jerárquico‑subordinantes de capacidades, funciones y roles individuales, colectivos y sociales. (Hipótesis 6) Esto supone también un replanteo de la relación entre lo táctico y lo estratégico, entre lo inmediato y los fines considerados últimos, asumiendo que no hay más estrategia que las tácticas y viceversa, en el entendido de que
Para nuestro tiempo –cuando el capital puede solamente ceder beneficios tácticos al trabajo, con la perspectiva de recuperarlos de vuelta en la oportunidad más cercana posible y “con intereses compuestos”– la realización incluso de “objetivos inmediatos” más limitados llega a ser factible solamente como una parte integral de la alternativa hegemónica del movimiento socialista al orden establecido.
De ese modo, lo inmediato puede ser propiamente perseguido solo si es concebido como lo inmediato estratégico, definido por su inseparabilidad de lo estratégico a largo plazo y orientado por la primacía total de esto último. En otras palabras, esos progresos parciales pueden ser adoptados solamente como objetivos inmediatos viables que no puedan ser revertidos, y por lo tanto son capaces de adquirir un carácter verdaderamente acumulativo. Aquellos que podrían objetar que eso es “maximalismo” deberían abrir los ojos ante el hecho de que el peor tipo de maximalismo es en realidad la vana persecución de las “demandas mínimas” irrealizables –solamente compatibles temporal y tácticamente dados los límites estructurales del capital.[21]
Nada más práctico que la teoría. En el entendido de que el concepto pensamiento resume esa dialéctica radical entre teoría y práctica, las hipótesis anteriores reclaman la recreación de un fundamento articulador teórico‑metodológico y proyectivo de lo nuevo en gestación. La necesidad de avanzar en el desarrollo de un nuevo pensamiento estratégico crítico y autocrítico, que –nutriéndose de todas las enseñanzas de la historia de las luchas anticapitalistas y de las experiencias socialistas, tal como ellas han existido‑, profundice en la crítica al capitalismo actual y cumpla su función orientadora de los movimientos revolucionarios de nuevo tipo que ya se enseñan a la entrada del siglo XXI, resulta, en este momento, una de las primeras tareas estratégicas. (Hipótesis 7)
Esto supone asumir la batalla cultural también hacia adentro de nosotros mismos, despojándonos no solo de dogmas y modos de “saber hacer” que ya no se corresponden ni con la época, ni con la experiencia acumulada, ni con las necesidades de los pueblos. Formar nuevas generaciones desde abajo y transformarnos los ya formados con los paradigmas de la “vieja” cultura, en proceso permanente y cotidiano, resultan por tanto entre las tareas (culturales) estratégicas articuladas a la construcción de nuevo pensamiento, junto al diseño del proyecto alternativo, y la construcción‑acumulación de poder propio. (Hipótesis 8)
El nuevo pensamiento estratégico no es tarea aislada de intelectuales individuales ni emergerá de allí, está en la obra colectiva de los pueblos, donde cada actor sociopolítico colectivo e individual aporta y crea desde prácticas diversas cuyo contenido conceptual es necesario rescatar –conceptualizando también creativamente‑, e integrar en una construcción teórica colectiva; esta resulta también entre las nuevas dimensiones del desempeño de lo que hemos acostumbrado llamar “intelectual orgánico”. (Hipótesis 9)
El pueblo es el protagonista fundamental, y la tarea política colectiva de primer orden es impulsar su participación –y la de sus organizaciones‑ cada vez más plena en lo que deviene proceso práctico‑pedagógico de transformación‑constitución (autoconstitución) de la clase y el pueblo en sujeto popular.
La disputa con el poder hegemónico en relación con la conciencia del pueblo es permanente, pues la ofensiva ideológica del enemigo, lejos de haber pasado está en desarrollo pleno. La pelea no es entre nosotros, es con ellos. El momento no es de vanguardias ni de élites ilustradas, sino de formar y organizar‑articulando mayorías concientes capaces de protagonizar su historia actual y futura. El momento es político y no revolucionario,[22] la lucha y la transformación se dan ahora en condiciones de la democracia burguesa neoliberal con las fortalezas y fragilidades que ésta tiene, y que son bien conocidas por nosotros. (Hipótesis 10)
La concepción acerca del sujeto resulta radicalmente interarticulada a la de poder y proyecto alternativo y viceversa.[23] Esto habla de la coherencia entre las propuestas, medios y fines en cada caso y se resume en la concepción estratégica. La unidad lógico‑práctica que es sustrato y a la vez resultante de esa interarticulación radical, es la base para la construcción de la unidad política entre los distintos actores sociopolíticos y no a la inversa. (Hipótesis 11)
Estas son, apretadamente, las hipótesis centrales que guiarán las reflexiones acerca de los desafíos de la izquierda argentina. Estas buscarán medir capacidades y potencialidades de las diversas propuestas y apuestas que hoy conviven en ella, concentrando la mirada en los puntos claves de los avances en esta dirección, en las limitaciones presentes en uno u otro sector y en los desafíos que, a mi modo de ver, habrán de enfrentar en el presente y futuro inmediato.
Hoy conviven en Argentina, en lo fundamental, cuatro miradas (tres proyectos) estratégicas de izquierda:
Revolucionario-parlamentarista-vanguardista: Esta línea oscila, según los momentos, entre posiciones que plantean la toma del poder y la instauración de un poder obrero (y popular, para algunos), y otras que concentran los esfuerzos en el camino electoral como vía central de acumulación y disputa. El vanguardismo es por su posicionamiento ante la clase, el pueblo y la sociedad, también jerárquico‑subordinante a partir de las estructuras partidarias.[24]
Insurreccionalista‑vanguardista: encuadrada en la tradicional concepción de partido de cuadros y su relación de subordinación con los “frentes de masas”. Apuestan al levantamiento insurreccional como vía para llegar al poder.[25]
Construcción de poder popular desde abajo: Reconoce el carácter político social de las luchas, sus actores y sus propuestas; con diferencias entre los actores partidarios o sociales, en general hay una coincidencia en la necesidad de construir poder (de la clase y el pueblo) transformando la sociedad desde abajo y, a la vez haciendo de este proceso, un camino de (auto)constitución de sujetos, definición de proyecto (y de creación-construcción de las herramientas políticas necesarias para ello). [26]
La cuarta mirada –que no llega a constituirse en proyecto‑ apuesta a lo no institucionalizado ni organizado; levantando algunos sectores la consigna de construir poder desde abajo, lo entienden en el sentido de transformar la sociedad sin cuestionar‑tomar el poder.[27]
El debate planteado tiene sentido si la explicitación estratégica colectiva permite articular‑unificar orgánicamente criterios en torno a un proyecto (y su modo de interarticulación radical con el sujeto y la concepción sobre el poder y el contrapoder), en el entendido de que en Argentina la lucha de clases se expresa a través de la contradicción pueblo‑oligarquía, en tanto son sus intereses los que están en juego condensados a través de dos grandes proyectos, a su vez heterogéneos y con disputas en su interior, que a su vez marcan la contradicción principal de la época actual: vida‑muerte.

3. Enfoques, respuestas y propuestas de la izquierda

3.1. Antecedentes históricos cercanos[28]

Todo proceso en presente tiene nexos más o menos evidentes con el pasado y sobre todo, con el pasado reciente. En este caso, la mediación de la derrota sufrida en los años 70, que significó también el fin de las estrategias de la llamada nueva izquierda o izquierda revolucionaria en Argentina, está presente –como un fantasma[29]‑ en los debates y en la posibilidad real de la izquierda para pensar y elaborar las actuales alternativas para una salida a la crisis provocada por la entrega y subordinación del país a las exigencias del capital transnacional que detenta hoy el poder imperialista global.
A ese fantasma se suma otro, el del peronismo, entendido no programáticamente, sino como identidad fundamental (sobreviviente y resquebrajada hoy) de los trabajadores/as argentinos y, en tal sentido, también como parte importante de la izquierda revolucionaria de los años 60 y 70, en pensamiento y acción. La sobrevivencia de esa identidad entre los trabajadores y el pueblo, sigue provocando una gran irritación y un disgusto profundo en las filas de la izquierda partidaria de filiación marxista dogmática, que solo se muestra capaz de entender un tipo de peronismo: el que no existe.
Esto incorpora un elemento muy peculiar al debate sobre las alternativas, las estrategias, y el sujeto y sus formas de organización, que reclama abrir las miradas a las subjetividades concretas existentes –no confundir con los clásicos factores subjetivos‑, y construir a partir de allí. Es este uno de los aspectos más difíciles de comprender entre los sectores de la izquierda partidaria marxista tradicional y, por eso, uno de los escollos culturales a superar.
A esto se suma la ofensiva ideológica desatada desde los sectores del poder durante los períodos del alfonsinismo y el menemismo, que –como coronación de la derrota sufrida por el movimiento obrero, revolucionario y popular en la Argentina‑, se valió de la cooptación de importantes intelectuales hasta entonces de izquierda, para reafirmar la idea de que la revolución o cualquier sociedad diferente es imposible, y que –en consecuencia‑ lo único que puede (y debe) hacerse es ser realista y montarse en el carro del poder para vivir la vida del único modo posible: el que predica el pensamiento único neoliberal, chato y mediocre intelectualmente, y políticamente subordinado a los planes hegemonistas del poder mundial (imperialista) del capital. En este espectro se inscribe también lo que finalmente ocurrió con el FREPASO y su entrada a la Alianza que llevó al gobierno a De La Rúa, sepultando para la izquierda argentina las posibilidades de construir desde el centro con la ilusión de correrse luego a la izquierda. (El tema de en manos de quiénes está la conducción del proceso, al servicio de cuál proyecto y en virtud de qué intereses de clase, subyace obviamente como otro fantasma, en el debate actual, clausurando para la izquierda partidaria, principalmente, cualquier posibilidad de acumulación conjunta con el espectro político de centroizquierda.)[30]
Las reacciones a estos tres elementos apuntados, por parte de los sectores partidarios, sociales e intelectuales de la izquierda argentina, delimitan y condicionan en cierta medida sus miradas sobre la actualidad, sobre todo a la hora de ir sacando conclusiones acerca de las construcciones nuevas, de lo que son, de lo que pueden llegar a ser (potencialidad). Es aquí, precisamente, donde las aguas de lo cultural (entendido como conjugación integral de pensamiento y práctica cotidiana de vida, participación social, y militancia) hacen notar su presencia.
Los distintos sectores de la izquierda coinciden en reconocer, por ejemplo, la ampliación del sujeto social: abarca desde la clase hasta sectores sociales oprimidos y marginados, definiendo un conglomerado heterogéneo de intereses e identidades que es necesario convocar, integrar, organizar; en ello le cabe –dicen‑ un papel central activo a la clase (centralidad de la clase). Sin embargo, estas coincidencias no se confirman a la hora de la manifestación práctica de qué entender por sujeto, quiénes lo son, y hasta dónde. Unos sostienen –de hecho‑ que existen diferencias entre lo que sería el sujeto político, el sujeto social, y el sujeto histórico, y otros coinciden en que el sujeto es uno y múltiple a la vez, sin jerarquizaciones entre sus componentes.[31] Correlativamente, estas diferencias se expresan también en el modo de entender y asumir la relación entre los partidos de la izquierda y los movimientos sociales (sociopolíticos): ¿subordinación jerarquizada, u horizontalidad articulada de diferentes –identidades, aspiraciones, culturas‑, de igual condición?
El debate teórico práctico está abierto hace décadas y se renueva ahora con mayor fuerza, pues si es difícil construir la alternativa en tiempos de represión y oposición frontal a los gobiernos de turno, más lo es –la vida lo demuestra una y otra vez‑ hacerlo en tiempos de corrientes favorables, con un gobierno que lleva la iniciativa política y resulta aceptado por el consenso de las mayorías, donde el simple estado de oposición [¿a qué?] no actúa como levadura para el crecimiento. En tales momentos, como ocurre actualmente en Argentina, resulta fundamental construir y crecer con puntos de vistas y propuestas propias, impulsando con ello el proceso mismo hasta sus límites y reclamado ir más allá, preparando las fuerzas y las voluntades colectivas para asumir mayores responsabilidades cuando sea necesario y posible.[32]
Es por ello, precisamente, que cobra sentido práctico el debate al que invitan estas reflexiones. Vale entonces, desde los objetivos propuestos, detener la mirada en puntos centrales de la historia reciente.

