Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

lunes, 4 de noviembre de 2013

Herramientas metodológicas para la articulación

Reflexiones inspiradas en procesos de construcción colectiva del sujeto popular indo-afro-latinoamericano.

Fragmentación, exclusión, nuevos actores: ¿Cómo articular?, ¿qué hacer?

Obviamente, no hay recetas y es imposible darlas. Sin embargo, ayuda conocer pasos metodológicos de experiencias de articulación que impulsaron con fuerza procesos sociales y políticos en determinados momentos, avanzando hacia la conformación de actores colectivos. A continuación expondré sintéticamente pasos concretos de articulación elaborados a partir de estudios y acompañamientos de diversas experiencias de movimientos sociales de Indo-afro-latinoamérica:
o       Descubrir los elementos aglutinantes
o       Identificar los nudos intermedios para construir redes
o       Definir el problema central
o       Disputar el sentido (conjugar el por qué y el para qué)
o       Participar como protagonistas
o       Partir de la cotidianidad de la población
o       Reconocer la importancia del espacio comunitario
o       Ir “de lo pequeño a lo grande”
o       Construir una alternativa político-electoral: Hacer de los nexos articuladores la base para la construcción del sujeto colectivo con una propuesta programática para el cambio.
o       Atender la formación política y construir un nuevo pensamiento estratégico revolucionario.
Descubrir los elementos aglutinantes
Para construir una articulación un paso inicial importante es descubrir (identificar) cuáles son los elementos o factores aglutinantes[1] a partir de los cuales otros sectores o actores sociales pueden reconocer la vinculación de su problemática sectorial con la de aquellos, identificar de qué manera están presentes, actúan o inciden para así posibilitar la construcción de articulaciones o coordinaciones. Estos factores aglutinantes son los vasos comunicantes entre las problemáticas de unos y de otros, en cada momento.
Las problemáticas sectoriales todas contienen vasos comunicantes con problemáticas de otros sectores, allí hay que buscar los elementos aglutinantes que pueden llegar a constituir la base de una articulación entre dos o más actores sociales en virtud de que su materialización puede resultar de interés común. Es por eso que un camino efectivo para construir una articulación consiste en partir de las propuestas concretas. Sin embargo, las modalidades de articulación han sido, son y serán tan diversas como diversos son (y serán) los actores sociales en lucha, sus problemáticas, sus visiones, y sus propuestas.
Un factor articulador puede conformarse también a partir de acciones solidarias con otros actores sociales en lucha, por ejemplo, brindando apoyo material y moral a un corte de ruta realizado por pobladores socialmente desamparados; participando en la realización de tareas que contribuyan a solucionar problemas concretos de otros: contribuyendo con la construcción colectiva de viviendas, de acueductos, de huertas comunitarias, etc., solidarizándose con otros pueblos en lucha, como Haití, Cuba o Venezuela, o con regiones golpeadas por catástrofes naturales, como huracanes, inundaciones, etcétera.
Metodológicamente es recomendable comenzar por lo vivencial y avanzar desde ahí, interrogarse acerca de cuáles son los elementos que relacionan la problemática de mi sector con la de los demás, y cómo esto incide en la vida cotidiana de todos. A partir de ahí, analizar cuáles son o pueden llegar a ser las propuestas convocantes para concertar la participación, movilización y organización de la mayor cantidad de sectores y actores sociales.
Para trascender la sectorialidad de partida y llegar a diversos sectores sociales potencialmente interesados en buscar y construir soluciones, base de la convocatoria para la solidaridad y acción colectivas, resulta conveniente buscar variados canales orgánicos e inorgánicos, intercambiar puntos de vista, investigar posibilidades diversas y, sobre todo, actuar con una mentalidad que, para hacer lo grande, piense en lo más sencillo que ‑en la situación dada‑ sea lo más factible de convertirse en el factor de mayor alcance e impacto sociopolítico en relación con los objetivos previa y colectivamente identificados.
Un ejemplo de ello lo brindan las luchas en defensa de la educación pública realizadas en Argentina en los años 97-98, abanderadas por la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina [CTERA], el sindicato nacional de los docentes. Todo comenzó por una demanda salarial. Como primer paso, dicho sindicato hizo explícito a la opinión pública del país, que su problema reivindicativo sectorial era parte de uno más amplio y profundo: el del abandono de la educación pública por parte del Estado. Pusieron al descubierto que el ataque al nivel de vida de los maestros era parte de uno mayor: a la educación del pueblo. Con sus luchas, marchas y campañas explicativas, fueron poniendo en evidencia que tras la llamada modernización de la educación se escondía un plan de privatización de la enseñanza y destrucción del sistema nacional de educación y de la educación misma como un derecho ciudadano.
Otro ejemplo de articulación social, lo dieron por las mismas fechas, los trabajadores del Sindicato Luz y Fuerza de Mar del Plata. En el marco de las luchas contra la privatización de la empresa de electricidad de la zona, dicho gremio de Luz y Fuerza realizó una fuerte campaña en la comunidad marplatense, buscando instalar en el imaginario colectivo que ello traería como consecuencia despidos de trabajadores, aumentos de tarifas y cortes de luz por la falta de inversión. Para ello, los trabajadores se hicieron presentes en el espacio público a través de carpas, volanteadas, movilizaciones y diversas acciones de protesta. Como un primer paso surgió, desde el sindicato, la Oficina de Atención al Usuario. Esta Oficina, cumplía el papel que en ese momento abandonó el Estado: apoyar y asesorar a los vecinos sobre sus derechos frente a las empresas. Por esa vía lograron disminuir los cortes arbitrarios del servicio, la quita de medidores, etcétera.
Para recuperar la vigencia de las tarifas más económicas que el Estado otorgaba a los sectores carenciados, el sindicato comenzó la “Campaña por la Tarifa Social”. Para ello creó una multisectorial articulada con la Central de Trabajadores Argentinos, los universitarios, las sociedades de fomento, los centros vecinales, las pequeñas y medianas empresas (también perjudicadas por los abusos empresariales), y los movimientos de desocupados.
Movilizaciones y tomas simbólicas de sedes de la empresa fueron prolegómenos del acuerdo tripartito logrado a fines de 1999 entre el sindicato, la empresa y los usuarios perjudicados.
En un primer momento se recuperaron las conexiones de luz cortadas por la empresa, y comenzó a gestionarse un acuerdo con el gobierno provincial para establecer una Tarifa Social para cobrar el servicio brindado a los más humildes y para reducir el costo del servicio eléctrico a todos los usuarios. Esta propuesta supuso, por un lado, que la empresa recorte algo de sus ganancias y, por otro, que el Estado elimine algunos impuestos que ‑incluidos en la factura de consumo de electricidad‑ encarecen el pago de los usuarios. Se trató, en resumen, de una propuesta que articuló no solo a los ciudadanos en torno a un conflicto sectorial, sino a estos con el sindicato, la empresa y el Estado, y a cada uno de ellos entre sí.
Sobre la necesidad de construir este tipo de propuestas y espacios de articulación intrasectorial-social, José Rigane, Secretario General del Sindicato Luz y Fuerza Mar del Plata, señaló:
Así como en la década del 70 era posible que una organización sindical pudiera pelear de igual a igual con una patronal como lucha sectorial por sus reivindicaciones, hoy no tiene ninguna posibilidad de poder llevarlas adelante si no se convierten en una necesidad del conjunto de la comunidad. Hablar de la tarifa social, por dar un ejemplo, toma validez cuando excede la reivindicación de los trabajadores de la energía y pasa a ser también el objetivo de las sociedades de fomento, del club del barrio, las instituciones sociales, etc.
Es decir, que hay que articular y llevar adelante las reivindicaciones como comunes al conjunto de la sociedad, donde obviamente enfrentamos a un enemigo común. [Rigane, J., 2000]
Identificar los nudos intermedios para construir redes
Este paso se apoya en el anterior: supone, en primer lugar, esclarecer, poner sobre la mesa, los problemas comunes a varios sectores o actores sociales. En segundo lugar, establecer los nexos o vasos comunicantes entre ellos (poner al descubierto la raíz social de problemas aparentemente sectoriales).
Como principio metodológico vale decir que la primera articulación se da  generalmente en el interior de cada sector, también fragmentado.
Si se toma como ejemplo al movimiento obrero, fragmentado y desmembrado en varios tipos de contrataciones y subcontrataciones, dividido entre trabajadores con empleo y trabajadores desempleados, resulta claro que el movimiento obrero necesita primero re-articularse en su interior para luego estar en condiciones de proponer y proponerse una articulación mayor, intersectorial. Y lo mismo ocurre con los sectores campesinos, con los jóvenes, con las mujeres... Es por ello que la articulación más elemental presupone –y constituye‑ una red desde sus cimientos. Esta se asienta sobre un nudo articulador, por ejemplo, en el caso de la clase obrera, el modo concreto de interrelación empleo‑desempleo, trabajadores ocupados y desocupados.
