Elementos teórico-metodológicos para el análisis de las coyunturas
políticas
Presupuestos generales
El tratamiento del tema es sumamente profuso por lo que,
lejos de pretender configurar “un estado de la cuestión”, el presente trabajo
concentrará su mirada en los elementos conceptuales y metodológicos de base que
marcan posiciones y resultados analíticos diversos ‑y también en el accionar
político‑, a partir de los análisis de coyuntura política. En este texto se
bosquejan aspectos metodológicos que destacan las miradas y experiencia de los
movimientos sociales indígenas y populares
latinoamericanos en las luchas socio-políticas del ultimo medio siglo.
Pensar estratégicamente escenarios interculturales basados en la creatividad de los sujetos
El análisis
de coyuntura al que se refieren estas reflexiones es parte de una proyección
política que, en lo que hace a la relación Estado–sociedad, se reconoce
fundacional de un nuevo tipo de Estado ‑plurinacional, intercultural y
descolonizado‑, marcado por el protagonismo de los pueblos indígenas
originarios y sus movimientos y organizaciones, por los movimientos sociales y
la militancia de los sectores populares en general, protagonismo colectivo que
se buscará fortalecer, articular, estimular y calificar.
Es importante dejar esto en claro para no suponer que la
realización de análisis políticos de las coyunturas, implica generar procesos
analítico-teóricos ajustados a normas técnicas preestablecidas, es decir, elaboradas
fuera de la situación de la realidad que se analiza y sus sujetos. Por el
contrario: se trata de modificar las normas y también de crear otras, acorde
con lo que se quiere construir o alcanzar. Esto es así porque no se busca
generar un saber en sí mismo, un saber académico, un saber abstracto, sino un
saber que se traduzca en saber actuar en
función de alcanzar determinados objetivos,
es decir, un saber político.
Gobernar las coyunturas
Lo expresado se anuda directamente con la capacidad política
(práctica) de los sujetos sociopolíticos para gobernar las coyunturas y profundizar el proceso de cambios en el
sentido estratégicamente definido en cada momento.
Al analizar aquí los elementos que hacen al análisis de
coyuntura no se planteará entonces un conjunto de pautas o leyes que “hay que
seguir”. El objetivo es brindar instrumentos teóricos y prácticos que puedan
ayudar a indagar la realidad sociopolítica en cada momento y pensar las
alternativas, para moverse en las coyunturas de modo favorable a los intereses
propios, evitando ser arrastrados por situaciones que beneficien o alimenten
intereses ajenos. Es por ello que, sin desechar normativas, metodologías,
técnicas o métodos que puedan evocarse o emplearse, lo central y determinante
son siempre los seres humanos que construyen esos análisis y le dan
materialidad y sustento en sus actos colectivos: los sujetos y actores sociales
y políticos. Estos, en cada coyuntura, van definiendo sus perfiles y
capacidades, sus aspiraciones y su conciencia, van constituyendo y
reconstituyendo sus subjetividades y ‑acorde con ellas‑, van forjando sus
voluntades políticas para llevarlas adelante.
En este sentido, el análisis político de las coyunturas
políticas se inscribe dentro del pensamiento
estratégico: hace a la capacidad de pensar las coyunturas para actuar en
ellas estratégicamente, es decir, convergentemente con los objetivos estratégicos
definidos o buscados.
Este tipo
de análisis de la coyuntura política es lo que denomino análisis político de la coyuntura política: porque fortalece capacidad de acción de los sujetos en
función de metas propuestas por ellos, orientadas a profundizar la
transformación social. Esto condensa la capacidad de pensamiento estratégico de
los sujetos y se traduce sus capacidades para gobernar las coyunturas.
¿El
propósito?
Que los
sujetos del cambio sean capaces de conducir
las coyunturas en función de sus intereses y objetivos: condición y
situación ofensiva. Esto significa: que
los sujetos sean capaces de gobernar los
acontecimientos en vez de que los acontecimientos los gobiernen a ellos (en
tal caso serían objetos o pro-sujetos en
condición defensiva).
Para gobernar a los acontecimientos los
sujetos desarrollan simultáneamente un conjunto de habilidades y capacidades
políticas organizativas y analíticas desde
abajo, en sus prácticas cotidianas.
Su (auto)articulación es fundamental porque la capacidad estratégica de
pensar-actuar en las coyunturas políticas con orientación estratégica radica en
el pueblo todo, no es “un tema o problema” sectorial, corporativo ni reservado
a algunos “expertos”. La creación y construcción de una nueva civilización no
es responsabilidad de grupos ni de sabios. En esta perspectiva, el conocido
“criterio de expertos” supone contar con un
pueblo de expertos; y esto hay que construirlo, desarrollarlo y
articularlo. En los tiempos iniciales de los procesos colectivos puede ser que
los “sabios” sean apenas algunos, en tal caso, el objetivo sería ‑en primer
lugar‑, apelar a ellos para multiplicar
los sabios.
Esto
también es parte del pensamiento
estratégico, implica poseer una determinada capacidad de acción y
construcción en la perspectiva
socio-transformadora y ello está directamente anudado a las tareas de cada
momento; no hay recetas. Puede ser que entre las primeras tareas se
encuentren, por ejemplo, aquellas encaminada a formar a los sabios.
En el proceso de transformación social que tiene lugar en
Bolivia hoy, por ejemplo, que implica una modificación raizal del Estado
históricamente monocultural y excluyente, hacia un Estado plurinacional, los
pueblos –organizados en su diversidad e identidades‑, que protagonizaron las
grandes luchas en el pasado reciente, reclaman ahora ser partícipes de la
gestión, no necesariamente ocupando los lugares
propios del funcionariado, sino –en primer lugar‑, aportando y siendo
reconocidos como creadores-productores de conocimientos y saberes, además de
realizadores. Esto llama a establecer canales permanentes de diálogos, consultas
y construcción de conocimiento colectivo entre Estado, Gobierno, movimientos sociales
indígenas y populares y la ciudadanía comprometida.