3.2. Antecedentes inmediatos

Cualquier análisis de la realidad sociopolítica de la Argentina de hoy, obliga a un breve recuento de lo ocurrido desde diciembre de 2001 hasta ahora, pues –a partir de las elecciones de abril de este año, y más concretamente después de mayo‑, es notable el giro que comenzó a producirse en la política (y en la sociedad).
El default social, económico, político y cultural del país que se hizo crudamente evidente cuando saltó por los aires con las jornadas de luchas populares durante el 19 y el 20 de diciembre de 2001; el grito-reclamo implacable que pedía: “Que se vayan todos”, anunciaban un quiebre importantísimo de la ciudadanía con el poder hegemónico y, particularmente, con el modelo neoliberal. La crisis institucional –instalada desde hacía tiempo en la sociedad-, tomó cuerpo dramáticamente con el incendio ocurrido en el Parlamento Nacional, mientras que el descrédito del sistema se corporizaba en las golpizas y roturas diarias a bancos y cajeros automáticos.[33]
Entre enero y marzo del 2002, el país se mantuvo prácticamente a la deriva. Incapaz el poder de gobernar la sociedad, apeló a mantener el gobierno sin “hacer olas”, y “planear” la crisis –que era más bien, un claro vacío (e incapacidad) de poder‑, tratando de contener las protestas sociales que sabía legítimas y por tanto muy fuertes. Una muestra de ello la constituyó sin dudas la confluencia del movimiento piquetero y asambleario en las jornadas de fines de enero de 2002.[34] Ella indicaba la potencialidad de la articulación entre sectores populares y clases medias integrantes del campo popular, capaz de generar consenso y traducirlo orgánica y proyectivamente en propuestas políticas como alternativa a la crisis del país.
Con mayor claridad que la izquierda, el poder vio la potencialidad política de dicho movimiento, si llegara a concretarse orgánicamente como tal, unificando al conjunto de fuerzas populares de la oposición con conducción política propia, es decir, unificando un proyecto alternativo común y articulando una organización colectiva capaz de convertirse en órgano de conducción. Era la primera vez en la historia reciente que un movimiento social de tanta envergadura no estaba promovido ni capitaneado desde el Estado, ni desde los patrones, ni desde burocracias sindicales, ni desde partidos políticos del aparato del poder. Había representación político‑partidaria de la izquierda pero no como conducción del resto de las fuerzas sociopolíticas, sino como un actor político social más, al lado de los demás. Ellos no lo vieron así; confundiendo la realidad con sus deseos se autoproclamaron post festum como vanguardia de la revuelta, y simultáneamente comenzaron a luchar para imponerse (imponer su “verdad”) a las otras fuerzas sociopolíticas, en vez de aportar para ampliar y consolidar el espacio y la posibilidad inédita abierta.
En esa época el poder necesitaba dos cosas en lo fundamental: Primero, mantenerse, y segundo, tiempo para recuperar su hegemonía –interna, en primer lugar, y hacia la sociedad, en segundo‑, y también para incidir en el terreno de las luchas sociales, buscando neutralizarlas primero, y segundo, haciéndolas jugar cada vez más a su favor, es decir, en afinidad convergente a los intereses de sus conflictos internos a favor de un sector y de cara a la sociedad. Para ello apeló a los medios de comunicación masiva, en primer lugar, mostrando un país caótico y amenazado por piqueteros y “anarquistas”, a su vez saturados por conflictos entre sí. Y esto llevó a la segunda línea de acción política del poder: socavar la potencialidad del movimiento político‑social que nacía, acentuar sus contradicciones históricas y nuevas, provocar o alimentar rivalidades personales, y avivar‑actualizar prejuicios y prácticas sectarias muy presentes entre los diversos actores políticos y sociales.
Desde la izquierda, por su parte, se reaccionó desde ángulos diferentes.
En su vertiente de mayor fuerza, la de los movimientos sociales, se tomó rápida conciencia de su potencialidad para construir fuerza articulada y para incidir en el estado de la situación como nunca antes, pero la fragmentación sectorial era todavía muy fuerte, al igual que las identidades: quebradas y en defensiva, junto a otras nuevas en gestación, con conducciones de reciente constitución y de corta experiencia, formadas en lo fundamental en las luchas sectoriales o territoriales.
En un estado de crecientes movilizaciones y luchas populares, crecía también la necesidad de avanzar, superar la fragmentación, construir y constituir(se) una conducción colectiva‑unificada del proceso. Pero aquí, precisamente, se hacía presente –por ausencia‑ la necesidad de contar con un proyecto estratégico que cohesionara y articulara proyectivamente a ese todo fragmentado y desmembrado, imprimiéndole a la vez un sentido trascendente propio a la rebelión antimodelo del momento. Debía ser estratégico por el alcance y, a la vez, por eso, coyuntural, de emergencia, pues era en esa coyuntura abierta que debía jugarse, perfilarse y tomar cuerpo lo estratégico.[35]
Había esbozos de proyectos (distintos) entre las izquierdas, pero estaban tan fragmentados como ella misma. La ausencia de un proyecto y de una estrategia puesta en común contribuyó a que –a la vieja usanza‑ cada actor o grupo de actores sociopolíticos afines, definiera una estrategia de acción ante los hechos, y se lanzara a validarla ante la sociedad con la pretensión de imponerla a los demás actores sociopolíticos, ya sea subordinándolos a ella, o –de no ser posible‑ descartándolos de su proyecto político.
Esto evidencia la necesaria articulación que existe entre la definición del proyecto, la identificación de la estrategia para lograrlo, y la posibilidad de la unidad del campo popular y sus organizaciones.[36] Veamos brevemente cómo han sido enfocadas por diversos sectores de la izquierda, para avanzar en la comprensión de las distintas lógicas –de los modos culturales‑ de su pensamiento y acción en el último tiempo.
A. La izquierda partidaria que se identifica como marxista
Esta izquierda que –en lo fundamental‑ se encuentra nucleada en Izquierda Unida y en el Partido Obrero[37] ‑además de un grupo de partidos y organizaciones muy pequeñas cuyas lógicas coinciden generalmente con este sector‑, mayoritariamente, vio en la rebelión popular de diciembre de 2001 la apertura de una situación revolucionaria y, convergentemente con ello, anunció la posibilidad de tomar el poder.[38] El asalto al “palacio de invierno” argentino: la Casa Rosada (en verano), era considerado casi inminente. La revolución socialista era no solo posible sino inmediata. La estrategia se ajustó y cerró en torno a esa definición.
Para lograrla consideraron fundamental:
1. La unidad de la izquierda.
a)             De la izquierda política (roja)
b)            De la izquierda política con la izquierda social
2. La construcción –sobre esa base- de un bloque popular revolucionario (“nuevo bloque histórico”).[39]
En virtud de ello, orientaron todas sus fuerzas políticas hacia:
a)                    Buscar vías para acercar al polo Izquierda Unida a todas las otras organizaciones político‑partidarias –que ellos consideraban‑ de izquierda (“roja”).
b)                    Dar la “batalla ideológica” contra todos aquellos sectores políticos (partidarios o sociales) de la izquierda que consideraban que no existía una situación revolucionaria y que, por tanto, estaban construyendo una alternativa o propuesta de salida a la crisis sobre bases diferentes, con métodos y objetivos también diferentes.
c)                    Construir sus propias organizaciones sociales (asambleas populares, piqueteros, etc.,) para “garantizar” la construcción del bloque de izquierda (política más (+) social). Necesitaban contar con una izquierda social afín (y subordinada) a sus definiciones políticas del momento, estratégicas y programáticas. Y como el movimiento social estaba también integrado por lo que –según ellos‑ eran elementos conciliadores,[40] era preciso depurar los campos, evitar las posibles desviaciones y dotarse de movimientos sociales “fieles” a las decisiones partidarias. Así –en la primera parte del 2002‑ surgieron los movimiento piqueteros y asamblearios de los distintos partidos. Fue una época de grandes divisiones del campo popular político argentino, paradójicamente impulsadas desde la izquierda en aras de construir la unidad política y social que –según ellos‑ reclamaba el momento (sic), para conducir las luchas venideras por la toma del poder.
¨En esa época se forma el Bloque Nacional Piquetero (BNP) que contiene a los agrupamientos piqueteros que responden al PC, PO, MST, y otros.[41]
d)                   Quienes no se sumaron a este enfoque, pues obviamente tenían otros, fueron catalogados por esas izquierdas como un freno a la transformación revolucionaria en curso, como un obstáculo que debía ser eliminado (políticamente) como tal, para poder transitar el camino luminoso hacia la toma del poder. Así:
¨Se intenta quebrar –por izquierda‑ la CTA, a la que se acusa abiertamente (en discursos, volantes, artículos, pintadas, etc.) de desviar las luchas sociales del cauce revolucionario.
B. La insurrección popular como salida.
Esta corriente se condensa mayoritariamente en la línea política del Partido Comunista Revolucionario (PCR), y de su herramienta de construcción en lo social, la Corriente Clasista y Combativa (CCC).[42] Hace tiempo sostienen una definición estratégica basada en la acumulación de fuerzas sociales y fortalecimiento de la organización, en espera de condiciones insurreccionales para un “argentinazo” (asalto al poder), que abra las puertas a la liberación nacional y social.[43] El sujeto de los cambios radica en la clase obrera, en la que identifican tres vertientes: los ocupados, los desocupados y los jubilados. Y –entendiendo que la situación abierta en Argentina en diciembre de 2001, es una situación revolucionaria‑, consideran que el papel fundamental está reservado al Partido.[44]
Nosotros trabajamos para reagrupar la fuerza en este momento táctico, para ir acumulando fuerzas, y para prepararnos para la lucha por el único camino que puede resolver esto, que es la instalación de un gobierno de unidad patriótico y popular, y sabemos que el único camino para hacerlo es el camino que se probó desde el 25 de mayo de 1810 en la Argentina: el camino de las grandes puebladas. Y esa es nuestra línea.[45]
C. La propuesta de la CTA‑FRENAPO
En el mismo período, la CTA se desarrollaba como un polo de articulación político‑social en crecimiento. El año 2001, pródigo en luchas y movilizaciones populares, abonaría el camino para plantearse desde la CTA, una vía legítimamente aprobada aunque no formalmente asentada (la Consulta Popular) para poner sobre el tapete político nacional la necesidad de poner un freno a la pobreza y exclusión, y luego buscar caminos hacia su erradicación. Así –en síntesis‑ nació el FRENAPO, Frente Nacional contra la Pobreza, integrado por un amplio espectro de organizaciones sociales, políticas, religiosas, culturales, de DDHH, sindicales, etc., que se constituyó en los puntos más diversos del país y realizó su campaña con miras a la realización de la Consulta Popular, como base para impulsar la creación del Seguro de Empleo y Formación. Esta se llevó a cabo entre el 14 y el 17 de diciembre de 2001; participaron más de tres millones de argentinos expresándose por el sí. Pero la consulta era propositiva. No tenía fuerza legal para imponerse, pero además, el propio FRENAPO renegaba de ser una instancia político-ejecutiva y afirmaba su carácter consultivo y propositivo.
Constituyéndose como una instancia de acción político‑social, la más importante creada en la Argentina en el último período, pero desentendiéndose de su peso y potencialidad políticas objetivas –en gran medida condición impuesta de hecho por los partidos que actuaban en su seno, y que querían todo el terreno político para ellos‑, el Frenapo vería a corto plazo las limitaciones de tal definición; no fueron pocos los que sin tener referencias político-partidarias, o incluso teniéndolas, veían en él un embrión posible para la construcción del movimiento político-social, y en realidad –aunque limitadamente‑ lo fue.
Los hechos del 19 y 20 de diciembre sorprendieron a los integrantes del FRENAPO, prácticamente contando los votos de la consulta, que resultó ahogada en los tumultos. No obstante, el poder sintió el toque y ni bien pudo recomponerse, se apropió caricaturescamente del lenguaje y la propuesta, ofreciendo un “seguro de desempleo” a jefes/as de familia desocupados. La propuesta de la Consulta sigue siendo válida y necesaria, pero reclama su convalidación con la Argentina sociopolítica actual.
Para febrero‑marzo del 2002, el FRENAPO pretendía remontarse como un actor válido luego de la revuelta, pero al no decidirse a cambiar su carácter consultivo, perdió sentido político y se fue extinguiendo. Resulta difícil apostar a la construcción de un movimiento que se presenta a sí mismo solo como concertador‑canalizador de opiniones, a las que separa de la voluntad para su concreción. Esa etapa había pasado en Argentina, para entonces hacía falta reunir las propuestas con la capacidad de sustentarlas y ejecutarlas, es decir, acordar un programa político para intervenir en la crisis generalizada que vivía la Argentina. Pero eso no estaba entre los objetivos fundacionales de la organización. Cambiar el carácter –y el sentido‑ del FRENAPO implicaba, para todos, poner en común un proyecto y una estrategia, y ese era (y es) precisamente el desafío fundamental a resolver.[46]
La CTA, principal diseñadora y promotora de estas políticas, en su apuesta de construcción de poder desde abajo, tuvo dificultades para replantearse sobre la marcha, rápidamente, el rumbo y ritmo estratégicos en base al cual venía construyendo; no es una organización partidaria centralizadamente estructurada donde un pequeño grupo decide lo que luego deben hacer todos los demás, el pueblo. Las construcciones participativas desde abajo presentan esa dificultad en momentos de crisis y movilización social acelerada; esta es una deficiencia de esta concepción que habrá que ver cómo superar. Inventar nuevas vías y modalidades de decisión‑acción colectivas, particularmente en situaciones de emergencia, es parte de los desafíos actuales a resolver, sin caer en su opuesto: el centralismo y el verticalismo autoritarios.
A contrapelo de lo que se requería‑ cada uno apeló –según la costumbre‑ a la defensa de “su quinta” propia. Y la historia que siguió a partir de allí, demostró, una vez más, que el peso de los patrones culturales, las identidades, y los prejuicios pueden imponerse sobre los reclamos de la realidad.
D) El período intermedio.
Entre abril de 2002 y el desenlace electoral en el 2003, se hicieron varios intentos por construir articulaciones sociopolíticas a partir de temas puntuales:
1.                    Para articular un rechazo masivo a la ola represiva antipopular que costó la vida de los jóvenes piqueteros Maximiliano y Darío, en el puente “Pueyrredón”, el 26 de junio de 2002. La convocatoria fue amplia y bastante exitosa. Sesionó en la “Casa de Nazaret”.
2.                    A partir de allí, surgió la posibilidad de mantener ese tipo de encuentros, pero con un perfil más político, con la intención de explorar la posibilidad de constituir un frente electoral para las elecciones presidenciales venideras. Surgieron así las reuniones en el Teatro “Bambalinas”, particularmente marcadas por el diálogo De Gennaro (CTA), Elisa Carrió (ARI, Argentinos por una Republica de Iguales), y Luis Zamora (Autodeterminación y Libertad). La perspectiva ‑o más exactamente, las expectativas de gran parte de la población en relación con esos encuentros‑, era la de construir una fuerza de coalición centroizquierdista que concentrara la decisión de cambio de la mayoría de la población, conformando una fuerza política capaz de hacerse cargo de la crisis, construyendo, a la vez, una salida que significara la apertura de un proceso de cambio radical en la Argentina.
Pero nada fructificó, a no ser el doble discurso, la división y la confusión. En medio de declaraciones altisonantes que se sumaron al reclamo popular de: “Que se vayan todos”, instaurado en diciembre de 2001, los políticos progresistas, de centroizquierda y de izquierda, anunciaron inicialmente que no participarían de las elecciones si no se renovaban en ella todos los cargos. No aceptaban solo un recambio de Presidente y Vice, en el entendido de que todos eran corruptos y responsables de la crisis profunda que vivía el país. La decisión (aparente) fue, en tal caso, no participar de las elecciones, y declararlas –de hecho‑ ilegítimas. Se habló incluso, de la posibilidad de organizar un frente por el boicot y la no participación.
Pero el poder, sabio en estos menesteres de manipulación y hegemonía, haciendo oídos sordos de estos amagues ‑y seguramente muy bien enterado de las debilidades internas de la oposición de centroizquierda e izquierda‑, mantuvo la convocatoria a elecciones presidenciales, y estableció un plazo límite para la presentación de candidaturas.
Ante esta decisión, al poco tiempo, varios de los representantes más sobresalientes de la negativa a participar ‑sin que mediara un análisis intermedio, y sin sonrojarse‑, corrieron a apuntarse en la jugada.[47] Y para garantizar la concurrencia a las urnas, en las filas del poder emergió el fantasma de la reelección de Menem. No era difícil anticipar –la tradición político-electoral argentina así lo demuestra‑, que eso obligaría a participar a la mayoría, ya sea para votar a favor o en contra.
Poco a poco, el contenido de los debates fue cambiando, ya no se trataba de pensar en las alternativas, todo se limitó a que “no vuelva Menem”. Esto fue así, incluso en las filas del propio justicialismo.
E. El movimiento político, social y cultural.
La CTA decidió –como política oficial de la organización, pero admitiendo posturas sectoriales diferentes‑, mantener el camino de la disputa, la construcción y la acumulación, pasando así a lo que entiende como un peldaño más desafiante de la construcción colectiva de la alternativa. Es así como en su VI Congreso, la militancia discutió y decidió masivamente abocarse a la formación de un movimiento político, social y cultural, cuestión que tiene sus raíces genealógicas en la misma fundación de la central y que, a la vez, hoy la trasciende como organización (si no, se trataría simplemente de un cambio de nombre de dicha organización) y como propuesta y apuesta político(social) –que aspira ser‑ para el pueblo argentino.[48]
Con la llegada del nuevo gobierno, la construcción del movimiento político, social y cultural, lejos de desarmarse como necesidad política alternativa, va tomando forma e incorporando nuevos sentidos, o nuevas dimensiones a los sentidos hasta ahora constituidos. El desafío mayor pasa hoy por definir y construir colectivamente una alternativa a la barbarie capitalista. No hacerlo, abonaría –en las condiciones actuales del país‑, una cuota de confusión a la decisión tomada en Mar del Plata.
La formación y construcción de un movimiento político‑sindical como el que se ha planteado la CTA desde sus inicios, que implica asumir las tareas propiamente políticas como parte también de su militancia sindical cotidiana, obliga a desarrollar el pensamiento de ofensiva. Esto supone también cambios culturales al interior de la propia central.
Por un lado, llama a superar el horizonte impuesto por sus prácticas de construcción sectoriales y corporativas, heredadas de la cultura sindical tradicional; y por otro, requiere ir más allá de lo que las prácticas defensivas han acuñado a sangre y fuego en los militantes sindicales: luchar y acumular fuerzas para negociar y obtener la satisfacción de determinadas demandas. Tales son las características de las luchas sindicales, y es lógico que así sea. La necesidad de superar esta característica defensiva, no significa que haya que abandonar las luchas reivindicativas, sino contenerlas en una perspectiva mayor, articulada a la ofensiva política, que se propone la transformación de la sociedad como objetivo estratégico. Y esto reclama y supone un cambio cultural:[49] de la defensiva a la ofensiva.
No hacerlo sería aceptar el “techo de lo reivindicativo”, lo que evidenciaría su existencia –no como tal “techo de lo reivindicativo”, sino‑ como techo cultural acuñado en las conciencias mediante prácticas defensivas de años, pero nunca un límite real de los modos de existencia y desarrollo del movimiento sindical y político, que fue su naturaleza originaria; la separación ocurrió después. La necesidad imprescindible de retomar su naturaleza, rearticulando lo social‑reivindicativo‑defensivo con lo político‑ofensivo, anuncia también, una vez más, el cambio cultural como componente indispensable de las nuevas prácticas y el nuevo pensamiento estratégicos.
Esto es válido también para otras fuerzas que se aspira integrarán el movimiento, ellas tendrán que enfrentar sus propias cargas culturales y proponerse superarlas en parte, mediante la deconstrucción colectiva de las mismas (es un paso importante) y también, en el proceso de deconstrucción‑construcción constante de nuevas prácticas inventadas y ensayadas colectivamente. Esto resulta muy importante porque es desde adentro, desde las propias filas (y desde el interior de cada uno/a) y de las estructuras organizativas, desde dónde los cambios irán abriendo caminos a nuevas y crecientes transformaciones, ante todo propias, forjando también a los hombres y las mujeres capaces de impulsarlas en ámbitos sociopolíticos colectivos mayores.
F. El resultado electoral descoloca a las izquierdas
Esto es así, de un lado, por desconocimiento (falta de conciencia real) de las contradicciones y conflictos al interior del bloque de poder. De otro, porque las elecciones nacionales, provinciales y de la Capital significaron una licuación de alternativas reales y discursivas, un despintarse de muchos que en discursos de barricadas pretendían que hacían algo diferente a la lógica del poder, demostrando al poco tiempo que eran la otra cara de la moneda, o sea, que hacían lo mismo, solo que en sentido contrario.
Izquierda Unida, que pensaba “arrasar” en las elecciones nacionales y capitalinas, no logró siquiera colocar un diputado nacional, realizando una elección más baja que la anterior. De ahí que para las elecciones de Provincia de Buenos Aires cambiara de táctica, y se aliara –sorprendiendo nuevamente por la diferencia entre práctica y discurso‑ con el Partido Socialista Democrático. Tampoco les fue bien en esas elecciones, pero no es eso lo que cuenta en este análisis.
Desmembrada, fragmentada y deslegitimada en parte, la oposición de centro izquierda e izquierda, se encuentra descolocada frente al nuevo gobierno y, en particular, frente al Presidente y su estilo de gobierno. La iniciativa política pasa claramente, de las filas político-sociales opositoras del campo popular durante el período 2000-2002, a la gestión de la Casa Rosada. Kirchner se presenta como un heredero de las ideas progresistas del peronismo de izquierda de los años 70, y ‑de acuerdo con su decisión de reconstruir un capitalismo nacional‑, despliega una política no totalmente convergente ni complaciente con el neoliberalismo, al que responsabiliza por la destrucción del país; toma medidas importantes, de amplio reclamo popular en materia de DDHH, reabriendo los juicios a los militares de la última dictadura militar; impide un acuerdo feroz con el FMI;[50] como partidario del MERCOSUR está interesado en realizar acuerdos con Brasil para la recuperación productiva del país y –obligadamente‑ de los países del área.
La coyuntura abierta en la Argentina posibilita a las fuerzas políticas y sociales populares, progresistas y de izquierda colocar propuestas concretas desde sus intereses, y luchar por su realización, y acumular fuerzas para su empeño transformador. Pero, debido a la fragmentación de las fuerzas políticas y sociales populares (falta de unidad), y lo que consiguientemente ello expresa: la fragmentación de las concepciones y propuestas políticas acerca de las alternativas posibles, que se traduce en la ausencia de un proyecto popular propio colectivo, la situación del campo popular es de evidente debilidad.
Acostumbrados a ser oposición, los sectores sociopolíticos de la izquierda –sean de partidos o de movimientos sociales‑ encuentran muy difícil marcar el ritmo político de los acontecimientos, más aún imponer temas en la agenda de discusión nacional, para lo cual no basta tener fuerza propia acumulada, sino que es necesario también tener propuestas claras y elaboradas desde (y para) una perspectiva propia de acumulación y transformación. Y para lograrlo, estas deben estar coherentemente articuladas a un proyecto que resuma los intereses y objetivos propios de la clase y el pueblo articulado, que es lo que está en disputa‑construcción día a día, y que es parte a su vez, de una estrategia de poder popular.[51]
Una de sus fortalezas relativas radica quizá, en la debilidad y los conflictos internos de los sectores que componen el bloque del poder, pero nada de ello es una realidad congelada en una foto, puede cambiar y cambiará, ¿favorablemente o no a los poderosos de siempre?, eso depende de cómo uno y otro campo de fuerzas ataque sus debilidades actuales y aumente sus fuerzas consolidando logros, avanzando ‑en el caso de los sectores populares‑ en organización, en la preparación política de los miembros y referentes, abriendo espacios para el debate estratégico, buscando nodos de convergencia para la elaboración del proyecto alternativo, y avanzando en la creación de los instrumentos orgánicos y políticos necesarios para ello. De ahí, precisamente, se desprenden las tareas centrales del momento actual.

3.3. El debate hoy, líneas fundamentales

El nuevo gobierno produjo un impacto notable, no solo entre la población, sino también, como señalé, entre las filas de la izquierda. Las reacciones y reacomodos son diversos.[52] Podrían agruparse, para el análisis, en cuatro posturas:
a)                      Los que aseguran que este gobierno es “más de lo mismo”, o sea, un recambio del poder para continuar haciendo la misma política.
b)                     Los que consideran que aún siendo parte del poder, por las contradicciones intestinas y la situación abierta en el argentinazo, se mantienen y ensanchan las posibilidades para un desenlace revolucionario.
c)                      Los que lo asumen como un intento serio de retomar la defensa de la nación, y –en consecuencia‑ se proponen apoyarlo, siempre y cuando sea consecuente con esa postura a lo interno y en lo externo.
d)                     Los que, estando de acuerdo con lo anterior, se proponen construir fuerza y poder popular propios para disputar, construir el país, y defender la nación, con posiciones propias. Esto no les impide realizar acuerdos puntuales con el gobierno; al contrario, abre las puertas para avanzar lo más que se pueda, apoyar todo lo que sea legítimo apoyar, pero sin hacer seguidismo.
e)                      Los que consideran que las posturas nacionalistas del gobierno son solo un engaño para ganar tiempo y adeptos y que, por lo tanto, la frustración vendrá y con ella volverán los tiempos de lucha.
f)                      Los que no se suman a ninguna postura pues siguen su camino autodeterminado, autogestionario, etc., independientemente de las coyunturas políticas electorales.
A partir de aquí, se definen las directivas de las actividades y las tareas políticas en la actualidad:
  • Romper la trampa ideológica del poder y pasar a la construcción de alternativa propia (cambio de actitud: no vanguardista).
  • Ser cautelosos; no adelantarse a los acontecimientos; agrupar fuerzas y prepararse para las grandes puebladas.
  • Ser concientes de que existen dos proyectos en disputa, y abocarse a la construcción de un movimiento político, social y cultural para cambiar el sistema.
  • El proyecto del gobierno abrirá las bases para un camino nacional independiente y democrático; hay que estar movilizados en las calles y construir un movimiento político encabezado por el pueblo, para construir otro país.
  • Hacer de cuenta que no hay cambio ninguno en el gobierno ni en el poder y mantenerse en el camino de la autodeterminación horizontal.

4. Desafíos

4.1.

Promover la discusión‑unificación colectiva por parte de la izquierda de una caracterización de la coyuntura actual de Argentina en lo político, económico, social y cultural, tanto en lo que respecta al ámbito del poder y del gobierno y sus propuestas y contradicciones, como en lo referente al (propio) campo popular, sus propuestas, contradicciones y necesidades.
Resulta importante identificar permanentemente cuáles son los conflictos al interior de los sectores de poder, cuál es el contenido y sentido de las luchas sociales, y realizar un seguimiento en todo momento de la relación entre conflictos y luchas.[53]

4.2.

Poner en común un proyecto alternativo y una estrategia.
Se ha llegado a un punto en el desarrollo de las resistencias y las luchas, que reclama como imprescindible para avanzar, dar pasos concretos en la definición del proyecto alternativo y la estrategia que lo sustente. En caso contrario, el peligro cercano es que, en ausencia de un proyecto común, la construido no encuentre su sentido trascendente, contentivo y proyectivo, con las consiguientes tergiversaciones de los objetivos políticos últimos de su razón de ser, tornándose en ámbitos marcados por las disputas por cargos, puestos, representaciones, etc., muy propicios para la cooptación y dispersión de sus cuadros.
Este desafío se asienta en:

4.3.

Reconocer y tomar como punto de partida la articulación interconstituyente de sujeto, poder y proyecto.
Construcción de proyecto, de poder, y constitución de sujetos resultan estructuralmente interdependientes e interconstituyentes; sus ejes vitales se condensan sin duda en los actores‑sujetos sociopolíticos, en su capacidad y posibilidad para constituirse en sujetos y, por tanto, en su capacidad de definir proyecto, construir poder, y dotarse de las formas orgánicas que el proceso de transformación vaya reclamando.
Una vez más, los tres grandes componentes del movimiento popular de transformación en Latinoamérica: sujeto, proyecto y poder, anuncian su presencia articulada. Ninguno de ellos puede ser, expresarse o constituirse de modo independiente. No existe ‑salvo en estado potencial‑, un sujeto a priori de las prácticas en donde se constituya como tal, sin un proyecto a través del que exprese su voluntad y objetivos de ese su ser sujeto, y ninguno de ellos sin estrategia de poder; hablar de proyecto sin voluntad de poder, sin conciencia y actividad que ‑en el proceso transformador‑ construya y se oriente hacia él, es decir, sin sujeto, resultan expresiones carentes de sentido práctico. Lo mismo sería afirmar –de modo apriorístico trascendental‑ la existencia de sujetos sin proceso de transformación, sin que sean ellos –dentro del propio proceso‑ los creadores del proyecto de transformación, sin que exista una voluntad real de transformación, que se organice y exprese en la actividad teórico‑práctica de construcción y acumulación de poder propio.[54]

4.4.

Reconocer el carácter diverso, fragmentado y plural del sujeto de la transformación, y la necesidad de re-articularlo como sujeto‑popular a partir de la centralidad de la clase, sobre la base de articulaciones orgánicas de los actores sociales diversos, que permitan ir conjugando sus identidades, aspiraciones, deseos, intereses, modos de organización, experiencias, culturas.[55] Esto supone tomar muy en cuenta, especialmente, lo referente a las subjetividades.
Cuando se habla de sujeto popular del cambio se alude a un sujeto sociopolítico múltiple y diverso, unificado a través de un proceso de articulación (y re-articulación) orgánica que potencia el proceso de constitución de los actores sociopolíticos en sujeto popular, categoría que da cuenta precisamente de esa su condición plural (articulado). Esto habla de su carácter doblemente heterogéneo, por un lado, en lo que hace a su constitución, sobre la base de la articulación de diferentes actores, clases, sectores sociales; y por otro, porque esa articulación ocurre también –y se asienta‑ al interior de cada uno de los fragmentos, sectores, clases, etc., tal como he explicado, por ejemplo, en el caso de la clase obrera. Y esta heterogeneidad no es un fenómeno cuantitativo y formal, al contrario, expresa condensadamente las huellas de la crisis en las subjetividades de cada cual, en sus identidades, llamadas también a ser articuladas. Y esto habla de respeto a las diferencias, de tolerancia y de democracia entendida como pluralidad y –sobre esa base‑ participación.[56]

4.5.