El nudo primario (base) de una articulación posibilita la formación de redes mayores, a partir de identificar (y construir) nudos articuladores intermedios (nodos‑medios). Por ejemplo, la articulación de la relación entre empleo-desempleo, la situación de ruina de los pequeños productores agrícolas y la emigración creciente de los campesinos hacia las ciudades. Esta resulta una articulación intersectorial de la problemática del trabajo y de la tierra, que da cuenta de la situación de los trabajadores urbanos y rurales, obreros, campesinos y pobladores urbanos de las periferias de los grandes centros urbanos.
Los factores que posibilitan las articulaciones son móviles a pesar de tener un sustrato permanentes. Su movilidad se relaciona con la situación sociopolítica, con los conflictos sociales y políticos que hacen que los ejes de conflicto se desplacen constantemente entre distintos sectores y actores sociales y sus problemáticas. Es importante estar atentos a estas dinámicas sociales popara ir construyendo también en ellas las articulaciones posibles. Esto no significa que haya que abandonar las ya construidas; llama a no desalentarse ante lo que algunos entienden como “un desinfle” de las coordinaciones o frentes. La movilidad de los ejes de los conflictos es parte de las dinámicas de las luchas sociales reales y es en ellas donde hay que ir desarrollando las construcciones. No se trata de correr atrás de los conflictos, metodología bastante experimentada en el siglo XX; la convocatoria es simultáneamente con las construcciones sectoriales e intersectoriales de base, ir enlazando a ellas las nuevas articulaciones que puedan lograrse, fortaleciendo los procesos preexistentes y creciendo colectivamente en conciencia, organización y  capacidad de elaboración de propuestas.
Resulta por ello central identificar en cada momento, cuáles son los temas‑problemas comunes o colindantes y cuáles –sobre esa base‑ podrían ser los ejes articuladores. Se trata de una labor con un perfil y una proyección eminentemente políticos.
Definir el problema central
Para construir articulaciones de alcance social: intra e intersectorial y transversal (social), el camino pasa por localizar, identificar y definir cuál es el problema medular de los ciudadanos y las ciudadanas de un país, el que “atraviesa” (y a la vez articula) el modo de vida de unos y otros, interrelacionando los contrastes sociales, situación que aparentemente ocurre de un modo “natural”. Es conveniente estar atentos siempre a la correlación de fuerzas existente en cada momento, y a los posibles cambios de coyuntura, porque el problema central puede invisibilizarse públicamente en determinado momento, o puede variar el sector social que lo vivencie como problema central, pueden ocurrir ambas cosas, u otras. Vale reiterar que el centro de un conflicto social no se mantiene necesariamente en un mismo sector o ámbito social.
Esto permite avanzar hacia otra característica de las dinámicas sociales en la actualidad:  el conflicto central de un momento no necesariamente coincide con el problema central, aunque ambos resultarán seguramente, en todo momento, intervinculados.
El problema central reorganizador del todo social generalmente constituye un problema nacional, pero puede ser también regional o continental. Sobre la base de su caracterización es posible articular a una diversidad mayor de actores sociales. Para ello hay que identificar la relación que guarda (los nexos de) dicho problema con la problemática particular de cada uno de los sectores y actores sociales. Sobre esa base pueden identificarse puntos de enlace de las problemáticas diversas, visibilizando que la solución de dicha problemática es de interés colectivo. Un ejemplo de ello sería la lucha por la tierra que llevan adelante los campesinos, y su relación con el problema de la migración hacia las grandes ciudades, la situación del desempleo y la precarización de las condiciones de trabajo de los obreros urbanos y rurales, el mal funcionamiento de los hospitales, el desfinanciamiento de las universidades públicas, etcétera. Veamos:
Ejemplo 1: El trabajo
Al finalizar la década de los 90, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) había identificado al trabajo (la falta de empleos y la precarización de los existentes) como el problema fundamental de los argentinos. Ello supuso el cuestionamiento de la actual relación entre el capital, los trabajadores, y los medios de producción. Cuando la CTA definió al trabajo como la problemática central a enfrentar (problema central), lo colocó como eje articulador de su accionar y de la construcción de sus propuestas político-sindicales. Al hacerlo señaló la necesidad estratégica de transformar las estructuras sociales (la relación estructural capital‑trabajo).
El trabajo, desde el punto de vista de la situación y condición de quienes lo realizan, abarca la situación de los trabajadores con empleo y sin empleo, y las interrelaciones entre una y otra condición con el funcionamiento del capital. Es decir, da cuenta de un drama social importante: el desempleo, poniendo al descubierto su relación con el funcionamiento actual del capital, con sus modos y ritmos de generación de ganancias. En virtud de ello, rescata socialmente al desocupado como un trabajador, y contribuye a recuperar su identidad, su dignidad.
La afiliación directa de los trabajadores ocupados y desocupados a la CTA, estipulada en sus estatutos, tiene –desde esta perspectiva‑ un profundo contenido y sentido políticos, además de su alcance democrático, participativo. Además, este reconocimiento apuntala una articulación raizal entre los trabajadores, evitando hacerle el juego al chantaje de pobres contra pobres, lógica perversa utilizada por el capital.
El planteo básico de la CTA ha buscado diseñar un país donde todos tengan derecho a trabajar, como primera condición para tener acceso a una vida digna. Precisamente por ello, el límite de la contradicción vida‑muerte es el trabajo. Y es multidimensional porque –para expresarlo sintéticamente‑ el redimensionamiento del trabajo, supone el redimensionamiento de la relación trabajo‑capital. Y la modificación de esta relación implica, a la vez, la modificación del conjunto de relaciones sociales de una sociedad. Es sobre esta base que el trabajo, en su carácter multidimensional, constituye un nudo articulador social de primer orden.
Ejemplo2: La tierra
La problemática de la tierra es también un problema central, articulador de una problemática común de los campesinos con y sin tierras, de los obreros, de los trabajadores de la ciudad y el campo en general, de los indígenas, de los sectores marginados de la producción y de los pobres en general. La solución del mismo compete a todos; identificar los temas y definir las soluciones posibles constituye la base para una posible articulación intersectorial, es el soporte orgánico sociopolítico para lograr su realización.
…avanzamos también en la construcción de una nueva propuesta de reforma agraria, vinculada a los intereses de toda la población y no solamente de los sin tierras. (…) levantamos la bandera de que La Reforma Agraria es una lucha de todos. (…) Que la reforma agraria es un medio fundamental para resolver la mayoría de los problemas que enfrentan los pobres de la ciudad, como el hambre, el desempleo, la violencia, la marginación, la falta de educación, el transporte y la vivienda. (…) Y que solamente es posible desarrollarla con un nuevo modelo de desarrollo nacional. [Stédile, 1997: 58]
Que la causa sea justa resulta un presupuesto de partida sine qua non, pero no basta para construir una articulación social ni para transformar la realidad, es necesario, además, que la razón y justicia de la causa sean visualizadas y comprendidas como tales por la amplia mayoría de la población, empezando por el sector o clase social directamente implicado en el problema, cuestión que no necesariamente ocurre. En este tiempo de guerra mediática, resulta imprescindible desarrollar medios de información y comunicación para llegar a las mayorías, informar sobre lo que acontece, sensibilizarlas con el problema y –sobre todo-, poner de manifiesto, evidenciar, el contenido, las raíces y los nexos sociales del problema que es presentado como “algo” aparentemente sectorial e inconexo con la situación de los otros sectores sociales que componen la sociedad. Es vital buscar y construir medios para poner fin a la fragmentación de conciencia que acompaña a la fragmentación social y de las realidades, las problemáticas y los sectores y actores sociales. Sobre esa base, es posible convocar a la participación y movilización social, o –de mínima‑ neutralizar cualquier posible manipulación de la opinión pública por parte del poder.
El problema central no es sinónimo de “eje central del conflicto” social en un momento dado, ya que este último resulta generalmente móvil y cambiante. Puede radicar un tiempo, por ejemplo, en la lucha por la defensa de la escuela pública que libran los docentes, o en las luchas de los campesinos, de los desocupados, de los inquilinos, de los pueblos indígenas, etc. Hay momentos de coincidencias, obviamente, entre el problema central y el eje del conflicto social, y ello puede contribuir a la más amplia articulación de sectores y actores sociales y políticos.
La permanencia o no de tales articulaciones depende de cómo sus actores se organicen para mantener dicho ámbito, alrededor de qué propuestas y fines, y para qué (objetivos).