Esta
realidad marca una impronta político-cultural clave para el análisis político
porque define quienes son los protagonistas. En esta perspectiva, los análisis
políticos de la coyuntura política apelan a la creatividad colectiva de los
pueblos y se fundamentan en ellos.
Si el pensamiento
estratégico se construye desde abajo, a partir de los sujetos, entre sujetos
y actores sociopolíticos, implica la elaboración de un saber colectivo que
articula en una comunidad saberes reintegrados que –de continuar fragmentados‑,
quedarían desprovistos de su potencialidad transformadora. Este proceso de
construcción de saberes políticos en interacción, desde abajo, da lugar a lo
que ‑en esta perspectiva‑ constituye la conversación
estratégica.
Superar el inmediatismo y el espontaneísmo
Las
realidades sociales son rápidamente cambiantes y sus cambios y ritmos
sorprenden permanentemente al conocimiento. Las dinámicas se aceleraron y,
además, se multiplicó la superposición y yuxtaposición de fenómenos cada uno
con sus propios ritmos y dinámicas. De conjunto, esto contribuye a que los
actores sociales y políticos se encuentren o se sientan frecuentemente
“atrapados” por la realidad. Y si se está “atrapado” por la realidad, ¿cuál es
la capacidad de acción? Coyuntural. En tal situación predomina el inmediatismo,
es decir, las respuestas coyunturales alejadas o desligadas de la construcción
y acumulación estratégicas.
¿Qué
significa esto?
Que se está
respondiendo ante hechos que la realidad impone. En tal caso, en vez de capacidad de acción se desarrolla capacidad de reacción, que significa
correr “atrás de los acontecimientos”.
Y si se
marcha atrás de los acontecimientos, ¿qué capacidad existe de ir haciendo
realidad en las construcciones cotidianas las metas estratégicas trazadas? Mínima.
Si el objetivo central es –como en este caso‑, gobernar las
coyunturas, es vital superar el espontaneísmo y el inmediatismo políticos que
resultan de reaccionar constantemente ante situaciones coyunturales. En vez de
gobernar las coyunturas esto significa ser
gobernados por las coyunturas, ir atrás de la coyuntura.[1]
Desplazarse y crecer en medio de complejidades e incertidumbres
Gobernar las coyunturas implica también –y cada vez con más
fuerza‑, ser capaces de reaccionar ante lo inesperado, ante lo imprevisto,
logrando mantener el rumbo estratégico en las nuevas condiciones por
inesperadas que estas sean. Esto es parte de la complejidad del proceso.
¿En qué consiste la complejidad?
“Complejo” no es sinónimo de “complicado”, como suele
asumirse. Lo “complicado” indica que algo es de difícil comprensión o que tiene
muchas partes. Pero lo complejo es sencillo, no es difícil de entender; alude a
otros factores y consideraciones.
Lo complejo indica, en primer lugar, la presencia de una
multiplicidad de factores que inciden en la formación y desarrollo de un
fenómeno. En segundo lugar, demuestra que ‑de esa multiplicidad‑, algunos
factores que no resultan determinantes en un primer momento, pueden
transformarse ‑en la línea tendencial del tiempo y mediados por las acciones de
sujetos y actores‑, en elementos determinantes del curso o de las
características del proceso en el curso futuro de su desarrollo, en dependencia
también de las circunstancias de cada momento.
La complejidad enseña que no hay un único factor que
determina y que no hay determinaciones absolutas; que hay “imponderables” que
inciden en la realidad aunque en la perspectiva dogmática, por ejemplo, se
desecharían. Para la complejidad está claro que lo que hoy es desechado mañana
puede llegar a ser concluyente. Y esto recalca un elemento central: es
importante tomar siempre en cuenta las condiciones iniciales y todos los
factores o fenómenos que participan en ella. Porque en el conjunto de
condiciones iniciales van a estar latentes también muchas de las probabilidades
futuras del desarrollo del problema, situación, tema de que se trate.
Otro elemento que interviene en la incertidumbre actual es
la globalización. ¿Qué significa esto? Que se puede tener un perfecto dominio
de lo local pero hay factores exteriores que “mueven el piso” del globo
terráqueo y modifican la plataforma de acción local. Esto forma parte también
de los imponderables que es recomendable tener en cuenta al analizar las
coyunturas.
Cambiar sobre la marcha y rápidamente
Estar preparados y atentos a actuar según el
desenvolvimiento de tendencias macro o de tendencias micro, incluso
caracterizadas como muy poco probables, amplía el abanico de capacidad de
acción efectiva en las coyunturas. Es lo que capacita a los sujetos para responder
ante situaciones que se conocen como “inesperadas” y que pueden variar el
escenario existente o el previsto.
Si la realidad socio-política está atravesada-configurada
por cambios permanentes, los análisis acerca de ella necesitan estar atentos a
ellos para ir actualizando el “estado de la situación” y las políticas
correspondientes. En este sentido es recomendable organizar equipos de
seguimiento y “contra-chequeo situacional” permanentes porque las condiciones
iniciales pueden cambiar rápidamente y ello es una posibilidad que late en cada
acontecimiento, en sus dinámicas y propuestas, en las subjetividades de los
protagonistas… que pueden echar por la borda todos los diagnósticos y cambiar
radicalmente una situación, un conflicto, una coyuntura.