Rearticular radicalmente lo político y lo social.
Es importante reconocer que lo reivindicativo y lo social son actividades articuladas e interdependientes de la política y lo político y viceversa, y lo mismo ocurre con relación a los actores-sujetos: no se puede avanzar sobre la facturación de lo social y lo político y sus actores, sino sobre la base de una articulación orgánica, proyectiva y estratégica de actores sociales y políticos en tanto todos resultan ser actores-sujetos sociopolíticos.
La aceptación de la condición sociopolítica de los actores sociales y políticos supone también una revalorización de la política, lo político y quiénes la hacen.

4.6.

Construir un nuevo tipo de representación y organización política, político‑social.
El proceso de construcción‑articulación de los actores‑sujetos en sujeto popular (sociopolítico) implica una nueva y diferente relación entre partido, clase, pueblo y movimiento: sin subordinaciones jerárquicas entre los distintos actores, sin vanguardias iluminadas ni sujetos de primera, de segunda o de tercera clases. La apuesta sería construir mediante redes, formar nodos de articulación social basándose en la profundización de la democracia y la participación, y en el despliegue de relaciones horizontales[57] de articulación. Esto es lo que sintetiza la propuesta de construcción de un movimiento político‑social articulado desde abajo.

4.7.

Profundizar el desarrollo de un nuevo pensamiento estratégico crítico‑autocrítico revolucionario integrador.
Esto hace referencia explícita a la necesidad de actualizar la crítica al capitalismo tal cual existe hoy, lo que supone pensar paralelamente ‑y a la vez‑ en su superación radical. Y esto obliga a incluir las reflexiones sobre las experiencias socialistas que existieron y existen, con verdadero espíritu autocrítico, es decir, sin superficialidades ni omisiones acerca de los logros ‑que los hubo‑, ni de los errores ‑que también los hubo‑; es la mejor forma de rescatarlas como gigantescos laboratorios sociales de la humanidad en su búsqueda y empeño por construir un futuro sin explotación, sin discriminación y sin destrucción de la naturaleza.
Esto supone, además del desarrollo del pensamiento teórico general, rescatar el pensamiento liberador nacional y latinoamericano, integrarlo, y construir un pensamiento propio de liberación nacional y social.[58]

4.8.

Impulsar el desarrollo de una nueva cultura política e ideológica que permita recuperar la riqueza contenida en las experiencias y miradas de los distintos actores sociopolíticos.
Hablar hoy de la necesidad de elaborar nuevos proyectos populares de transformación en Argentina (y en América Latina), implica también la conformación de una nueva cultura política e ideológica en y desde los distintos sectores, grupos, clases y movimientos sociales y políticos potencialmente interesados en la transformación. En Argentina, esto significa, en política, buscar canales para construir el mestizaje cultural político‑ideológico entre las distintas identidades y pensamientos de los diversos actores sociopolíticos, que acompañaron las construcciones estratégicas de las distintas izquierdas: marxistas, marxistas leninistas, trotskistas, maoístas, cristianas, peronistas, comunistas, socialistas, ecologistas, humanistas, nacionalistas, indigenistas, etc., a lo largo del siglo XX hasta nuestros días.

4.9.

Articular un pensamiento y una política que otorgue sentido trascendente a la gesta y construcción colectivas, insertándolas (de modo coherente) y haciéndolas a la vez ‑por ello‑, constitutivas del proceso transformador y de transformación.
Es lo que normalmente llamamos estrategia (y tácticas), y hay que re-elaborarla de acuerdo a los actuales requerimientos del proyecto, la concepción del poder y los actores‑sujetos que la diseñarán y definirán con sus prácticas.

4.10.

Rescatar los logros, enfrentar las limitaciones y superarlas. Poner en común las concepciones respecto al sujeto social, político, histórico y sus modos y formas de articulación y organización, y –en igual sentido, respecto al poder y el proyecto alternativo.
a) Transformar la tradición cultural defensiva, presente en los movimientos sindicales y sociales en general, incorporando el pensamiento y las prácticas de la ofensiva.
La rearticulación de lo social y lo político, supone –más allá del contenido político que toda acción social encierra, y viceversa‑, la rearticulación de las culturas heredadas y predominantes hoy en las prácticas de cada ámbito. En lo social –así como en lo sindical‑, es predominante la cultura defensiva. Y a la hora de situarse como movimiento político‑social, es necesario superar –integrando‑ ese ángulo de las luchas sociales, al desarrollo de sus capacidades ofensivas.
Y esto tiene un sentido doblemente importante, como expongo en la introducción de este trabajo, porque el hacer consciente esta “carga” cultural abrirá las puertas a una riqueza inmensa para las prácticas actuales: además de posibilitar la superación de las limitaciones que provienen por desarrollar unilateralmente el componente defensivo de las luchas sociales, permitirá aprovechar mejor –con sentido estratégico revolucionario‑ las habilidades políticas que el dominio del “arte de lo posible” ha desarrollado en los militantes del ámbito social, en especial, en el sindical.
b) Encontrar modos y vías de decisión‑acción colectivas, en especial en tiempos de emergencia y movilización.
El funcionamiento horizontal y la democracia participativa que hasta ahora es mayoritariamente directa –habrá que experimentar otras‑, resultan difíciles de desarrollar en momentos de auge de la movilización que no admite demoras para la toma de decisiones. Se requiere un mayor empeño, por tanto, en aquellas organizaciones que se ubican en la perspectiva de la construcción de poder desde abajo.
Resulta fundamental construir modos de organización y funcionamiento participativos colectivos cotidianos y sistemáticos. Esto no resuelve por sí el problema que se plantea en situaciones de emergencia, pero contribuye notablemente a encontrar modos específicos pues la urgencia exige un funcionamiento acelerado de modalidades mínimamente desarrolladas e incorporadas a la cultura cotidiana de la militancia.
c) Superar el vanguardismo.
Hoy se abre paso cada vez más, la conciencia de la necesidad de construir un nuevo tipo de poder de la clase: el poder social; es decir, hay conciencia de que la clase ha sido atomizada y dispersa y está reducida en su función social; hay conciencia, sobre todo en la propia clase, de que es necesario recomponer su poder, pero para ser tal, el poder de la clase deberá ser, a la vez, un poder social. Y construirlo, articularlo, es parte de las tareas de la clase. Este es el principal sentido político de lo que significa afirmar hoy la “centralidad” de la clase.
Aceptar esto suponía y supone, reconocer una herejía: que los trabajadores no solo pueden sino que deben tomar en sus manos la acción política. Significa también otro cambio sustantivo con relación al sujeto de la transformación: no solo la clase es potencialmente sujeto, lo son también todos aquellos sectores explotados y oprimidos por el capital y el neoliberalismo colonialista en particular. Y todos hacen política, en la medida de su realidad y de sus posibilidades e intereses.
No hay sujetos de primera y de segunda; se es sujeto o no; de eso se trata.[59] No hay tres sujetos: un sujeto político (el partido), un sujeto social (sectores y clases sociales aliadas), y un sujeto histórico (la clase). El sujeto solo puede ser sociopolítico (articulado), y en tanto tal, al constituirse los actores sociopolíticos en sujetos, se constituyen también en sujetos de su historia, la que les toca vivir, en la cual deben construir, disputar y desarrollarse.[60]
Veamos algunas coincidencias y diferencias de fondo respecto de estos planteamientos:[61]
En relación con el tema del Partido Comunista reconoce el concepto “sujeto social pueblo con centralidad de la clase obrera”, en el entendido de que “...interpreta mejor el conglomerado humano de trabajadores precarios, desocupados... que necesitamos que se constituya en sujeto político de los cambios dándose una organización autónoma y combativa, articulando sus luchas, pero sobre todo construyendo una alternativa política propia.”[62] Sobre esa base elabora su propuesta de construcción de un bloque histórico, la construcción de una nueva vanguardia y de la unidad entre las fuerzas de izquierda.[63]
Y esto incide de modo práctico en la concepción de organización política, en la relación entre partido y movimientos sociales; es la concepción “aterrizada” de todo lo que se dice acerca del sujeto.
Yo creo que el concepto de vanguardia –dice Echegaray‑ está más vigente que nunca: el concepto, la esencia de la cuestión.[64]
Pero ocurre que es exactamente al revés: es precisamente la “esencia de la cuestión” que se condensa en el concepto “vanguardia”, la que resulta hoy retrógrada e inviable.
La izquierda argentina –sostiene Echegaray más adelante‑, que tiene traumas muy importantes por la débil inserción en el sujeto social, nos ha llevado a debates fuera de la realidad;[65] donde se ha hipertrofiado el concepto de vanguardia, y se ha hecho uso y abuso del enfoque de vanguardia autoproclamada. El enfoque de vanguardia autoproclamada es la licencia de 007 en la izquierda, permiso para hacer cualquier cosa. Porque si me proclamo como vanguardia y escribo «soy el partido de la clase obrera, vanguardia de la revolución» y tengo la razón y tengo la doctrina científica, puedo hacer cualquier cosa, hasta propiciar la división de la izquierda aún en una correlación de fuerzas totalmente negativa.
Esto nos ha llevado a hacer papelones como el hecho de que en el momento más difícil de la historia de la izquierda aparezcan 18 fórmulas de la izquierda. Lo que quiero decir es que ha llegado la hora de lanzar un fuerte mensaje: si seguimos con las políticas de vanguardias autoproclamadas, la unidad no será y por lo tanto la izquierda argentina no podrá cumplir su rol. No existe una vanguardia real en la Argentina, hay que construirla. Sin soberbia, sin elitismo, para construir poder popular.[66]
Las contradicciones de este discurso saltan a la vista: la cuestión pasaría –según lo dicho‑, por no pretender ser “vanguardia autoproclamada”, sino ser (simplemente) vanguardia (¿??).
Esta mirada del problema, que obviamente aborda algunas aristas reales del mismo, no expresa cabalmente el hecho de que construir la dirección política del proceso de transformación social en Argentina no pasa por reeditar algún tipo de partido “de vanguardia”, en primer lugar, porque la vida demostró que –en la mayoría de los casos‑ los que se pretendieron tales no lo fueron y, en segundo, porque teniendo en cuenta la realidad de fragmentación social existente –que se traduce en diversidad y multiplicidad de actores, identidades, problemáticas, aspiraciones, etc.‑, es imposible que una sola fuerza política (un partido o grupo de partidos de izquierda) resulte capaz de reunir todo el conocimiento de la diversidad, de representar y arrastrar tras de sí (esquema propio de toda vanguardia) al conjunto de fuerzas sociales populares.
Lo cultural denota aquí su presencia bloqueando las capacidades analíticas de actores, como el Partido Comunista, que acusan recibo claro de esta realidad aunque sin saber a ciencia cierta cómo ubicarse en un nuevo tipo de relación político-social. De ahí que, a pesar de todas las consideraciones, con su propuesta de conformación del “bloque histórico” actualizan el esquema vanguardista, clarificado en la propuesta de construir una “izquierda política” (grupo de partidos de vanguardia), que –a su vez‑ tendría la responsabilidad de dirigir a lo que ‑según ellos‑ constituye la “izquierda social” (sujeto social, masas seguidoras). Esta conjunción daría lugar ‑siguiendo su punto de vista‑ a la fuerza política capaz de impulsar los cambios. El esquema organizativo‑político resultante, sería una ampliación del esquema verticalista subordinante.[67] 




Nuevo bloque histórico:

Lo positivo que puede resultar de estos planteamientos, es el reconocimiento por parte de este u otros partidos de izquierda, de que la izquierda los trasciende a ellos y comprende también a los movimientos sociales, barriales, de desocupados, de campesinos, de mujeres, etc., sin embargo, no incluyen como parte de la izquierda, a todos los movimientos sociales que día a día luchan contra el sistema en las calles, en los campos, generalmente se inclinan a dar espacio (y crédito) solamente a aquellos movimientos influenciados o hegemonizados por sus partidos ‑vanguardias (autoproclamadas o no)‑.
Esto apunta a una reflexión que a mi modo de ver tiene un carácter de principio: no es lo organizativo lo que define y conforma al sujeto (los actores‑sujetos) como tal sujeto, sino a la inversa.
La experiencia histórica enseña, que el énfasis en la organización por encima de la política, condujo a separarla de sus bases legítimas, el pueblo, colocándola por encima de él, transformándola de modo fetichista en el objetivo fundamental de su propia existencia, en el sujeto real de los cambios (y en causa de la creciente fractura que existió entre la vanguardia y las masas populares).[68] No resulta ocioso por tanto, insistir en que el pueblo, constituido en sujeto popular, es el protagonista exclusivo de los cambios, de sus definiciones y realización. Construye sus organizaciones como instrumentos para perfeccionar su participación e influencia en el curso de los acontecimientos hacia la consecución de los objetivos definidos (y modificados) por él. Lejos de ser lo más importante, lo organizativo está en función del proyecto y del poder contrahegemónico construido por los actores‑sujetos, en tanto –en ese mismo proceso‑, ellos se (auto)construyen –articulación sociopolítica mediante‑ en sujeto popular de la transformación de su sociedad.
La organización y lo organizativo tienen un carácter instrumental en relación con lo político (y a los reclamos del propio sujeto popular), a la definición ‑colectiva‑ del proyecto y la puesta en común de una línea estratégica, entendiéndola abierta y en permanente construcción, de modo que posibilite modificar sobre la marcha los caminos, modos y métodos de lucha, incluso los objetivos. Todo es lícito si son los actores sociopolíticos constituidos en sujeto colectivo (sujeto popular), quienes deciden y asumen las tareas y responsabilidades que su decisión implica. La alternativa se construye y disputa todos los días, no hay certezas ni garantías. Y son siempre colectivos: la apuesta, el protagonismo, y la responsabilidad.
El meollo del asunto está en la concepción de la vanguardia, o más claramente, del partido entendido como vanguardia –autoproclamada o no‑ ¿de la clase, de los movimientos sociales, del pueblo?, cualquiera sea la “cola” o “predicado” que se le ponga, no modifica el contenido, de la problemática en cuestión.
Durante casi más de un siglo las funciones de organización y dirección de los sectores populares (“las masas”), se consideraron específicas de la vanguardia, entendida ésta como el partido representante de la clase –o mejor dicho, de la ideología de la clase. Dirigir era sinónimo de vanguardizar, lo que –en los hechos‑ significaba ordenar, mandar, “bajar” orientación a las masas a través de grandes estructuras piramidales. Las organizaciones sociales lo único que podían hacer ‑si tenían “conciencia de clase”‑ era acatar esas orientaciones y ejecutarlas (convirtiendo mediante su actividad práctica, las ideas en realidad material). Este esquema, presente con fuerza en la mayoría de las organizaciones políticas de la izquierda partidaria argentina, y ‑ aunque en menor medida, también‑ en los movimientos sociales, cuyos referentes de base, intermedios y dirigentes, se han formado mayoritariamente en las mismas escuelas, partidarias o sindicales, resulta hoy insostenible, por tres razones fundamentales:
1. No se aviene con la realidad sociopolítica actual del país y el continente, donde los nuevos actores sociopolíticos (organizaciones sindicales, campesinas, barriales, de desocupados, de mujeres, etc.), están a la cabeza de las movilizaciones contra el neoliberalismo.
2. Las organizaciones sociales populares no aceptan ser solo “base de apoyo”, “respaldo de masas”, o seguidoras de decisiones y proyectos políticos elaborados sin su participación.
3. Las masas populares, son “algo más” que materializadoras de ideas (construidas sin su concurso); son protagonistas plenas de su historia con capacidad para pensar (saber), decidir y actuar en correspondencia de sus decisiones.[69]
¿Qué hace posible entonces que una fuerza o un conjunto de fuerzas ocupe el lugar de liderazgo social y político en un momento dado? Su capacidad para lograr en ese momento la articulación de actores sociales, necesaria (e históricamente posible) para enfrentar la lucha contra el poder, en la forma y por los medios en que ésta se manifieste.[70] Y esa capacidad depende de muchos factores, muchos de ellos impredecibles.[71]
El problema planteado no se resuelve, dejando de ser vanguardia autoproclamada para buscar ser “simplemente” vanguardia, ni ampliando la vanguardia y en vez de un partido de vanguardia tener cinco o seis. Si se parte de reconocer que es necesario contar con un nuevo tipo de organización (y dirección) política que lejos de fracturar aún más lo social de lo político, y sus actores, los integre, articule y cohesione, las energías deberían encaminarse hacia otro espacio, hacia el ámbito sociopolítico, aportando a la construcción del movimiento político‑social, codo a codo con todos aquellos que se sientan llamados y capaces de asumir las responsabilidades de la hora actual. Teniendo en cuenta que no es la organización la que define al sujeto popular, esto implica, en primer lugar, aportar a la discusión‑creación‑definición del proyecto alternativo y de las tareas de la hora actual, basándose en lo cual, ese movimiento irá definiendo –colectivamente‑ sus formas orgánicas, sus modos de actuación, su estrategia.
Es allí, en esa actitud práctica donde se encarnarían los [auto]llamados a la superación de la soberbia, del elitismo, etc., concurriendo con modestia a dar su aporte a una construcción colectiva, que necesita también la presencia de los partidos de la izquierda, de su capacidad y experiencia. Es el momento de poner fin a casi un siglo de desencuentros estériles, dando muestras –todos los integrantes de las izquierdas‑, de honestidad y grandeza intelectual, política y moral, en relación con la historia de lucha del pueblo argentino y a los desafíos de la hora actual.
Vanguardismo, unidad teórica y sectarismo práctico
La presencia de viejos y nuevos enfoques culturales se ponen de manifiesto con mayor claridad, cuando de pasar del discurso a la actuación política se trata. Por mucho que se diga que no se concuerda con posiciones vanguardistas, éstas están dominando los planteos si se piensa que:
Es hora de plantear un proyecto nacional que debe provenir de otro actor político y social, de un nuevo bloque histórico, el que las izquierdas deben organizar sumándose y promoviendo la unidad con los agraviados, explotados, excluidos y hambreados que son la inmensa mayoría del pueblo. // (...) Debe conformarse una nueva alianza de clases y sectores, que exprese a las fuerzas agredidas por el capitalismo actual y que tenga necesidades objetivas de superarlo. // (...) Este nuevo bloque histórico necesita para su articulación la unidad de las izquierdas, que debemos abandonar el sectarismo y el dogmatismo, para generar la masa crítica necesaria que sume a los sectores afectados por el capitalismo actual, y sacar a la Argentina de la profunda crisis global en la que está sumergida.[72]
La propuesta de “nuevo bloque histórico”, jerárquicamente concebido y estructurado, conserva la esencia del vanguardismo, que incide de modo directo en el fracaso de la unidad de la izquierda.
En la construcción de la alternativa hay un problema que es táctica y que es estrategia, que es política y que es ideología, que es acción práctica y que es un problema moral, que está íntimamente vinculado al pensamiento del Che, que es el gran tema de la unidad. Mientras no haya unidad de la izquierda no habrá posibilidad de construir una alternativa en la Argentina. (...)
Sepamos unirnos para generar la perspectiva de una fuerza política unida de la izquierda y poder empezar a cambiar la historia en nuestro país en favor de los de abajo.[73]
La unidad es considerada un valor en abstracto, un presupuesto ideológico y no político, una condición preexistente a toda otra consideración. Pareciera ser “algo” que los demás deben aceptar si quieren demostrar su condición revolucionaria. Ocurre que, convencidos de poseer la verdad absoluta acerca de la realidad, levantan la unidad como bandera, pero simultáneamente la emplean como argumento y estandarte para atacar a todos los que piensan de un modo diferente como si –por tal razón‑ fueran infractores al principio de la unidad, y no actores sociopolíticos que conforman la realidad diversa y compleja, que ellos dicen reconocer en sus discursos. En conclusión: el sectarismo se impone.
Es imprescindible tomar conciencia del peso cultural integral del vanguardismo –y también del verticalismo, del autoritarismo‑ que rebasa incluso la voluntad de superarlo si no se pone especial empeño para ir modificándolo en las prácticas cotidianas.

4.11.

Mantener siempre la brújula en lo fundamental de toda transformación social revolucionaria: el pueblo.
El desafío mayor es salir a buscar a los millones que no están y que es imprescindible que participen plenamente del proceso transformador como protagonistas que son de su presente y su futuro. Es al pueblo a quien hay que ir a buscar, pues el es el protagonista, no los partidos, ni las estructuras organizativas en general. Sin la participación plena del pueblo ‑en proceso de constitución en sujeto popular‑ no hay transformación posible.

4.12.

