Reflexiones inspiradas en procesos de construcción colectiva del sujeto
popular indo-afro-latinoamericano.
Fragmentación, exclusión, nuevos actores: ¿Cómo articular?, ¿qué hacer?
Obviamente, no hay recetas y es imposible darlas. Sin
embargo, ayuda conocer pasos metodológicos de experiencias de articulación que
impulsaron con fuerza procesos sociales y políticos en determinados momentos,
avanzando hacia la conformación de actores colectivos. A continuación expondré
sintéticamente pasos concretos de articulación elaborados a partir de estudios
y acompañamientos de diversas experiencias de movimientos sociales de
Indo-afro-latinoamérica:
o
Descubrir los elementos aglutinantes
o
Identificar los nudos intermedios para construir
redes
o
Definir el problema central
o
Disputar el sentido (conjugar el por qué y el
para qué)
o
Participar como protagonistas
o
Partir de la cotidianidad de la población
o
Reconocer la importancia del espacio comunitario
o
Ir “de lo pequeño a lo grande”
o
Construir una alternativa político-electoral:
Hacer de los nexos articuladores la base para la construcción del sujeto
colectivo con una propuesta programática para el cambio.
o
Atender la formación política y construir un
nuevo pensamiento estratégico revolucionario.
Descubrir los elementos aglutinantes
Para construir una articulación un paso inicial importante es
descubrir (identificar) cuáles son los elementos o factores aglutinantes[1] a
partir de los cuales otros sectores o actores sociales pueden reconocer la
vinculación de su problemática sectorial con la de aquellos, identificar de qué
manera están presentes, actúan o inciden para así posibilitar la construcción
de articulaciones o coordinaciones. Estos factores aglutinantes son los vasos
comunicantes entre las problemáticas de unos y de otros, en cada momento.
Las problemáticas sectoriales todas contienen vasos
comunicantes con problemáticas de otros sectores, allí hay que buscar los elementos aglutinantes que pueden llegar
a constituir la base de una articulación entre dos o más actores sociales en
virtud de que su materialización puede resultar de interés común. Es por eso
que un camino efectivo para construir una articulación consiste en partir de
las propuestas concretas. Sin embargo, las modalidades de articulación han
sido, son y serán tan diversas como diversos son (y serán) los actores sociales
en lucha, sus problemáticas, sus visiones, y sus propuestas.
Un factor articulador puede conformarse también a partir
de acciones solidarias con otros
actores sociales en lucha, por ejemplo, brindando apoyo material y moral a un
corte de ruta realizado por pobladores socialmente desamparados; participando
en la realización de tareas que contribuyan a solucionar problemas concretos de
otros: contribuyendo con la construcción colectiva de viviendas, de acueductos,
de huertas comunitarias, etc., solidarizándose con otros pueblos en lucha, como
Haití, Cuba o Venezuela, o con regiones golpeadas por catástrofes naturales, como
huracanes, inundaciones, etcétera.
Metodológicamente es recomendable comenzar por lo
vivencial y avanzar desde ahí, interrogarse acerca de cuáles son los elementos
que relacionan la problemática de mi sector con la de los demás, y cómo esto
incide en la vida cotidiana de todos. A partir de ahí, analizar cuáles son o
pueden llegar a ser las propuestas convocantes para concertar la participación,
movilización y organización de la mayor cantidad de sectores y actores
sociales.
Para trascender la sectorialidad de partida y llegar a
diversos sectores sociales potencialmente interesados en buscar y construir
soluciones, base de la convocatoria para la solidaridad y acción colectivas,
resulta conveniente buscar variados canales orgánicos e inorgánicos, intercambiar
puntos de vista, investigar posibilidades diversas y, sobre todo, actuar con
una mentalidad que, para hacer lo grande, piense en lo más sencillo que ‑en la
situación dada‑ sea lo más factible de convertirse en el factor de mayor
alcance e impacto sociopolítico en relación con los objetivos previa y
colectivamente identificados.
Un ejemplo de ello lo brindan las luchas en defensa de la
educación pública realizadas en Argentina en los años 97-98, abanderadas por la
Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina
[CTERA], el sindicato nacional de los docentes. Todo comenzó por una demanda
salarial. Como primer paso, dicho sindicato hizo explícito a la opinión pública
del país, que su problema reivindicativo sectorial era parte de uno más amplio
y profundo: el del abandono de la educación pública por parte del Estado.
Pusieron al descubierto que el ataque al nivel de vida de los maestros era
parte de uno mayor: a la educación del pueblo. Con sus luchas, marchas y
campañas explicativas, fueron poniendo en evidencia que tras la llamada
modernización de la educación se escondía un plan de privatización de la
enseñanza y destrucción del sistema nacional de educación y de la educación
misma como un derecho ciudadano.
Otro ejemplo de articulación social, lo dieron por las
mismas fechas, los trabajadores del Sindicato Luz y Fuerza de Mar del Plata. En
el marco de las luchas contra la privatización de la empresa de electricidad de
la zona, dicho gremio de Luz y Fuerza realizó una fuerte campaña en la
comunidad marplatense, buscando instalar en el imaginario colectivo que ello
traería como consecuencia despidos de trabajadores, aumentos de tarifas y
cortes de luz por la falta de inversión. Para ello, los trabajadores se
hicieron presentes en el espacio público a través de carpas, volanteadas,
movilizaciones y diversas acciones de protesta. Como un primer paso surgió,
desde el sindicato, la Oficina de
Atención al Usuario. Esta Oficina,
cumplía el papel que en ese momento abandonó el Estado: apoyar y asesorar a los
vecinos sobre sus derechos frente a las empresas. Por esa vía lograron
disminuir los cortes arbitrarios del servicio, la quita de medidores, etcétera.
Para recuperar la vigencia de las tarifas más económicas
que el Estado otorgaba a los sectores carenciados, el sindicato comenzó la
“Campaña por la Tarifa Social”. Para ello creó una multisectorial articulada
con la Central de Trabajadores Argentinos, los universitarios, las sociedades
de fomento, los centros vecinales, las pequeñas y medianas empresas (también
perjudicadas por los abusos empresariales), y los movimientos de desocupados.
Movilizaciones y tomas simbólicas de sedes de la empresa
fueron prolegómenos del acuerdo tripartito logrado a fines de 1999 entre el
sindicato, la empresa y los usuarios perjudicados.
En un primer momento se recuperaron las conexiones de luz
cortadas por la empresa, y comenzó a gestionarse un acuerdo con el gobierno
provincial para establecer una Tarifa
Social para cobrar el servicio brindado a los más humildes y para reducir
el costo del servicio eléctrico a todos los usuarios. Esta propuesta supuso,
por un lado, que la empresa recorte algo de sus ganancias y, por otro, que el
Estado elimine algunos impuestos que ‑incluidos en la factura de consumo de
electricidad‑ encarecen el pago de los usuarios. Se trató, en resumen, de una
propuesta que articuló no solo a los ciudadanos en torno a un conflicto
sectorial, sino a estos con el sindicato, la empresa y el Estado, y a cada uno
de ellos entre sí.
Sobre la necesidad de construir este tipo de propuestas y
espacios de articulación intrasectorial-social, José Rigane, Secretario General
del Sindicato Luz y Fuerza Mar del Plata, señaló:
Así como en la década del 70
era posible que una organización sindical pudiera pelear de igual a igual con
una patronal como lucha sectorial por sus reivindicaciones, hoy no tiene
ninguna posibilidad de poder llevarlas adelante si no se convierten en una
necesidad del conjunto de la comunidad. Hablar de la tarifa social, por dar un
ejemplo, toma validez cuando excede la reivindicación de los trabajadores de la
energía y pasa a ser también el objetivo de las sociedades de fomento, del club
del barrio, las instituciones sociales, etc.