Adelantar el futuro en las prácticas del presente. Ir “del efecto a la causa”
Gobernar la coyuntura implica también que no solo se es
capaz de responder a las necesidades, sino que se tiene la capacidad de crear las condiciones favorables para el
logro de objetivos propios
previamente identificados y definidos. Esto aspira a que los análisis políticos
de las coyunturas políticas se encuentren cada vez más profundamente vinculados
al pensamiento acerca del futuro y a cómo hacerlo realidad en las prácticas del presente. Esto es lo que
inscribe a los análisis de coyuntura en lo que se conoce como prospectiva estratégica.
Desarrollar la capacidad de adelantar el futuro en el presente es clave para la acción política
de los sujetos y reclama de ellos superar la concepción lineal del
conocimiento, del desarrollo del movimientos social y sus dinámicas. Y ello se
anuda a la superación de la concepción lineal-gradualista del proceso
histórico, del tiempo, del conocimiento formal y ascendente que supone que la
historia va “hacia delante” siguiendo el: uno más uno, dos, más uno, tres, más
uno, cuatro… Es decir, la concepción que ‑si quiere llegar a diez‑, supone que
necesariamente tiene que recorrer las etapas intermedias del uno al nueve.
Esa concepción es hoy insuficiente. La sociedad ya no está
organizada sobre la base de la industria de mediados del siglo XX, ni tampoco,
consiguientemente, su metabolismo y sus dinámicas. Esto es: si se tienen cuatro
y se necesitan diez, hay que descubrir qué es lo que hay que crear en la
coyuntura para tener diez, sin transitar del uno al nueve. Esto es también,
gobernar las coyunturas, desarrollar pensamiento estratégico y capacidad de
acción política sociotransformadora. Y esto significa ir del “efecto a la causa”: crear las condiciones propicias para
que germinen los proyectos que hagan realidad los objetivos propuestos, en vez
de esperar que “se produzcan” tales
situaciones propicias.
Esto es parte de la prospectiva
estratégica: pensar el futuro y actuar en el presente en función de materializarlo,
para gobernar el proceso en vez de que el proceso gobierne a los sujetos. Este
es el corazón del desafío político en cada coyuntura y, por tanto, del análisis
político y, concretamente, del análisis político de la coyuntura política, que
es parte de la prospectiva estratégica, del pensamiento y la conversación
estratégicas convergentes con la construcción de los escenarios posibles. Articulado a ello se realiza,
consiguientemente, el planeamiento
estratégico.
No hay técnicas ni metodologías que garanticen resultados, la clave está en los sujetos
¿Podrán los sujetos concretar sus objetivos?
El análisis político de la coyuntura política, el
pensamiento estratégico, la conversación y el planeamiento estratégicos, ayudan
a fortalecer las capacidades de los sujetos y actores. Pero esto no es garantía
de que –contando con ello‑, los sujetos tengan garantizado el éxito de sus
propósitos, la concreción de sus metas, situación que –entre otros factores‑,
no responde solo a sus deseos, voluntades y designios.
La actividad política navega en un vivo magma social y
enfrenta por tanto un desafío permanente. No hay métodos, ni reglas, ni procedimiento
que garanticen que “si se realiza el paso uno, dos y tres, se triunfará”. Los
sujetos son siempre determinantes; hay un juego entre el saber y la apuesta de
la voluntad y el deseo de enfrentar el desafío práctico de su realización y lo
espontáneo e imprevisto que allí se generará. Nunca se podrá eliminar lo
impredecible y lo espontáneo. Pero sí se puede trabajar para reducir al mínimo
su presencia y su incidencia en el curso de los acontecimientos. Y lo
impredecible y espontáneo que los sujetos logren “reducir al mínimo” puede ser
aquello que, en determinadas circunstancias, sea lo que marque el rumbo de los
acontecimientos expresado en el accionar de estos sujetos en sentido favorable
a sus propósitos y anhelos.
He aquí el sentido político último del análisis político de
las coyunturas políticas.
¿Qué se entiende por análisis de coyuntura política y quiénes lo hacen?
►El politólogo Helio Gallardo expresa que: “el análisis de
coyuntura se refiere específicamente al campo de la política”, por lo que
–siguiendo su definición‑, su objeto especifico supone, en primer lugar, analizar la situación concreta de las
fuerzas político-sociales actuantes y la correlación de fuerzas que emerge de (o posibilita) su interrelación
en cada momento. En virtud de ello, es claro que realizar análisis de coyuntura
política resulta tarea de interés de todos los actores políticos y sociales
activos. En segundo lugar, en tanto político, las conclusiones de dichos
análisis tienen por objetivo central definir (o ayudar a definir) acciones
orientadas a fortalecer las posiciones políticas de los diversos sujetos y
actores políticos.
Según quién/quienes los realicen, los análisis de coyuntura
política pueden estar orientados a reproducir y reforzar el sistema de
dominación, o a identificar actividades políticas para transformar la sociedad,
para incrementar la acumulación de fuerzas, etc. Dentro de este amplio espectro
de intereses y objetivos, el análisis de coyuntura política se realiza también
para intervenir en determinados temas puntuales con conocimiento de la
situación de las fuerzas políticas involucradas en ellos. Por ejemplo, una elección
departamental, un referendo temático, la realización de una obra pública… El
análisis de coyuntura política está guiado, por tanto, por intereses de
tendencia conservadora, retardataria, restauradora o revolucionaria
transformadora.
Es decir, en la perspectiva política la razón de ser del
análisis de la coyuntura política no es el “saber en abstracto”, sino un saber encaminado directamente a la acción
política. Separado de ella, el análisis de coyuntura política se traduce en
un ejercicio de erudición. En tales casos, el análisis se realiza generalmente post factum, cuando las fuerzas que
definen el escenario político analizado no pueden modificarlo. El analista
queda así a salvo de cometer errores ante posibles cambios en el curso de los
acontecimientos; este tipo de análisis no trasciende el ámbito del juicio, de
la rememoración y evaluación de lo sucedido. Esto es un hecho político también,
pero su incidencia en las acciones prácticas resulta mediatizada por una serie
de procesos de intermediación entre la academia y los actores políticos,
mediación que, por su complejidad y fragmentación, se concreta con escasa
frecuencia.