Recuperar la búsqueda de felicidad como parte de la utopía.
La pelea y la transformación cultural no implica solamente el sacudón intelectual, el cambio de mentalidad y la revitalización del lado crítico del pensamiento revolucionario, significa también recuperar la alegría de vivir, asumir la transformación como un proceso que es necesario y posible gozar, no solo como sacrificio (raíz cristiana) aunque lo es en cierta medida, no como postergación de la vida para un mañana que nunca llegará pues la vida no vuelve atrás. Es necesario desarrollar una nueva cultura, empezar a construir desde ahora la sociedad que queremos en todos los aspectos, en el entendido claramente aprendido por las experiencias históricas de las luchas de los pueblos, que no hay mañana distinto del presente si este no comienza a construirse desde el presente. La transformación es ahora, en este tiempo, y aquí, y es con alegría y grandes dosis de amor.

5. Tareas

El apretado diagnóstico realizado pone de manifiesto en toda su amplitud y diversidad nodos de condensación de problemas y, a la vez, con ello abre pistas para soluciones posibles; profundizar en ellas para llegar a conclusiones político‑prácticas concretas (tareas), resume hoy, la encrucijada de la izquierda argentina.
Estos nodos están interpenetrados e intercondicionándose unos a otros, aunque pueden agruparse según criterios, en lo político, en lo cultural, en lo organizativo y en lo ideológico. A partir de lo fundamental, que parte de:

1. Enfrentar los desafíos e ir resolviendo sus demandas colectivamente.

Supone hoy:
2. Generar espacios plurales de la izquierda (y articulados) para discutir el proyecto (lo patriótico‑nacional, el socialismo y su relación con la transición).
La discusión de las alternativas implica la discusión‑definición del proyecto no capitalista hoy, es decir, del debate acerca del socialismo y, dentro de éste, la definición dela transición, sus modalidades y alcances.
Este debate no es nuevo y, en sentido estricto, nunca ha sido eliminado de la palestra de las reflexiones de la izquierda argentina,[74] pero se ha desarrollado en forma fragmentada por parte de distintas izquierdas y con repercusiones hacia el interior de cada sector. De lo que hoy se trata, es de articularlo doblemente  ‑con el conjunto de actores sociopolíticos del campo popular y‑ con la definición del proyecto alternativo, dándole un sentido predominantemente político por sobre lo ideológico, aunque sabemos que uno siempre presupone al otro.
3. Explicitar las estrategias subyacentes en las prácticas de la última década (al menos) y avanzar definiciones estratégicas consensuadas colectivamente.
La indiscutible interrelación entre trayecto‑proyecto reclama fortalecer y ampliar las actividades teórico‑reflexivas destinadas a la recuperación de la memoria histórica, entendiéndola como una herramienta fundamental de la elaboración del proyecto, como una bisagra‑puente entre el trayecto recorrido por el pueblo y sus luchas, que a su vez hace posible el proyecto del presente. Todo esto tiene que ver con la búsqueda de sentido de las luchas actuales. Porque es el sentido lo que está en disputa atrás de la disputa de los proyectos. Decir “nacional y popular”, a secas, define poco y nada, más bien me atrevería a insinuar que confunde. Son muchos quienes esgrimen esas banderas; es necesario ir más allá, definir los contenidos de eso “nacional y popular”, lo que supone para el campo del pueblo, a su vez, inscribirlo en la perspectiva superadora del capitalismo, el socialismo. Este es el sentido hoy en disputa, y la resolución del mismo no depende de discursos ni declaraciones de tintes ideológicos, se juega y se define en las calles, en los barrios, en los campos, en las fábricas, en las escuelas, en los hospitales, en las universidades, en los centros de trabajo en general. Está en discusión en todo momento y lugar y es así como debemos enfrentarlo.
4. Poner en común un modo de interrelación entre las organizaciones políticas y los movimientos sociales, a partir de reconocer la necesidad de construir un nuevo tipo de organización política: la organización político‑social. Es decir, avanzar en la articulación de la nueva izquierda (sociopolítica) argentina.
Quiero subrayar dos elementos importantes a tener en cuenta:
a)                    Esto se asienta sobre la construcción de un nuevo modo de representación: que lejos de suplantar el protagonismo y la participación en las tomas de decisiones, los concerte y potencialice sobre la base de modos participativos colectivos de funcionamiento, decisiones y gestión.
b)                    Supone la articulación de diferentes modalidades organizativas y de dirección de las fuerzas sociales activas: de los partidos de la izquierda partidaria tradicional, de los partidos de izquierda (marxistas, peronistas de izquierda, cristianos...) emergentes en el último período, o reapariciones de organizaciones políticas de los 70, enfatizando cada vez con mayor fuerza, en primer lugar, la necesidad de generar espacios de coordinación y proyección colectivas, consensuadas hacia objetivos comunes.
Tal como están planteadas las posibilidades en Argentina, este nuevo tipo de organización política tomaría cuerpo en la constitución del movimiento político‑social, varios sectores de la izquierda ‑con sus bemoles‑ coinciden en ello; en un primer momento, los modos de articulación entre las organizaciones partidarias y los movimientos sociales –en su diversidad y variedad‑, además de ser diversos y móviles, tendrán un alcance transitorio, hasta ir encontrando –de conjunto‑ en las prácticas los nuevos modos de relación que esta re‑articulación implica. El hecho de que se sepa horizontal y desde abajo indica solo un camino, pero las modalidades concretas en que esta horizontalidad se implementará y cobrará formas, requiere de la identificación y definición de roles para cada cuál, tareas, responsabilidades, no jerarquizadas entre ellas, pero sí diferenciadas según capacidades, necesidades y posibilidades. (lo que no significa que un partido se haga cargo de un área o tarea y un movimiento social de otra, y así sucesivamente; los roles pueden ser asignados por regiones, o sea, colectivos, que a su vez supongan otras articulaciones (horizontales siempre) en su interior; pueden ser asignados a grupos de personalidades de identidad político partidaria diversas, etc... Esto se irá dibujando y definiendo en las prácticas.
Es bueno recordarlo ahora porque el síndrome del “fantasma” del FREPASO pudiera incidir negativamente sobre algunos partidos de la izquierda, haciéndolos creer que la entrada a un movimiento articulado horizontalmente implicaría la disolución de la organización partidaria. Es realmente imposible predecir cuál será la ruta completa de esta nueva organización, pero lo que salga de allí en materia política, organizativa y demás, será por decisiones tomadas colectivamente y sin oposición de ninguna de las partes. Esto último lo considero muy importante porque es la base de un tipo de democracia también horizontal que entiende el consenso como camino de crecimiento y definiciones, y a éste no como la idea simplemente predominante, sino como la idea ‑o propuesta‑ que, además de ser predominante, lo sea por convicción de todos y una vez convertida en decisión, lo sea sin tener otras haciéndole la contra. Si no, fuese imposición de la mayoría sobre la minoría, y esa melodía ya la oímos... y ya sabemos hacia dónde conduce.[75]
5. Construir una conducción colectiva del proceso.
La apuesta del movimiento político-social y cultural, además de responder a la necesidad de contar con un instrumento [socio]político, es la base para enfrentar con éxito el desafío de construir la dirección [socio]política del proceso [socio]político de lucha y transformación social, con la participación plena de los actores [socio]políticos que lo protagonizan.
Sobre la base de un nuevo modo de articulación de los actores: horizontal y plural, que se conformaría en los ámbitos del movimiento político‑social, un nuevo tipo de conducción política de los procesos sociales actuales, supone un nuevo modo de dirección: concertada con la participación de todos, construida y definida de abajo para arriba, por cada uno de los actores protagonistas.
6. Desarrollar el nuevo pensamiento critico‑autocrítico estratégico de la revolución.
Tomando como punto de partida las diversas búsquedas teóricas y prácticas que se han desarrollado en este sentido, es importante avanzar en la construcción integral de un nuevo pensamiento revolucionario radical, crítico y autocrítico; sacarse las anteojeras, dejar de lado los dogmas de cualquier origen, y pensar con una mentalidad abierta a la vida, a los cambios ocurridos en lo social y económico‑productivo, en lo político, tanto en el ámbito local como internacional; recuperar como propias las enseñanzas de lucha de los pueblos, y en especial de los pueblos latinoamericanos, abrir el pensamiento a la creatividad de los amplios sectores populares.[76]
7. Poner énfasis en la transformación cultural que los desafíos y las tareas reclaman.
En sentido general, puede decirse que el énfasis en la transformación cultural como parte de la construcción está más presente en las filas de los movimientos sociales y sociopolíticos, como los piqueteros, las asambleas populares, las fábricas recuperadas, la CTA, pero la realidad no es en blanco y negro. Las distintas miradas y culturas, lo viejo y lo nuevo, están presentes en los partidos, en los movimientos sociales y en los intelectuales de la izquierda argentina, por variadas razones, entre ellas porque la problemática cultural es “de época”, está omnipresente y, por tanto, marca todos los análisis y las prácticas. La cultura del vanguardismo, ese (supuestamente) “saber cómo”, el verticalismo autoritario, y la centralización de las decisiones, acompañados por el consiguiente método de ordeno y mando (de arriba hacia abajo), no ha sido realmente superada. Y no por mala voluntad.
Es necesario transformar radicalmente las prácticas cotidianas en el mundo de la construcción política y social, pues es allí dónde nacen, se producen y reproducen las culturas, también ‑obviamente‑ las revolucionarias.

6. Reflexiones finales

A modo de cierre –y resumen‑ de las reflexiones expuestas responderé brevemente las interrogantes planteadas para elaborar este estudio, las cuales han actuado permanentemente como guía para orientar y organizar la investigación que, como todo lo referente a lo social, tiene múltiples, yuxtapuestas y simultáneas aristas de entrada, escudriñamiento y salidas para el análisis. No pretendo por ello, que las líneas siguientes constituyen “la verdad” total sobre el tema analizado, sino una mirada lógica, argumentada y reflexionada centrada en los objetivos propuestos. Veamos.
‑¿Existen estrategias innovadoras?
De hecho, están planteadas en la izquierda argentina dos propuestas de re‑articulación social y política del campo popular; ambas coinciden en la necesidad de que esa re‑articulación se convierta en bastión político‑social que encarne al sujeto del nuevo proyecto de transformación social en Argentina, y en plataforma de conducción colectiva del campo popular hacia la conquista de los objetivos trazados. Estas pueden sintetizarse en:
a)                     La propuesta de construcción de un “nuevo bloque histórico” entre la izquierda política y la izquierda social (sostenida por Partido Comunista, Izquierda Unida);
b)                     La propuesta de construcción de un movimiento político, social y cultural, levantada (y desarrollada durante años), en lo fundamental, por la Central de Trabajadores Argentinos.
Las consideraciones pormenorizadas acerca del alcance, ventajas o limitaciones de cada una de ellas, han sido expuestas –en lo fundamental‑ en el desarrollo de este trabajo, lo que permite concluir que solo una de ellas –la propuesta “b”‑, resulta realmente innovadora en materia estratégica, acorde con las demandas y posibilidades que existen y se abren en la actualidad, teniendo en cuenta los modos actuales de interrelación de la contradicción capital‑trabajo y las tendencias de su desarrollo mediato e inmediato en el país, la región, el continente y el mundo.
‑¿A partir de qué elementos se definen los objetivos estratégicos?, ¿y las tareas?
‑Dar cuenta de la reorganización y modificación estructural (económica, política, social y cultural) de la contradicción capital‑trabajo ocurrida en la Argentina (y en el mundo) en los últimos 25 años y más concretamente en los últimos 10.
‑La necesidad de reconstruir el poder de la clase trabajadora sobre nuevas bases: reconstruyendo el poder de la clase en tanto tal a partir de reconocer como integrantes de sus filas a todos los trabajadores empleados y desempleados, y, sobre esa base, preponerse abrir espacios –como, por ejemplo, la propia central de trabajadores‑, que contribuyan a la re-articulación de los distintos sectores de la sociedad atomizada en sus modos de existencia y problemáticas por el neoliberalismo, de modo tal que sea posible ‑para la rearticulación clase‑pueblo (a su vez re-articulado como tal pueblo)‑, superar las barreras de la sectorialidad y plantearse seriamente la reconstrucción del poder social de la clase, en tanto este sea, a la vez, organizador‑constructor y promotor del poder del pueblo re‑articulado y organizado como protagonista pleno de su historia (centralidad de la clase), en camino de constitución en sujeto popular (colectivo re‑articulado) de la transformación.
‑Ese proceso se desarrolla a la vez, como un proceso de construcción‑acumulación de poder popular desde abajo, simultáneo a la destrucción de las bases del poder hegemónico, en proceso constante de transformación de la sociedad, la conciencia de los actores‑sujetos-, y los actores sujetos mismos, a partir de la participación plena de éstos como constructores‑creadores del proceso de transformación que deviene así proceso práctico‑pedagógico de formación de conciencia política, poder, organización, proyecto y sujetos.
‑Reconocimiento de cada uno de los actores sujetos que participan del proceso como actores sujetos plenos en proceso de constitución (auto-constitución) en sujetos (plenos) de la transformación, en cuyo diseño y realización participan de igual modo.
‑Proponerse la re‑articulación de lo político y lo social (y de sus actores y problemáticas, identidades, deseos e intereses), reconociendo la falsedad del “techo de lo reivindicativo” y el consiguiente necesario “salto” a lo político, poniendo fin a la separación partido‑organizaciones de la clase, y partido‑movimientos sociales, abriendo caminos para la construcción de un nuevo tipo de organización política: la organización político‑social, construida sobre bases de horizontalidad, pluralismo, democracia y participación plena y en igualdad de condiciones (facultades y capacidades) entre cada uno de los participantes, base sobre la que se viene gestando un nuevo movimiento (político‑social) de izquierda en Argentina (y en el continente y el mundo).
‑Recuperar la lucha contra la enajenación política como parte de la lucha contra la enajenación humana, y ambas como eje central (articulador, convocante y movilizador) de la gesta de liberación de la clase y el pueblo.
‑Avanzar colectivamente en la definición del proyecto alternativo, vale decir, respetando los diferentes ritmos de maduración de los diversos actores‑sujetos sociopolíticos de modo tal que –al menos la inmensa mayoría posible‑pueda participar del diseño del proyecto que otorgará sentido a las resistencias y luchas colectivas.
Construir las herramientas políticas, organizativas y culturales (nueva cultura, nuevo pensamiento estratégico), necesarias para lograrlo.
El modelo de sociedad al que se aspira debe estar implícito en el modo de articulación y organización política, social y cultural del sujeto popular que lucha por obtenerla (y construirla).
Repetir modelos verticalistas y autoritarios en la organización popular, aunque se proclame la participación y la igualdad de derechos políticos, es sembrar la semilla de un futuro poder político autoritario. No puede haber contradicción entre medios y fines.
‑¿Cuáles son sus resultados?
La Central de Trabajadores Argentinos se fundó con esta perspectiva de construcción estratégica, en el año 1991. Desde entonces ha trabajado sin cesar en materia de re‑articulación al interior de la clase (particularmente, con los desocupados), con otros sectores y actores sociales (Federación Agraria, organismos de derechos humanos, juventud, mujeres, cultura, etc). Ha realizado seis encuentros nacionales con carácter de congresos, el último de los cuales discutió y resolvió pasar de lleno a la construcción del movimiento político, social y cultural, propuesta concreta de la central a construir en común acuerdo con los otros sectores y actores políticos, sociales y sociopolíticos del campo popular.
Cuando nació, y durante casi toda su trayectoria, la central fue la centralidad de la clase; ésta se expresó y tomó cuerpo y alma a través de la central. Pero hoy la realidad no es la misma. Las tareas y los desafíos son mayores y reclaman avanzar en una articulación político‑social mayor sobre la base de definiciones también de mayor alcance, por parte de la clase y de toda la militancia de la central. No solo hay que cohesionar las propias filas, sino ser capaces de ir a convocar a los demás, a la vez que ser también convocados por ellos, debatir, dialogar, colectivizar el proyecto y las herramientas, vías y métodos para lograrlo.
Pero resulta difícil despegar plenamente, tanto por una cierta confusión que ha llegado con el nuevo gobierno, y que está presente en varios sectores de la izquierda y también en cierta parte de la militancia y de la dirigencia de la central, acerca de la pertinencia o no, en la coyuntura actual que vive el país, de construir una herramienta como la planteada en el VI congreso de la CTA. Por otro lado, porque desde otros sectores de la izquierda ‑sobre todo partidaria‑, se afirma el agotamiento y muerte de la propuesta del movimiento, lo cual debilita también su construcción ya que serían ellos una parte importante con la cual construir colectivamente.
Un tercer elemento –y muy importante‑ está dado, a mi modo de ver, por la falta de definición explícita de un proyecto alternativo, que contenga elementos programáticos lo suficientemente claros (no digo acabados) que permitan articular en torno a él, en primer lugar, a las fuerzas propias (dispersas o confundidas políticamente en esta coyuntura), y, en segundo y sobre la base de lo anterior, ser punto de partida para convocar a las demás actores sociopolíticos a participar del debate y definición colectivas. Esto dotará claramente de sentido a la organización político‑social multisectorial propuesta, que solo puede ser útil a la estrategia concebida y desarrollada si es eso: un instrumento para avanzar en la concreción del proyecto; si no, el peligro cercano es que, en ausencia de un proyecto claro, el instrumento se convierta en objetivo, con las consiguientes tergiversaciones de los objetivos políticos últimos de su existencia y de su razón de ser, tornándose ‑como ha ocurrido históricamente en tales casos‑, un ámbito marcado por las disputas por cargos, puestos, representaciones, etc...
Este es el punto del debate hoy entre los constructores‑creadores de dicho movimiento y la izquierda en general; resolverlo positivamente resume su desafío principal y sus tareas actuales.
El desenlace es abierto.
** *** **



Apéndice

1.

Formación del Bloque Piquetero Nacional[77]
Sobre la base de reclamos acerca de la presencia y el protagonismo de unos y otros en las jornadas de Plaza de Mayo de diciembre del 2001, algunas organizaciones piqueteras dieron por concluidas sus posibilidades de convivencia con la FTV o la CCC en los marcos de las asambleas piqueteras hasta ahora realizadas. Tanto el MTL como el Polo Obrero, por ejemplo, reclamaron la realización de una tercera asamblea piquetera nacional, que según señalan se había planteado en el congreso de septiembre para realizarla en el mes de octubre del 2001, luego de las elecciones. Pero “...no se realizó en octubre, no se realizó en noviembre, no se realizó en diciembre”; no hubo un ámbito donde discutir los sucesos. Así, en febrero de 2002, tanto la dilatación (o imposibilidad) de la convocatoria a una tercera asamblea piquetera, como la acumulación de discrepancias entre las posiciones de los distintos referentes, abonaron el camino para la formación de un nuevo nucleamiento piquetero denominado Bloque Piquetero Nacional (BPN).
Este BPN reúne a organizaciones que tienen entre sí una mayor coincidencia política[78] acerca del accionar piquetero: Polo Obrero, Movimiento Territorial Liberación, Coordinadora de Unidad Barrial Argentina, Movimiento “Teresa Rodríguez”, Frente de Trabajadores Combativos. Tiene una conducción integrada por un representante de cada organización: Néstor Pitrola (Polo Obrero), “Beto” Ibarra (Movimiento Territorial Liberación), Oscar Kuperman (Coordinadora de Unidad Barrial), Roberto Martino (Movimiento “Teresa Rodríguez”), Ernesto (Frente de Trabajadores Combativos).
Entre sus planteamientos principales se encuentran:[79]
‑No dar tregua al gobierno.
‑La impugnación del actual proceso electoral: “...que se vayan todos ya; por un segundo argentinazo.”
‑Expropiación de las empresas vaciadas para ponerlas bajo control obrero.
‑Reapertura de fábricas cerradas para ponerlas a andar bajo el control de los trabajadores.
‑No pago de la deuda externa.
‑Luchar por las reivindicaciones en lo barrial, con un norte político de salida a la crisis.
‑Unidad de los trabajadores ocupados y desocupados.
‑La transformación social y con ella la transformación económica y política que necesita el país.
Además del Bloque Piquetero Nacional, se ha ido conformado –simultáneamente‑ lo que podría constituir un tercer grupo de piqueteros, encabezado por la Coordinadora de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón”, con la concurrencia de la organización barrial Barrios de Pie, del Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados, que lidera Castells, el Movimiento “Teresa Vive”, el Movimiento Sin Trabajo, entre otros. El otro grupo estaría integrado por las organizaciones CCC y FTV, y tendría su base territorial principal, en este caso, en La Matanza con presencia en determinados puntos del país.
Interactuando en la maleza de incomprensiones mutuas, se construyen las distintas lecturas que cada uno de estos agrupamientos piqueteros ‑y las organizaciones individualmente‑, realizan acerca de la coyuntura actual y lo que –a juicio de cada cuál‑ habría que hacer para enfrentar la crisis que vive el país. En síntesis, puede decirse que –al respecto‑, se ha planteado una disyuntiva en dos aspectos. Uno, acerca de la pertinencia de la negociación o no con sectores gubernamentales en aras de conseguir determinados objetivos: están los que rechazan todo tipo de negociación por considerarla un camino de colaboración directa o indirecta con el gobierno, y aquellos que –como la FTV y la CCC‑, sostienen que la negociación es parte de la lucha, una vía de enfrentamiento y construcción que se conjuga en la concreción de determinados objetivos para, a partir de allí, seguir avanzando y luchando. “Lo que no se puede hacer es traicionar –puntualiza D’elía‑, pero la negociación es parte del proceso de lucha. Me da gracia cuando critican nuestro diálogo con el gobierno, porque después ellos también piden espacios de diálogo con el gobierno...”[80]
Con simétrica justeza, pueden entenderse las observaciones del representante del MTL cuando precisa: “Nosotros creemos que no hay lugar para tregua, creemos en un gobierno de los trabajadores y del pueblo. Estas son diferencias abismales con estas corrientes que le han dado tregua. Nosotros no le dimos tregua aún cuando nos han dado satisfacciones a algunos de los reclamos porque sabemos que estas son soluciones pasajeras, los planes de jefas y jefes que han abierto ventanillas para el Bloque Piquetero Nacional son solamente un paliativo insignificante que no alcanza ni para la primera semana del cobro de estos compañeros. Aspiramos a la liberación de la clase.”[81]
Otro aspecto divisor de aguas se ubica alrededor de la consigna‑exigencia levantada por el pueblo en las calles argentinas los días 19 y 20 de diciembre de 2001: “Que se vayan todos”, “Fuera Duhalde ya”. Están aquellos que –como la FTV, por ejemplo‑, acordando con el “que se vayan todos”, sostienen que lo que hay que hacer ahora es construir una alternativa popular para lograr hacerse cargo del gobierno nacional. “No acordamos con que Duhalde se vaya ya ‑dice D’elía‑, porque si eso nos asegura un gobierno de unidad popular, fenómeno, pero si eso significa que vuelven algunos de ellos por derecha o por izquierda, entonces es lo mismo. Lo que tendríamos que hacer es reconstruir el movimiento popular, hacer un gran esfuerzo de unidad y ofrecerle a nuestro pueblo un instrumento que signifique una salida democrática, que vaya desde el ARI hasta el PC, pasando por el Polo, por el Frente para el Cambio, que sea capaz de juntar a la CTA, a la CCC, al FRENAPO, a todos...”[82]
Sin embargo, otros opinan que tal punto de vista es algo más que errado: “Ellos entendieron que había que dejar gobernar a Duhalde, y nosotros entendemos que eso se paga en costos humanos para la sociedad argentina; por eso hay que decir que se vaya... hay que ahorrar sufrimientos para nuestro pueblo.”[83] En relación con los sucesos del 19 y 20 de diciembre, Ceballos señaló: “El 19 y el 20 de diciembre hubo un estado de movilización y participación de la gente tendiente a repudiar la política del gobierno, pero la política de la CCC y la FTV fue interpretar todo eso solo como un complot de los sectores del poder; se encerraron en la política del complot. Esa es una diferencia profunda.”[84]