a)      Un paso importante es hacer de cada articulación una instancia cada vez más política, profundizar la dimensión de las problemáticas reivindicativas y de sus propuestas hasta abarcar la dimensión político‑estratégica, es ir construyendo propuestas reivindicativas articuladas o convergentes con la dimensión estratégica alternativa (utopía).
b)      No basta proponerse articular para lograrlo, es necesario partir de la realidad, de la identificación –en cada momento‑ de los elementos aglutinantes, de los nodos‑base, los nodos‑medios y del problema central, para sobre esa base identificar también a los actores sociales que pueden conformar una articulación (o integrarse a ella).
c)      Identificando los nodos base o los nodos medios, se abren posibilidades concretas de articulación y confluencia entre diversos actores sociales. Por ejemplo, la lucha por el agua, en Cochabamba.
d)      Se puede construir atendiendo y articulando en torno a la solución de un problema central o de varios. Pero para ello hay que identificarlo en cada realidad social concreta, en cada momento; no se puede establecer a priori.
Con una práctica política (y una concepción) no vanguardista, es posible crecer en construcción, en articulación, en conciencia y organización. Esto puede parecer quizá la tendencia natural de toda articulación, pero no ocurre de modo espontáneo, hay que construir las articulaciones desde abajo hasta arriba y viceversa, paso a paso, también a veces a saltos, una y otra vez.
Articulación regional o continental: Una problemática que puede constituir el problema central en un momento dado, en México, por ejemplo, no necesariamente coincidirá con la que existe en Brasil, o en Ecuador, o en Argentina. Puede también que esté presente en todas las sociedades del continente y que no se manifieste en cada una de ellas con la misma fuerza e intensidad. Esto quiere decir que el esfuerzo principal de la construcción de propuestas concretas y la posibilidad de la articulación de los actores sociales, pasa por atender prioritariamente y acorde con la situación histórico-concreta, las luchas por la paz, por el trabajo, por la tierra, según sea el caso.
Disputar el sentido (conjugar el por qué y el para qué)
Para los colectivos sociales en lucha y movilización resulta importante que el conjunto de su membresía comprenda claramente porqué y para qué emprende determinada acción. El que la lucha por reivindicaciones sectoriales, intersectoriales, o sociales, vaya acompañada por una/s propuesta/s construida/s colectivamente por los protagonistas contribuye, por un lado, a la apropiación de los procesos de lucha por parte de las mayorías, es decir, a fortalecer los procesos de toma de conciencia colectiva, a construir el empoderamiento colectivo político‑social necesario, y –por otro‑ a superar el estado circular reiterativo de oposición, al definir una posición propia sobre la cual crecer, protagonizar, construir, acumular.
En Copadeba hemos entendido que el principio de la democracia empieza por la participación, y la participación no sólo implica estar presente en los espacios, sino también tener poder de decisión. Y para nosotros, el poder de decisión, la participación en sí, implica tener un pensamiento y una identidad. Nos consideramos con derecho a plantear la solución de los problemas que vivimos cotidianamente. ¿Qué significa esto? Que cualquier problema que nosotros vi­vimos en República Dominicana, y específicamente en nuestros barrios, puede ser analizado en la organiza­ción, en la comunidad, para encontrarle una solución. Pero no planteamos la solución para asumirla noso­tros única y exclusivamente, sino para que la asuma el gobierno junto con la comunidad y algún otro sector. (…).
Nosotros conocemos lo que vivimos y sabemos plantear soluciones, ya sea en el plano físico del barrio o en el plano social y político. Por eso yo decía que reflexionamos y planteamos soluciones. Si demandamos participación en el mejoramiento del barrio, esa participación va acompañada de una propuesta que nosotros elaboramos de cómo queremos que quede el barrio y cómo entendemos que debe ser la línea social y política a seguir. Esto lo vamos a defender a como dé lugar. ¿Qué implica esto? Bueno, implica movilización ‑entendiendo por ello la clásica movilización de las masas‑, producción intelectual, reflexión, diálogo, negociación… Es decir, no encasillarnos para defender la propuesta.
(…) la negociación no puede entenderse sólo como claudicación o como aceptación de la idea del otro. Ante todo, implica el reconocimiento de los sujetos; si no, no hay negociación, hay integración o cualquier otra cosa. Una nego­ciación supone partes que se sientan a discutir, a confrontar, a aceptarse y a no aceptarse cosas. El resultado va a depender de los principios y de la coherencia de quienes negocian. Cuando Copadeba va a cualquier instancia gubernamental a negociar algo, llega con una propuesta y, además, va con sus principios, y nosotros no negociamos los principios. [Guevara. En: Rauber, 1994: 27]
 Participar como protagonistas
Lo que tipifica a cada articulación sociopolítica concreta es la participación de la población, tanto en lo que hace a la definición del método de lucha a emplear como a la definición de los objetivos, de los alcances de la confrontación, de las formas de representación del conflicto y/o la negociación.
La definición colectiva y conciente de para qué y por qué hacen lo que hacen, implicará –incluso si no se logran los objetivos planteados‑ un saldo positivo en la conciencia de cada uno de los sectores o actores protagonistas de las luchas y confeccionadores de la propuesta.
La participación creciente de los actores socio‑políticos como protagonistas durante todo el proceso de transformación-construcción, resulta un componente metodológico vital en la construcción de poder, conciencia, saber y organización desde abajo.
…Hay que hacer la propuesta de cómo participar desde las diferentes instancias de producción, desde el territorio, desde los barrios... Nosotros no queremos quedarnos en redefinir un espacio de participación del Estado que no facilita la participación de la sociedad. La sociedad necesita un esquema organizativo‑participativo cotidiano. Y para nosotros, construir eso desde abajo es hacer política. Por esto la insistencia del poder desde abajo. Porque creemos que el poder existe y lo que tenemos que buscar son los mecanismos de hacer efectivo ese poder, donde lo participativo es fundamental en los niveles local y nacional. [Cevallos. En: Rauber, 1994: 41]
Partir de la cotidianidad de la población
A la hora de buscar definiciones acerca de la identificación del “punto” aglutinante, de los nodos‑medios, o el problema-centro, es importante partir de la cotidianidad de los sectores sociales o población participante.
Teniendo en cuenta:
e)      que en la vida cotidiana se producen y reproducen, conjuntamente con los valores individuales y familiares, también los valores sociales de convivencia (éticos, morales, culturales, políticos, etc.);
f)        que el mundo de lo cotidiano resulta el espacio por excelencia para la internalización y reproducción de la ideología de dominación,
puede entenderse que lo cotidiano y la cotidianidad se hayan tornado ámbitos eminentemente políticos.
Basta tomar el caso de las relaciones de género. ¿En que espacio se produce y reproduce la básica relación de discriminación y asimetría?, pues en el ámbito doméstico, en la vida familiar cotidiana. Su democratización resulta indispensable para una democratización mayor de toda la sociedad. Mientras las asimetrías y discriminaciones de género se mantengan en el ámbito familiar, el espacio social más pequeño y universal, no serán posibles una verdadera y radical democracia y justicia social.
La potencialidad transformadora en dirección de una sociedad humanamente rica, podríamos decir finalmente ‘humana’, y entonces victoriosa, negación de la sociedad actual caracterizada por la sumisión y la destructividad, radica en el espacio ovulario. [Vianello y Caramazza, 2001: 118]
Es a partir de replantear a la vida y organización de la familia (en la modalidad y con la estructura que fuere) como nueva célula básica política (en tanto concentradora, productora y reproductora de relaciones económicas, sociales, culturales, políticas e ideológicas del poder social), que articula el funcionamiento de lo público y lo privado imprimiéndole una cierta dinámica a lo uno y lo otro, que será posible (re)integrar las ‑supuestas‑ dos realidades inconexas.
Es vital en tal sentido, pensar y proyectar a la familia como una pequeña red de base multicéntrica en vez de androcéntrica, donde se articulen en convivencia seres humanos en igualdad de condiciones, sin que uno proponga crecer a costa del sometimiento y subordinación de los demás. Esto, articuladamente con el desarrollo de redes informales entre familias, que compartan entre el buscar los niños a la escuela, el tiempo dedicado a paseos, deportes, etc, todo esto, con el apoyo de la tecnología (el que brinda y el que potencialmente puede llegar a brindar orientada con sentido de desarrollo social), y la fundación de un Estado social, entrecruzado responsablemente con las actividades tradicionales de la familia: salud, educación y asistencia y seguridad. [Ver: Vianello y Caramazza, 2001: 114]