Es decir, que hay que
articular y llevar adelante las reivindicaciones como comunes al conjunto de la
sociedad, donde obviamente enfrentamos a un enemigo común. [Rigane, J., 2000]
Identificar los nudos intermedios para construir redes
Este paso se apoya en el anterior: supone, en primer
lugar, esclarecer, poner sobre la mesa, los problemas comunes a varios sectores
o actores sociales. En segundo lugar, establecer los nexos o vasos comunicantes
entre ellos (poner al descubierto la raíz social de problemas aparentemente
sectoriales).
Como principio metodológico vale decir que la primera
articulación se da generalmente en el
interior de cada sector, también fragmentado.
Si se toma como ejemplo al movimiento obrero, fragmentado
y desmembrado en varios tipos de contrataciones y subcontrataciones, dividido
entre trabajadores con empleo y trabajadores desempleados, resulta claro que el
movimiento obrero necesita primero re-articularse en su interior para luego
estar en condiciones de proponer y proponerse una articulación mayor,
intersectorial. Y lo mismo ocurre con los sectores campesinos, con los jóvenes,
con las mujeres... Es por ello que la articulación más elemental presupone –y
constituye‑ una red desde sus cimientos. Esta se asienta sobre un nudo
articulador, por ejemplo, en el caso de la clase obrera, el modo concreto de
interrelación empleo‑desempleo, trabajadores ocupados y desocupados.
El nudo primario (base) de una articulación posibilita la
formación de redes mayores, a partir de identificar (y construir) nudos
articuladores intermedios (nodos‑medios). Por ejemplo, la articulación de la
relación entre empleo-desempleo, la situación de ruina de los pequeños
productores agrícolas y la emigración creciente de los campesinos hacia las
ciudades. Esta resulta una articulación intersectorial de la problemática del trabajo
y de la tierra, que da cuenta de la situación de los trabajadores urbanos y
rurales, obreros, campesinos y pobladores urbanos de las periferias de los
grandes centros urbanos.
Los factores que posibilitan las articulaciones son
móviles a pesar de tener un sustrato permanentes. Su movilidad se relaciona con
la situación sociopolítica, con los conflictos sociales y políticos que hacen
que los ejes de conflicto se desplacen constantemente entre distintos sectores
y actores sociales y sus problemáticas. Es importante estar atentos a estas
dinámicas sociales popara ir construyendo también en ellas las articulaciones
posibles. Esto no significa que haya que abandonar las ya construidas; llama a
no desalentarse ante lo que algunos entienden como “un desinfle” de las
coordinaciones o frentes. La movilidad de los ejes de los conflictos es parte
de las dinámicas de las luchas sociales reales y es en ellas donde hay que ir
desarrollando las construcciones. No se trata de correr atrás de los conflictos, metodología bastante experimentada
en el siglo XX; la convocatoria es simultáneamente con las construcciones
sectoriales e intersectoriales de base, ir enlazando a ellas las nuevas
articulaciones que puedan lograrse, fortaleciendo los procesos preexistentes y
creciendo colectivamente en conciencia, organización y capacidad de elaboración de propuestas.
Resulta por ello central identificar en cada momento,
cuáles son los temas‑problemas comunes o colindantes y cuáles –sobre esa base‑
podrían ser los ejes articuladores. Se trata de una labor con un perfil y una
proyección eminentemente políticos.
Definir el problema central
Para construir articulaciones de alcance social: intra e
intersectorial y transversal (social), el camino pasa por localizar,
identificar y definir cuál es el
problema medular de los ciudadanos y las ciudadanas de un país, el que
“atraviesa” (y a la vez articula) el modo de vida de unos y otros,
interrelacionando los contrastes sociales, situación que aparentemente ocurre
de un modo “natural”. Es conveniente estar atentos siempre a la correlación de
fuerzas existente en cada momento, y a los posibles cambios de coyuntura,
porque el problema central puede
invisibilizarse públicamente en determinado momento, o puede variar el sector
social que lo vivencie como problema central, pueden ocurrir ambas cosas, u
otras. Vale reiterar que el centro de un conflicto social no se mantiene
necesariamente en un mismo sector o ámbito social.
Esto permite avanzar hacia otra característica de las
dinámicas sociales en la actualidad: el conflicto central de un momento no
necesariamente coincide con el problema
central, aunque ambos resultarán seguramente, en todo momento,
intervinculados.
El problema central
reorganizador del todo social generalmente constituye un problema nacional,
pero puede ser también regional o continental. Sobre la base de su
caracterización es posible articular a una diversidad mayor de actores
sociales. Para ello hay que identificar la relación que guarda (los nexos de)
dicho problema con la problemática particular de cada uno de los sectores y
actores sociales. Sobre esa base pueden identificarse puntos de enlace de las
problemáticas diversas, visibilizando que la solución de dicha problemática es
de interés colectivo. Un ejemplo de ello sería la lucha por la tierra que
llevan adelante los campesinos, y su relación con el problema de la migración
hacia las grandes ciudades, la situación del desempleo y la precarización de
las condiciones de trabajo de los obreros urbanos y rurales, el mal funcionamiento
de los hospitales, el desfinanciamiento de las universidades públicas,
etcétera. Veamos:
Ejemplo 1: El
trabajo
Al finalizar la década de los 90, la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA) había identificado al trabajo (la falta de
empleos y la precarización de los existentes) como el problema fundamental de
los argentinos. Ello supuso el cuestionamiento de la actual relación entre el
capital, los trabajadores, y los medios de producción. Cuando la CTA definió al
trabajo como la problemática central a enfrentar (problema central), lo colocó
como eje articulador de su accionar y de la construcción de sus propuestas
político-sindicales. Al hacerlo señaló la necesidad estratégica de transformar
las estructuras sociales (la relación estructural capital‑trabajo).
El trabajo, desde el punto de vista de la situación y
condición de quienes lo realizan, abarca la situación de los trabajadores con
empleo y sin empleo, y las interrelaciones entre una y otra condición con el
funcionamiento del capital. Es decir, da cuenta de un drama social importante:
el desempleo, poniendo al descubierto su relación con el funcionamiento actual
del capital, con sus modos y ritmos de generación de ganancias. En virtud de
ello, rescata socialmente al desocupado como un trabajador, y contribuye a
recuperar su identidad, su dignidad.
La afiliación directa de los trabajadores ocupados y
desocupados a la CTA, estipulada en sus estatutos, tiene –desde esta
perspectiva‑ un profundo contenido y sentido políticos, además de su alcance
democrático, participativo. Además, este reconocimiento apuntala una
articulación raizal entre los trabajadores, evitando hacerle el juego al
chantaje de pobres contra pobres, lógica perversa utilizada por el capital.
El planteo básico de la CTA ha buscado diseñar un país
donde todos tengan derecho a trabajar, como primera condición para tener acceso
a una vida digna. Precisamente por ello, el límite de la contradicción vida‑muerte
es el trabajo. Y es multidimensional porque –para expresarlo sintéticamente‑ el
redimensionamiento del trabajo, supone el redimensionamiento de la relación
trabajo‑capital. Y la modificación de esta relación implica, a la vez, la
modificación del conjunto de relaciones sociales de una sociedad. Es sobre esta
base que el trabajo, en su carácter multidimensional, constituye un nudo
articulador social de primer orden.
