“La revolución nace dentro de ti mismo”, dice –traducción
mediante‑, una de las pancartas que llevan los jóvenes en las movilizaciones y
que llamó la atención de uno de los manifestantes. Él –conmovido‑, le tomó una
foto y me lo comentó.
No es para menos, esas movilizaciones en sí mismas son
conmovedoras, tal vez por lo infrecuentes en los años recientes, y sobre todo
por su magnitud y grado de espontaneidad. Casi dos décadas de “calma”
parecieron convencer al mundo y a los políticos brasileños, también los del PT,
de que los brasileños/as se movilizaban masivamente y con tanto entusiasmo solo
por el fútbol y el carnaval. Y así, el mito de que los partidos políticos son
los dueños absolutos de la acción política, cobraba realidad en territorio
carioca. Estaba a punto de arraigarse, cuando cientos de miles de ciudadanos,
principalmente jóvenes de una ciudad, hicieron estallar las calles rechazando
la suba del pasaje urbano. Pero esto era solo la punta de un iceberg que
comenzaría a derramarse por innumerables ciudades del gigante país.
Como ocurre en no pocas de las grandes movilizaciones políticas,
grupos ajenos a los móviles de la convocatoria se infiltran buscando desvirtuar
y manipular los reclamos en función de sus oscuros y mezquinos intereses
elitistas conservadores. Con sus actos vandálicos, saqueos, provocaciones
violentas, etc., alientan la represión contra los manifestantes. Es claro que
sectores de derecha aspiran a la ira colectiva para transformar los reclamos
sociales en movilizaciones antigubernamentales, anti petistas, ilusionados con aprovechar el descontento social para
instalarse como favoritos para las elecciones del 2014, o al menos para tratar
de llegar a la segunda vuelta. Algunos sueñan tal vez con dar cuerpo a un nuevo
formato de “golpe ciudadano” que, obviamente luego encabezarían sus jefes de
guante blanco. En realidad, esta es la natural actitud mezquina y sectorial que
la derecha puede asumir ante una situación como esta; sorprendente sería una
actitud contraria. Pero esto no puede empañar los hechos.
Los provocadores constituyen una minoría antidemocrática sin
arraigo social, no representan el espíritu ni los contenidos de la marea humana
que reclama en las calles. Su presencia en ella
es pequeña, aunque muy potenciada por los medios de comunicación a su servicio
en el espacio local e internacional, como puede observarse. Conclusión: La
derecha existe y actúa, la lucha de clases existe, y estos acontecimientos son
parte de la lucha política de clases con la modalidad en que ella existe y se
desarrolla en este tiempo.
La ciudadanía movilizada en las calles recupera socialmente –de
hecho‑ la política, anquilosada en aparatos
partidario-estatales-gubernamentales. Con su presencia multitudinaria l@s
manifestantes expresan claramente: queremos participar. La juventud hace valer
su derecho a ser protagonista de su tiempo y de
su vida; quiere ser parte del sujeto político social y se moviliza en esa
dirección. Esto marca la impronta política del presente: la participación popular
desde abajo. Y por eso rebasan a los partidos políticos tradicionales de derecha, de centro,
y también de la izquierda.
L@s manifestantes reaccionan contra la política del viejo
formato partidario, y contra acomodados representantes alejados de la
problemática de la ciudadanía. Van a manifestar frente al Congreso y ello no es
una casualidad. Están cansad@s de que l@s parlamentari@s hayan transformado la
política en una negociación entre bancadas para lograr acuerdos corporativos y
así garantizar la “gobernabilidad”. No confían en ellos. La política es otra cosa dicen, y llevan razón.
Algunos observadores rechazan lo que ocurre porque dicen que
nadie “los controla”, que “no hay dirección”. Pero eso es exactamente lo que
está mostrando la juventud en las calles. Si sus demandas estuvieran cubiertas,
si fueran escuchados, si hubiera canales para que participen en la toma de
decisiones, no estarían en las calles. Participar es el anhelo que late en el
corazón de los reclamos.
Con la instalación del conflicto social, la juventud
movilizada reabre un tiempo político que parecía “superado” y ausente de la realidad brasileña. Estaba latente en
los movimientos sociales, pero desarticulados en su analítica y orgánica no
pudieron estructurar un quehacer político común. De cierta manera, muchos de
estos actores también relegaron el quehacer político a los partidos de izquierda,
imaginando algo así como una “asignación de roles” diferenciados y distribuidos
entre movimientos y partidos, que cada uno debía respetar en aras de llevar una
“convivencia armónica”.