En la construcción de un nuevo modo de vida las dinámicas de la vida cotidiana ocupan un lugar fundamental. No porque de ahí nazca el cambio de toda la sociedad, sino porque sin enraizarse allí, sin articular la utopía del mundo nuevo a la vida de la familia, el mundo nuevo será un imposible. Para eso ‑en primer lugar y a la vez‑, la familia debe modificarse a sí misma, en tanto gestante de ese nuevo ser humano, de esa nueva sociedad y de ese nuevo mundo. Y es indispensable ir haciéndolo posible desde ahora, transformándolo desde nuestra propia vida cotidiana doméstica y comunitaria, integrándola a nuestras prácticas familiares, comunitarias, sociales, políticas, etcétera.
Reconocer la importancia del espacio comunitario
El ámbito comunitario cobra cada día más importancia. Para los pueblos indígenas originarios ha sido y es la base de su sobrevivencia la de sus relaciones y cultura milenaria; ellas constituyen sin duda fuente civilizatoria clave, y una muestra palpable de que existe un modo de vida por fuera del mundo mercantilizado del asalariado individual. Las comunidades generadas por el desarrollo del mercado capitalista postcolonial, resultan igualmente importantes, en primer lugar para librar la lucha por la sobrevivencia, en la construcción de redes sociales de subsistencia ‑en lo económico, educativo, salud, etc.‑, como en el desarrollo de sólidas redes interfamiliares que distribuyen la dura carga de las labores domésticas cotidianas y mejoran la posibilidad de integración laboral de las mujeres. A ellas se le abren puertas en el sector informal, generalmente en el servicio doméstico, aunque no reconocido como un trabajo, social ni jurídicamente. Para poder desempañarse en él, las mujeres han de desarrollar redes de apoyo mutuo para el cuidado y alimentación de los niños de unas mientras las otras trabajan, y viceversa.
Un modo de vida diferente, basado en la horizontalidad y democratización solidaria de responsabilidades y tareas se va conformando a través de estas prácticas en la dimensión comunitaria. En ella, a través de la cultura participativa de las mujeres, se van haciendo cada vez más visibles los nexos que se establecen entre la posibilidad de participación en el mundo público y las tareas del mundo privado, articulando tiempo de trabajo y dedicación en uno con el tiempo y la dedicación en el otro. Claro, esto no es suficiente, resulta vital incorporar a los hombres a esta gesta, y al Estado.
La verdadera liberación de la mujer de la familia, que hoy todavía la excluye, la mortifica, la paraliza, se hará luego que el hombre y la mujer se reencuentren en ella sobre un pie de igualdad. Evidentemente, esto no significa abandonar la creación de infraestructuras capaces de aligerar los trabajos domésticos. Pero es necesario transformar la visión de los hombres acerca del espacio, llevarlos a mirar sobre el interior, de habituarlos a valorar los detalles concretos ligados a lo cotidiano. Es la única forma de realizar una igualdad efectiva, que le inducirá a descubrir lo femenino que existe en él, e igualmente a vencer el miedo que le tiene. [Vianello y Caramazza, 2001: 110]
Mientras que la realidad familiar continúe pesando esencialmente sobre la mujer, no cambiará nada. Pero, a partir del momento donde se genere un movimiento de cara a la resocialización de los hombres dentro del sentido indicado antes, se llegará, en consecuencia, a la igualdad de los sexos al interior de los muros domésticos, entonces es presumible que, lentamente, se produzca una toma de conciencia de que la unidad familiar, que aparentemente debe tenerse en privado, tiene igualmente una consecuencia pública. [Idem: 114]
Ir “de lo pequeño a lo grande”
El desarrollo de amplios movimientos populares –aún con sus deficiencias‑, da cuenta de que es posible avanzar, acumular, crecer y consolidar las organizaciones sociales desde la perspectiva expuesta. Para ello podría contemplarse, como brújula teórico-metodológica, lo siguiente:
○Emprender acciones que permitan la mayor participación de la población. Desde el punto de vista político, “lo pequeño” significa pensar/realizar una acción mínima que posibilite la mayor participación de la población en un determinado momento. Esto supone combinar las demandas sectoriales con la construcción de nuevas formas de participación política. En virtud de ello, ¿qué es lo fundamental?: ¿un hecho de gran impacto realizado por unos pocos, o una profusión de pequeñas actividades donde participe la mayoría de la población (tanta como sea posible en cada momento)?
No pensar en minoría ni como minoría. Asumir la realidad social ‑su dinámica y transformaciones posibles‑ desde las mayorías, con las mayorías y para las mayorías, pensando y proyectándose como mayoría.
Un ejemplo sencillo: el “apagón” antineoliberal realizado en Argentina en épocas del segundo gobierno menemista, cuando era difícil que la población se manifestara masiva, abierta y simultáneamente en todo el país. La propuesta de la oposición fue entonces la de llamar a la ciudadanía a apagar la luz de las viviendas, de las tiendas, de los bares, etc., durante 15 minutos, en señal de rechazo a la política gubernamental, un día a una determinada hora. Para lograrlo, insistió durante meses repitiendo: “Apague la luz, apague la luz…”. El día señalado, el apagón se efectuó masivamente en todo el país.
El ejemplo mencionado –que no abre juicios acerca de los convocantes‑, permite ver como un mínimo hecho (mínimo enfocado individual y aisladamente en cada caso), deja un saldo positivo en la población, una conciencia de par­ticipación en el proceso de oposición. Porque todos los que hicieron posible el “apagón” sabían que estaban apagando la luz contra el modelo socioeconómico defendido e implementado por el gobierno de turno. Aquella fue una forma de participación política con un alcance mayor que otras posibles acciones muy llamativas que podrían realizar determinados grupos de personas.
○Ser protagonistas. De lo que se trata es que el pueblo, en sus diversos sectores, sea protagonista. Porque el proceso de lucha –si es un proceso de liberación‑, es, a la vez, un proceso de formación de conciencia, de constitución de actores‑sujetos, de construcción, acumulación y consolidación de organización, de poder, es decir, de empoderamiento. La acción política revolucionaria tiene por tanto que buscar, crear y construir sistemáticamente caminos y formas que permitan, promuevan y desarrollen este protagonismo colectivo.
Este es un principio metodológico importante para el desarrollo de nuevas articulaciones políticas entre actores sociales y sus propuestas, enten­diendo que ellas suponen también el crecimiento de las conciencias, puesto que se asientan en la participa­ción plena de los actores sociales en proceso de constitución en sujetos de su quehacer presente y futuro, hacia la conformación del actor colectivo. La persistencia en la pretensión de sustitución del protagonismo social por parte de los partidos políticos ‑autoconsiderados “representantes”‑ resulta a tales fines, además de políticamente obsoleta, contraproducente.
Construir una alternativa político-electoral: Hacer de los nexos articuladores la base para la construcción del sujeto colectivo con una propuesta programática para el cambio.
Poner al descubierto: ¿Qué tiene que ver mi problema sectorial con el de los otros sectores/actores?, permite construir los vasos comunicantes entre problemas sectoriales y avanzar hacia la intersectorialidad y hacia la construcción de una nueva totalidad social popular (amplia) que trascienda positivamente la sectorialidad de las luchas. Esto es clave. Es la construcción política por excelencia, porque es la base para la construcción de una agenda política colectiva basada en propuestas concretas (sectoriales) intervinculadas.
Y esto es lo que permite crecer y acumular: poder y proyecto propios y avanzar en la (auto)constitución del sujeto popular (plural colectivo). Significa haber construido el camino que posibilite que las articulaciones puntuales se encaminen (y se traduzcan) a la construcción de una propuesta política programática mínima que se constituya en la base para transformarse en la propuesta alternativa de la fuerza político-electoral así constituida.
Esta definición estratégica-coyuntural clara es vital porque define que el movimiento tiene vocación de diputar poder (el sentido de la política) para intervenir en la realidad y cambiarla. Esto es central. Porque un movimiento social que se declara solamente reivindicativo, que reniega de construir las propuestas de superación de lo que denuncia, que reniega de la construcción de poder propio o de darle un sentido político a esa construcción, interviniendo en las elecciones parlamentarias y nacionales para cambiar la realidad en sentido favorable a sus propuestas y búsquedas, por muy articulado que esté, si no tiene se traduce en fuerza socio-política con capacidad para cambiar la realidad sobre la que protesta, termina disolviéndose, fragmentándose, frustrándose y aportando votos a los partidos de siempre. Además, significaría aceptar el tan mencionado y supuesto “techo de lo reivindicativo”.
Ello evidenciaría, en realidad, la presencia del horizonte y peso de la vieja cultura política vanguardista, acuñada en las conciencias mediante prácticas de años, pero nunca un límite real de los modos de existencia y desarrollo de un movimiento sociopolítico en el presente. De ahí la importancia de recuperar la naturaleza política de los movimientos sociales reivindicativos o de protesta, rearticulando lo social‑reivindicativo‑defensivo con lo político‑ofensivo electoral para el cambio. Esto anuncia también, una vez más, que la lucha político-cultural es un componente indispensable de las nuevas prácticas sociotransformadoras y su (nuevo) pensamiento estratégico.