Ejemplo2: La tierra
La problemática de la tierra es también un problema
central, articulador de una problemática común de los campesinos con y sin
tierras, de los obreros, de los trabajadores de la ciudad y el campo en
general, de los indígenas, de los sectores marginados de la producción y de los
pobres en general. La solución del mismo compete a todos; identificar los temas
y definir las soluciones posibles constituye la base para una posible
articulación intersectorial, es el soporte orgánico sociopolítico para lograr
su realización.
…avanzamos también en la
construcción de una nueva propuesta de reforma agraria, vinculada a los
intereses de toda la población y no solamente de los sin tierras. (…)
levantamos la bandera de que La Reforma Agraria es una lucha de todos. (…) Que
la reforma agraria es un medio fundamental para resolver la mayoría de los
problemas que enfrentan los pobres de la ciudad, como el hambre, el desempleo,
la violencia, la marginación, la falta de educación, el transporte y la
vivienda. (…) Y que solamente es posible desarrollarla con un nuevo modelo de
desarrollo nacional. [Stédile, 1997: 58]
Que la causa sea justa resulta un presupuesto de partida sine qua non, pero no basta para
construir una articulación social ni para transformar la realidad, es
necesario, además, que la razón y justicia de la causa sean visualizadas y
comprendidas como tales por la amplia mayoría de la población, empezando por el
sector o clase social directamente implicado en el problema, cuestión que no
necesariamente ocurre. En este tiempo de guerra mediática, resulta
imprescindible desarrollar medios de información y comunicación para llegar a
las mayorías, informar sobre lo que acontece, sensibilizarlas con el problema y
–sobre todo-, poner de manifiesto, evidenciar, el contenido, las raíces y los
nexos sociales del problema que es presentado como “algo” aparentemente
sectorial e inconexo con la situación de los otros sectores sociales que
componen la sociedad. Es vital buscar y construir medios para poner fin a la
fragmentación de conciencia que acompaña a la fragmentación social y de las
realidades, las problemáticas y los sectores y actores sociales. Sobre esa
base, es posible convocar a la participación y movilización social, o –de
mínima‑ neutralizar cualquier posible manipulación de la opinión pública por
parte del poder.
El problema central no
es sinónimo de “eje central del conflicto” social en un momento dado, ya que
este último resulta generalmente móvil y cambiante. Puede radicar un tiempo,
por ejemplo, en la lucha por la defensa de la escuela pública que libran los
docentes, o en las luchas de los campesinos, de los desocupados, de los
inquilinos, de los pueblos indígenas, etc. Hay momentos de coincidencias,
obviamente, entre el problema central y
el eje del conflicto social, y ello puede contribuir a la más amplia
articulación de sectores y actores sociales y políticos.
La permanencia o no de tales articulaciones depende de
cómo sus actores se organicen para mantener dicho ámbito, alrededor de qué
propuestas y fines, y para qué (objetivos).
a) Un
paso importante es hacer de cada articulación una instancia cada vez más
política, profundizar la dimensión de las problemáticas reivindicativas y de
sus propuestas hasta abarcar la dimensión político‑estratégica, es ir
construyendo propuestas reivindicativas articuladas o convergentes con la
dimensión estratégica alternativa (utopía).
b) No
basta proponerse articular para lograrlo, es necesario partir de la realidad,
de la identificación –en cada momento‑ de los elementos aglutinantes, de los
nodos‑base, los nodos‑medios y del problema central, para sobre esa base
identificar también a los actores sociales que pueden conformar una articulación
(o integrarse a ella).
c) Identificando
los nodos base o los nodos medios, se abren posibilidades
concretas de articulación y confluencia entre diversos actores sociales. Por
ejemplo, la lucha por el agua, en Cochabamba.
d) Se
puede construir atendiendo y articulando en torno a la solución de un problema central o de varios. Pero para
ello hay que identificarlo en cada realidad social concreta, en cada momento;
no se puede establecer a priori.
Con una práctica política (y una concepción) no
vanguardista, es posible crecer en construcción, en articulación, en conciencia
y organización. Esto puede parecer quizá la tendencia natural de toda
articulación, pero no ocurre de modo espontáneo, hay que construir las
articulaciones desde abajo hasta arriba y viceversa, paso a paso, también a
veces a saltos, una y otra vez.
Articulación regional o continental: Una problemática que
puede constituir el problema central en
un momento dado, en México, por ejemplo, no necesariamente coincidirá con la
que existe en Brasil, o en Ecuador, o en Argentina. Puede también que esté
presente en todas las sociedades del continente y que no se manifieste en cada
una de ellas con la misma fuerza e intensidad. Esto quiere decir que el
esfuerzo principal de la construcción de propuestas concretas y la posibilidad
de la articulación de los actores sociales, pasa por atender prioritariamente y
acorde con la situación histórico-concreta, las luchas por la paz, por el
trabajo, por la tierra, según sea el caso.
Disputar el sentido (conjugar el por qué y el para qué)
Para los colectivos sociales en lucha y movilización
resulta importante que el conjunto de su membresía comprenda claramente porqué y para qué emprende determinada acción. El que la lucha por
reivindicaciones sectoriales, intersectoriales, o sociales, vaya acompañada por
una/s propuesta/s construida/s colectivamente por los protagonistas contribuye,
por un lado, a la apropiación de los procesos de lucha por parte de las
mayorías, es decir, a fortalecer los procesos de toma de conciencia colectiva,
a construir el empoderamiento colectivo político‑social necesario, y –por otro‑
a superar el estado circular reiterativo de oposición, al definir una posición propia sobre la cual crecer, protagonizar,
construir, acumular.
En
Copadeba hemos entendido que el
principio de la democracia empieza por la participación, y la participación no sólo implica
estar presente en los espacios, sino también tener poder de decisión. Y para
nosotros, el poder de decisión, la participación en sí, implica tener un
pensamiento y una identidad. Nos consideramos con derecho a plantear la
solución de los problemas que vivimos cotidianamente. ¿Qué significa esto? Que
cualquier problema que nosotros vivimos en República Dominicana, y
específicamente en nuestros barrios, puede ser analizado en la organización,
en la comunidad, para encontrarle una solución. Pero no planteamos la solución
para asumirla nosotros única y exclusivamente, sino para que la asuma el
gobierno junto con la comunidad y algún otro sector. (…).
Nosotros conocemos lo que
vivimos y sabemos plantear soluciones, ya sea en el plano físico del barrio o
en el plano social y político. Por eso yo decía que reflexionamos y planteamos
soluciones. Si demandamos participación en el mejoramiento del barrio, esa participación
va acompañada de una propuesta que nosotros elaboramos de cómo queremos que
quede el barrio y cómo entendemos que debe ser la línea social y política a
seguir. Esto lo vamos a defender a como dé lugar. ¿Qué implica esto? Bueno,
implica movilización ‑entendiendo por ello la clásica movilización de las masas‑,
producción intelectual, reflexión, diálogo, negociación… Es decir, no
encasillarnos para defender la propuesta.
(…) la negociación no puede
entenderse sólo como claudicación o como aceptación de la idea del otro. Ante
todo, implica el reconocimiento de los sujetos; si no, no hay negociación,
hay integración o cualquier otra cosa. Una negociación supone partes que se
sientan a discutir, a confrontar, a aceptarse y a no aceptarse cosas. El resultado
va a depender de los principios y de la coherencia de quienes negocian. Cuando Copadeba va a cualquier instancia
gubernamental a negociar algo, llega con una propuesta y, además, va con sus
principios, y nosotros no negociamos los principios. [Guevara. En: Rauber,
1994: 27]
Participar como protagonistas
Lo que tipifica a cada articulación sociopolítica concreta
es la participación de la población, tanto en lo que hace a la definición del
método de lucha a emplear como a la definición de los objetivos, de los
alcances de la confrontación, de las formas de representación del conflicto y/o
la negociación.