Y esa lógica que asigna “roles” políticos y “roles” sociales
para actores políticos y sociales respectivamente, no era (ni es) solo local. A través de la coordinación petista del Foro de Sao Paulo, a la
usanza de la III
Internacional , se irradiaba –al menos hasta ahora‑, como el
formato único admisible para la relación entre partidos de
izquierda-movimientos sociales, adaptando y actualizando así el viejo esquema de subordinación de los movimientos sociales
a los partidos de izquierda (dominantes). Quien subordina no escucha, no
pregunta, considera que “ya sabe” lo que hay que saber y, de un modo u otro,
pretende que “los demás” escuchen y obedezcan.
La propuesta de interrelación horizontal entre partidos y
movimientos apunta a transformar precisamente ese esquema. No es una forma
organizativa sino un principio de igualdad para construir una interrelación
dialogal entre actores-sujetos pares. Obviamente, este principio ha sido
siempre subestimado y desestimado por los
partidos de izquierda. Estos redujeron el planteamiento de horizontalidad a una
cuestión morfológica y, sobre esa base, la desecharon calificándola de basista,
espontaneísta, anarquista, etc.; todo, menos pensar en modificar las arcaicas morfologías
partidarias acorde con la realidad de los sujetos político-sociales, con sus
modalidades de existencia y organización, y con las tareas
político-sociales-culturales que reclama la transformación raizal (desde abajo)
de la sociedad capitalista en el presente. La horizontalidad no es un problema,
sino la fragmentación, la sectorialización de las luchas y sus actores, y la
transición defensiva de estos hacia grupos reivindicativos-corporativos.
Por mucho que los representantes de tales partidos evoquen a
Lenin ‑creador del partido revolucionario “de nuevo tipo”, pensado por él en
virtud del sujeto, las condiciones y las tareas de su época‑, está claro que
Lenin se espantaría al ver que, en más de un siglo, a pesar de los grandes
cambios ocurridos en el sistema mundo bajo el dominio global del capital, las
“vanguardias” de izquierda no modificaron los criterios básicos de su
organización político-partidaria para que esta sea convergente con los sujetos,
las tareas y las condiciones de transformación revolucionaria de las sociedades
en el presente. Resulta casi ridículo decir esto, pero es parte de la realidad.
Y ciertamente, constatar este anquilosamiento es más impactante aun en este
continente, donde las luchas sociales y el quehacer político protagonizado por diversos
movimientos sociales, indígenas, sindicales, urbanos y rurales, marcaron el
rumbo y el camino de lo nuevo y –con ello‑, crearon también las condiciones para que la izquierda partidaria
(tradicionalista) modificara sus conductas y posicionamientos políticos.
En estas tierras, con las luchas de partidos de izquierda, de
movimientos indígenas y demás movimientos sociales, se han creado condiciones
para convocar a un Foro político-social continental que articule partidos de
izquierda y movimientos sociales. Pero no ocurre, pues para ello el conjunto de
actores sociales y políticos tendría que articularse de modo horizontal, es
decir, en pie de igualdad en tanto todos son integrantes del sujeto
sociopolítico.
En este sentido, el desafío es construir un espacio horizontal
de articulación-coordinación-conducción política de los actores sociopolíticos,
dando pasos concretos que impulsen los procesos de conformación‑constitución
del sujeto político colectivo, en cada país y también en el ámbito continental.
Y esto poco y nada tiene que ver con la actual propuesta-invitación del Foro de
Sao Paulo a los movimientos sociales para que se agrupen y constituyan “un
capitulo” en el seno del Foro.
Los procesos de cambio abiertos en Indo-afro-latinoamérica reclaman
articulaciones sociopolíticas; ellas constituyen parte de sus fortalezas de
base, pero hoy –además de afianzar lo logrado‑, las articulación requieren reconstituirse
o redimensionarse acorde con lo recorrido, con la emergencia o maduración de
nuevos actores sociopolíticos y sus demandas, aspiraciones y propuestas, y con las
tareas democratizadoras revolucionarias del presente, entre ellas, la primera y
central: la actualización permanente de la construcción de la fuerza social y
política de liberación, sujeto político colectivo de los cambios en procesos de
revolución democrático-cultural hacia un nuevo modelo civilizatorio. Y el
proceso de cambio social abierto en Brasil no escapa a esta realidad
sociopolítica del continente.