-Una enseñanza reciente: La propuesta del Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO)

En el período 1998-2002, en Argentina, la Central de los Trabajadores de Argentina (CTA), se desarrollaba como un centro de articulación político‑social en crecimiento. El año 2001, pródigo en luchas y movilizaciones populares, abonaría el camino para consolidar una propuesta articuladora por parte de un conjunto de actores (y sectores sociales, políticos e intelectuales), a partir de la convocatoria (Y posterior realización) de una Consulta Popular (constitucionalmente aprobada aunque no reglamentada), para poner un freno a la pobreza y exclusión, y buscar caminos hacia su erradicación. Así nació el Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO), integrado por un amplio espectro de organizaciones sociales, políticas, religiosas, culturales, de DDHH, sindicales, etc. El FRENAPO se organizó en los puntos más diversos del país y realizó una campaña nacional e internacional con miras a la realización de la Consulta Popular. Esta sería el primer paso para impulsar la creación del Seguro de Empleo y Formación para los desocupados (más del 25% de la población económicamente activa). La consulta se llevó a cabo entre el 14 y el 17 de diciembre de 2001; participaron más de tres millones de argentinos expresándose por el SI, pero al ser una consulta solamente referencial, carecía de la fuerza legal necesaria para efectivizarse, situación agravada porque el propio FRENAPO rechazó ‑desde su surgimiento-, la posibilidad de madurar y constituirse en una fuerza político-electoral[2], reafirmando su exclusivo carácter consultivo y propositivo.[3] Renegando de su condición sociopolítica, se propuso elaborar una referencia social como sustrato de una propuesta (Seguro de Empleo y Formación) con la única aspiración de entregarla a los gobernantes de turno, es decir, rechazando la posibilidad (y oportunidad) de constituirse, simultáneamente con la maduración de la Consulta Popular, en el sujeto sociopolítico capaz de hacerla realidad participando de la contienda político-electoral.
El FRENAPO fue, después del Frente Grande, la instancia de acción político‑social más importante creada en la Argentina en el último período, pero al desentenderse de su cualidad y potencialidad políticas, el Frenapo vería a corto plazo, luego de los levantamiento insurrecciónales del 2001, las negativas consecuencias políticas de tal definición.
Los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 sorprendieron a los integrantes del FRENAPO, prácticamente, contando los votos de la Consulta, que resultó ahogada en los levantamientos sociales. Para febrero‑marzo del 2002, el FRENAPO pretendía remontarse como un actor social articulador del conjunto, pero al no cambiar su carácter consultivo, perdió sentido político y se fue extinguiendo.
La enseñanza es clara: Carece de sentido político apostar a la construcción de un gran movimiento socio-político que se plantea a sí mismo el horizonte de ser solo un instrumento concertador y canalizador de “opiniones sociales”, separándolas de la voluntad de los actores sujetos para concretarlas.
Es fundamental reunir las propuestas colectivas con la capacidad ejecutiva de los actores articulados en el movimiento (frente o coordinación) social, para elaborar colectivamente ‑a partir de ellas‑, un programa político de solución y salida a la crisis integral de la sociedad, constituyéndose los actores participantes en sujeto político colectivo capaz de enarbolarlo en alternativa popular -clara y concreta- en la disputa electoral. Esto implica también, poco a poco, ir poniendo en común un proyecto y una visión estratégicos, y -precisamente por ello-, es uno de los desafíos fundamentales a resolver.[4]

