Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

lunes, 8 de agosto de 2011

Por siempre Eva


      59 años han pasado de la muerte de María Eva Duarte de Perón, la mujer que suscitó fuertes pasiones, desató torrentes de afectos, océanos de amor y que, a la vez, despertó intensos odios, surcados en ocasiones por rabiosos celos. Diosa o pecadora, su personalidad marcó raizalmente al peronismo vigorizando su fuerza de pueblo.
Haciéndose cargo de su poder y magnetismo, tuvo la grandeza de ponerlos en función de los derechos de los trabajadores de la ciudad y el campo, de las discriminadas y los discriminados, abonando caminos de justicia y equidad sociales. Con sus obras, su pensamiento y su creciente compromiso militante, María Eva Duarte de Perón se parió a sí misma como la Evita de los trabajadores, la Evita de los pobres, la Evita de los y las humildes. Ella sigue siendo hoy fuente de inspiración y de vida para millones de argentinos y argentinas.
A finales de los años 40, en un rinconcito misionero, los jóvenes Arnoldo e Isabel, ambos hijos de trabajadores inmigrantes europeos, luchaban por su amor, enfrentándose a los prejuicios y dogmas provenientes de la vieja cultura europea sobreviviente en los inmigrados que añoraban el país de origen, al cual pensaban pronto retornar. Por eso, muchos cerraron las puertas a la integración con colectividades de origen diferente y, más aún, rechazaron y condenaron el mestizaje con los llamados criollos o “negros”.

Así las cosas, resultó que Isabel fue considerada una “negra” por los familiares de Arnoldo, quienes le exigieron a este que pusiera fin a su relación, amenazándolo con expulsarlo de la familia. El destierro significaba -en ese medio, en aquel tiempo-, que no podría sobrevivir. Para Arnoldo la disyuntiva era: o abandonaba a su amada Isabel o buscaba cómo independizarse para vivir juntos.
La elección resultaba clara, pero no así las alternativas para concretarla. Fue entonces que una luz se alzó en el horizonte, lejana, pero no inalcanzable: María Eva Duarte de Perón.
Con sus apenas 18 años, Arnoldo decidió escribirle y exponerle su situación. Cualquiera podría pensar hoy que aquella carta fue enviada al vacío, que Eva nunca la leería o que no la tomaría en cuenta. ¿Qué valor político tendría atender una situación particular? ¿Cuántos votos o “prensa” le darían solucionar ese caso? Obviamente, si esa hubiera sido la mentalidad de Eva yo no estaría escribiendo esta nota. La historia demuestra que no solo recibió la carta, sino que la leyó y se ocupó personalmente del caso.
Habló con Juan Domingo Perón para que interviniera y solicitara al Presidente del Banco de la Nación Argentina que se le abrieran a Arnoldo las posibilidades para acceder a una plaza en dicho Banco, en la localidad donde él radicaba. Y no solo habló y solicitó, sino que siguió atentamente, durante más de un año, la evolución de la situación hasta comprobar que –efectivamente- él contaba con un empleo en el Banco, cuestión que una vez resuelta favorablemente, Eva se lo comunicó directamente. De ello da fe la carta que le escribió a mi padre y cuya copia comparto en este artículo.
Así fue como Arnoldo pudo independizarse, casarse con Isabel, el 21 de enero de 1950, y formar una familia de la cual soy parte.
Con este sencillo relato he querido expresar mi reconocimiento a quien hiciera posible los sueños de aquellos jóvenes y mi propia existencia, y a un año de la muerte de mi madre pienso: Evita, vida nuestra; Evita, vida mía.

Publicado el 31 de julio de 2011 en el diario Miradas al Sur. Acceso en: http://sur.elargentino.com/notas/por-siempre-eva 

2 comentarios:

Juan Quiroz dijo...

Como ya usted lo menciono, las opiniones son muy diversas y también lo son los fundamentos que las acompañan.
La emotividad y el afecto que cargan la nota es contagioso, tanto así que uno revaloriza lo que es concretable en la medida de nuestras posibilidades, viendo como lo que uno realiza puede afectar al otro.
El gesto es incuestionable, como también así la conciencia y los valores que acompañaban a la política del peronismo. Pero en un pais justo, donde las posibilidades sean garantizadas para todos por igual, seria innecesario que gestos así abran caminos.
En mi opinión puedo ver como es necesario el compromiso a nivel nacional de todos para poder transformar la realidad en la que vivimos. No solo de los políticos, sino de todos los ciudadanos, que en fin, concretamos día a día lo que llamamos sociedad, con sus defectos y virtudes.

Anónimo dijo...

EVA GRAN MUJER PARA UNOS PERO PARA OTROS MEJOR NI HABLAR.
Siento emoción al leer tal artículo me supera, estoy comentándolo con lágrimas en los ojos,la historia de Isabel conmovedora,Evita la más amada, la más odiada, su llama aún continúa encendida jamás será apagada,INCLUSIÓN Y SOLIDARIDAD dos palabras para sintetizar quién fue en aquellos tiempos, los descamisados ,los cabecitas negras, los grasitas como los llamaba cariñosamente Evita,ellos quienes se vieron vulnerados de sus DERECHOS son quienes valoraron la figura de Eva Peron.
Mi opinión como ciudadana de Argentina es que no solo debemos esperar de los gobiernos el crecimiento del país sino que todos y todas debemos colaborar desde nuestro lugar, desde el lugar que nos toque a cada uno y de ese modo acompañado de valores tendremos una sociedad más justa, haciendo valer nuestros derechos y de quienes deseen habitar el suelo Argentino con la LIBERTAD QUE TODOS NOS MERECEMOS,sin discriminar aceptando al prójimo con sus ideales.
Patricia Gallardo