En todas las latitudes, las prácticas de lucha y
construcción de l@s sujeto@s afirman que este es el tiempo del protagonismo
político de la juventud, de las mujeres, de los indígenas, de l@s afrodescendientes,
de los movimientos sociales del campo y la ciudad. La ampliación y renovación
de la política y lo político está en ellos, en sus resistencias, protestas y
propuestas, y los partidos de izquierda ya deberían haber tomado nota de ello.
En este sentido el dilema no es “movimientos o partidos”,
sino la articulación de todos construyendo la convergencia estratégica común,
con las consiguientes transformaciones en los formatos organizativos que reclamen
las organizaciones (sociales o partidarias) en aras de avanzar hacia los
objetivos colectivos y dejar atrás su condición (y proyección) sectorial
defensiva. Hay mucho por andar y hacer, ciertamente. Sería apresurado pretender
sacar conclusiones acerca del curso futuro de los acontecimientos tanto en
Brasil como en el continente; estos pueden encaminarse –como en todos los
procesos de luchas sociopolíticas‑ hacia varias direcciones. No hay garantías;
es parte de la pulseada con el poder del capital, pulseada que nace en el
corazón del pueblo y desde ahí lo increpa.
La transformación revolucionaria de la sociedad implica la
construcción-recuperación de poder desde abajo. Es decir: nace en la raíz
de la problemática a cambiar-enfrentar, y desde el interior de los sujetos
(trabajadores/as, sectores medios, indígenas, afrodescendientes, habitantes de
las favelas, desplazados, etcétera). El desarrollo de la conciencia política
crítica que hace a la construcción de subjetividades revolucionarias, es parte
de los procesos de lucha y transformación. No puede “implantarse” desde afuera
por ninguna vanguardia, por muy esclarecida que sea; es una construcción
colectiva en pulseada constante con el la hegemonía del capital instalada en el
interior de todos y cada uno de los seres humanos que vivimos bajo la feroz
dictadura del mercado, que tiene la capacidad de disponer de la vida y la
muerte de todos los que dependemos de vender nuestra fuerza de trabajo para
sobrevivir. Estos son los proletarios, ayer y hoy, con la cualidad de que en el
presente la proletarización se ha extendido a las capas medias, haciendo de un
profesional un asalariado más. Esto, además de que el capital ha conformado un
nuevo escenario global que amenaza con hacer desaparecer el hábitat de la humanidad,
emplazándonos a tod@s a luchar por la vida.
Esto late, en multiplicidad de voces y consignas, en las
calles de Brasil. Para defender la vida se movilizan millares de jóvenes del
pueblo, trabajadores de clase media y pobres. No tienen una propuesta
elaborada, no tienen tampoco certezas acerca de los límites y alcances
derivados de su acción, pero tienen claro lo que quieren: romper el cerco del
poder, participar protagónicamente en el quehacer político que define sus vidas y jugar su papel en la lucha por un mundo mejor.
Las reacciones a lo que está ocurriendo son y serán
diversas; ya hay alcaldías que han bajado los precios del transporte, recientes
declaraciones de la Presidenta Dilma Rousseff evidencian que el problema le llega
y le preocupa, pero el asunto de fondo es un desafío mucho más importante que
todo eso, se trata del cambio de mentalidad política, de entender el nuevo
mundo que bulle detrás del aparente equilibrio.
(22-06-2013)
--Fotografia: Pablo Vergara. Suministrada por: Alba Noticias
1 comentario:
Isabel, le mandé mail a la dirección que figura al pié del blog, es sobre la salud en Inglaterra, donde estan mueriendo 8 personas por día según el diario The Guardian, parece que los ingleses no se manifiestan en la calle, ante la muerte por falta de tratamiento a 1.200 personas Cameron pidió perdón, esto en un solo hospital, una politica de ajuste, por menos de esto en Brasil rompieron todo, q harian si esto sucediera allí? ni pensemos acá.... gracias. Cristina
Publicar un comentario