Construir un nuevo tipo de representación y organización política: político‑social

El proceso de construcción‑articulación de los actores‑sujetos en sujeto popular (sociopolítico) se asienta en una nueva y diferente relación respecto de las tradicionales concepciones entre partido, clase, pueblo y movimiento: sin ordenamiento ni subordinaciones jerárquicas entre los actores, sin vanguardias iluminadas ni sujetos de primera, de segunda, o de tercera clases. La apuesta es, en primer término, construir nodos de convergencia social a partir de la articulación de reivindicaciones sectoriales e intersectoriales, basándose en la profundización de la participación, y en el despliegue de relaciones (cada vez más) horizontales[5] entre los actores participantes de las articulaciones (redes, frentes, coordinaciones). A partir de allí, la maduración colectiva de acerca de los nexos raizales de sus problemáticas sectoriales como emergentes de una misma y compartida realidad social, irán abriendo las compuertas del movimiento reivinidicativo-social inicial hacia una –colectivamente- madurada propuesta de construcción de un movimiento político‑social articulado desde abajo.

Construir la conducción colectiva del proceso de resistencia y luchas sociopolíticas

La apuesta a un movimiento político-social y cultural, además de responder a la necesidad de contar con un instrumento [socio]político, es la base para enfrentar el desafío de construir la dirección [socio]política del proceso [socio]político de lucha y transformación social, con la participación plena de los actores [socio]políticos que lo protagonizan.
Un nuevo tipo de conducción política de los procesos sociales actuales supone un nuevo modo de dirección: concertada con la participación de todos, construida y definida desde abajo por cada uno de los actores protagonistas, sobre la base de nuevas modalidades plurales (cada vez más) horizontales, en las articulaciones que van conformándose en la convergencia de actores sociopolíticos y sus problemáticas particulares, interdefiniéndolos y proyectándolos mutuamente hacía ámbitos del movimiento político‑social, actor colectivo del cambio.
La experiencia del FRENAPO, del movimiento socio-político argentino de 2000-2003 enseña que, a contrapelo de lo que requería el tiempo histórico, al no preparase ni disponerse colectivamente a dar el salto (maduración) político, cada uno de los actores sociopolíticos optó –según la costumbre cultural vigente‑, a la defensa de “su quinta” propia, hundiéndose en la sectorialidad y en la defensiva paralizante. Y la historia que siguió a partir de allí, demostró, una vez más, que el peso de los patrones culturales, las identidades, y los prejuicios pueden imponerse sobre los reclamos de la realidad y la voluntad de los actores sujetos. De ahí que sea fundamental articular intrínsecamente al proceso de lucha y construcción, en todo momento, la formación política crítica a partir de las prácticas de los actores sujetos.
Atender la formación política y construir un nuevo pensamiento estratégico revolucionario.
Esto hace referencia explícita a la necesidad de actualizar la crítica al capitalismo tal cual existe hoy, lo que supone pensar paralelamente ‑y a la vez‑ en su superación radical. Y esto obliga a incluir las reflexiones sobre las experiencias socialistas que existieron y existen, con verdadero espíritu autocrítico, es decir, sin superficialidades ni omisiones acerca de los logros ‑que los hubo‑, ni de los errores ‑que también los hubo‑; es la mejor forma de rescatarlas como gigantescos laboratorios sociales de la humanidad en su búsqueda y empeño por construir un futuro sin explotación, sin discriminación y sin destrucción de la naturaleza.
Esto supone, además del desarrollo del pensamiento teórico general, de la revitalización del marxismo, rescatar el pensamiento liberador nacional local y latinoamericano e integrarlo en la construcción de lo que será el nuevo pensamiento propio de liberación nacional y social.[6]

Desarrollar una nueva cultura política e ideológica que permita recuperar la riqueza contenida en las experiencias y miradas de los distintos actores sociopolíticos.

Hablar hoy de la necesidad de elaborar nuevos proyectos populares de transformación en Indo‑afrolatinoamérca implica también asumir la tarea de construir una nueva cultura política e ideológica en y desde los distintos sectores, grupos, clases y movimientos sociales y políticos potencialmente interesados en la transformación. Esto significa, en política, buscar canales para construir el indispensable camino cultural revolucionario anclado en la interculturalidad construida a partir del respeto y reconocimiento en equidad de las distintas identidades, culturas, cosmovisiones y pensamientos de los diversos actores sociopolíticos, comenzando por los pueblos originarios y los pueblos de ascendencia africana, en tanto sujetos de pleno derecho y condición.
Supone también la construcción de nuevos modos de posicionamiento en la sociedad y en su transformación, asumiendo a esta como un proceso permanente, desde abajo, colectivo, diverso y plural que reclama para su rearticulación, de la construcción de un nuevo tipo de democracia, participativa y horizontal. Y esto habla también, de buscar nuevos códigos de confianza colectiva e individuales, de reconstruir lazos solidarios en la sociedad, en las organizaciones sociales y políticas, en las comunidades, en el barrio y en la familia, empezando por el replanteamiento y transformación radical de las relaciones socioculturales hombre-mujer (de género), desde la vida doméstica hasta la pública, sin fracturas esquizofrénicas entre ellas. Y todo esto coloca como un elemento constituyente esencial de la transformación cultural, al componente ético, a la nueva ética de liberación y liberadora en gestación.