Miradas largas aprisionadas en pequeños e intrascendentes detalles

Todos llevan algo de razón, es lo más probable, sin embargo el debate se encuentra como congelado. En primer lugar, porque como he podido constatar conversando con representantes de las distintas organizaciones, ninguna se asume a sí misma como responsable de lo que (el o) los otros le adjudican. Y quizá lo más probable es que así sea, que el camino de las incomprensiones esté más abonado por apariencias y prejuicios políticos y culturales de uno y otro sector que por hechos o tendencias concretas. Pero para saberlo, para avanzar en esclarecer dichos y entredichos, sería necesario dialogar, establecer –además de acuerdos puntuales de acciones conjuntas‑, espacios de intercambio de puntos de vista, ideas y modos de asumir la resistencia, la lucha y la construcción. Sería esta una puerta importante de abrir para buscar –y encontrar‑ los eslabones capaces de articular uno y otro punto de vista y metodologías, en vez de antagonizarlas y oponerlas como incompatibles. Sería un importante paso a la unidad de actores sociopolíticos heterogéneos que supone la concreción de ámbitos, propuestas y formas de organización y actuación plurales, hacia la conformación de una nueva identidad colectiva común.
Esto demanda, en segundo lugar, desechar actitudes sectarias aún muy presentes en las concepciones y prácticas, sobre todo del movimiento político de la izquierda argentina, y ‑aunque en menor grado‑ en el ámbito de las organizaciones sociales.[85] El énfasis acusatorio de unos a otros, las discrepancias acerca de los sucesos ocurridos y por ocurrir, fueron la justificación esta vez, para dar paso a la descalificación política de unos y otros.
Quizá –teniendo en cuenta la historia nacional‑ sea éste un proceso necesario de diferenciación, para luego replantearse ‑con identidades consolidadas cada uno‑, el camino de la reconstrucción de la unidad. Una muestra de ello pueden considerarse quizá, estas palabras de Ceballos: “Dentro del movimiento piquetero creo que es posible avanzar hacia una unidad; nosotros nos hemos diferenciado porque no podemos pertenecer a una misma organización, pero eso no implica que no podamos tener ningún acuerdo común respecto a lo que pasa en el país... En lo político social hay todo un camino para andar...”[86]
Si la unidad del campo popular es la principal herramienta –escudo y lanza‑ de lucha y poder frente al enemigo local y externo, construirla es parte de sus desafíos.



2.

Distintas posiciones de las izquierdas respecto del gobierno actual, las perspectivas, y las tareas actuales de la izquierda.
‑La franja IU-PO con sus movimientos sociales
Las elecciones y el nuevo gobierno:
Las elecciones fueron parte de “una pulseada, una carrera por el poder cuyo primer tramo ha sido ganado por la burguesía.”[87]
Para el PO: “Las elecciones no han resuelto ninguna de las cuestiones que fueron puesta a la orden del día. ...son simplemente un episodio dentro del período histórico abierto por el argentinazo.” Como consecuencia de ellas, la Argentina ha entrado en lo que califican como “un desvío democrático”.
Al nuevo gobierno lo define el PO, como “un ovillo de contradicciones” encargado de reconstruir las relaciones sociales capitalistas, que habían colapsado en Argentina.[88]
El gobierno es parte de “una tentativa de reestructuración del bloque de poder, de conformación de una nueva hegemonía, de búsqueda de consenso hacia el modelo vigente (lifting mediante).”[89]
Caracterización de la situación actual:
IU: El momento actual que vive el país está marcado por la recomposición del poder, y el reflujo de la ola popular.
PO: La crisis de poder sigue abierta, “ahora lo que hay que determinar es qué sección del capital será destruida y cuál no; cuál se salvará y cuál irá a la quiebra.” Esto acarreará conflictos crecientes en el seno del poder los cuales, junto a la “experiencia que las masas desarrollarán con el nuevo gobierno replantearán la cuestión de la lucha por el poder para las masas. La perspectiva es de “graves choques políticos ” con posibilidades de “intervención revolucionaria. ...Esto es lo principal.”[90]
Situación de la izquierda:
Según ellos, la izquierda está debilitada en este momento por no “haber podido” dotarse de “...un bastión suficientemente sólido como para poder defender [en las elecciones] las posiciones ganadas.”[91]
Analizando las causas de esta situación, el Secretario General del Partido Comunista señala:[92]
‑La “insuficiencia del debate” en torno a la estrategia del poder.
‑La definición de la existencia de una “situación revolucionaria” a partir del 19 y 20 de diciembre de 2001, que desató
‑La puja entre supuestas “vanguardias”, que a su vez, se transformó en
‑Obstáculos al desarrollo de la “autonomía de los de abajo”
‑Obstáculos en la convergencia de las fuerzas de izquierda y de éstas con el movimiento popular “autónomo”.
Para el Partido Obrero el fracaso electoral, que denominan “resultado “muy bajo”, se debe: 1. En las barriadas obreras la batalla por el voto no fue político‑ideológica, sino material, marcada por las “condiciones de terrible miseria” que llevó a votar por planes de empleo y bolsas de comida. 2. Hubo una “reacción anti-piquetera” en las capas superiores de la clase media. No veían a los piqueteros “como una alternativa de poder”. 3. El crecimiento acelerado del partido que llevó a promover a cuadros muy jóvenes, sin formarlos adecuadamente.[93]
Actitud del partido‑IU en la coyuntura actual:
A tono con ello, se define[94] la necesidad actual de “pasar a otra etapa en la construcción de la alternativa popular, que exige un cambio de actitud”: La izquierda no podrá seguir “moviéndose como una vanguardia” en vísperas del asalto al poder.
PO: “El Bloque Piquetero Nacional ha declarado, con mucha claridad, que no otorga ningún apoyo político al nuevo gobierno.”[95]
Tareas en la actual etapa:
La nueva etapa para el PC, se define como “tiempo fundacional” marcado por dos factores o elementos, a los que consideran “puntos de partida”:
a) La unidad de las fuerzas;
b) El respeto a la “autonomía de las bases” (¿??)
La alternativa hoy:
Sobre esta base, proponen una serie de medidas de carácter programático inmediato, las que definen como revolucionarias;  llaman a los “sectores reformistas” (sic) a romper con “la trampa ideológica que los somete a los vaivenes del Poder”, y a converger con la izquierda –es decir, con IU y su propuesta‑, “en el enfrentamiento al imperialismo y al modelo.”[96]
Para el PO, hay que “desarrollar las tendencias revolucionarias que existen como una potencialidad en la nueva situación”. A tono con ello, los “tres pilares básicos” de la política del partido son: 1. Amplia organización de la “movilización directa” de las masas por sus reivindicaciones; 2. Marcar “a fuego”, con “la más enérgica actitud”, las “limitaciones, capitulaciones y entregas del nuevo gobierno”; 3. Una clara delimitación entre ellos y “todas las experiencias de colaboración de clases y centroizquierda e de izquierda, tanto en el plano nacional como internacional.”[97]
‑El PCR con la CCC
Definición del gobierno:
Según, Otto Vargas, Secretario General del Partido Comunista Revolucionario:[98] “Predomina la continuidad” y no la ruptura con el gobierno de Duhalde. El gobierno de Kirchner es “el más frágil, electoralmente”, en un siglo. Tiene “un grupo muy chico”, algunas “decenas de cuadros”, y eso “no da para gobernar la Argentina.
Las elecciones y el “tiempo de descuento”:
Comenzó el “tiempo de descuento”, debido a la fragilidad del gobierno, y a que la “trampa electoral” terminó con un empate: ni el poder, ni el ellos consiguieron lo que querían.
Por tanto: “se marcha a un desenlace y nosotros nos preparamos para ese desenlace.”
Caracterización de la situación actual:
“Buena, para no decir muy buena.” “Mejor que en el Argentinazo” (diciembre 2001).
Actitud del partido en la coyuntura actual:
Ser “cautelosos con la expectativa de las masas”, no adelantarse “demasiado... para reflexionar con las masas y para avanzar.”
La alternativa hoy:
La confianza radica en la lucha: “Nosotros en lo único que confiamos es en la lucha.” Y el desenlace en un nuevo “argentinazo”. Para ello, hay que “reagrupar las fuerzas” y acumularlas, y prepararse para el único camino que puede resolver la situación de crisis: “las grandes puebladas”, que instalarán “un gobierno de unidad patriótico y popular”.[99]
‑La CTA‑Movimiento político, social y cultural
Caracterización de la situación actual:
“Hoy la Argentina tiene dos proyectos y está en disputa en todos lados.”[100]
La alternativa:
Para la CTA: “...hacer un nuevo movimiento político, social y cultural, que es el mandato más expreso que debemos afrontar para cambiar este sistema del “sálvese quién pueda”, de este capitalismo que hoy nos ofrece como alternativa a nivel internacional el suicidio colectivo... hay que construir la nueva sociedad y para eso hay que organizar fuertemente nuestra central, consolidarla, y avanzar en el nuevo movimiento...” El desafío mayor es el de “...lograr un mundo donde podamos ser realmente felices todos son distinciones.”[101]
‑Partido Socialista Auténtico, Partido Humanista, y otros
El gobierno, el progresismo, la izquierda y la nueva situación:
Para el PSA, el gobierno de Kirchner “agota una etapa y permite plantear objetivos superiores.” En este sentido, el problema de la izquierda radica en que: “es fácil ser la izquierda de Menem, o De La Rúa, difícil es ser la izquierda de Kirchner”.
Según Mazitelli, La experiencia de los partidos de la izquierda está agotada. Frente al proyecto neoliberal lo que se opuso significativamente fueron las fuerzas progresistas (alfonsinismo, Alianza, Frepaso), y allí se dio la batalla política, sin que el progresismo cuestionara las estructuras ni las aristas más problémicas del capitalismo. Como la contradicción fundamental fue entre neoliberalismo y progresismo, la impresión es que en la izquierda tuvimos una doble tentación, entre sumarnos al progresismo (para hacer política y tener cuotas de poder), o mantenernos en la resistencia y dar testimonio de que no vamos a gerenciar el modelo; dar un testimonio de voluntad política y de no pactar.[102]
Se abre un espacio: La idea central es que el progresismo que legó hoy no tiene el mismo nivel de adhesión a las estructuras dominantes que tuvo en el pasado, no sabe muy bien o no tiene fuerza, pero pone en cuestionamiento muchas cosas, y hay condiciones para que emerja un movimiento con expectativas democráticas para cambiar la sociedad y confrontar con el poder.
La alternativa hoy:
El Partido Socialista Auténtico (PSA), el Partido Humanista, y otros, coinciden en la necesidad de construir –desde sus propias posiciones‑ un movimiento político–social. Según Mazitelli, dirigente del PSA, esta debe ser una fuerza “que nazca a la izquierda del progresismo”, un movimiento para profundizar la democracia, pluralista, orgánicamente constituido como movimiento, con coordinación horizontal, con una impronta: el socialismo, un pensamiento socialista (no orgánico ni ortodoxo) que pueda manejarse estratégicamente a la izquierda del progresismo. Y esta es la tarea. Existen muchos grupos, aislados, dispersos, que se plantean la necesidad de un espacio de este tipo. Para ello, asegura Mazitelli, “a partir de ahora” hay que construir poder. Tenemos que trabajar con una lógica distinta.[103]
‑Patria Libre, movimientos sociales y variadas organizaciones políticas de izquierda
Caracterización del gobierno:
“...no parece ser fácil el camino de construir fuerza política para el presidente. Se encuentra a dos aguas entre armar nuevos espacios políticos y soportar el “abrazo del oso” de Duhalde y cía. si juega en la interna del justicialismo. Esta probablemente sea la principal debilidad del proyecto “K”.
Para producir cambios verdaderos debería enfrentar a poderosos sectores del establishment y para ello debe contar con fuerza y poder reales y no sólo formales. Su consenso en la sociedad que es su principal arma de confrontación hoy por hoy, puede menguar si no avanza en el sentido prometido; y para ello debe respaldarse en quienes estén dispuestos a dar batalla a enemigos tan poderosos. Si continua atado a Duhalde, es evidente que en algún momento encontrará límites para producir transformaciones. Y si decide darle pelea, tendrá que hacerlo respaldado en su propia fuerza...”[104]
Patria Libre no votó a este gobierno, pero reconoce que: “...hay algo nuevo; esto, al menos por ahora, no es continuismo. No es lo que nosotros quisiéramos, pero tampoco es continuismo. Esa es la caracterización que hemos hecho del gobierno... en tanto y en cuanto el gobierno se mantenga en este rumbo, no vamos a apostar a su fracaso... creemos que si este gobierno tiene éxito dentro de su limitado proyecto eso es bueno para Latinoamérica, eso es bueno para nuestro pueblo, eso es bueno para nosotros.”[105]
La situación actual:
“...sobre el éxito de este gobierno por relativo que sea vamos a encontrar las bases para profundizar un camino de independencia, un camino nacional para reindustrializar el país, un rumbo de verdadera democracia en donde el pueblo sea protagonista.”[106]
La izquierda:
“Creemos que es una inmejorable oportunidad para que se abra el debate en las filas de la izquierda ante la indudable demostración de debilidad, en el sentido de apostar a una nueva articulación sobre las bases de reconocer las nuevas realidades políticas.”[107]
La alternativa hoy:
“...hay una sola manera de salir triunfador y es yendo a fondo y con el mayor respaldo popular que sea posible. El pueblo argentino debe continuar movilizado para que no quede en manos débiles el futuro de la Nación.”[108]
“...el elemento principal es tener el pueblo en la calle; acá se construye poder y fuerza política en la calle movilizando contra la derecha, contra el ALCA, contra el sometimiento al Fondo, contra el pago de la deuda externa y de los militares genocidas, defendiendo nuestras reivindicaciones.”
“...nuestra estrategia para lo que se viene es construir, como dijo Ceballos, una gran fuerza política... que termine con el modelo y que construya otro país. Ese Movimiento político que tenemos que construir tiene que tener carnadura en el pueblo... A nosotros nos interesa por sobre todo tener pueblo organizado, pueblo activo, pueblo luchador, pueblo en las calles de este país.”[109]
‑Autodeterminación y Libertad y diversos movimientos sociales
La idea central es no participar del gobierno, y mantenerse en el camino de la autodeterminación horizontal (¿??) de cada una de las organizaciones, grupos, personas... Predomina el rechazo a todo lo institucionalizado u orgánicamente constituido.
Línea rectora de actuación: confusión.
Referente político fundamental: Luis Zamora, máximo representante de Autodeterminación y Libertad. Y entre los movimientos sociales: la Coordinadora de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón”. Pero no existe una línea de subordinación ni una coordinación entre ambos; coinciden en la actitud antipartidos políticos, anti-institucional, entre otras.



3.

Mapa‑guía básico sobre la izquierda partidaria
Trotskista:
·         Partido Obrero (PO)
·         Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST)
·         Partido de los Trabajadores por el Socialismo (PTS)
·         Movimiento Al Socialismo (MAS) (y el FTS: Frente de Trabajadores Combativos).
·         Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)
Grupos nuevos (en Capital y Gran Buenos Aires):
·         Liga Socialista Revolucionaria (LSR)
·         Convergencia Socialista
·         Frente Obrero Socialista (FOS)
Comunista:
·         Partido Comunista (PC)
·         Partido Comunista Congreso Extraordinario
·         Refundación Comunista (de los ’90)
Comunista‑maoísta:
·         Partido Comunista Revolucionario (PCR)
·         Partido Liberación (PL)
·         Partido Revolucionario de Liberación (PRL)
Comunista‑marxista‑nacionalista:
·         Patria Libre
·         Quebracho
Socialista:
·         Partido Socialista Auténtico (PSA)
·         Partido Humanista (PH)
Izquierda político‑social:
·         Partido Revolucionario Democrático (PRD)
·         Polo Social (Provincia de Buenos Aires)
·         Fuerza Porteña (Buenos Aires)
·         Central de Trabajadores Argentinos y su propuesta de movimiento político, social y cultural.
·         Movimiento de Trabajadores Desocupados “Aníbal Verón” (MTD)
·         Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJyD)
·         Frente “19 de Diciembre” (político‑piquetero)
·         Las 4 P (La Plata)
·         “MALON” (Buenos Aires)
Centro izquierda:
·         Argentinos para una República de Iguales (ARI)
·         Partido Socialista Democrático (PSD) (Socialismo Democrático, más Socialismo Popular)
·         Partido Intransigente (PI)
·         Partido Nuevo Milenio (PNM)




Bibliografía empleada

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‑‑‑‑Entrevistas a referentes de diversos representantes de organizaciones y movimientos sociopolíticos: Víctor De Gennaro, Marta Maffei, Víctor Mendibil, de la CTA; Jorge Ceballos, Luis D’Elía, Juan Carlos Alderete, de las organizaciones piqueteras, Barrios de Pie, FTV, y CCC, respectivamente; Pérez Esquivel (Derechos Humanos); Otto Vargas, Secretario General del Partido Comunista Revolucionario; Humberto Tumini, Secretario General de Patria Libre; Pereyra, del Partido Comunista Congreso Extraordinario; Mazitelli, del Partido Socialista Auténtico; Eduardo Cicari, del Partido Humanista; y referentes del Partido Socialista Democrático, igualmente con los de otras organizaciones: Partido Comunista, Partido Obrero. (Todas inéditas)
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[1]. Ver definición en p. 11 del presente trabajo.
[2]. Esto expresa sintéticamente la conformación‑desarrollo de la contradicción capital‑trabajo en el ámbito local (nacional), tal y como ella era factible de existir y desarrollarse en convergencia con la conformación‑desarrollo de esa contradicción en los centros del poder del capital. No es posible entender esta contradicción solo a nivel local–nacional, ni tampoco los caminos para su superación‑supresión. La dependencia en la conformación del polo del capital es genealógicamente constitutiva no solo del capital (del grupo del poder) a nivel local, sino también de la existencia, conformación y desarrollo del polo del trabajo, y las contradicciones que históricamente se han desarrollado entre ambos (y en el interior de cada uno de ellos).
[3]. Para ello se deshicieron del gobierno de Alfonsín en el 89.
[4]. Proyecto, organización‑articulación, y conducción propias.
[5]. De ahí la fragmentación de candidatos del establishment, aparentemente de igual condición y proyectos.
[6]. Contradicción y disputa interna del poder de resultados difíciles de predecir, cuyo desarrollo es importante atender en todo momento; se pueden presentar, por ejemplo, situaciones de polarización que abran al pueblo posibilidades insospechadas ahora, para avanzar en sus posiciones, o no; es abierto el proceso, son múltiples los factores en disputa que intervienen y múltiples también los entrecruzamientos posibles y las alternativas que abren o cierran en cada momento.    
Es muy importante estar atento tanto a las tendencias predominantes como a aquellas que podrían tornarse así en determinadas circunstancias y con la concurrencia coincidente de ciertos elementos y factores. No es lo previsible y totalmente planificado lo que define necesariamente, sino la capacidad de los actores sociopolíticos para pensar, moverse y construir en medio de lo imprevisible –con todo lo que ello exige‑ abriendo caminos, en medio de esa situación (de “caos”), para imponerle, mediante su accionar, una direccionalidad propia al proceso en curso, del cual son también una parte activa que disputa. (Estrategia abierta).