La definición colectiva y conciente de para qué y por qué hacen lo que hacen, implicará –incluso si no se logran los
objetivos planteados‑ un saldo positivo en la conciencia de cada uno de los
sectores o actores protagonistas de las luchas y confeccionadores de la
propuesta.
La participación creciente de los actores socio‑políticos
como protagonistas durante todo el proceso de transformación-construcción,
resulta un componente metodológico vital en la construcción de poder,
conciencia, saber y organización desde abajo.
…Hay que hacer la propuesta
de cómo participar desde las diferentes instancias de producción, desde el
territorio, desde los barrios... Nosotros no queremos quedarnos en redefinir un
espacio de participación del Estado que no facilita la participación de la
sociedad. La sociedad necesita un esquema organizativo‑participativo cotidiano.
Y para nosotros, construir eso desde abajo es hacer política. Por esto la
insistencia del poder desde abajo. Porque creemos que el poder existe y lo que
tenemos que buscar son los mecanismos de hacer efectivo ese poder, donde lo
participativo es fundamental en los niveles local y nacional. [Cevallos. En: Rauber,
1994: 41]
Partir de la cotidianidad de la población
A la hora de buscar definiciones acerca de la
identificación del “punto” aglutinante, de los nodos‑medios, o el
problema-centro, es importante partir de la cotidianidad de los sectores
sociales o población participante.
Teniendo en cuenta:
e) que
en la vida cotidiana se producen y reproducen, conjuntamente con los valores
individuales y familiares, también los valores sociales de convivencia (éticos,
morales, culturales, políticos, etc.);
f)
que el mundo de lo cotidiano resulta el espacio por
excelencia para la internalización y reproducción de la ideología de
dominación,
puede entenderse que lo cotidiano y la cotidianidad se
hayan tornado ámbitos eminentemente políticos.
Basta tomar el caso de las relaciones de género. ¿En que
espacio se produce y reproduce la básica relación de discriminación y
asimetría?, pues en el ámbito doméstico, en la vida familiar cotidiana. Su
democratización resulta indispensable para una democratización mayor de toda la
sociedad. Mientras las asimetrías y discriminaciones de género se mantengan en
el ámbito familiar, el espacio social más pequeño y universal, no serán
posibles una verdadera y radical democracia y justicia social.
La potencialidad
transformadora en dirección de una sociedad humanamente rica, podríamos decir
finalmente ‘humana’, y entonces victoriosa, negación de la sociedad actual
caracterizada por la sumisión y la destructividad, radica en el espacio
ovulario. [Vianello y Caramazza, 2001: 118]
Es a partir de replantear a la vida y organización de la
familia (en la modalidad y con la estructura que fuere) como nueva célula
básica política (en tanto concentradora, productora y reproductora de
relaciones económicas, sociales, culturales, políticas e ideológicas del poder
social), que articula el funcionamiento de lo público y lo privado
imprimiéndole una cierta dinámica a lo uno y lo otro, que será posible
(re)integrar las ‑supuestas‑ dos realidades inconexas.
Es vital en tal sentido, pensar y proyectar a la familia
como una pequeña red de base multicéntrica en vez de androcéntrica, donde se
articulen en convivencia seres humanos en igualdad de condiciones, sin que uno
proponga crecer a costa del sometimiento y subordinación de los demás. Esto,
articuladamente con el desarrollo de redes informales entre familias, que
compartan entre el buscar los niños a la escuela, el tiempo dedicado a paseos,
deportes, etc, todo esto, con el apoyo de la tecnología (el que brinda y el que
potencialmente puede llegar a brindar orientada con sentido de desarrollo
social), y la fundación de un Estado social, entrecruzado responsablemente con
las actividades tradicionales de la familia: salud, educación y asistencia y
seguridad. [Ver: Vianello y Caramazza, 2001: 114]
En la construcción de un nuevo modo de vida las dinámicas
de la vida cotidiana ocupan un lugar fundamental. No porque de ahí nazca el
cambio de toda la sociedad, sino porque sin enraizarse allí, sin articular la
utopía del mundo nuevo a la vida de la familia, el mundo nuevo será un
imposible. Para eso ‑en primer lugar y a la vez‑, la familia debe modificarse a
sí misma, en tanto gestante de ese nuevo ser humano, de esa nueva sociedad y de
ese nuevo mundo. Y es indispensable ir haciéndolo posible desde ahora,
transformándolo desde nuestra propia vida cotidiana doméstica y comunitaria,
integrándola a nuestras prácticas familiares, comunitarias, sociales,
políticas, etcétera.
Reconocer la importancia del espacio comunitario
El ámbito comunitario cobra cada día más importancia. Para
los pueblos indígenas originarios ha sido y es la base de su sobrevivencia la
de sus relaciones y cultura milenaria; ellas constituyen sin duda fuente
civilizatoria clave, y una muestra palpable de que existe un modo de vida por
fuera del mundo mercantilizado del asalariado individual. Las comunidades
generadas por el desarrollo del mercado capitalista postcolonial, resultan
igualmente importantes, en primer lugar para librar la lucha por la
sobrevivencia, en la construcción de redes sociales de subsistencia ‑en lo
económico, educativo, salud, etc.‑, como en el desarrollo de sólidas redes
interfamiliares que distribuyen la dura carga de las labores domésticas
cotidianas y mejoran la posibilidad de integración laboral de las mujeres. A
ellas se le abren puertas en el sector informal, generalmente en el servicio
doméstico, aunque no reconocido como un trabajo, social ni jurídicamente. Para
poder desempañarse en él, las mujeres han de desarrollar redes de apoyo mutuo
para el cuidado y alimentación de los niños de unas mientras las otras
trabajan, y viceversa.
Un modo de vida diferente, basado en la horizontalidad y
democratización solidaria de responsabilidades y tareas se va conformando a
través de estas prácticas en la dimensión comunitaria. En ella, a través de la
cultura participativa de las mujeres, se van haciendo cada vez más visibles los
nexos que se establecen entre la posibilidad de participación en el mundo
público y las tareas del mundo privado, articulando tiempo de trabajo y
dedicación en uno con el tiempo y la dedicación en el otro. Claro, esto no es
suficiente, resulta vital incorporar a los hombres a esta gesta, y al Estado.
La
verdadera liberación de la mujer de la familia, que hoy todavía la excluye, la
mortifica, la paraliza, se hará luego que el hombre y la mujer se reencuentren
en ella sobre un pie de igualdad. Evidentemente, esto no significa abandonar la
creación de infraestructuras capaces de aligerar los trabajos domésticos. Pero es necesario transformar la
visión de los hombres acerca del espacio, llevarlos a mirar sobre el interior,
de habituarlos a valorar los detalles concretos ligados a lo cotidiano. Es la
única forma de realizar una igualdad efectiva, que le inducirá a descubrir lo
femenino que existe en él, e igualmente a vencer el miedo que le tiene.
[Vianello y Caramazza, 2001: 110]
Mientras que la realidad
familiar continúe pesando esencialmente sobre la mujer, no cambiará nada. Pero,
a partir del momento donde se genere un movimiento de cara a la resocialización
de los hombres dentro del sentido indicado antes, se llegará, en consecuencia,
a la igualdad de los sexos al interior de los muros domésticos, entonces es
presumible que, lentamente, se produzca una toma de conciencia de que la
unidad familiar, que aparentemente debe tenerse en privado, tiene igualmente
una consecuencia pública. [Idem: 114]
Ir “de lo pequeño a lo grande”
El desarrollo de amplios movimientos populares –aún con
sus deficiencias‑, da cuenta de que es posible avanzar, acumular, crecer y
consolidar las organizaciones sociales desde la perspectiva expuesta. Para ello
podría contemplarse, como brújula teórico-metodológica, lo siguiente:
○Emprender acciones que permitan la mayor
participación de la población. Desde el punto de vista político, “lo
pequeño” significa pensar/realizar una acción mínima que posibilite la mayor
participación de la población en un determinado momento. Esto supone combinar
las demandas sectoriales con la construcción de nuevas formas de participación
política. En virtud de ello, ¿qué es lo fundamental?: ¿un hecho de gran impacto
realizado por unos pocos, o una profusión de pequeñas actividades donde
participe la mayoría de la población (tanta como sea posible en cada momento)?