La inter-constitución de poder, sujeto y proyecto

La constitución del actor colectivo del cambio social no es un fenómeno que ocurrirá necesariamente, no obedece a leyes objetivas ni a regularidades históricas, no ocurrirá tampoco espontáneamente; reclama una labor político‑organizativa colectiva, consciente, sistemática y sostenida realizada desde y por los propios actores en todo el proceso, no se resuelve en una sola experiencia de articulación. Es decir, no es un acto de unidad, unificación o coordinación de organizaciones. Es, en primer lugar, un producto del aprendizaje de los actores sociales fragmentados adquirido en el curso de las luchas sociales para obtener conquistas sectoriales o intersectoriales y en las experiencias de coordinación y alianzas de varios actores.
En las resistencias y las luchas sociales concretas se van generando las necesidades de articulación, las posibilidades y los ámbitos de mixtura de propuestas diversas al unísono con la articulación de los actores sociopolíticos que protagonizan el conflicto social en un determinado momento y proceso. Estas articulaciones resultan aproximaciones hacia lo que podrá ‑o no‑ llegar a ser el actor colectivo del cambio, como resultado del proceso pedagógico-práctico político de articulaciones sucesivas –no necesariamente fructíferas todas‑, llevadas a cabo por los diversos actores sociopolíticos.
Si la conformación del actor colectivo es ‑en parte‑ el resultado de un aprendizaje común, significa que no está preestablecida, es decir, puede ocurrir o no. Dado que ningún actor social individualmente puede resumir ni representar los intereses, puntos de vista y propuestas del conjunto de sectores del campo popular, lo que está claro es que hay que trabajar sostenida y concientemente para avanzar hacia la conformación del actor colectivo (pluralidad articulada). Pero lograrlo es parte de los desafíos del arte de la política; no está garantizado.
En el proceso de construcción de hegemonía, conciencia política y organización, los actores van generando condiciones para avanzar hacia la convergencia de definiciones estratégicas comunes. Esto es vital para que los procesos de luchas y construcciones sociales no se diluyan, entre varias opciones, en propuestas ajenas a sus intereses, haciéndole el juego ‑en el mejor de los casos‑, a las estériles pretensiones del centrismo clasemediero que pretende estérilmente constituirse en el factor de equilibrio y neutralización del inevitable antagonismo social.
Constituir el actor colectivo (sujeto plural) es mucho más que la reunión cuantitativa de diversos actores, con sus propuestas reivindicativo-sectoriales. Supone, en primer lugar, ampliar los contenidos de tales luchas y, en segundo, ampliar las dimensiones de las mismas, orientando el cuestionamiento social hacia los fundamentos mismos del sistema de dominación del capital, y replantear dicho cuestionamiento de un modo positivo, es decir, conformando un proyecto alterna­ti­vo integral y raizalmente superador.
Coincido por tanto plenamente con Samir Amín cuando subraya que el proyecto alternativo no es igual a la sumatoria ecléctica de los programas reivindicativos sectoriales. La sumatoria de las reivindicaciones no ha sido, no es, ni será el proyecto estratégico sociotransformador, pues todas ellas (como cada una) reivindican sus derechos sectoriales dentro del sistema, esa es su función y su sentido. Es en el proceso de luchas y resistencias que los actores sociales van descubriendo los obstáculos sistémicos para la satisfacción plena de muchas de sus demandas, comprendiendo que ellas resultarán cíclicamente profundizadas por el sistema. Con el desarrollo de sus luchas y de su conciencia política –labor crítico‑reflexiva mediante, entrelazada con las prácticas‑, pueden llegar a cuestionar los fundamentos mismos del sistema social.
Es entonces cuando la articulación de las luchas y problemáticas de los diversos actores permite ahondar el cuestionamiento social y va descubriendo la totalidad del problema en la raíz del sistema. Esto pone al descubierto, claramente, la dimensión política de lo reivindicativo‑social: posibilita a los actores vincular, descubrir los nexos de las problemáticas que aparecen en la superficie como supuestos “defectos” del sistema social, con los fundamentos sociales (económicos, políticos, culturales) que las originan. Es decir, descubrir la raíz económica-política-social de los problemas reivindicativo-sectoriales en la dinámica del funcionamiento de la sociedad, a la cual responden parcialmente, fragmentariamente (en dimensión y profundidad) las luchas reivindicativo‑sectoriales.
Ir más allá de lo reivindicativo significa entonces, contenerlo, pero no suprimiéndolo, sino articulándolo en la dimensión político‑integradora que supone el cuestionamiento integral del sistema del capital: construyendo y explicitando las propuestas alternativas al mismo, avanzando hasta donde sea posible en la definición del proyecto estratégico alternativo, que será la base de referencia político-ideológica última para la definición del programa político concreto –convergente con él. Esto es, en definitiva, lo que hará de aquel nodo de articulación un ámbito político transformando a los aislados actores sociales en sujeto colectivo plural.
El proyecto alternativo construido por los actores resulta, a su vez, interconstituyente de ellos mis­mos en actor colectivo (sujeto popular) de la transformación social. En virtud de ello, tal proyecto ‑como he expuesto en otras ocasiones‑ se considera el elemento que cierra (anuda) el proceso de articulación‑consti­tución‑autoconstitu­ción de los actores-sujetos individuales en un actor colectivo del cambio social, hace de los luchadores sociales sujetos de su historia, que es en realidad una resultante de las interarticulaciones e interdefiniciones entre actores, poder (propio) construido y proyecto alternativo superador.
Formar una nueva subjetividad
La necesidad de articulación de los actores‑sujetos no se refiere solo a la necesidad de superar su fragmentación social‑sectorial, articulado a ello, comprende también –y en primer lugar‑ el ámbito de sus subjetividades.
Como señala Dussel: “La subjetividad es más que conciencia, pero dice referencia a ella. Es el vivenciar lo que acontece (…) en la realidad.” [1999:2] Es decir, la subjetividad contiene la conciencia pero no se reduce a ella. Lo contrario, su identificación forzada, devino reduccionismo y –de hecho‑ empobreció las reflexiones acerca de las interrelaciones conciencia‑subjetividad, al no analizarlas más allá de la conciencia de clase. Tiene que ver con el cuerpo ‑y esto bien lo sabe el poder que, para dominar las mentes castiga los cuerpos‑, tiene que ver con lo no-conciente, que puede llegar a ser un día conciente pero no necesariamente, incluye también los sueños, etcétera.
Lo que interesa destacar ahora, en este punto concretamente, es la interrelación inseparable entre sujeto y subjetividad, es decir, entre los actores-sujetos concretos y sus subjetividades, la necesidad de tomarlas en cuenta a la hora de pretender construir articulaciones entre diversos actores‑sujetos, puesto que estas instancias incluyen sus identidades, intereses y motivaciones subjetivas, más allá de su conciencia político-ideológica, es decir, hay que tomar en cuenta las estrechas interrelaciones y mediaciones que existen entre una y otra. La articulación de subjetividades de actores‑sujetos resulta también parte de  los procesos de interacción intersubjetivos.
En la época de la ofensiva ideológica del capitalismo global, la mercantilización de la vida y de las relaciones sociales e interpersonales, el predominio del pensamiento único y la negación de todo futuro diferente del presente, torna imprescindible ‑si de cambiar el mundo se trata‑, abocarse(nos) a la formación de una nueva subjetividad humano-revolucionaria (que reconozca y abra los espacios a las diversas subjetividades del presente y a otras que seguramente se conformarán en el futuro).
Y ello es parte de los procesos concientes y colectivos de articulación‑constitución intersubjetiva de los actores sociales en sujeto popular, proceso que es –por tanto‑ de autoconstitución. Esta construcción de actores‑sujetos es fundamentalmente autoconstrucción y autoconciencia crítica‑intersubjetiva. Pero también ocurre, entre otras mediaciones ‑en las que destaco en primer lugar la propia práctica transformadora de los actores-sociales‑, con el aporte de las ciencias sociales críticas, de los expertos, de los intelectuales orgánicos, de los militantes con mayor experiencia, y se plasma en sus modalidades organizativas y planteo programático-proyectivo, aunque sin reducirse ni equipararse nunca a ellos.
Esto contribuiría al necesario diálogo entre los saberes ancestrales de los pueblos indígenas originarios, del saber comunitario, el saber popular, el científico académico, y las elaboraciones teóricas provenientes de los movimientos sociales, de sus prácticas y las reflexiones sobre ellas, es decir, entre intelectuales orgánicos y académicos (que pueden ser también ambos). Esta necesidad ha sido durante mucho tiempo relegada del quehacer teórico marxista que, como señala Samir Amín, se ha dedicado –sobre todo en Europa‑ a instalarse en las universidades. Para ello se vio obligado a demostrar que es científicamente “superior” al pensamiento liberal reinante, lo cual lo distorsionó transformándolo unas veces en una variante del positivismo, otras en exégesis de los textos de los fundadores, y así en otras variadas corrientes. La conclusión fue: disecación de la propuesta teórico-práctica revolucionaria de Marx, y su reducción a ensayos académicos de interpretaciones de interpretaciones que poco o nada tenían que ver con las realidades a las que pertenecían, con las luchas sociales de su tiempo ni con las problemáticas de los actores sociales concretos en busca de su liberación.
De conjunto, lo expuesto abre una serie de tareas y desafíos en lo político, en lo cultural y en lo organizativo. La búsqueda de respuestas concretas a tales tareas y desafíos caracteriza a los actuales procesos políticos alternativos que tienen lugar en Indo-afro-latinoamérica en confrontación política con los intereses del capital transnacional, ya sea desde la oposición o desde los gobiernos populares. Estos impulsan procesos de acumulación de fuerzas sociales y culturales favorables al cambio, que –en líneas generales‑ apuestan a la construcción de un tipo de sociedad basada en un poder popular horizontal (empoderamiento colectivo) construido desde abajo.
Una ética fundamentada en equidad, justicia y solidaridad
La atomización permanente de los trabajadores y de sectores sociales populares (incluyendo amplias capas de sectores medios), va acompañada de una fuerte inyección de individualismo vinculado irracionalmente con la sobrevivencia en condiciones límites, en la que la lógica perversa del capital obliga a cada ser humano a considerar a sus pares un enemigo potencial, de su puesto de trabajo, de su barrio, de su pareja, etcétera, a quienes ‑en consecuencia, para “salvarse”‑, hay que destruir y aplastar, expulsándolos del ámbito laboral, del barrio, de la ciudad... La inmoralidad del sistema radica en esto precisamente: la selección no se produce de modo “natural” ni por la acción de la “mano invisible” del mercado, ocurre a través del desarrollo de estrategias económicas, sociales, culturales e ideológicas que ‑por diversos medios‑ convocan a salidas individuales, e inoculan la lógica del “sálvese quien pueda” que hace de cada ser humano un “enemigo” del ser humano vecino, obligándolo a competir en las arenas del gran circo global del mercado, abarrotado de batallas de pobres contra pobres.
Es el chantaje brutal del capital y su consecuencia apocalíptica: es el actual genocidio planificado de amplias capas de trabajadores -ahora considerados sobrantes- en virtud de la destrucción y el saqueo de la naturaleza, de la implementación de las nuevas formas de organización del proceso de producción, y –a la par‑ de un nuevo mercado global tecnológicamente avanzado y móvil, capaz de generar mucho más rápidamente altísimas ganancias y excedentes. Es la base de la presente etapa de acumulación mundial del capital y la insorteable crisis que lo acompaña.
Una cosmovisión diferente y superadora es vital para replantearse los caminos de supervivencia, una cosmovisión que no antagonice la existencia de un ser humano con la de otro, ni a la humanidad con la naturaleza, sino que los reconozca en su integridad e interdependencia, entendiendo que el mundo es un ámbito integral de producción y conservación de la vida en sus múltiples e interarticuladas dimensiones. 
Consecuentemente con ello se abre paso una ética humano-natural fundada en el equilibrio, la equidad, la complementariedad y la solidaridad, conceptos vertebradores de una nueva (inter)subjetividad revoluciona­rio-liberadora. Se trata, en su conjunto, de una bioética, parte de una nueva cultura, de una sociedad diferente y nueva, de un nuevo mundo. Y está claro que esto no se alcanza con declaraciones abstractas, sino anudando lo reflexivo con las nuevas propuestas sociotransformadoras y con las prácticas de interrelacionamiento colectivo e individual. En ellas toma cuerpo, se afianza, profundiza y desarrolla.