Es importante distinguir entre los diversos tipos de
análisis de coyuntura y sus objetivos porque cuando el análisis se orienta directamente
a la acción política, la participación de los sujetos sociales y políticos en
la realización de dicho análisis, en la elaboración de las conclusiones y las
recomendaciones que definen acciones posteriores, es central. Esto es lo que
identifico como análisis político de la
coyuntura política. Considero que la participación de los sujetos es
importante también para el pensamiento académico, pero esa es una discusión de largo recorrido, que en este
texto resulta imposible abordar.
► Los sujetos políticos
son a la vez sujetos del conocimiento. En
tanto tales, tanto en los análisis de coyuntura política como en la toma de
decisiones, su participación es clave. Ellos no pueden ser objetos a la hora de definir lo que será su accionar
político-social.
En tanto la condición de sujetos no viene dada desde “las
alturas”, no responde a esencialismos universalistas, ni a patrones genéticos,
sino que es una potencialidad latente que los mismos actores van haciendo
realidad en sus luchas, en los conflictos sociales y políticos; en ellos los
sujetos se constituyen y van tomando conciencia de su condición. Es decir, son
ellos quienes van definiendo-dibujando las coyunturas políticas. Otra razón
vital para que constituyan el centro –gnoseológico y práctico‑ de los análisis
políticos de las coyunturas políticas. Prescindir de ellos y reemplazarlos por
técnicos, expertos, especialistas, asesores, etc., es abrir las puertas a
errores y fracasos seguros. La clave está en la integración y la construcción
de un saber colectivo.
Y no es que los técnicos, profesionales, especialistas o
expertos no aporten a la realización del análisis, al contrario. En esta
perspectiva, además de aportar sus reflexiones, pueden desempeñar un papel
importante en la preparación y desarrollo de los procesos de participación de
la población, por ejemplo, organizando talleres para compartir en asambleas de
base estructurando la participación colectiva, contribuyendo a la elaboración
de conclusiones y recomendaciones, papel que se ve reforzado cuando los
analistas están políticamente comprometidos. Pero no hay analista que pueda
sustituir la participación de los sujetos y sus aportes.
Lo analítico puede estar correcto al 100% en los análisis
técnico-profesionales, pero la sensibilidad, el tacto fino, la subjetividad, la comprensión y la conciencia e
incluso la temporalidad de los sujetos‑actores protagonistas puede no ajustarse
a lo que técnicamente resulta “correcto” o “necesario”. La inviabilidad de las
recomendaciones que de allí se pretendan implementar de modo directo, es
altamente probable.
Cuando el análisis de la coyuntura política se realiza
divorciado de los sujetos, lejos de contribuir a fortalecer sus posiciones
políticas es fuente casi segura de error, de pérdida del terreno previamente
conquistado y fuente de retrocesos. Un ejemplo cercano: lo ocurrido con el
aumento de los hidrocarburos en diciembre de 2010, y recientemente, lo ocurrido
con la construcción de la carretera del TIPNIS.
► Se entiende entonces por análisis político de coyuntura política el diagnóstico colectivo de
la situación política de las fuerzas sociales en
pugna, dirigido a captar las tendencias y posibilidades de su estabilidad,
desarrollo y/o cambio, realizado con la participación de los sujetos y actores
cuya participación directa o indirecta en los sucesos o período a analizar
resulta clave. Constituye por eso mismo, a la vez, una evaluación relativa de
las propias fuerzas, de su posición y su capacidad para influir en esa
correlación de fuerzas para modificarla a su favor, es decir, para fortalecer
en ella las posiciones de la fuerzas indo-populares.
Un análisis que muestra, por ejemplo, una correlación de
fuerzas desfavorable para la organización específica que lo realiza, o para el
conjunto del campo indígena-popular, apuntará sus recomendaciones hacia la
realización de un grupo de tareas orientadas a cambiar esa situación en sentido
favorable. En tal caso, el diagnóstico acerca de la coyuntura política negativa
o desfavorable abrirá el paso para pensar y proponer acciones encaminadas a
construir una situación favorable para el proyecto indo-popular o, como mínimo,
a frenar la tendencia contraproducente o negativa.
En una coyuntura favorable a las fuerzas indo-populares, el
análisis de la coyuntura política –si se realiza desde los ámbitos de las
decisiones políticas de las organizaciones del campo indígena-popular‑,
contribuye a definir con mayor tino sus tareas en ese período. Y es de suma
importancia no subestimarlo, también en los “buenos tiempos” porque en ellos es
vital tener muy clara la visión acerca de las posibilidades que se abren, para
no desperdiciar las bonanzas, sino
aprovecharlas para crecer en el sentido de los
objetivos y la orientación estratégica propuestos.
Puede concluirse entonces, que el análisis político de la
coyuntura política contribuye a actuar conscientemente en el ámbito político
(en el sentido de no-espontáneo) en cada coyuntura, favoreciendo el accionar de
las organizaciones político-sociales (indígenas-populares) para fortalecer sus
fuerzas y desarrollar las tendencias que les favorecen.
►Un cambio significativo en la correlación entre las fuerzas
sociales fundamentales supone también un nuevo modo de articulación de ellas en
el interior del bloque indígena-popular y entre el conjunto de fuerzas
favorables al cambio, en virtud de lo cual se va configurando simultáneamente
una nueva coyuntura.