[7]. Hay peligros, muchos, la cooptación a cambio de beneficios sectoriales para torcer voluntades es uno de ellos, otro puede ser cometer errores, otro la derrota, pero nadie dijo nunca que la victoria estaba garantizada ni antes ni después de los logros por el hecho de tener la razón; la transformación social es una disputa permanente, ni la razón ni la verdad se imponen siempre, pruebas de ello hay de sobra en la historia. Y en Argentina, muy recientes, pues más allá de cualquier debate acerca de los errores de las luchas revolucionarias de los 70, lo que sí ha quedado claro, es que aquella generación, aquel pueblo en resistencia y lucha tenían razón cuando empeñaron todas sus fuerzas y sus capacidades para tratar de evitar que se impusiera en el país el neoliberalismo entreguista y retrógrado. No lo lograron, pero tuvieron el coraje de atreverse a intentarlo y eso es fuente no solo de experiencias sino también de orgullo y fuerza en el presente. De ahí el empeño de los sectores más recalcitrantes del poder por empañar aquella época y evitar la comprensión cabal de los hechos. La conocida “teoría de los dos demonios” resume eso, precisamente, quitándole todo sentido real a aquellas luchas, pretende trasladar sus causas a un enfrentamiento‑cruzada entre el bien y el mal. De ahí también, entre otras razones, la importancia de tomar en manos de la izquierda hoy, esa discusión y reconstrucción crítica‑autocrítica de nuestra historia reciente. Grandes elementos estratégicos de hoy están contenidos en ella, y la tarea es nutrirse de ellos, enriquecernos y crecer a partir de todo lo que se ha acumulado, construido y aprendido, más aún habiendo pagado ‑como ocurre con todos los pueblos‑ un alto precio por ello.
[8]. De Gennaro, Víctor, “El movimiento es ahora”, Periódico de la CTA, 19 de agosto de 2003, p.3.
[9]. De Gennaro, Víctor, “Hay que construir otra integración”, entrevista para ACTA, CTA, 7 de octubre de 2003, Tomado de www//cta.org.ar             
La creación del movimiento político social y cultural que cobra fuerza y sentido a partir de la convocatoria lanzada por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y como propuesta abierta a toda la izquierda y sectores populares en general, está concebida en esta dirección, mucho antes por cierto que la gran revuelta popular de diciembre de 2001. Hoy ésta renueva su vigencia y necesidad actualizando el sentido de su construcción acorde con la situación sociopolítica que vive la Argentina.

[10]. La propiedad es aquí una cuestión central; ya no es como antes que podría pensarse que la solución se desprendería directamente de la expropiación y nacionalización. Habrá que ver como ocurre esto en la época actual. Pero lo que sí está claro es que ni ayer –ni hoy‑ fue suficiente con humillar a la oligarquía y su entorno de poder.
[11]. En primer lugar, y desde un sector debilitado, pero que –desde el gobierno‑ recupera su propuesta de desarrollo (capitalista) nacional, se intenta de neutralizar‑subordinar‑aliar a los que se considera responsables de la catástrofe ocurrida; en segundo –y de la mano de lo anterior‑, se buscan alternativas que, apoyadas en el empresariado local (residual), puedan impulsar nuevamente la construcción de un aparato productivo-industrial (capitalista) nacional. Y esto requiere –entre muchas cuestiones, en primer lugar de recursos‑, de la formación de un sujeto (económico y político) capaz de impulsarlo y sostenerlo: una nueva “burguesía ¿nacional?”, que, en estas condiciones de achicamiento y casi extinción de la producción industrial y manufacturera en el país, se plantea –porque lo necesita‑ el irreal objetivo de incorporar como asociado subordinado, al sector agro-exportador financiero transnacional local ‑e internacional‑ (parte del conflicto actual del poder). La otra propuesta en conflicto al interior de los sectores dominantes –propugnada por los gestores directos de la crisis, y en disputa con el gobierno‑, es la profundización de la misma culminando el proceso de [reorganización nacional y] entrega total del país a los intereses del hegemonismo geopolítico y económico del poder imperialista del Norte que, en esta realidad, tiene el rostro claro del gobierno de los EEUU. Y esto no es un “detalle” menor que pueda ser despreciado por el campo del pueblo y sus organizaciones. De un lado, porque en esa apuesta, es colocado nuevamente –particularmente aquellos sectores directamente interrelacionados con el funcionamiento del capital‑ como plaza apetecible (y necesaria) de ser seducida y conquistada como base social de sustento al “desarrollo nacional”, lo cual ‑en las condiciones socioeconómicas actuales del país‑ trata de presentarse como una opción “mutuamente ventajosa” para empresarios y trabajadores. Del otro, porque hay que tener presente en todo momento, la actual situación mundial (continental y regional), de creciente agresividad del imperio y de sus ansias de rapiña y saqueo de nuestros pueblos, que está asociada en el país, con los sectores más reaccionarios del neoliberalismo salvaje que, a su vez, tiene contradicciones con el actual gobierno porque su proyecto significa (o imagina) un capitalismo diferente al de los planes de expansión hegemonista. No hacerle el juego a esos sectores; entender que es urgente y prioritario parar la ola destructiva de la humanidad y defender la vida, es parte de los desafíos políticos a resolver, de las tareas políticas a enfrentar por el campo popular, articulándolas a un camino estratégico propio, de modo tal que lejos de quedar entrampados por los conflictos intestinos del poder, sea posible –apoyando todo lo que pueda ser apoyado, que permita defender la vida y avanzar‑, acumular fuerzas, organización, conciencia.
[12]. Y esto no es un asunto de “viveza” o inteligencia, la definición del proyecto y la estrategia, resultan, para ello, fundamentales.
[13]. Rauber, Isabel, et al, Qué son las asambleas populares, Peña Lillo‑Continente Editores, Buenos Aires, 2002, p. 75.
[14]. Rauber, Isabel, Movimientos sociales y representación política, Ediciones del CUP, Santo Domingo, Septiembre de 2003, p. 17.
[15] Hace más de 11 años escribí al respecto: “...presupone también que se modifique la composición de los sectores sociales y políticos que integran o integrarán las filas de la izquierda. Estas abarcan un espectro de fuerzas de la vida política latinoamericana y caribeña que se amplía cada vez más al chocar con la brutal política de las clases dominantes, que pugna por construir una alternativa nacional a favor del desarrollo de los sectores populares en cada país, y por rescatar la cultura de nuestros pueblos y defender su derecho a elegir libremente el camino a seguir.” Ver, Proyecto, sujeto y poder, Ediciones Debate Popular, Santo Domingo, 1992, p. 48.
[16]. Así lo reconoce, por ejemplo, el Secretario General del Partido Comunista: “Planteamos un período de transición para superar la crisis con la aplicación de un plan de emergencia basado en la recuperación del patrimonio entregado y privatizado, la reactivación del mercado interno y distribución equitativa de la producción nacional sobre la base del incremento de salarios y jubilaciones, una nueva política impositiva, el control del comercio exterior y del cambio; así como la nacionalización de la banca.” [Echegaray, Patricio, “El sentido de la unidad de las izquierdas”, Nuestra propuesta, No. 646, Buenos Aires, 21 de agosto de 2003, p. 5]
[17]. En realidad, la transición arranca con las resistencias, con las luchas, con la conciencia creciente y organizada de los sectores obreros y populares, pasa por aprender a gobernar (empoderarse) territorios locales, municipios, provincias, regiones, construyendo contrapoder desde abajo, lo que ,a su vez significa una transformación radical del poder existente, que va mucho más allá de ser su “contracara” popular o de izquierda; la nueva sociedad está en todo ello, en el modo en cómo se construye quiénes y cómo. Los para qué no pueden estar en antagonismo con las vías ni con los instrumentos. Mirado desde este punto de vista, el socialismo que se busca también empieza a construirse y existir desde la primera resistencia; una parte del futuro está contenido, como avance, en el proyecto alternativo, de ahí la trascendencia de que sean los propios sujetos protagonistas los que participen de su diseño y definiciones.
[18]. No se trata de un sistema económico más (+) un sistema social más (+) un sistema político y cultural... El que sea un sistema, habla precisamente de la conjugación inter-articulada e interdependiente de sus aristas diversas. Dentro del capitalismo no hay salida y por tanto, tampoco un reformismo posible de sostener, entre otras razones porque en este estadío de la globalización del poder capitalista, éste considera su enemigo a cualquier diferente o diferencia; no hay lugar a matices. En segundo, porque la transformación alternativa en la perspectiva que proponemos, se inscribe dentro del tránsito al socialismo que, como sistema social, reclama también ser replanteado y tratado de modo integral en lo social, económico político y cultural, es decir, asumiendo las transformaciones interarticuladamente unas con otras. Se trata de inventar y construir otro tipo de Poder (de relación estado-sociedad), y para ello, tan importantes como las transformaciones económicas, lo son aquellas en el orden democrático-político. La fractura histórica entre sociedad civil y política, que el estado burgués inscribió como “natural”, instituyendo un modo y un sistema de representación política como despojo de la condición política de la inmensa mayoría de la ciudadanía, no puede continuar; sobre esa base es imposible construir una nueva sociedad ni transitar hacia ella; las muestras recientes de ello están frescas en nuestras memorias. La enajenación política es tan grave como la económica y social porque produce y reproduce una cultura de seres humanos alienados. Poner fin a la alineación política es parte de las tareas democráticas fundamentales de la transformación, y esto comienza por reconocer el carácter burgués de la separación entre lo social y lo político, y sus modos de representación política, construyendo desde ahora a partir de bases radicalmente diferentes, democrático‑participativas plenas, sociopolíticas, colectivas, horizontales, democratizando la formación y la información para que todos, con el mismo espíritu, tengan similares posibilidades (además de las oportunidades) para intervenir en los debate sobre las definiciones del rumbo a seguir, y sobre otras decisiones que habrá que ir tomando, para ejercer formas colectivas de control, etc. (Al respecto, para más detalles, puede consultarse mi libro: Claves para una nueva estrategia, Pasado y Presente XXI, Santo Domingo, 2000, Capítulo. IV)
[19]. Analizado en sus posibilidades estratégicas, en sentido estricto, el reformismo hoy es imposible, entre otras razones, porque no es posible encontrar salida modificando algunos pedacitos –ni a pedacitos‑ el capitalismo; estamos en un punto en que incluso los que se planteen el camino de las reformas, al tratar de implementarlas consecuentemente, abrirán las puertas a la posibilidad de un proceso de transformaciones radicales de la sociedad, o claudicarán ante la “presión” de los poderosos.
[20]. “Para tener éxito en esta tarea histórica, es necesario crear un nuevo modo de operar en el movimiento socialista radicalmente rearticulado, en el espíritu de la igualdad sustantiva de sus variados componentes en agudo contraste con las determinaciones más intimas del orden establecido. El modus operandi del sistema capitalista desde su condición absoluta de existencia –aun con toda la habladuría sobre “democracia”, “libertad” e “igualdad”- no puede ser otro que la insuperable subordinación estructural-jerárquica del trabajo al capital. Reproduciendo como en un espejo el modo jerárquico de operación del adversario en las confrontaciones políticas del trabajo con el capital, reflejando la práctica defensiva del movimiento, ya totalmente anacrónica, aunque comprensible bajo determinadas circunstancias históricas. Pero por la misma razón ello no puede traer éxito duradero incluso en el plano político y menos aún en el establecimiento de las bases de un nuevo orden metabólico de auto reproducción humana. El agente emancipador múltiple que ahora emerge puede prevalecer solo si se articula sobre las bases de los muy diferentes principios de intercambio humano y organización. Para decirlo con palabras de Isabel Rauber: // “Se trata de un nuevo movimiento político‑social articulado desde abajo sin subordinaciones jerárquicas entre los distintos actores, sin vanguardias iluminadas ni sujetos de primera, de segunda o de tercera clases. La apuesta sería construir redes, nodos de articulación social (sociopolítica), basándose en la profundización de la democracia y la participación y en el despliegue de relaciones horizontales de articulación.” // La reconstitución del movimiento socialista “desde abajo” sobre las bases de una igualdad sustantiva, inconcebible en el fundamento inalterablemente jerárquico del capital, es la precondición necesaria para encarar el desafío histórico que confrontamos.” Mészáros, István, Prólogo al libro Movimiemtos sociales y representación política, Op. Cit.
[21]. Meszaros, István, prólogo al libro Movimientos sociales y representación política, de Isabel Rauber, 2da. Edición, Buenos Aires, Noviembre 2003 (en imprenta).
[22]. Significa que no es hora de transformaciones radicales ni de vías violentas. Lo revolucionario se expresa hoy a través de la disputa política, que es la que hay que priorizar: acumular fuerzas, crecer en conciencia, en organización, en institucionalidad, lo que presupone disputar la hegemonía intelectual cultural del proceso y construir contrahegemonía y contrapoder. Que el momento sea político significa también que es lo político lo que predomina sobre lo ideológico (sin olvidar que siempre lo presupone e implica), vale decir, por ejemplo, que es vital comprender que la primera prioridad –política‑ es detener el avance de la agresividad imperialista del gobierno de EEUU; no es el capitalismo en general el que amenaza a los pueblos, sino la agresividad creciente de la voracidad imperialista del poder neoliberal capitaneado por ese gobierno y su poderío militar. Igual ocurre en lo referente a las posibilidades de detener el hambre, las enfermedades curables, el analfabetismo, etcétera.
[23]. Cuando hablamos de sujeto, nos referimos a un sujeto pleno, es decir, hablamos de la liberación del sujeto, de la construcción de un nuevo Poder (sociedad (economía) –Estado), sobre la base –simultánea‑ de la transformación radical, desde abajo, del Poder existente, y del proyecto que la articulará estratégicamente.
[24]. Se encuentran aquí: Izquierda Unida: Partido Comunista (PC), marxista‑leninista, fundado en el 18 y siempre referente oficial del MCI y en el MCI. Con una larga historia de vínculos con las luchas obreras, ha sido también protagonista de grandes desencuentros entre las posturas del comunismo y los sectores populares, precisamente por su orientación hacia la política exterior de la antes URSS y su práctica reformista. El “viraje”, producido en el XVI Congreso del Partido, se plantea la necesidad de un “replanteo estratégico de toda la izquierda” debido a la “idea” de que se había sufrido una derrota. (Ver Echegaray, P., Sobre el Viraje del Partido Comunista, Op. Cit., p.9). Y el cambio se produjo, pero no llegó a las raíces mismas de la concepción partido-clase-pueblo-sociedad, por lo que el vanguardismo afloró al corto tiempo limitando el contenido revolucionario del viraje, y las políticas de dicha organización. Por otro lado está el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST)) y el Partido Obrero (PO), ambos de orientación marxista‑trotskista –aunque con diferencias entre ellos‑, con una militancia comprometida con los movimientos de lucha, pero con poca o ninguna exploración de las posibilidades que abre la combinación de lucha con la a una construcción‑acumulación de contrapoder popular. Mantienen una concepción vanguardista de la organización partidaria y su relación con las organizaciones sociales. Tienen en común, además de esto, el sentirse dueños de la verdad. Por otro lado, está la Corriente Patria Libre (PL), mantiene la concepción de partido de vanguardia aunque sostiene posiciones políticas que colocan a esta organización, en algunos temas, en el grupo siguiente, el de la construcción desde abajo; esto es lo que lleva a considerarla como una organización en transición entre ambos grupos. Otros grupos y partidos menores, pueden ubicarse en esta posición.
[25]. Partido Comunista Revolucionario (PCR), y su organización de masas, la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Vale hacer una salvedad en este caso, pues si bien es cierto que la línea de este partido no se aparta en lo fundamental del esquema vanguardista conocido, tiene una diferencia sustantiva que la ha convertido, de hecho, en la organización partidaria de izquierda con mayor arraigo (y organización) en la población. Esa diferencia está dada por lo que ellos definen como “línea de masas”, característica propia de la herencia maoísta. Pero no se trata solo de una declaración estatutaria; marca de hecho la política que realiza el partido y su organización de masas, la CCC, en pasos respetuosos del sentir‑pensar de las mayorías y sus identidades políticas (lo que no es un detalle menor en la historia de la izquierda partidaria argentina). Por ejemplo, al caracterizar la actitud y la política del partido ante la situación política actual, el Secretario General subraya: “...hay expectativas en la clase media y en los obreros ocupados y desocupados. Este es un hecho muy importante a tener en cuenta por un partido que tiene una línea de masas. // Hay certezas o cuestiones que pueden estar claras para nosotros, pero el problema es cómo explicamos a las masas la situación para que estas se movilicen. Nosotros no somos un grupo de intelectuales de café al que les interesa esclarecerse entre ellos y a 3 o 4 parroquianos más.” [Otto Vargas, “Lo nuevo en la situación política (II)”, Periódico Hoy, 20 de agosto de 2003, p.2.] Ser consecuentes con esta posición, lleva a la organización a realizar –de modo directo o a través de la CCC‑, prácticas de acompañamiento a sectores populares más alejados de la práctica política, apoyándolos en sus luchas de modo diversos, buscando vías para influir mediante el ejemplo, la constancia, y también a poner un marcado énfasis en tareas de organización y formación política de sus militantes y de los referentes sociales más avanzados con los que trabajan, a partir de sus realidades y culturas.
[26]. Central de trabajadores Argentinos (CTA): Entre sus definiciones fundacionales de alcance estratégico se cuenta: La determinación de no delegar la construcción del poder de los trabajadores (poder propio) ni al Estado, ni a los partidos, ni a los gobiernos, ni a la patronal; la articulación de trabajadores ocupados y desocupados como principio básico para evitar el chantaje de pobres contra pobres, y como puente indispensable en la articulación‑reconstrucción del poder de la clase como poder de la sociedad. Esto replantea tanto la conformación de la clase como su papel social al no considerarla el único sujeto del cambio, sino el actor central capaz de articular el conjunto de actores sociales fragmentados, sus problemáticas, aspiraciones, su conciencia, sus modos de organización y propuestas, en aras de reconstruir una conciencia colectiva que ‑construyendo y acumulando poder‑, sea a su vez camino constituyente del sujeto colectivo, capaz de dar forma a un proyecto común y expresarlo programáticamente, buscando encauzar (y conducir) las acciones colectivas hacia la concreción de los objetivos de transformación social propuestos colectivamente. Todo ello hace a la definición de la CTA de practicar y construir un sindicalismo político, combinado con el reconocimiento mayoritario entre sus miembros de la unidad entre lo reivindicativo y lo político, aunque sea necesario para ello profundizar en el significado revolucionario profundo que ello implica y revertirlo en sus prácticas emancipatorias. (Ver más detalles en p. 41 de este estudio). Esto se anuda en la definida vocación centrada en construir un movimiento políticosocial en articulación con otros actores políticos y sociopolíticos (aspecto que define expresamente el VI Congreso de la organización). El Partido Socialista Auténtico (PSA), heredero del socialismo pionero en el país en el siglo XIX, recoge del mejor modo posible el espíritu del partido fundado en 1896; sostiene con claridad la necesidad de construir un movimiento político‑social y se replantea la relación con el progresismo y la centroizquierda; muy pequeño aunque con existencia nacional. (Existe también un Partido Socialista Democrático (PSD), resultado de una reciente fusión de varios fragmentos del socialismo, de orientación propiamente de centro izquierda o centro). El Partido Humanista (PH), de reciente fundación, tiene entre sus características atender a la relación ser humano‑naturaleza y la cuestión ética en la política. Participan también de esta concepción (no estructurada orgánicamente) organismos de derechos humanos, organizaciones sociales diversas.
[27]. Organizaciones piqueteras de desocupados integrantes de la Coordinadora “Aníbal Verón”, sectores de asambleístas, autoconvocados en general, Autodeterminación y Libertad (Zamora), etcétera.
[28]. Para un conocimiento antropológico cultural de la izquierda argentina es necesario abordar la genealogía de sus diversas organizaciones, pensamientos, políticas, etc., dado que de todo ello existen huellas en la actualidad. Algunos intentos se hicieron, pero es necesaria una labor sistemática y articulada (de las distintas experiencias). Esto escapa a los objetivos y las posibilidades del presente estudio, de ahí que –asentándolo como un elemento a tener en cuenta‑ me concentro en señalar los factores cuya presencia considero más fuerte en el pensamiento y la actuación política de la izquierda argentina hoy.
[29]. Está presente como un fantasma porque se afirma siempre como ausencia: de importantes testigos individuales y colectivos de entonces debido al genocidio, y de conocimiento‑debate crítico y autocrítico sobre lo ocurrido, sobre todo, acerca de las concepciones estratégicas que estuvieron en el centro de la disputa. La izquierda partidaria que quedó orgánicamente en pie luego de aquellos años de grandes movilizaciones y luchas sociales y políticas, constituye hoy una suerte de remanente de aquella época, con todas las características de los remanentes; y eso hace a su imposibilidad práctica (declamaciones teóricas sí hay) de empeñarse –como es necesario‑ en abordar (construir) el debate sobre los 70, de un modo militante, natural, para reflexionar ‑enriquecidos‑ acerca de la actual estrategia de transformación.
[30]. Así ocurrió, por ejemplo, con la política de IU hacia las demás fuerzas consideradas por ellos fuera del espectro de izquierda, hasta que –dejando a un lado sus predicaciones‑realizó una alianza electoral con el socialismo democrático, con vista a las elecciones en la Provincia de Buenos Aires.
[31]. Ver, Movimientos sociales y representación política, Op. Cit, donde trato este tema con mayor detenimiento.
[32]. Me refiero a la responsabilidad real que significa hacerse cargo de los problemas de la sociedad y encontrarles solución, ya sea presionando desde abajo o desde la responsabilidad del gobierno y del Estado, lo cual sitúa el debate entonces en un punto central: Gobernar, ¿con quiénes y para qué?
[33]. El 2002 fue un año en el que los políticos, los diputados y sindicalistas de la CGT, prácticamente no podían salir a la calle, sentarse a un restaurante, ir a tomar un café o subir a un avión, sin ser abucheados –incluso hasta agredidos físicamente- por los presentes en el lugar.
[34] Participaron allí, la CTA, la FTV, la CCC, asambleas populares de la Capital, organismos de derechos humanos, pequeños comerciantes, entre otros.
[35]. Siempre es así, es siempre en coyunturas concretas sociopolíticas que lo estratégico va definiéndose y consolidándose o no; la estrategia no puede considerarse como algo acabado y escrito en documentos, que luego debe realizarse (tomar cuerpo, materializarse) en las prácticas. Una estrategia totalmente definida y cerrada tiende a encorsetar la realidad imponiéndole sus proyecciones y predicciones. En vez de ir madurando y moldeando sus modos de concreción y crecimiento estratégico en cada momento, trata de moldear cada momento según las definiciones estratégicas trazadas (objetivos, vías, métodos, actores). Esto se traduce en incapacidad para leer y entender lo que ocurre realmente en la sociedad y, basándose en ello, modificar o ajustar su accionar de acuerdo a la coyuntura. Este modo de pensar –y definir‑ lo estratégico limita (o elimina) la capacidad de actuación política a la altura de la necesidad y posibilidad, y deja –por exceso de planificación-, el decursar de los acontecimientos coyunturales librado al espontaneísmo de las masas (actores sociales, clase y pueblo movilizado en general) y, por tanto, a éstas, más fácilmente a merced de la manipulación de los intereses de los distintos sectores del poder y sus conflictos intestinos de intereses en disputa por la hegemonía, cuyos representantes (de los distintos sectores) –por diversas vías‑ tratan de utilizar a unos u otros sectores y actores sociales en “movidas” propicias a sus intereses internos (y externos), buscando fuera de su ámbito de clase las fuerzas sociales que necesita para recomponer su hegemonía de poder al interior de su bloque, y hacia la sociedad.
[36]. No es la unidad de las izquierdas la que posibilita un proyecto y una estrategia común, sino –en todo caso‑ a la inversa. Por tanto, resulta muy importante crear ámbitos de encuentro entre las izquierdas para debatir posiciones, planteamientos y proyectos, como parte de la construcción de un camino colectivo hacia una convergencia estratégica.
[37]. “La rebelión del 19 y 20 de diciembre de 2001, abrió una nueva situación en nuestro país: la época de la rebelión popular.” Oviedo, Luis, “Argentina después de las elecciones”, Prensa Obrera, No. 811, p. 16.
[38]. Ver: Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Revista Enfoques Alternativos, Buenos Aires, Julio de 2003, p.5
[39]. Ver detalles en la p.44 del presente estudio.
[40]. CTA, piqueteros no partidarios, asambleas no partidarias, organismos de DDHH, etc. A ellos los consideraban reformistas, exponentes sociales de la “tercera vía”, cómplices del sistema... por lo que no se sintieron incómodos a la hora de calificarlos de: cobardes, miedosos, indecisos, etc. De más está decir que esto reabrió el camino para el resurgimiento de viejos sectarismos y prejuicios ideológicos presentes en al izquierda de uno u otro signo e identidad políticas.
[41]. Consultar el Apéndice 1.
[42]. La Corriente Clasista y Combativa (ccc) surge a partir de las agrupaciones clasistas inspiradas en las organizaciones clasistas de los años 60-70, en los gremios del proletariado industrial y rural, estatales (incluyendo docentes y judiciales) y de servicios. Se conformó como tal, en el año 1994. A partir de los años 96-97, la ccc consolidó su línea de construcción y organización centrando su trabajo en la clase obrera, en lo que definió como sus tres afluentes: ocupados, desocupados y jubilados. A partir del año 97, la organización de los desocupados con centro en La Matanza fue la que dio el mayor salto en crecimiento y reconocimiento nacional de la organización. No se propone ser una central de trabajadores.
[43]. Ver al respecto: Ardura, Amancay, “Un gran problema a resolver”, Revista Política y Teoría, No. 51, Buenos Aires, Abril‑Junio 03, pp. 27‑37.
[44]. Ver al respecto: “El argentinazo abrió un curso revolucionario”, Revista Política y Teoría, No. 48, Buenos Aires, Abril‑Julio 02, p. 10
[45]. Vargas, Otto, Secretario General del PCR, “Lo nuevo en la situación política (II)”, Periódico Hoy, 20 de Agosto de 2003, p.3. [Negritas en el original.]
[46]. Muchas de las organizaciones políticas que lo integraban –el ARI y el PC, por ejemplo‑, tenían proyectos, programas y estrategias de intervención propias. Su participación en el FRENAPO no ponía en discusión ni en disputa nada de ello.
[47]. Izquierda Unida lanzó sus candidatos, Elisa Carrió que se había comprometido públicamente a no participar si no se iban todos, se inscribió como candidata a presidenta. Del encuentro de Bambalinas quedaron dos afuera de la jugada del poder: Luis Zamora y Víctor De Gennaro, cada uno por razones diferentes. Zamora participó al poco tiempo en las elecciones de la capital argentina como candidato a Intendente (Jefe de la Ciudad), mientras De Gennaro se mantiene en la determinación de construir el movimiento político social y cultural en la Argentina.
[48]. Esto lo evidencia, por ejemplo, el hecho de que algunas organizaciones partidarias, como el Partido Socialista Auténtico, se encaminan también en esta dirección.
[49]. Vale decir, insistiendo, que no bastan las intenciones y declaraciones que puedan hacerse al respecto, en este como en otros temas; son las nuevas prácticas las que irán formando‑acuñando las nuevas culturas; para lograrlas es necesario el empeño consciente colectivo permanente.
[50]. Esto, a pesar de que lo logrado –que desperdicia lo favorable del momento a escala nacional e internacional‑, resulta conveniente a los intereses del Fondo.
[51]. De ahí que sea imposible confundir esto con el participacionismo seguidista de las políticas gubernamentales que han realizado las izquierdas de otras latitudes, las cuales ‑con argumentos parecidos, pero sin proyecto propio‑, pretenden justificar su ausencia de propuestas y su cooptación por parte de los gobiernos de centro y de derecha, diciendo que: “Se trata de hacer lo posible, de apoyar propuestas concretas y no solo palabras y utopías.”
[52]. Una síntesis de las principales posiciones de la izquierda puede consultarse en el Apéndice.
[53]. Esta es una discusión estratégica, por un lado, porque de allí emanan –de un modo u otro‑, definiciones fundamentales respecto al carácter de la etapa actual, al proyecto: la transición y el socialismo (proceso interarticulado y permanente, o etapas separadas, por ejemplo), y a partir de allí se definen las tareas del momento (de obvio sentido estratégico), y también, por otro, porque todo ello exige profundizar en el nuevo pensamiento estratégico en relación con la concepción de poder, sujeto, y proyecto. La lucha político-ideológica y cultural entre viejas y nuevas concepciones, miradas y proyecciones desempeñarán en esto un papel central, ya sea bloqueando el avance colectivo que reclama la etapa actual de acumulación, o propiciándolo.             
En cualquier caso habrá contradicciones, disputas; la transformación cultural no es un camino de rosas. Es importante confiar en los compañeros y las compañeras de base; los acuerdos entre cúpulas no resultan  ‑nunca resultaron‑ beneficiosos ni estables; es entre todos, de modo abierto y horizontal, desde abajo y colectivamente como podrán ir afianzándose los consensos estratégicos y los cambios culturales de las nuevas prácticas (reflexionadas). Por eso es hora de abrir el debate, no de cerrarlo.