Bibliografía empleada

o   Dussel, Enrique. 1999. “Sobre el sujeto y la intersubjetividad: el agente histórico como actor en los movimientos sociales”, Revista Pasos, 84, DEI, San José.
o   Periódico AHORA, No. 4, Agosto de 2001. Buenos Aires.
o   Plog y Bates. 1997. En Graciela Malgesini y Carlos Jiménez: Guía de Conceptos sobre migraciones, racismo e interculturalidad. Editorial La cueva del oso, Madrid.
o   Rauber Isabel (2012). Revoluciones desde abajo. Ediciones Continente-Peña Lillo. Buenos Aires.
o   ‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑(2003) “La izquierda argentina en la encrucijada. La construcción de una alternativa de transformación social en tiempos de democracia neoliberal.” Ponencia para el Seminario internacional: “Nuevos desafíos para la nueva izquierda en Amérca Latina”, Sao Paulo, Nov. 24‑26.
o   ‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑(1994) Construyendo poder desde abajo. La experiencia de COPADEBA. Debate Popular, La Habana.
o    Rigane, José. 2000. En: “Rigane, a fondo”, entrevista. Revista Nos/otros de ATE, Buenos Aires.
o    Stédile, Joao Pedro. 1997. “La lucha de los Sin Tierra, la experiencia brasileña del MST”, ALAI Servicio Informativo 248-249 (marzo).
o   Vianello, Mino, y Caramazza, Elena. 2001. Un nouveau paradigma pour les sciences sociales: genre, espace, pouvoir, L’Harmattan, Paris.



[1]  Elementos que enlazan dos o más sectores sociales en un mismo problema aparentemente sectorial, descubriendo o poniendo al descubierto la dimensión social en lo sectorial o intersectorial.
[2]. “...el Frente Nacional contra la pobreza” a construir intenta en términos estrictamente económicos, replantear el rumbo de la Argentina siguiendo tres direcciones: a) Redistribución progresiva de los ingresos. b) Replanteo de la apertura comercial externa. c) Regulación del proceso de concentración económica y centralización de capitales.” Periódico AHORA, No. 4, Agosto de 2001, p. 6.
[3]. El FRENAPO, “...propone un viraje importante en el accionar político: pretende articular las experiencias institucionales y sociales que ya tenemos (...). Por vía de eliminar como eje fundante de la construcción de este nuevo espacio el debate acerca de quienes deben ser los próximos representantes, pretendemos fundar un ámbito capaz de movilizar y organizar la presencia de los representados. Modificamos la convocatoria tradicional a elegir “nuevos representantes”, para convocarnos a involucrar a los representados en la tarea de afirmar expresa y orgánicamente un rumbo distinto al actual.” Periódico AHORA, Idem.
[4]. Pero eso no estaba entre los objetivos fundacionales del FRENAPO. En gran medida porque muchas de las organizaciones políticas que lo integraban –el ARI y el PC, por ejemplo‑, tenían sus propios proyectos, programas y estrategias partidarias de intervención. En virtud de ello condicionaron su participación en el FRENAPO, a que este movimiento no pusiera en discusión ni en disputa nada de ello. Por otra parte, la Central de los Trabajadores de Argentina (CTA), principal actor social promotor de la  propuesta del FRENAPO y la Consulta Popular, tuvo dificultades para replantearse y modificar sobre la marcha, rápidamente, el rumbo y ritmo estratégicos en base al cual venía construyendo. Inventar nuevas vías y modalidades de decisión‑acción colectivas, particularmente en situaciones de emergencia, es parte de los desafíos actuales a resolver, evitando caer en su opuesto: el centralismo y el verticalismo autoritarios.
[5]. Aquí se entienden las relaciones horizontales como aquellas que se establecen sobre la base de la cooperación entre partes consideradas equivalentes, aunque los roles sociales y políticos sean diferentes. Basarse en ellas implica la superación de las tradicionales relaciones verticalistas implementadas al interior de las organizaciones sociales y políticas, y hacia fuera. Significa no imponer políticas, objetivos, vías, ni modos de implementación de las acciones a las organizaciones sectoriales, barriales, sindicales o sociales, ni suplantar los procesos colectivos de toma de conciencia, tanto al interior de la organización como en las relaciones de ésta con otras organizaciones sociopolíticas.
[6]. En este sentido, quiero rescatar y subrayar el importante papel que desempeñaron los Encuentros por un Nuevo Pensamiento, que desarrolló el Instituto de Estudios y Formación de la CTA, entre el año 98 y el 2000.

2 comentarios:

Unknown dijo...

La idea principal planteada por la autora es la necesaria construcción colectiva de un nuevo SUJETO POPULAR REVOLUCIONARIO, conformar actores colectivos para la transformación de la sociedad. Para ello, considera importante e imprescindible la articulación y la participación como protagonistas de los ACTORES intervinientes, conformando, mediante la necesaria FORMACIÓN POLÍTICA, la construcción de una nueva MATRIZ DE PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO POPULAR COLECTIVO. Aunque no es una receta estructurada que garantice el fin propuesto, la autora elabora una serie de pasos METODOLÓGICOS que considera necesarios y basados en experiencias concretas en nuestro continente.
Es evidente, en mi forma de ver, que en la actualidad planteada por Rauber es necesaria la CONSTRUCCIÓN DE MOVIMIENTOS POLÍTICOS-SOCIALES que se articulen desde ABAJO. La transformación definitiva de la sociedad en vista de un SUJETO POPULAR COLECTIVO, que sea capaz de "fundar" una nueva cultura para desarrollar un NUEVO MUNDO SOLIDARIO. En una parte del artículo se pone énfasis de ir de lo PEQUEÑO A LO GRANDE. Y, desde mi punto de vista, eso GRANDE, tiene que ser la definitiva y necesaria INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA, hacer realidad la Patria Grande y no quedarnos en discursos y palabras bellas al oído.
Adolfo Martinez Quiroga

diego guidi dijo...

La construcción de poder en un escenario tradicional, siempre es desde arriba hacia abajo, construir poder popular o desde abajo implica obligatoriamente recorrer el camino a la inversa: desde lo cotidiano hasta las contradicciones principales que marcan los conflictos, problema central no es sinónimo de conflicto principal, siempre en todo proceso de lucha las organizaciones deben buscar los puntos de coincidencia de cada conflicto con distintas fracciones en disputa e intentar construir la confluencia de todas en el mismo escenario de la disputa."El que la lucha por reivindicaciones sectoriales, intersectoriales, o sociales, vaya acompañada por una/s propuesta/s construida/s colectivamente por los protagonistas contribuye, por un lado, a la apropiación de los procesos de lucha por parte de las mayorías, es decir, a fortalecer los procesos de toma de conciencia colectiva, a construir el empoderamiento colectivo político‑social necesario, y –por otro‑ a superar el estado circular reiterativo de oposición, al definir una posición propia sobre la cual crecer, protagonizar, construir, acumular."

En esta visión del poder no existe un sujeto a priori, sino que la misma lucha solidaria y frentista lleva a la construcción de un sujeto colectivo, cada vez màs representativo y consciente de ser actor protagonista de su propia creación.

desbordar lo sectorial para construir fuertes puentes entre los diferentes sectores del campo popular es el camino hacia el sujeto colectivo
pero el nuevo sujeto supone también "Un nuevo tipo de conducción política de los procesos sociales actuales supone un nuevo modo de dirección: concertada con la participación de todos, construida y definida desde abajo por cada uno de los actores protagonistas, sobre la base de nuevas modalidades plurales (cada vez más) horizontales, en las articulaciones que van conformándose en la convergencia de actores sociopolíticos y sus problemáticas particulares, interdefiniéndolos y proyectándolos mutuamente hacía ámbitos del movimiento político‑social, actor colectivo del cambio."

No existen recetas, ni caminos prefijados hacia la victoria, solo la conciencia de participar en la construcción de una experiencia popular de nuevo tipo, capaz de sintetizar las últimas experiencias populares latinoamericanas en nuevos tipos de organización y nuevas formas de expresión cada vez más democràtica hacia adentro y afuera de ellas.