Para la conformación de nuevas coyunturas, el desplazamiento
de lo viejo por lo nuevo, constituye el principal sentido del “análisis
político de la coyuntura política”. Dicho análisis no es neutral, se realiza
como un instrumento político-cognitivo para definir cuál es la mejor inserción posible de un conjunto
de fuerzas sociales (o una organización) en la escena política del momento
analizado. Esa “mejor inserción” posible sería la inserción correcta de ese tiempo, dado que está orientada a formar
o fortalecer las capacidades de acción política de los sujetos y actores
sociales y políticos en cuestión, para potenciar
su acción efectiva en la acumulación (favorable) de fuerzas con sentido
estratégico.
En cualquier caso, vale reiterar, se trata siempre de una
aproximación teórico-cognitiva a las prácticas concretas de los sujetos y
actores, sus complejidades y la de las situaciones sociales concretas. No hay
análisis, por “perfecto” que sea, que garantice su realización exacta, ni –en
tal caso‑, la obtención de los objetivos propuestos o el triunfo.
► El análisis político de la coyuntura política, al igual
que todo análisis político, tiene en
cuenta, entre otras, las siguientes premisas:
‑El carácter
complejo y cambiante de la realidad histórico-social
‑La
intervinculación teoría‑práctica
‑El sentido
de las luchas sociales (estrategia y tácticas)
‑Los sujetos concretos y sus
articulaciones y subjetividades
Esto implica tener presente que:
La realidad social es la síntesis viva de un conjunto de
fenómenos, procesos, relaciones, subjetividades, culturas, intereses,
prácticas, interarticulados e interdefinidos de modo contradictorio y
permanente. La acción política es parte de esta interrelación y ‑como tal‑ la
modifica en un sentido u otro. Porque la acción política tiene su punto de
partida en esa articulación y a ella se orienta, cambiándola en un sentido u
otro a la vez que ella también es modificada en ese proceso. Esto significa
que:
a) la realidad social, sus dinámicas y
tendencias, no puede entenderse fuera de esa interarticulación.
b) la realidad social constituye un
fenómeno complejo y cambiante en función de múltiples razones, por lo que
c) el análisis de los acontecimientos
sociales no puede reducirse a una sola “causa” o fenómeno, ni tampoco la
búsqueda de su modificación, afianzamiento, etcétera.
d) no es posible predecir (ni
predeterminar) con exactitud el curso futuro inmediato y mediato de los
acontecimientos sociales.
e) Las recomendaciones que emergen de los
análisis de coyuntura son aproximaciones para optimizar las acciones políticas
de los sujetos que los realizan, y disminuir –de ser posible a su mínima
expresión‑, la improvisación y los errores que, en base a ella o al
desconocimiento y a menudo la soberbia que lo acompaña, pueden cometerse.
La “coyuntura” hace referencia entonces, a un determinado
modo de existencia de ese conjunto de interarticulaciones e interrelaciones
sociales (políticas, económicas, culturales, cosmovisivas) en un momento
determinado. Aceptar esto supone entender la realidad social como un proceso
vivo y cambiante, y proyectar de igual modo las acciones que buscan su
modificación.
El análisis político de la coyuntura política supone una
forma específica de comprender la relación teoría‑práctica, conjugando el
pensar y el hacer de modo directo e inmediato. ¿Por qué?
Las respuestas apuntan –en principio‑ dos elementos:
§ El
conjunto interarticulado de fenómenos y relaciones complejos que constituyen la
sociedad se puede conocer (acorde con las posibilidades y condicionamientos de
cada momento);
§ Sobre
la base del conocimiento sociopolítico de cada momento, particularmente, a partir de los análisis
políticos de la coyuntura política, los sujetos y actores están en capacidad de
orientar adecuadamente sus
comportamientos políticos.
Razones político-metodológicas de este enfoque
El futuro se disputa y construye palmo a palmo en el presente
Los sujetos y actores que protagonizan cada coyuntura,
situación o problemática son cambiantes. Así como no hay un sujeto predeterminado tampoco hay un sujeto eterno. La (auto)constitución del sujeto es parte del
caminar y está anudada al protagonismo sociopolítico que se constituye o
reconstituye en cada situación, acontecimiento o coyuntura. Esto señala una
idea políticamente central: el sujeto político se constituye o reconstituye, se
construye o reconstruye constantemente en los procesos sociales concretos. Los
actores sujetos discuten su protagonismo en cada momento y ‑entrelazados al
desarrollo de las dinámicas de los acontecimientos sociales‑, dirimen en cada
coyuntura su (auto)constitución [o no] en sujeto sociopolítico, protagonista
(en colectivo) de las tareas y desafíos de su tiempo.
En realidades sociales en la que los movimientos sociales
han constituido gobierno, o se articulan con el quehacer político transformador
del gobierno (Bolivia, Venezuela, Ecuador…), cobra mayor relevancia –por el
incremento de responsabilidades, tareas y contradicciones‑, no “bajar la
guardia” de la acción política, participar activamente en “la disputa” de la
construcción social, cultural, cosmovisiva, económica y política de la nueva sociedad,
disponiéndose a atravesar los enmarañados conflictos con propios y ajenos,
ajustados al tiempo de cambios que se transita. Es en la batalla cotidiana de
la construccion de lo nuevo y lucha con lo viejo que se dirime una y otra vez
el protagonismo de los diversos actores. Ellos se reagrupan, redefinen y
perfilan en cada coyuntura sus intereses y perspectivas, y van cincelando sus
capacidades para (auto)constituirse o (auto)re-constituirse en sujetos
(políticos) de su historia, conjugadamente con las demandas de los tiempos
históricos y los propios.
La instalación de un gobierno popular revolucionario supone
la conformación de nuevas interrelaciones sociales y el surgimiento de nuevas
contradicciones, conflictividades, afinidades e interacciones de fuerzas e
intereses sociales, económicos, culturales y políticos acorde con la nueva
realidad política e institucional, de conjunto, estas configuran un nuevo mapa
sociopolítico que define nuevas tareas y desafíos tanto de orden interno como
de orden externo a los actores sociales, ahora claramente confrontados en su
matriz política o sociopolítica.