○No pensar en minoría ni como minoría.
Asumir la realidad social ‑su dinámica y transformaciones posibles‑ desde las
mayorías, con las mayorías y para las mayorías, pensando y proyectándose como
mayoría.
Un ejemplo sencillo: el “apagón”
antineoliberal realizado en Argentina en épocas del segundo gobierno menemista,
cuando era difícil que la población se manifestara masiva, abierta y
simultáneamente en todo el país. La propuesta de la oposición fue entonces la
de llamar a la ciudadanía a apagar la luz de las viviendas, de las
tiendas, de los bares, etc., durante 15 minutos, en señal de rechazo a la
política gubernamental, un día a una determinada hora. Para lograrlo, insistió
durante meses repitiendo: “Apague la luz, apague la luz…”. El día señalado, el
apagón se efectuó masivamente en todo el país.
El ejemplo mencionado –que no
abre juicios acerca de los convocantes‑, permite ver como un mínimo hecho
(mínimo enfocado individual y aisladamente en cada caso), deja un saldo
positivo en la población, una conciencia de participación en el proceso de
oposición. Porque todos los que hicieron posible el “apagón” sabían que estaban
apagando la luz contra el modelo socioeconómico defendido e implementado por el
gobierno de turno. Aquella fue una forma de participación política con un
alcance mayor que otras posibles acciones muy llamativas que podrían realizar
determinados grupos de personas.
○Ser
protagonistas. De lo que se
trata es que el pueblo, en sus diversos sectores, sea protagonista. Porque el
proceso de lucha –si es un proceso de liberación‑, es, a la vez, un proceso de
formación de conciencia, de constitución de actores‑sujetos, de construcción,
acumulación y consolidación de organización, de poder, es decir, de
empoderamiento. La acción política revolucionaria tiene por tanto que buscar,
crear y construir sistemáticamente caminos y formas que permitan, promuevan y
desarrollen este protagonismo colectivo.
Este es un principio
metodológico importante para el desarrollo de nuevas articulaciones políticas
entre actores sociales y sus propuestas, entendiendo que ellas suponen también
el crecimiento de las conciencias, puesto que se asientan en la participación
plena de los actores sociales en proceso de constitución en sujetos de su
quehacer presente y futuro, hacia la conformación del actor colectivo. La
persistencia en la pretensión de sustitución del protagonismo social por parte
de los partidos políticos ‑autoconsiderados “representantes”‑ resulta a tales
fines, además de políticamente obsoleta, contraproducente.
Construir una alternativa político-electoral: Hacer de los nexos articuladores la base para la construcción del sujeto colectivo con una propuesta programática para el cambio.
Poner al descubierto: ¿Qué tiene que ver mi problema sectorial con
el de los otros sectores/actores?, permite construir los vasos comunicantes
entre problemas sectoriales y avanzar hacia la intersectorialidad y hacia la construcción de una nueva totalidad
social popular (amplia) que trascienda positivamente la sectorialidad de
las luchas. Esto es clave. Es la construcción política por excelencia, porque
es la base para la construcción de una agenda política colectiva basada en
propuestas concretas (sectoriales) intervinculadas.
Y esto es lo que permite
crecer y acumular: poder y proyecto propios y avanzar en la (auto)constitución
del sujeto popular (plural colectivo). Significa haber construido el camino que
posibilite que las articulaciones
puntuales se encaminen (y se traduzcan) a la construcción de una propuesta política
programática mínima que se constituya en la base para transformarse en la
propuesta alternativa de la fuerza
político-electoral así constituida.
Esta definición
estratégica-coyuntural clara es vital porque define que el movimiento tiene
vocación de diputar poder (el sentido de la política) para intervenir en la
realidad y cambiarla. Esto es central. Porque un movimiento social que se
declara solamente reivindicativo, que reniega de construir las propuestas de
superación de lo que denuncia, que reniega de la construcción de poder propio o
de darle un sentido político a esa construcción, interviniendo en las
elecciones parlamentarias y nacionales para cambiar la realidad en sentido
favorable a sus propuestas y búsquedas, por muy articulado que esté, si no
tiene se traduce en fuerza
socio-política con capacidad para cambiar la realidad sobre la que protesta,
termina disolviéndose, fragmentándose, frustrándose y aportando votos a los
partidos de siempre. Además, significaría aceptar el tan mencionado y
supuesto “techo de lo reivindicativo”.
Ello evidenciaría, en realidad, la presencia del horizonte y
peso de la vieja cultura política vanguardista, acuñada en las conciencias
mediante prácticas de años, pero nunca un límite real de los modos de
existencia y desarrollo de un movimiento sociopolítico en el presente. De ahí
la importancia de recuperar la naturaleza política de los movimientos sociales
reivindicativos o de protesta, rearticulando lo social‑reivindicativo‑defensivo
con lo político‑ofensivo electoral para el cambio. Esto anuncia también, una
vez más, que la lucha político-cultural es un componente indispensable de las
nuevas prácticas sociotransformadoras y su (nuevo) pensamiento estratégico.
Construir un nuevo
tipo de representación y organización política: político‑social
El proceso de construcción‑articulación de los actores‑sujetos
en sujeto popular (sociopolítico) se asienta en una nueva y diferente relación
respecto de las tradicionales concepciones entre partido, clase, pueblo y
movimiento: sin ordenamiento ni subordinaciones jerárquicas entre los actores,
sin vanguardias iluminadas ni sujetos de primera, de segunda, o de tercera
clases. La apuesta es, en primer término, construir nodos de convergencia
social a partir de la articulación de reivindicaciones sectoriales e
intersectoriales, basándose en la profundización de la participación, y en el
despliegue de relaciones (cada vez más) horizontales[5]
entre los actores participantes de las articulaciones (redes, frentes,
coordinaciones). A partir de allí, la maduración colectiva de acerca de los
nexos raizales de sus problemáticas sectoriales como emergentes de una misma y
compartida realidad social, irán abriendo las compuertas del movimiento
reivinidicativo-social inicial hacia una –colectivamente- madurada propuesta de
construcción de un movimiento político‑social articulado desde abajo.
Construir la
conducción colectiva del proceso de resistencia y luchas sociopolíticas
La apuesta a un movimiento político-social y cultural,
además de responder a la necesidad de contar con un instrumento
[socio]político, es la base para enfrentar el desafío de construir la
dirección [socio]política del proceso [socio]político de lucha y transformación
social, con la participación plena de los actores [socio]políticos que lo
protagonizan.
Un nuevo tipo de conducción política de los procesos
sociales actuales supone un nuevo modo de dirección: concertada con la
participación de todos, construida y definida desde abajo por
cada uno de los actores protagonistas, sobre la base de nuevas modalidades
plurales (cada vez más) horizontales, en las articulaciones que van
conformándose en la convergencia de actores sociopolíticos y sus problemáticas
particulares, interdefiniéndolos y proyectándolos mutuamente hacía ámbitos del
movimiento político‑social, actor colectivo del cambio.
Atender la formación política y construir un nuevo pensamiento estratégico revolucionario.