[54]. Esto supone también una revalorización integral de la sociedad como totalidad articulada de sociedad civil, estado, y democracia, que supone una revalorización del poder (popular socialista) que, sobre esa base, ponga fin a las concepciones fragmentarias, enajenadas y enajenantes de los seres humanos que la integran, abriendo posibilidades para construir propuestas política y éticamente articuladas de modo coherente, entre ‑lo que hasta ahora conocemos como relación de‑ partido-clase-pueblo-estado-sociedad.
[55]. Esto es precisamente lo que permite la elaboración del proyecto alternativo –y se plasma en él‑, que a su vez, es la médula constitutiva de ese todo articulado en sujeto protagonista de su historia.
[56]. Rauber, Isabel, Movimientos sociales y representación política, Op. Cit., pp. 52‑53.
[57]. Aquí se entienden las relaciones horizontales como aquellas que se establecen sobre la base de la cooperación entre partes consideradas equivalentes, aunque los roles sociales y políticos sean diferentes. Basarse en ellas implica la superación de las tradicionales relaciones verticalistas implementadas al interior de las organizaciones sociales y políticas, y hacia fuera. Significa no imponer políticas, objetivos, vías, ni modos de implementación de las acciones a las organizaciones sectoriales, barriales, sindicales o sociales, ni suplantar los procesos colectivos de toma de conciencia, tanto al interior de la organización como en las relaciones de ésta con otras organizaciones sociopolíticas.
[58]. En este sentido, quiero rescatar y subrayar el importante papel que desempeñaron los Encuentros por un Nuevo Pensamiento, que desarrolló el Instituto de Estudios y Formación de la CTA, entre el año 98 y el 2000.
[59]. Claro que este “ser sujeto” es solo una condición potencial que puede desarrollarse o no, en dependencia, en primer lugar, de los actores sociales para auto-constituirse en tales sujetos en el proceso de transformación.
[60]. La condición de sujeto no responde a cualidades trascendentes que toman cuerpo en una clase pre-determinada (¿por la Historia?, Hegel) y la convierten en realizadora de ideas y proyectos preexistentes a su propia vida y existencia. La condición de sujeto existe sí, como potencialidad en la clase y en otros actores sociales, pero el serlo o no dependerá de la propia clase y sectores sociales, de su capacidad de pensamiento y acción críticas con relación a la sociedad en la que viven y cómo viven, y de su capacidad de construir creadoramente sus alternativas a esa realidad.
[61]. Me apoyaré para ello, principalmente en los análisis y propuestas del Partido Comunista, pues ellos resumen lo más cercano a las hipótesis que sostengo, lo cual facilita la comprensión de lo que expongo y, a la vez, porque sintetizan a las otras corrientes de pensamiento partidario de la izquierda que, en cualquier caso, serían una variante de la misma lógica de pensamiento.
[62]. EP, Sobre el viraje del Partido Comunista, Op. Cit, p. 15
[63]. “...el tema de la construcción de la alternativa nos exige entrar realmente en el tema de la construcción de otro tipo de poder. La idea de que hay que construir otra acumulación política, otro bloque de poder, para hacer las realizaciones que necesitamos.” Echegaray, Patricio, Intervención en Seminario “Vigencia de la Utopías”, organizado por la Revista “América Libre”.
[64]. Idem.
[65]. Nótese en estas afirmaciones –aparte de lo que ellas de por sí expresan‑, lo siguiente: por un lado, se da por hecho la separación entre el sujeto político y el sujeto social (dos sujetos), no se la cuestiona sino por los nexos débiles entre uno y otro. En otro sentido, hay que decir que ‑aunque el autor de estas palabras no lo aclara‑, cuando habla de “traumas muy importantes”, se refiere a la izquierda de filiación dogmática marxista (y/o leninista, trotskista, maoísta, etc.), y sus prácticas durante los años 50, 60, 70, y ahora.
[66]. Echegaray, Patricio, Intervención en Seminario “Vigencia de la Utopías”, Op. Cit.
[67]. El mismo esquema vanguardista ‑reducido a una sola organización‑ corresponde a la concepción aquellos sectores de la izquierda que mantienen la creencia de que la organización partidaria sigue siendo lo fundamental para definir la situación.
[68]. En mis estudios acerca de la experiencia de los movimientos guerrilleros que se desarrollaron en Argentina en los años 70, he analizado detenidamente la estrategia del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Y en lo que hace a la relación entre el partido y el pueblo, las conclusiones a que llego permiten ejemplificar este punto. Digo en el texto: “Desde sus orígenes y de modo creciente, el PRT concentró su principal esfuerzo en su propio desarrollo y en el de su brazo armado, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), cuestión que en la práctica, durante toda su existencia, fue el problema central de dicha organización. Esto se tradujo en planes políticos, organizativos y de acción militar, centrados en el crecimiento numérico del PRT y del ERP, de su infraestructura, de su armamento, de su logística, su ‘inteligencia’, su propaganda, sus organismos de masa, etc. Según Santucho, Secretario General del PRT, alcanzar un fuerte desarrollo en esas áreas, ‘garantizaría el éxito de la revolución’.           
Para él, la duración de la lucha era responsabilidad fundamental del PRT. El período que faltaba para tomar el poder sería, ‘(...) mayor o menor en dependencia de la decisión, firmeza, espíritu de sacrificio y habilidad táctica de la clase obrera y del pueblo; (...) del grado de resistencia de las fuerzas contrarrevolucionarias, y fundamentalmente del temple, la fuerza y la capacidad del partido proletario dirigente (...).’ [Santucho, MR, Poder Burgués y Poder Revolucionario, Ediciones La Rosa Blindada, 1974, p.31]            
Los resultados que obtuviera el PRT-ERP hasta 1974, considerados positivos, afianzaron en su dirigencia la idea de que era necesario obtener un mayor y más rápido crecimiento de la estructura y capacidad de acción tanto del PRT como del ERP, especialmente en el plano cuantitativo, según puede constatarse por los artículos de la prensa de dicho partido: más militantes, más células, más colaboradores, más periódicos, más imprentas, más combatientes, más armas, más volantes, más acciones, etc. “(...) contamos con las herramientas básicas que necesitamos, -reafirmó Santucho en 1974- solo nos resta afilarlas y mejorarlas incesantemente, ser cada día más hábiles en su empleo (...).” [Op. Cit., p.48]      
En lo referente al papel del partido, es curioso constatar como una misma deficiencia, el dogmatismo, aún en manifestaciones opuestas, generó similar efecto. El dogmatismo ‘clásico’ sacrificó más de una vez -en aras del partido- el sentido revolucionario de su existencia, y cayó en el reformismo. El neo-dogmatismo -también en aras del partido- se empantanó en el desarrollo creciente de una práctica militarista que, contrariamente a sus propósitos, lo alejó de las masas y de la revolución. Tanto el dogmatismo de ‘izquierda’ como el ‘clásico’, consideraron el desarrollo del partido como primera prioridad del quehacer revolucionario, perdiendo de vista que la organización es solo la herramienta de la que su valen los pueblos para hacer su revolución, y nunca podrá si actúa a la inversa.” [Del libro: Los errores del PRT‑ERP, Capítulo VI. Archivos de Pasado y Presente XXI, inédito.]

[69]. El postulado de Marx que sostiene que las ideas se traducen en fuerza material cuando se adueñan de la conciencia de las masas, tiene aquí una significación y una importancia radicalmente distinta a la que le han otorgado los propugnadores de los partidos de vanguardia. Relacionándolo con los conceptos práctica y sujeto, puede descubrirse en esa afirmación, mayores dimensiones que la tradicionalmente planteada: La práctica transformadora de las masas (los pueblos) es (base de elaboración teórica y) un proceso práctico‑compactado de generación y desarrollo de la teoría de la transformación, de la conciencia y la ideología del conjunto de fuerzas sociales en ella involucrada. Esto implica: a) La práctica política de las masas no es solo confirmación de la teoría (elaborada desde fuera); b) Las masas también crean teoría en y mediante su proceso de transformación y lucha, sean o no capaces de elaborarla y expresarla en su forma más acabada y estrictamente teórica. (Base para el necesario diálogo de saberes como instrumento de producción colectiva de conocimientos que propugnan amplios sectores desde la educación popular).
[70]. Esto apunta, sobre todo, a rechazar otras formas de vanguardismo que se esconden todas la propuesta de separación entre vanguardias estratégicas y vanguardias de coyunturas, que acepta que las vanguardias coyunturales llegan a constituirse como tales, con cierta flexibilidad, a partir de frentes o movimientos policlasistas, pero preserva (a la vez que ubica en un escalón superior) la condición de vanguardia estratégica para las organizaciones políticas “de la clase obrera”, de estricta filiación marxista, marxista‑leninista, u otras definiciones similares.
[71]. Para construir direcciones estratégicas es necesaria la permanencia de determinados actores sociopolíticos en funciones de organización, articulación y dirección del conjunto de actores en varias o todas las coyunturas. Esta capacidad de articular ‑para que se asiente y trascienda orgánicamente lo coyuntural‑, requiere, en primer lugar, ser parte de una construcción estratégica que la contenga y proyecte. En caso contrario, por muy buenas articulaciones y coordinaciones que ocurran coyunturalmente, estas no se traducirán en avances estratégicos y perecerán apenas pasado el momento. Así lo demuestra, por ejemplo, además de toda la historia nacional, lo ocurrido con las coordinaciones de la “Casa de Nazaret” y del teatro “Bambalinas”, desarrolladas en el año 2002 entre un especto de más de 400 organizaciones sociales, políticas, culturales, de derechos humanos y demás, que componen una parte considerable de la izquierda argentina. Esto reafirma el criterio que sostengo: ninguna instancia organizativa es capaz de sustituir a los protagonistas de las transformaciones, a su conciencia y voluntad.
[72]. Echegaray, Patricio, “El sentido de la unidad de las izquierdas”, Nuestra Propuesta, Semanario del Partido Comunista, No. 646, 21 de agosto de 2003, p. 5. [El signo: // indica que en el texto original corresponde un punto aparte.]
[73]. Echegaray, P. Ibídem. (Subrayados míos). Nótese que dice “en favor de”, en vez de, por ejemplo, “con los de abajo”. [Subrayados de la autora]
[74]. Vale recordar, entre otros, los debates convocados por la Revista “Cuadernos Marxistas”, del Partido Comunistas, y los Encuentros por un Nuevo Pensamiento, organizados por el Instituto de Estudios y Formación, de la Central de Trabajadores Argentinos.
[75]. Una idea o propuesta puede tener diferencias, matices, miradas desde diversos ángulos que no sean necesariamente opuestos; es en esta dimensión que el consenso tiene sentido; lo demás además de conocido, abona el camino de la disconformidad, la conspiración interna y termina –como ha terminado siempre‑ en fractura de la organización, se llame esta partido, frente, coordinadora o movimiento.
[76]. En primer lugar, sistematizando, integrando, los elementos del nuevo pensamiento elaborado mediante reflexiones (en eventos, seminarios, talleres, foros, etc.), y aquellos que aún están contenidos en las experiencias (tarea permanente).
[77]. Epígrafe de la investigación que he realizado acerca del movimiento piquetero, compilado en el libro La sal en la herida, Pasado y Presente XXI, 2002. Inédito.
[78]. Como señala Oscar Kuperman, de la CUBa, “...el BPN está conformado por cinco organizaciones (...), cada una tiene su forma de definir su política, por lo tanto, para mantener la unidad, se han realizado acuerdos, los que no impiden la independencia política de cada organización...” Respuesta escrita a cuestionario enviado por Mónica Ghirelli para esta investigación.
[79]. Información reunida sobre la base de las entrevistas concedidas por los integrantes de la mesa nacional del Bloque Piquetero Nacional para esta investigación.
[80]. D’elía, Luis, dirigente del a FTV; entrevista realizada por mí en julio de 2002.
[81]. Ibarra, Beto, dirigente del Movimiento Territorial Liberación (MTL), entrevista realizada con la colaboración de Mónica Ghirelli para esta investigación, Octubre de 2002
[82]. Entrevista. Op. Cit.
[83]. Ceballos, Jorge, dirigente de la organización Barrios de Pie, entrevista realizada por mí; Julio 2002.
[84]. Idem.
[85]. “Estamos dispuestos a discutir la unidad a fondo aunque es muy difícil en Argentina porque no hay códigos, no hay respeto por la palabra empeñada; los partidos deciden en lugares muy pequeñitos determinada política y juegan la política del conjunto en función de esa pequeña decisión.” D’elía, Luis, entrevista julio 2002, Op. Cit.
[86]. Ceballos, Jorge, Op. Cit.
[87]. Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Revista Enfoques alternativos, Buenos Aires, Julio 2003, p. 5.
[88]. Oviedo, Luis, Op. Cit.
[89]. Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Revista Enfoques alternativos, Buenos Aires, Julio 2003, p. 5.
[90]. Oviedo, Luis, Op. Cit.
[91]. “Análisis electoral”, Editorial Periódico Nuestra Propuesta, No. 647, 28 de agosto de 2003, p. 3.
[92]. Ver, Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Op. Cit.
[93]. Oviedo, Luis, Op. Cit.
[94]. Ver, Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Op. Cit.
[95]. Oviedo, Luis, Op. Cit.
[96]. Echegaray, Patricio, “La izquierda en el nuevo contexto”, Op. Cit.
[97]. Oviedo, Luis, Op. Cit.
[98]. Ver, “Lo nuevo en la situación política (II)”, Periódico Hoy, 20 de agosto de 2003, pp. 2-3.
[99]. Ibídem.
[100]. De Gennaro, Víctor, "Hay que construir otra integración", entrevista, Agencia ACTA (CTA), 7/10/03 [Tomado de: Conectándonos]
[101]. De Gennaro, Víctor, “El movimiento es ahora”, Op. Cit., p. 3.
[102]. Mazitelli, dirigente del Partido Socialista Auténtico, entrevista realizada por mí en Buenos Aires, septiembre de 2003.
[103]. Idem.
[104]. “Vamos por lo nuestro”. [Tomado de: www//patrialibre.org.ar]
[105]. Tumini, Humberto, Palabras pronunciadas en el acto de apertura del IV Congreso de Patria Libre, sep. 2003. [Tomado de: www//patrialibre.org.ar]
[106]. Idem.
[107]. “Panorama Político / Elecciones: un tope a la derecha”. [Tomado de: www//patrialibre.org.ar]
[108]. “Vamos por lo nuestro”. Op. Cit.
[109]. Tumini, Humberto, Palabras pronunciadas en el acto de apertura del IV Congreso de Patria Libre, Op. Cit.