Esto es así porque en la nueva etapa abierta con el gobierno
popular revolucionario, emergieron y emergen nuevos actores sociales que crecen
en identidad (y maduran) a través de las luchas sectoriales antes dormidas o
inhabilitadas políticamente. Y esto configuró y va configurando un nuevo mapa
sociopolítico de actores-sujetos, de reivindicaciones y problemáticas hasta
hace poco adormecidas o invisibilizadas. Esta realidad incorpora también nuevas
contradicciones y tensiones, en gran medida producto del crecimiento y la profundización
del proceso de transformaciones sociales en el que se desarrolla constantemente
la (auto)constitución y (auto)re-constitución de los sujetos, que es parte de
las disputas y está en disputa constante.
Sin embargo, habitualmente se piensa que cambian las
realidades pero no así los sujetos, los actores y sus conciencias. Al parecer,
para tal perspectiva, habría un momento en que se rompe la relación entre
realidad, experiencias sociales y conciencia sociopolítica. Y –supuestamente,
por ello‑, a pesar de los cambios que tienen lugar en la realidad social ‑por
ejemplo, cuando se constituyen gobiernos populares‑, desde el plano analítico y
político suele tratarse a los actores-sujetos ‑partícipes de tales logros‑,
refiriéndolos permanentemente a su actuación en el pasado inmediato y a la
conciencia correspondiente a ese tiempo. Esto, además de que no les reconoce el
protagonismo que los actores-sujetos tienen (o podrían tener) en el nuevo
tiempo, en el tiempo de co-gobernar, impide ubicar a los sujetos y actores en
las nuevas interrelaciones sociales creadas por la nueva situación
sociopolítica y económica y cultural. Se rechaza, de última, el hecho de que
las nuevas coyunturas replantean
permanentemente los intereses colectivos y sectoriales y disputan la
conciencia, organización y acción de los actores-sujetos. Consiguientemente, no
puede darse por sobreentendido que ‑en la realidad actual de Bolivia, por
ejemplo‑, el MAS continúe siendo automáticamente
–para todos los tiempos‑, la expresión sintetizadora‑articuladora
(totalizadora) del conjunto de movimientos indígenas y sociales y de otros
actores del campo popular, tal como lo fuera otrora.
Lo que ocurre en la vida real es que las formas, modalidades
y personificaciones organizadas que hasta hace poco tiempo constituyeron una identificación totalizadora aglutinante
de los grandes actores sociopolíticos de las luchas sociales y políticas
protagonizadas hasta el momento constitutivo de los gobiernos, suelen resultar,
en diversos aspectos, insuficientes. Y esto no se debe a “errores” ni
cuestiones “negativas”. Es característico de la dinámica “natural” de los
procesos sociales. Porque -como advirtiera Zavaleta-, las dinámicas sociales
hacen que: “…incluso lo que se ha hecho general, tarde o temprano tiende a
convertirse en el símbolo conservador de lo particular. La intersubjetivación
debe, por tanto reproducirse de un modo constante.” [Zavaleta Mercado, 1986:27]
Si la totalización sociopolítica es creada y recreada en
cada momento, visualizarla y captarla analíticamente resulta entonces una tarea
permanente de los analistas de las coyunturas políticas. Atender a ello es
parte de la necesidad de realizar periódica y sistemáticamete –desde abajo, con
los actores-sujetos‑, los análisis políticos en cada coyuntura política, para ‑fundamentados
en ellos‑, tomar colectivamente las decisiones políticas, gubernamentales,
estatales...
Los sujetos
(actores-sujetos) constituyen el corazón del proceso histórico y por ende
también del análisis político de las coyunturas políticas. Su participación
en los procesos colectivos de análisis, sus opiniones y propuestas son la clave
política para la construcción colectiva de las conclusiones y recomendaciones,
a partir de las cuales –cada uno de los participantes‑ decidirá qué hacer en
ella. Es central entonces, en este
proceso, tener en cuenta las subjetividades, las identidades, los intereses, y
las aspiraciones diversas y la necesidad de hilvanarlas en cada momento.
Es importante recordar que los sujetos y actores no “esperan”
a ser convocados por alguien para realizar análisis de coyuntura política, cada
uno de ellos –de modo individual o colectivo‑, los realiza motu proprio como parte de su ser
y hacer en la vida político-social de su comunidad, su territorio local,
nacional o regional. Ellos vienen realizando análisis de coyuntura de diversas
formas y modalidades: en sus reuniones, en asambleas, en congresos o
conferencias…
El desafío radica en construir las convergencias entre los
distintos enfoques, las diversas propuestas, advertencias o iniciativas que se
conciben de modo disperso entre distintos sectores y actores. Y en este
sentido, no basta solo con la convergencia y la construcción del análisis
político de la coyuntura política por parte de los sujetos sociales, es vital
articularlos con los actores políticos gubernamentales y estatales, y
viceversa. En esto radica el sentido primero y último de la construcción desde
abajo de pensamiento y acción política colectivas por –y desde‑ de los sujetos
(sociales, políticos gubernamentales…).
En un proceso como el que vive Bolivia, sigamos con este
ejemplo, las articulaciones entre la gestión del gobierno, la administración y
gestión del Estado y la participación política de las organizaciones sociales y
los pueblos todos constituye la clave política del proceso en cada momento.
Apoyarlas, calificarlas y estimularlas es vital para ampliar-profundizar la
potencialidad revolucionaria de los gobiernos indo-populares, contribuyendo a
la profundización del proceso en el sentido de los cambios raizales
estratégicamente propuestos. Hay que estar atentos y enfrentar la cómoda y
persistente sentencia que supone que “de algún modo se resolverá”, o la otra
que supone que porque algo ha sido pensado en beneficio del pueblo, este ‑de
oficio‑, lo apoyará.