Desarrollar una nueva cultura política e
ideológica que permita recuperar la riqueza contenida en las experiencias y
miradas de los distintos actores sociopolíticos.
Hablar hoy de la necesidad de elaborar nuevos proyectos
populares de transformación en Indo‑afrolatinoamérca implica también asumir la
tarea de construir una nueva cultura política e ideológica en y desde los
distintos sectores, grupos, clases y movimientos sociales y políticos
potencialmente interesados en la transformación. Esto significa, en política,
buscar canales para construir el indispensable camino cultural revolucionario
anclado en la interculturalidad construida a partir del respeto y
reconocimiento en equidad de las distintas identidades, culturas, cosmovisiones
y pensamientos de los diversos actores sociopolíticos, comenzando por los
pueblos originarios y los pueblos de ascendencia africana, en tanto sujetos de
pleno derecho y condición.
Supone también la construcción de nuevos modos de
posicionamiento en la sociedad y en su transformación, asumiendo a esta como un
proceso permanente, desde abajo, colectivo, diverso y plural que reclama para
su rearticulación, de la construcción de un nuevo tipo de democracia,
participativa y horizontal. Y esto habla también, de buscar nuevos códigos de
confianza colectiva e individuales, de reconstruir lazos solidarios en la
sociedad, en las organizaciones sociales y políticas, en las comunidades, en el
barrio y en la familia, empezando por el replanteamiento y transformación
radical de las relaciones socioculturales hombre-mujer (de género), desde la
vida doméstica hasta la pública, sin fracturas esquizofrénicas entre ellas. Y
todo esto coloca como un elemento constituyente esencial de la transformación
cultural, al componente ético, a la nueva ética de liberación y liberadora en
gestación.
La inter-constitución de poder, sujeto y proyecto
La constitución del actor colectivo del cambio social no es
un fenómeno que ocurrirá necesariamente, no obedece a leyes objetivas ni a
regularidades históricas, no ocurrirá tampoco espontáneamente; reclama una
labor político‑organizativa colectiva, consciente, sistemática y sostenida
realizada desde y por los propios actores en todo el proceso, no se resuelve en
una sola experiencia de articulación. Es decir, no es un acto de unidad,
unificación o coordinación de organizaciones. Es, en primer lugar, un producto
del aprendizaje de los actores sociales fragmentados adquirido en el curso de
las luchas sociales para obtener conquistas sectoriales o intersectoriales y en
las experiencias de coordinación y alianzas de varios actores.
En las resistencias y las luchas sociales concretas se van
generando las necesidades de articulación, las posibilidades y los ámbitos de
mixtura de propuestas diversas al unísono con la articulación de los actores
sociopolíticos que protagonizan el conflicto social en un determinado momento y
proceso. Estas articulaciones resultan aproximaciones hacia lo que podrá ‑o no‑
llegar a ser el actor colectivo del cambio, como resultado del proceso
pedagógico-práctico político de articulaciones sucesivas –no necesariamente
fructíferas todas‑, llevadas a cabo por los diversos actores sociopolíticos.
Si la conformación del actor colectivo es ‑en parte‑ el
resultado de un aprendizaje común, significa que no está preestablecida, es
decir, puede ocurrir o no. Dado que ningún actor social individualmente puede
resumir ni representar los intereses, puntos de vista y propuestas del conjunto
de sectores del campo popular, lo que está claro es que hay que trabajar
sostenida y concientemente para avanzar hacia la conformación del actor
colectivo (pluralidad articulada). Pero lograrlo es parte de los desafíos del
arte de la política; no está garantizado.
En el proceso de construcción de hegemonía, conciencia
política y organización, los actores van generando condiciones para avanzar
hacia la convergencia de definiciones estratégicas comunes. Esto es vital para
que los procesos de luchas y construcciones sociales no se diluyan, entre
varias opciones, en propuestas ajenas a sus intereses, haciéndole el juego ‑en
el mejor de los casos‑, a las estériles pretensiones del centrismo clasemediero que pretende estérilmente
constituirse en el factor de equilibrio y neutralización del inevitable
antagonismo social.
Constituir el actor colectivo (sujeto plural) es mucho más
que la reunión cuantitativa de diversos actores, con sus propuestas
reivindicativo-sectoriales. Supone, en primer lugar, ampliar los contenidos de
tales luchas y, en segundo, ampliar las dimensiones de las mismas, orientando el
cuestionamiento social hacia los fundamentos mismos del sistema de dominación
del capital, y replantear dicho cuestionamiento de un modo positivo, es decir,
conformando un proyecto alternativo integral y raizalmente superador.
Coincido por tanto plenamente con Samir Amín cuando
subraya que el proyecto alternativo no es igual a la sumatoria ecléctica de los
programas reivindicativos sectoriales. La sumatoria de las reivindicaciones no
ha sido, no es, ni será el proyecto estratégico sociotransformador, pues todas
ellas (como cada una) reivindican sus derechos sectoriales dentro del sistema,
esa es su función y su sentido. Es en el proceso de luchas y resistencias que
los actores sociales van descubriendo los obstáculos sistémicos para la
satisfacción plena de muchas de sus demandas, comprendiendo que ellas
resultarán cíclicamente profundizadas por el sistema. Con el desarrollo de sus
luchas y de su conciencia política –labor crítico‑reflexiva mediante,
entrelazada con las prácticas‑, pueden llegar a cuestionar los fundamentos
mismos del sistema social.
Es entonces cuando la articulación de las luchas y
problemáticas de los diversos actores permite ahondar el cuestionamiento social
y va descubriendo la totalidad del problema en la raíz del sistema. Esto pone al
descubierto, claramente, la dimensión política de lo reivindicativo‑social:
posibilita a los actores vincular, descubrir los nexos de las problemáticas que
aparecen en la superficie como supuestos “defectos” del sistema social, con los
fundamentos sociales (económicos, políticos, culturales) que las originan. Es
decir, descubrir la raíz económica-política-social de los problemas
reivindicativo-sectoriales en la dinámica del funcionamiento de la sociedad, a
la cual responden parcialmente, fragmentariamente (en dimensión y profundidad)
las luchas reivindicativo‑sectoriales.
Ir más allá de lo reivindicativo significa entonces,
contenerlo, pero no suprimiéndolo, sino articulándolo en la dimensión político‑integradora
que supone el cuestionamiento integral del sistema del capital: construyendo y
explicitando las propuestas alternativas al mismo, avanzando hasta donde sea
posible en la definición del proyecto estratégico alternativo, que será la base
de referencia político-ideológica última para la definición del programa
político concreto –convergente con él. Esto es, en definitiva, lo que hará de
aquel nodo de articulación un ámbito político transformando a los aislados
actores sociales en sujeto colectivo plural.
El proyecto alternativo construido por los actores
resulta, a su vez, interconstituyente de ellos mismos en actor colectivo
(sujeto popular) de la transformación social. En virtud de ello, tal proyecto ‑como
he expuesto en otras ocasiones‑ se considera el elemento que cierra (anuda) el proceso de articulación‑constitución‑autoconstitución
de los actores-sujetos individuales en un actor colectivo del cambio social,
hace de los luchadores sociales sujetos de su historia, que es en realidad una
resultante de las interarticulaciones e interdefiniciones entre actores, poder
(propio) construido y proyecto alternativo superador.
Formar una nueva subjetividad
La necesidad de articulación de los actores‑sujetos no se
refiere solo a la necesidad de superar su fragmentación social‑sectorial,
articulado a ello, comprende también –y en primer lugar‑ el ámbito de sus
subjetividades.