33 comentarios:

Anónimo dijo...

Guido, Maria Magdalena, Catedra Análisis de la realidad en Argentina. La idea central del estudio es la necesidad de una re-conformación de los movimientos de izquierda en argentina, teniendo en cuenta la base social y popular como sujeto - actor - partícipe necesario para la viabilidad de un proyecto posible que cambie la mirada, estancada solo en lo reivindicativo, hacia la trascendencia de la acción política estructurante de una realidad que responda a los objetivos planteados, resignificando asi los ideales del movimiento.

marlene taphanel dijo...

Los intentos de aglutinación de la izquierda argentina, se vienen dando con insistencia desde 1984,aunque hay intentos anteriores.No se han podido conciliar cuestiones que tienen que ver con dogmatismos,personalismos(muchos quieren ser elCHE,el uso de la violencia para asaltar el poder, o si llegar al mismo por el esclarecimiento y el voto.Sólo se vé posible la unión si se encuentra un objetivo común superador,y mecanismos de decisión de estrategias y métodos altamente democráticos y participativos.En ello hay una urgencia que crea la "encrucijada":la derecha deshumanizante está aglutinándose y es una lástima...porque son menos.Marlene Taphanel 1°Trabajo Social

Anónimo dijo...

El tema central del trabajo es de qué manera la izquierda argentina debe re-pensarse partiendo de un pensamiento crítico-autocrítico revolucionario con vistas a transformar la realidad. Existen fundamentalmente dos grandes sectores, la oligarquía terrateniente agroexportadora asociada al capital transnacional, así como una burguesía nacional con intereses industriales, más allá de los cuales se encuentra el pueblo, los trabajadores. En confrontación, y en la articulación de éstas se encuentran las explicaciones a los distintos proyectos. Lo interesante del texto es que propone una refundación-rearticulación entre pueblo y oligarquía, tarea que pone en manos del primero; refundar la patria deshecha es crear una nueva forma de articulación que pone en manos de los trabajadores la iniciativa revolucionaria, la lucha por sus derechos.

Este planteo es absolutamente actual, por cuanto el Gobierno lidera una pelea hoy contra los grupos concentrados que históricamente han apoyado modelos industriales de sectores burgueses nacionales, y que han apoyado a sectores agroexportadores que nos sumergieron en la globalización financiera, con consecuencias desastrosas para el pueblo, como las tan conocidas políticas de ajuste, flexibilización laboral, desocupación, etc. Este debate nunca tuvo tanta actualidad como en el presente, nunca los trabajadores han sido tan concientes de su condición estructural y nunca se han obtenido mejores respuestas reivindicaciones.

Para lograr una transformación radical de la realidad es necesario que los sectores que se ubican en el campo del pueblo, se co-constituyan en sujetos, en actores articulados que emerjan desde la estructura social, que puedan conducir el proceso social al tiempo promover sus derechos.

Agostina Giameo Gatti

Anónimo dijo...

MIRIAM NATALIA CARBALLO.

La idea central del articulo corresponde a la necesidad de transformación de los movimientos izquierdistas, abordada desde los propios actores-sujetos partícipes desde lo politico, social y cultural,en donde se busque refundar el país teniendo como base la equidad y la justicia.

Anónimo dijo...

GABRIELA TERESA ONOSTRE

En este texto se denota que el movimiento de izquierda estuvo fuertemente influenciado por las transformaciones sociales de acuerdo al momento politico existente.
Este movimiento se encuentra fragmentado y seria importante lograr una articulación político social mayor sobre la base de definiciones también de mayor alcance, por parte de la clase y de toda la militancia de la central. No solo hay que cohesionar las propias filas, sino ser capaces de ir a convocar a los demás, a la vez que ser también convocados por ellos, debatir, dialogar, colectivizar el proyecto y las herramientas, vías y métodos para lograrlo.

Anónimo dijo...

Miriam Natalia Carballo.
La idea central del articulo corresponde a la necesidad de transformacion de los movimientos izquierdistas, abordada desde los propios actores-sujetos participes de sde lo político,social y cultural , en donde se busque refundar el país teniendo como base la equidad y la justicia.

Anónimo dijo...

Jurado, Mariano Edgardo. DNI: 34.260.391 Cohorte 2010

El texto plantea un re-pensamiento de los distintos movimientos y partidos de izquierda en la Argentina. Se pone en tela de juicio el verticalismo, autoritarismo y el vanguardismo que hoy en día siguen vigentes en torno a la organización y se promueve la construcción de un nuevo movimiento político, social y cultural desde abajo con una total participación de los actores que lo conforman.

Anónimo dijo...

Leandro Sactiva

La idea principal de este artículo se basa en replantear el papel que cumple la izquierda en la realidad de la argentina, dejando de lado las ideas de las viejas culturas. La nueva visión tiene que estar articulada con los movimientos sociales y sindicales, de esta manera se van a lograr los nuevos ideales necesarios para generar un proyecto de nación que responda a las problemáticas que se viven en la actualidad. Los pilares principales son la organización para poder comenzar el cambio, hacerlo realidad, defenderlo y desarrollarlo.

claudia alejandra dijo...

claudia alejandra:
La idea principal del artìculo a mi modo de ver, es la conservaciòn de la cultura, habitat de territorios y costumbres.
Los pueblos originarios son apoyados por los movimientos sociales de esta època (piqueteros/as, trabajadores/as, etc.) en contra del capitalismo.
Los movimientos sociales sirven para concientizar a un grupo de personas o pueblos que sufren con las polìticas capitalistas.
Las luchas populares maduran para reivindicar lo que se ha perdido a travès del tiempo con las polìticas corruptas atendiendo a las exigencias del capitalisssmo.
Los movimientos indìgenas sòlo buscan el equilibrio entre la sobrevivencia humana y la naturaleza para construir un punto en el cuàl se integren la preocupaciòn del poder em beneficio de la naturaleza misma.
El paradigma de estos movimientos son la busqueda de un mundo mejor fuera de la presiòn capitalista. Construir un nuevo modo de vida dònde e. Estado-Mercado (neoliberalismo), sea reemplazado por un Estado-Sociedad, dònde los valores sean distintos, dònde lo primero sea, la lucha por la igualdad, la justicia social y la vuelta a nuestras raìces...

Cecilia Ramírez dijo...

La idea central del presente articulo hace hincapié en la construcción de una nueva cultura fundada sobre bases diferentes: democráticas, horizontales, plurales; teniendo en cuenta que los desarrollos científicos, tecnológicos, los cambios sociales, políticos, económicos, nos atraviesan; así como también dentro de la idea se plantean los desafíos actuales de la izquierda argentina, implicando una modificación en el pensamiento de transformación para una refundación del mismo; dado como se presenta la sociedad actual, es imprescindible tener un pensamiento crítico – autocrítico revolucionario.
Hoy por hoy, el pensar en una nueva cultura, se debe a la creciente globalización neoliberal, que pregonaba “modernización”, lo que fue quedando atrás, implantando un estado ausente, debilitando a la clase obrera con cambios devastadores, deviniendo el aumento de la pobreza y dejando una población anulada –desautorizada.
Es tiempo de llevar adelante un proyecto de nación a la altura de las exigencias del mundo de hoy, y organizarse hacerlo realidad defenderlo y desarrollarlo.
Ramírez Cecilia Carla -
Alumna de Analisis de Realidad Argentina
CCC T. Social
Cohorte 2010

Anónimo dijo...

Valeria Silva
Lo que plantea el artículo es la necesidad de una renovación en el movimiento de izquierda, dado que considera que se quedo en el tiempo.
Plantea que este es un momento propicio para realizar un cambio que, no solo adapte el movimiento a los tiempos que corren, sino que también se torne unificado y coherente haciendo propuestas realizables, mediante proyectos alternativos y estrategias, que apuesten a solucionar los problemas de un modo racional.
Plantea hacer una re-articulación entre la sociedad civil y política en el que todos los actores se lleven por los principios de equidad y justicia, para lograr un cambio de fondo donde todos los sectores sean debidamente representados en referencia a las subjetividades de cada uno, formando un nuevo bloque histórico, manteniendo siempre presente que el sujeto de cambio es el pueblo.

Anónimo dijo...

Almiron Ana Lorena
La idea central de la Izquierda Argentina,es analiza la evolucion de los movimientos sociales apartir del reconto historico.replanteandose un proyecto de Nación politico, social y cultural atraves de la equidad y justicia social, y la articulacion de los actores sociales y la militancia y la reconstruccion de la clase trabajadoora. superando la atomizacion de la sociedad

Anónimo dijo...

Almiron Ana Lorena
La idea central de la Izquierda Argentina,es analiza la evolucion de los movimientos sociales apartir del reconto historico.replanteandose un proyecto de Nación politico, social y cultural atraves de la equidad y justicia social, y la articulacion de los actores sociales y la militancia y la reconstruccion de la clase trabajadoora. superando la atomizacion de la sociedad

Ester Noemi PAZ dijo...

La idea de la izquierda argentina es hacer un repaso por nuestra historia, esto nos ayuda a reconocernos entre la historia y presente hacia donde queremos llegar, replanteandonos un proyecto de nacion, politica,cultura y sociedad trabajando en equidad social y justicia de nuestro suelo,en articulacion como actores de un nuevo cambio, que nos de un futuro y pogreso en comun.-

Ester Noemi PAZ dijo...

La idea de la izquierda argentina es hacer un repaso por nuestra historia, esto nos ayuda a reconocernos entre la historia y presente hacia donde queremos llegar, replanteandonos un proyecto de nacion, politica,cultura y sociedad trabajando en equidad social y justicia de nuestro suelo,en articulacion como actores de un nuevo cambio, que nos de un futuro y pogreso en comun.-

marisa rodoni dijo...

Puede deducirse como idea central de lo expuesto, al problema transversal común a toda la izquierda, que no se corresponde con la realidad, ni necesidades actuales. El vanguardismo, el verticalismo y el autoritarismo, están encarnados en nuestra cultura, lo que es necesario combatir, con un proceso, a la vez de construcción y transformación; fundada sobre la base de la democracia, horizontalidad y pluralidad. Y poder así desarrollar la capacidad de considerar variables múltiples y por supuesto pensar junto a la mayoría.Y no se habla de transformación cultural porque sea mala, sino porque no se corresponde con los distintos ámbitos de la actualidad.
Conocer y superar las limitaciones, servirá para las prácticas actuales. Deberíamos abrirnos al diálogo y desarrollar un pesamiento crítico. El pueblo es el protagonista fundamental y la tarea política es impulsar su participación y la de sus organizaciones. El momento es político y no revolucionario, la lucha y transformación se dan ahora, en condiciones de la democracia burguesa neoliberal.

Anónimo dijo...

este debate es actual y a la vez un debate histrica que ha generado movimientos de distintas clases que defienden los derechos humanos y el bienestar de las comunidades y de los pueblos ,la izquierda argentina propone algo asi como conocer y superar ,la mirada que desde la oligarquia se les impone al pueblo acerca de los movimientos sociales. se propone superar las limitaciones y desarrollar un pensamiento critico ,ante cada momento politico existente en este presente de Democracia.

cristina.clavel@gmail.com dijo...

Es el momento propicio para sentar las bases cuando hablamos de igualdad y distribución de las riquezas, en los tiempos que corren. Ideal para debatir. No dejemos de hacerlo para así superar las diferencias y profundizar los cambios.

finelli johanna dijo...

La idea central de este artículo se basa en un problema transversal de la izquierda Argentina como en Latinoamérica o podría decirse del mundo, que no deviene de la actualidad, sino que proviene del vanguardismo, el verticalismo y el autoritarismo.
Además hace referencia a las transformaciones y desafíos tanto sociales como políticos y culturales que apartan las ideas de la vieja cultura, por el hecho del desarrollo científico y tecnológico que nos atraviesan.
Para esto debe verse a la izquierda Argentina desde un pensamiento crítico y autocritico.

catedra de analisis de la realidad argentina cohorte 2010

Unknown dijo...

La idea central es el problema transversal común a toda la izquierda, cualquiera sea su origen o posiciones políticas, en la actualidad es comenzar a transformar la vieja cultura, que ya no se corresponde a la realidad, la necesidad,y es empezando a construir una nueva cultura, fundada sobre bases democráticas, horizontales, plurales. Esto llama también a modificar el pensamiento de la transformación, promoviendo junto con el desarrollo de una nueva cultura, el mestizaje cultural de la izquierda argentina, en primer lugar, entre los sectores sociales, en especial los sindicales e ir transformándonos a la vez a nosotros mismos.
Claudia Cordoba

Anónimo dijo...

El tema central hace referencia, a la reivindicación de una política en la que participen los movimientos sociales, en la que se pueda terminar con la fragmentación, llevando a cabo de esta manera la posibilidad de generar un proyecto político planteado con distintas perspectivas. Para esto el texto hace un recorrido histórico desde mediados de los años 70 en adelante, ya que para conocer el presente y plantear nuevas propuestas es necesario conocer los hechos ocurridos en nuestro proceso histórico tanto económico, político, social y cultural.

Alumna: Débora Mendoza

Anónimo dijo...

El tema central del estudio, se realiza a través de una necesidad de los movimientos de izquierda en la Argentina. La idea es tomada en cuenta que están encomados en el mundo cultural que organizar, construir y protagonizar en lo político y lo social en la Argentina. Lo que plantea tiene sentido sin explicitación estratégica colectiva esto permite articular- unificar orgánicamente criterios como un proyecto y su modo de articulación radical con el sujeto y con la concepción sobre el poder y contraponer en lo entendido en la Argentina son muchas clases que se contradicen.
Lo que quiero decir es que la acción política es estructurante hacia una realidad que responda a los objetivos planteados.


Comentario: sobre el articulo publicado en el blogspot
Eliana mendoza

Anónimo dijo...

El artículo expone la necesidad de superar la carga cultural en los movimientos izquierdistas que ya no corresponde con la realidad, mediante un pensamiento crítico- autocrítico revolucionario, que permita la construcción de un poder popular desde abajo, un sujeto plural socio-político activo, interarticulados.
Una construcción que a mi entender debe emprenderse día a día, con un cambio en el modo de vivir, desde lo más simple. La construcción de un poder que exprese la voluntad del pueblo, participativo, respetando las diferencias.
Un camino hacia la vida.
Natalia Zenón

Olga Loto dijo...

A partir del texto, se hace necesario encontrar las potencialidades de las fuerzas organizadas de los movimientos sociales hasta hoy. Construir a la par de la participación de todos los actores sociales, un proyecto plural y popular, con equidad y justicia. La autocrítica es importante para avanzar hacia la concreción de participaciones políticas concretas. Aunar el diálogo, la participación afianzando la organización de todos.

Maria APUT dijo...

El texto tiene como idea central los dintitos mandatos que hubo en el gobierno Argentino que fue lo que causaron y cual fuel papel que fue jugando la izquierda Argentina en cada uno de ellos

Anónimo dijo...

La idea de este articulo hace referencia como la gente a traves de su participaciòn en los movimientos sociales puede ir logrando un paìs donde haya màs justicia e igualdad social..


Jose Carlos Amoretti

Mara Schapert dijo...

Se entiende que la autora hace referencia en el articulo a que como el movimiento de izquierda estuvo en desigualdad con la realidad que se vive a lo largo de la historia, como la cultura no siempre fue la misma en distintos ambitos y como se debe llegar acabo una organizacion mas equitativa, con mas integracion, compromiso y equidad.

MARA SCHAPERT

Anónimo dijo...

Desde el comienzo, el articulo nos presenta un panorama complejo pero intrigante planteando constantemente paradigmas, contradicciones y posibles soluciones a problemáticas antiguas pero actuales al mismo tiempo, todo esto atravesado por la aguda inteligencia de la autora que en base a sus conclusiones propone constantemente salidas directas.Es saludable para ejercer nuestra ciudadanía, recordar varios momentos históricos en la vida del país para poder comprender mejor el contexto actual, no solo de nuestro país sino del mundo globalizado en el que vivimos.Presidencias,planes económicos, debates políticos y agudas crisis sociales son solo el marco para un debate que nunca concluyó, el del modelo de país que queremos para todos los argentinos, teniendo en cuenta a los clásicos polos opuestos como son "el pueblo" y "la oligarquía" una y otra vez el texto se muestra agudo con la finalidad de defender, desde el punto de vista de la izquierda, un modelo nuevo y participativo para todos. NESTOR EDUARDO FLORENCIO

gabriela l schiro dijo...

La idea central del articulo es el problema que va tanto de un lado a otro en la izquierda,habla de transformar la vieja cultura,saliendo sin banderas politicas a reclamar lo que nos pertenece y a pedir explicaciones cuando sea necesario,como lo hacen nuestros hermanos bolivianos,construir movientos sociales organizados a traves de la verdadera participacion colectiva,para lograr un pais equitativo.Destaco que`` nuestros gobernantes deberian pensar desde abajo con el pueblo´´

Anónimo dijo...

Este debate es actual y a la vez un debate historico ,que ha llegado a formar parte de distintos procesos se trata de clases que defienden sus derechos con manifestaciones notorias,ante quienes los quieran representar,el pueblo siempre es protagonista y los movimientos sociales son una parte fundamental de la historia .el estudio de los mismos y sus propuestas proponen superar las limitaciones y desarrollar el pensamiento critico
La Izquierda Argentina propone algo asi como conocer,superar y abrir el dialogo critico pero constructivo,que permite a los movimientos y los pueblos ser capace de desarrollarse criticamente y no tan solo quedarse con un solo discurso en este caso el de la oligarquia. ante cada momento politico existente , la izquierda argentina propone participacion para todos.
alumna; Melillan Mirian

Anónimo dijo...

En el texto el autor hace referencia a las transformaciones sociales de los movimientos politicos Argentinos de Izquierda.
Su critica hacia la izquierda Argentina apunta a la desactualizacion de su linea ideologica de accionar para con la realidad actual. Su fundamento para el cambio es repensar el enfoque desde una vision arraigada a la realidad actual y cotidiana de los hechos sociales, culturales y economicos dentro de su contexto.

LISSI LOIOCO BELEN.
CATEDRA ANALISIS DE LA REALIDAD ARGENTINA.
CARRERA: TRABAJO SOCIAL

Anónimo dijo...

Adrian Texo UNLA grupo 3
fundamentalmente el autor hace referencia a la necesidad que tiene la izquierda Argentina de re-pensarse y re-plantearse las ideas y sus conformacion dentro de la politica y la sociedad actual de manera de poder lograr una verdadera representacion del campo social y popular.la necesidad de desprenderse de antiguos dogmas para lograr comprender de una manera mas real las condiciones subjetivas y objetivas ( no para la toma del poder )que hagan posible la representacion politica de los diversos actores que hoy demandan la transformacion de la sociedad

Unknown dijo...

El artículo pretende demostrar lo obsoleto de los Movimientos de Izquierda en Latinoamérica, atravesada por cuestiones políticas, económicas, sociales y culturales emergentes de una sociedad que ha cambiado.Pluralidad,participación partidaria,organizaciones populares nos invitan a una nueva manera de interactuar en un gobierno democrático.No obstante, no se debería olvidar ese espíritu solidario y con sueños de equidad que caracterizó a los Movimientos de Izquierda.