Las definiciones
coyunturales (y estratégicas) del proceso de cambio son parte del proceso
social vivo y no dogmas establecidos –desde fuera de las luchas de los
pueblos‑ por algunos iluminados, cuyas
decisiones y propuestas “los demás”
tendrían que asimilar. La conciencia
política de los actores sociopolíticos del pueblo se forja y crece en los
procesos de resistencia, lucha y construcción de alternativas, en
interdefinición constante con la definición o redefinición de los rumbos y
objetivos estratégicos, que van siendo construidos (y modificados) palmo a
palmo por los sujetos políticos. Que ellos sean participantes plenos, analistas
y decisores de los análisis de coyuntura política articulados con quienes toman
las decisiones políticas gubernamentales y estatales en todos los ámbitos de su
existencia y funcionamiento es fundamental.
Conclusión central: No son los discursos, ni los programas,
ni las metodologías, ni los buenos gobernantes, ni los propósitos, los que
hacen viables los procesos revolucionarios o revolucionarios a los procesos.
Son los sujetos, los hombres y las mujeres del pueblo que sueñan y anhelan un
mundo mejor y crean las alternativas para ello en sus prácticas cotidianas,
proyectándolas desde ahí hacia la dinámica social toda. Sin concitar, promover
y desarrollar su protagonismo, su conciencia y organización, las perspectivas
revolucionarias empequeñecen o se obstruyen. La participación protagónica
consciente de los pueblos (auto)constituidos en sujetos revolucionarios no es
garantía de triunfo, pero su no-participación sí lo es de su fracaso.
Los sujetos políticos son a la vez sujetos del conocimiento
Para la concreción de la participación de la diversidad de
sujetos y actores sociales y políticos, estos tienen que buscar/construir
caminos que habiliten canales de intercomunicación, vasos comunicantes y
puentes entre las diversas modalidades de sus existencias socioculturales, de
sus diferentes culturas, descubrir los saberes sumergidos, sistematizar
experiencias, (re)construir conocimientos colectivos e interrelacionarlos con
los procesos de gestión de las organizaciones. De conjunto, esto apunta a
instalar los pilares para una gestión intercultural de conocimientos en (desde
y para) las organizaciones políticas y sociales, esto es, para su participación
con equidad en la toma de decisiones. Y los convoca a generar-profundizar procesos de conocimiento y toma de decisiones de
abajo hacia arriba, reconociendo a la sociedad en su diversidad, con sus
culturas y cosmovisiones e identidades y su proyección en la definición y gestión de lo público (desde
sus dimensiones micro, como por ejemplo, el ámbito comunitario), rescatando y
rearticulando esa diversidad en una nueva dimensión de lo público colectivo-compartido-interarticulado.
Se trata, en definitiva, de poner en sintonía una diversidad de entendimientos y modalidades
del saber hacer (saber qué, saber cómo y saber
quiénes), que concurrirán en la conformación de nuevas modalidades y
saberes colectivos respecto de la cosa
pública, su gestión y administración, surgidos del ámbito de los pueblos y
construidos a partir de su participación y sabiduría. Son los saberes populares históricamente
fragmentados y negados, ahora rescatados, inter-articulados y potenciados como saberes de todos para todos.
Las modalidades, la profundidad y los alcances con que se
conciba, realice y proyecte la participación de todos y todas marcarán el
compromiso, la voluntad y la motivación de todos/as y cada uno/a para
participar en el proceso de construcción colectiva de conocimientos y
decisiones. Y ello fructificará en los resultados, es decir, en los saberes
colectivos interculturales que constituirán el sostén de la gestión
(aplicación, puesta en marcha) de las conclusiones y recomendaciones por parte
de las organizaciones sociales, del gobierno (nacional, departamental,
municipal, comunitario…), y en las instituciones y organismos del Estado.
Para el logro de los objetivos
mencionados es importante:
o
Crear un ambiente de confianzas mutuas entre
los y las concurrentes en el proceso formativo pedagógico, cultural y político.
o
Romper con la estructura rígida y jerárquica establecida entre saber y poder, y con las relaciones de subordinación y dependencia que en ella
se establecen.
o
Desplegar un marco coherente entre el decir y el
hacer.
La impronta de la educación popular
Un baluarte cultural con el que contamos en
Indo-afro-latinoamérica, además de los vitales aportes de los pueblos indígenas
originarios, lo constituye la educación popular y su concepción acerca de la
interarticulación poder‑saber-sujetos en su empeño por poner fin a la clásica y
jerárquica relación educador‑educando, que subordina y anula a los educandos,
reposicionándolos a éstos como sujetos de su realidad social y su conocimiento.
En ese sentido, la reflexión de los “educandos” acerca de sus condiciones de
vida ‑que comprende su subjetividades y sensibilidades‑ es tomada como
obligatoria referencia y punto de partida y de llegada (conciencia crítica) del
conjunto del proceso educativo, que arroja siempre un nuevo conocimiento o
propuestas colectivas (construidas
colectivamente).
Por ello, la educación popular constituye ‑a la vez que una
concepción de la relación saber-poder-sujetos y un camino para la construcción
de conocimientos desde abajo‑, un posicionamiento político sine qua non para la posibilidad de construcción de las
competencias interculturales de interrelación y, consiguientemente, para el
desarrollo de procesos de gestión intercultural: reconocer al otro/a, valorizar al otro/a, escuchar y ser escuchados,
son claves políticas interculturales para la gestación-construcción un nuevo
tipo de pensamiento social y político, y también para la
revitalización/transformación de las instituciones a partir de asumir y
potenciar su raíz y proyección indígena-popular intercultural.