Como señala Dussel: “La subjetividad es más que
conciencia, pero dice referencia a ella. Es el vivenciar lo que acontece (…) en
la realidad.” [1999:2] Es decir, la subjetividad contiene la conciencia pero no
se reduce a ella. Lo contrario, su identificación forzada, devino reduccionismo
y –de hecho‑ empobreció las reflexiones acerca de las interrelaciones
conciencia‑subjetividad, al no analizarlas más allá de la conciencia de clase.
Tiene que ver con el cuerpo ‑y esto bien lo sabe el poder que, para dominar las
mentes castiga los cuerpos‑, tiene que ver con lo no-conciente, que puede
llegar a ser un día conciente pero no necesariamente, incluye también los
sueños, etcétera.
Lo que interesa destacar ahora, en este punto
concretamente, es la interrelación inseparable entre sujeto y subjetividad, es
decir, entre los actores-sujetos concretos y sus subjetividades, la necesidad
de tomarlas en cuenta a la hora de pretender construir articulaciones entre
diversos actores‑sujetos, puesto que estas instancias incluyen sus identidades,
intereses y motivaciones subjetivas, más allá de su conciencia
político-ideológica, es decir, hay que tomar en cuenta las estrechas
interrelaciones y mediaciones que existen entre una y otra. La articulación de
subjetividades de actores‑sujetos resulta también parte de los procesos de interacción intersubjetivos.
En la época de la ofensiva ideológica del capitalismo
global, la mercantilización de la vida y de las relaciones sociales e
interpersonales, el predominio del pensamiento único y la negación de todo
futuro diferente del presente, torna imprescindible ‑si de cambiar el mundo se
trata‑, abocarse(nos) a la formación de una nueva subjetividad
humano-revolucionaria (que reconozca y abra los espacios a las diversas
subjetividades del presente y a otras que seguramente se conformarán en el
futuro).
Y ello es parte de los procesos concientes y colectivos de
articulación‑constitución intersubjetiva de los actores sociales en sujeto
popular, proceso que es –por tanto‑ de autoconstitución. Esta construcción de
actores‑sujetos es fundamentalmente autoconstrucción y autoconciencia crítica‑intersubjetiva.
Pero también ocurre, entre otras mediaciones ‑en las que destaco en primer
lugar la propia práctica transformadora de los actores-sociales‑, con el aporte
de las ciencias sociales críticas, de
los expertos, de los intelectuales orgánicos, de los militantes con mayor
experiencia, y se plasma en sus modalidades organizativas y planteo
programático-proyectivo, aunque sin reducirse ni equipararse nunca a ellos.
Esto contribuiría al necesario diálogo entre los saberes
ancestrales de los pueblos indígenas originarios, del saber comunitario, el
saber popular, el científico académico, y las elaboraciones teóricas
provenientes de los movimientos sociales, de sus prácticas y las reflexiones
sobre ellas, es decir, entre intelectuales orgánicos y académicos (que pueden
ser también ambos). Esta necesidad ha sido durante mucho tiempo relegada del
quehacer teórico marxista que, como señala Samir Amín, se ha dedicado –sobre
todo en Europa‑ a instalarse en las universidades. Para ello se vio obligado a
demostrar que es científicamente
“superior” al pensamiento liberal reinante, lo cual lo distorsionó
transformándolo unas veces en una variante del positivismo, otras en exégesis
de los textos de los fundadores, y así en otras variadas corrientes. La
conclusión fue: disecación de la propuesta teórico-práctica revolucionaria de
Marx, y su reducción a ensayos académicos de interpretaciones de
interpretaciones que poco o nada tenían que ver con las realidades a las que
pertenecían, con las luchas sociales de su tiempo ni con las problemáticas de
los actores sociales concretos en busca de su liberación.
De conjunto, lo expuesto abre una serie de tareas y
desafíos en lo político, en lo cultural y en lo organizativo. La búsqueda de
respuestas concretas a tales tareas y desafíos caracteriza a los actuales
procesos políticos alternativos que tienen lugar en Indo-afro-latinoamérica en
confrontación política con los intereses del capital transnacional, ya sea
desde la oposición o desde los gobiernos populares. Estos impulsan procesos de
acumulación de fuerzas sociales y culturales favorables al cambio, que –en líneas
generales‑ apuestan a la construcción de un tipo de sociedad basada en un poder
popular horizontal (empoderamiento colectivo) construido desde abajo.
Una ética fundamentada en equidad, justicia y solidaridad
La atomización permanente de los trabajadores y de
sectores sociales populares (incluyendo amplias capas de sectores medios), va
acompañada de una fuerte inyección de individualismo vinculado irracionalmente
con la sobrevivencia en condiciones límites, en la que la lógica perversa del
capital obliga a cada ser humano a considerar a sus pares un enemigo potencial,
de su puesto de trabajo, de su barrio, de su pareja, etcétera, a quienes ‑en
consecuencia, para “salvarse”‑, hay que destruir y aplastar, expulsándolos del
ámbito laboral, del barrio, de la ciudad... La inmoralidad del sistema radica
en esto precisamente: la selección no se produce de modo “natural” ni por la
acción de la “mano invisible” del mercado, ocurre a través del desarrollo de
estrategias económicas, sociales, culturales e ideológicas que ‑por diversos
medios‑ convocan a salidas individuales, e inoculan la lógica del “sálvese
quien pueda” que hace de cada ser humano un “enemigo” del ser humano vecino,
obligándolo a competir en las arenas del gran circo global del mercado,
abarrotado de batallas de pobres contra pobres.
Es el chantaje brutal del capital y su consecuencia
apocalíptica: es el actual genocidio planificado de amplias capas de
trabajadores -ahora considerados sobrantes- en virtud de la destrucción y el
saqueo de la naturaleza, de la implementación de las nuevas formas de
organización del proceso de producción, y –a la par‑ de un nuevo mercado global
tecnológicamente avanzado y móvil, capaz de generar mucho más rápidamente
altísimas ganancias y excedentes. Es la base de la presente etapa de
acumulación mundial del capital y la insorteable crisis que lo acompaña.
Una cosmovisión diferente y superadora es vital para
replantearse los caminos de supervivencia, una cosmovisión que no antagonice la
existencia de un ser humano con la de otro, ni a la humanidad con la
naturaleza, sino que los reconozca en su integridad e interdependencia,
entendiendo que el mundo es un ámbito integral de producción y conservación de
la vida en sus múltiples e interarticuladas dimensiones.
Consecuentemente con ello se abre paso una ética
humano-natural fundada en el equilibrio, la equidad, la complementariedad y la
solidaridad, conceptos vertebradores de una nueva (inter)subjetividad
revolucionario-liberadora. Se trata, en su conjunto, de una bioética, parte de
una nueva cultura, de una sociedad diferente y nueva, de un nuevo mundo. Y está
claro que esto no se alcanza con declaraciones abstractas, sino anudando lo
reflexivo con las nuevas propuestas sociotransformadoras y con las prácticas de
interrelacionamiento colectivo e individual. En ellas toma cuerpo, se afianza,
profundiza y desarrolla.
Bibliografía empleada
o Dussel, Enrique. 1999. “Sobre el sujeto
y la intersubjetividad: el agente histórico como actor en los movimientos
sociales”, Revista Pasos, 84, DEI,
San José.
o Periódico AHORA, No. 4, Agosto
de 2001. Buenos Aires.
o Plog y Bates. 1997. En Graciela
Malgesini y Carlos Jiménez: Guía de
Conceptos sobre migraciones, racismo e interculturalidad. Editorial La
cueva del oso, Madrid.
o
Rauber
Isabel (2012). Revoluciones desde abajo.
Ediciones Continente-Peña Lillo. Buenos Aires.
o ‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑(2003)
“La izquierda argentina en la encrucijada. La construcción de una alternativa
de transformación social en tiempos de democracia neoliberal.” Ponencia para el
Seminario internacional: “Nuevos desafíos para la
nueva izquierda en Amérca Latina”, Sao Paulo, Nov. 24‑26.
o ‑‑‑‑‑‑‑‑‑‑(1994)
Construyendo poder desde abajo. La
experiencia de COPADEBA. Debate Popular, La Habana.
o
Rigane,
José. 2000. En: “Rigane, a fondo”, entrevista. Revista Nos/otros de ATE, Buenos Aires.
o
Stédile,
Joao Pedro. 1997. “La lucha de los Sin Tierra, la experiencia brasileña del
MST”, ALAI Servicio Informativo 248-249 (marzo).
o
Vianello,
Mino, y Caramazza, Elena. 2001. Un nouveau paradigma pour les sciences
sociales: genre, espace, pouvoir, L’Harmattan, Paris.
[1] Elementos que enlazan dos o más sectores sociales en un mismo
problema aparentemente sectorial, descubriendo o poniendo al descubierto la
dimensión social en lo sectorial o intersectorial.
[2]. “...el Frente Nacional
contra la pobreza” a construir intenta en términos estrictamente económicos,
replantear el rumbo de la Argentina siguiendo tres direcciones: a)
Redistribución progresiva de los ingresos. b) Replanteo de la apertura
comercial externa. c) Regulación del proceso de concentración económica y
centralización de capitales.” Periódico AHORA, No. 4, Agosto de 2001, p.
6.
[3]. El FRENAPO, “...propone
un viraje importante en el accionar político: pretende articular las
experiencias institucionales y sociales que ya tenemos (...). Por vía de
eliminar como eje fundante de la construcción de este nuevo espacio el debate
acerca de quienes deben ser los próximos representantes, pretendemos fundar un
ámbito capaz de movilizar y organizar la presencia de los representados.
Modificamos la convocatoria tradicional a elegir “nuevos representantes”, para
convocarnos a involucrar a los representados en la tarea de afirmar expresa y
orgánicamente un rumbo distinto al actual.” Periódico AHORA, Idem.
[4]. Pero eso no estaba entre
los objetivos fundacionales del FRENAPO. En gran medida porque muchas de las
organizaciones políticas que lo integraban –el ARI y el PC, por ejemplo‑,
tenían sus propios proyectos, programas y estrategias partidarias de
intervención. En virtud de ello condicionaron su participación en el FRENAPO, a
que este movimiento no pusiera en discusión ni en disputa nada de ello. Por
otra parte, la Central de los Trabajadores de Argentina (CTA), principal actor
social promotor de la propuesta del
FRENAPO y la Consulta Popular, tuvo dificultades para replantearse y modificar
sobre la marcha, rápidamente, el rumbo y ritmo estratégicos en base al cual
venía construyendo. Inventar nuevas vías y modalidades de decisión‑acción
colectivas, particularmente en situaciones de emergencia, es parte de los
desafíos actuales a resolver, evitando caer en su opuesto: el centralismo y el
verticalismo autoritarios.
[5]. Aquí se entienden las
relaciones horizontales como aquellas que se establecen sobre la base de la
cooperación entre partes consideradas equivalentes, aunque los roles sociales y
políticos sean diferentes. Basarse en ellas implica la superación de las
tradicionales relaciones verticalistas implementadas al interior de las
organizaciones sociales y políticas, y hacia fuera. Significa no imponer
políticas, objetivos, vías, ni modos de implementación de las acciones a las
organizaciones sectoriales, barriales, sindicales o sociales, ni suplantar los
procesos colectivos de toma de conciencia, tanto al interior de la organización
como en las relaciones de ésta con otras organizaciones sociopolíticas.
[6]. En este sentido, quiero
rescatar y subrayar el importante papel que desempeñaron los Encuentros por un
Nuevo Pensamiento, que desarrolló el Instituto de Estudios y Formación de la
CTA, entre el año 98 y el 2000.
2 comentarios:
La idea principal planteada por la autora es la necesaria construcción colectiva de un nuevo SUJETO POPULAR REVOLUCIONARIO, conformar actores colectivos para la transformación de la sociedad. Para ello, considera importante e imprescindible la articulación y la participación como protagonistas de los ACTORES intervinientes, conformando, mediante la necesaria FORMACIÓN POLÍTICA, la construcción de una nueva MATRIZ DE PENSAMIENTO REVOLUCIONARIO POPULAR COLECTIVO. Aunque no es una receta estructurada que garantice el fin propuesto, la autora elabora una serie de pasos METODOLÓGICOS que considera necesarios y basados en experiencias concretas en nuestro continente.
Es evidente, en mi forma de ver, que en la actualidad planteada por Rauber es necesaria la CONSTRUCCIÓN DE MOVIMIENTOS POLÍTICOS-SOCIALES que se articulen desde ABAJO. La transformación definitiva de la sociedad en vista de un SUJETO POPULAR COLECTIVO, que sea capaz de "fundar" una nueva cultura para desarrollar un NUEVO MUNDO SOLIDARIO. En una parte del artículo se pone énfasis de ir de lo PEQUEÑO A LO GRANDE. Y, desde mi punto de vista, eso GRANDE, tiene que ser la definitiva y necesaria INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA, hacer realidad la Patria Grande y no quedarnos en discursos y palabras bellas al oído.
Adolfo Martinez Quiroga
La construcción de poder en un escenario tradicional, siempre es desde arriba hacia abajo, construir poder popular o desde abajo implica obligatoriamente recorrer el camino a la inversa: desde lo cotidiano hasta las contradicciones principales que marcan los conflictos, problema central no es sinónimo de conflicto principal, siempre en todo proceso de lucha las organizaciones deben buscar los puntos de coincidencia de cada conflicto con distintas fracciones en disputa e intentar construir la confluencia de todas en el mismo escenario de la disputa."El que la lucha por reivindicaciones sectoriales, intersectoriales, o sociales, vaya acompañada por una/s propuesta/s construida/s colectivamente por los protagonistas contribuye, por un lado, a la apropiación de los procesos de lucha por parte de las mayorías, es decir, a fortalecer los procesos de toma de conciencia colectiva, a construir el empoderamiento colectivo político‑social necesario, y –por otro‑ a superar el estado circular reiterativo de oposición, al definir una posición propia sobre la cual crecer, protagonizar, construir, acumular."
En esta visión del poder no existe un sujeto a priori, sino que la misma lucha solidaria y frentista lleva a la construcción de un sujeto colectivo, cada vez màs representativo y consciente de ser actor protagonista de su propia creación.
desbordar lo sectorial para construir fuertes puentes entre los diferentes sectores del campo popular es el camino hacia el sujeto colectivo
pero el nuevo sujeto supone también "Un nuevo tipo de conducción política de los procesos sociales actuales supone un nuevo modo de dirección: concertada con la participación de todos, construida y definida desde abajo por cada uno de los actores protagonistas, sobre la base de nuevas modalidades plurales (cada vez más) horizontales, en las articulaciones que van conformándose en la convergencia de actores sociopolíticos y sus problemáticas particulares, interdefiniéndolos y proyectándolos mutuamente hacía ámbitos del movimiento político‑social, actor colectivo del cambio."
No existen recetas, ni caminos prefijados hacia la victoria, solo la conciencia de participar en la construcción de una experiencia popular de nuevo tipo, capaz de sintetizar las últimas experiencias populares latinoamericanas en nuevos tipos de organización y nuevas formas de expresión cada vez más democràtica hacia adentro y afuera de ellas.
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