► En este aspecto considero importante subrayar que tampoco
en el terreno del conocimiento existe una
metodología que garantice resultados exitosos. Igualmente sería imposible pretender que en
el terreno de las disputas políticas concretas se deba “cumplir a pie
juntillas” lo que se concluye como recomendaciones en los procesos analítico
reflexivos colectivos. Las acciones concretas de los complejos procesos de la
vida real se interdefinen e interdeterminan a cada paso en la interacción
de todos los factores intervinientes,
entre los que resalta la participación de los sujetos protagonistas. Ellos son
los que marcan ‑con sus acciones, sus percepciones y sus subjetividades‑ las
tendencias y el desenlace de los acontecimientos, en interacción, claro está,
con otros sujetos contendientes. Es la lucha política de las fuerzas sociales
la que va marcando ‑en su dinámica contradictoria y cambiante permanente‑, la
correlación existente entre las fuerzas en disputa y también entre las propias,
en cada momento; fortalecerla es objetivo de los análisis de la coyuntura
política, y no a la inversa.
Lo dicho habla de una
fuerte presencia ética como
componente genealógico de la posibilidad (y realidad) de la construcción de
saberes e interrelaciones colectivas inter-articuladas y también, por tanto, de
la posibilidad de transformar las realidades de exclusión y discriminación de
los oprimidos y las oprimidas, de los trabajadores y las trabajadoras, de los
pobres urbanos y campesinos, de los indios e indias, los negros, las negras y
los mestizos, a través de la construcción de los intersticios interculturales
que contribuyen estratégicamente a transformar la sociedad actual e ir
construyendo una nueva civilización, fundamentada en la equidad de etnias,
géneros y clases hasta su equiparación en el único calificativo universalmente
pleno de “género humano”.
Baches o prejuicios culturales y
político‑metodológicos
Las múltiples interpretaciones acerca del conocimiento, sus
métodos y alcances hacen de las afirmaciones anteriormente expresadas, puertas
de entradas a frecuentes conflictos que se expresan en determinados modos del
pensar-actuar de los distintos sectores y actores sociales y políticos, y que
resumo aquí como problemas o baches metodológicos.
Entre ellos, cabe mencionar, en tanto usuales, a: la
soberbia, la subestimación, el dogmatismo, el mecanicismo (automatismo), el
objetivismo, la impaciencia, la unilateralidad, la unidireccionalidad, la
linealidad, el esquematismo, el subjetivismo, la autocomplacencia, la
desinformación, el teoricismo, etcétera. A ellos se anudan actitudes políticas
tales como: tacticismo, voluntarismo, espontaneísmo, estrategismo,
planificacionismo (encorcetamiento), pasivismo, inmovilismo, practicismo, etcétera.
Considero clave detener aquí la mirada analítica en seis problemas práctico-conceptuales.
Desinformación
La información es la base, el insumo primero, la materia
prima para el conocimiento y la participación, lo es también por tanto para el
análisis de coyuntura. Cuando este se realiza con ausencia o escasez de
información de partida se empequeñece la posibilidad de diagnosticar
adecuadamente la situación y, consiguientemente, para la elaboración de las
recomendaciones prácticas propias de la acción política.
La información escasa incide también en la organización de
los conocimientos: se reconocen las tensiones y conflictos, pero no se puede
sistematizar la información ni encontrarle un sentido a tales conflictos, menos
aún relacionarlos con las posibilidades de profundizar el proceso de
transformación social.
Voluntarismo y espontaneísmo
La desinformación contribuye a estimular salidas
voluntaristas o espontaneístas por parte de los sujetos y actores de la escena
sociopolítica (inserción prioritariamente emocional en los acontecimientos):
actuación sin la adecuada preparación política-organizativa que reclama la
coyuntura política y, lo que podría entreverse –conocimiento mediante‑ como el
futuro inmediato. Esto abona aquello de “dejarse llevar por la corriente”,
incentivando el crecimiento de lo que podríamos denominar “falsa conciencia” de
la realidad. La secuencia reiterada de estas prácticas interna a los sujetos y
actores sociales y políticos en un coyunturalismo desgastante, mediante el cual
estos hacen como que modifican la
coyuntura existente cuando en realidad ni siquiera la rozan y, contrariamente a
tales propósitos, son arrastrados por ella siendo generalmente presas de la
manipulación de otros actores políticos (adversarios políticos) a cuyos
intereses terminan abonando.
Estas conductas alimentan el pasivismo en algunos sujetos,
quienes desestiman la necesidad de realizar sistemáticamente análisis de la
coyuntura política porque consideran que, de todos modos “lo que va a suceder
sucederá”. En consecuencia, “no les interesa” prepararse, informarse acerca de
los acontecimientos del momento y sus posibles desarrollos para incidir en
ellos activamente a favor de sus intereses. Gobernar
las coyunturas resulta, en tal caso, una dimensión de la acción política
ajena a sus posibilidades e intereses (auto-subestimación).
Autocomplacencia
Está presente cuando el análisis busca de antemano construir
(intencionalmente o no) una totalidad, apostando al énfasis arbitrario de algún
o algunos aspectos del fenómeno político-social de que se trate en cada
momento. Generalmente esto es convergente con el afán de los analistas en
“quedar bien”, “agradar” o mostrarse afines con los intereses o anhelos de los
actores sociales con los que se interactúa.
Pero el análisis de coyuntura no persigue la finalidad de
exaltar la identidad ideológica del pueblo, sino evaluar adecuadamente sus
fuerzas actuales, reconocer las condiciones que deciden ese nivel relativo de
fuerzas y contribuir a la identificación de acciones capaces de potenciarlas en virtud de profundizar el
proyecto sociopolítico transformador. El análisis de coyuntura política estudia
el balance general de fuerzas, lo que incluye las del campo popular y las
reaccionarias, su grado de preparación, pero también el contexto en el que
tiene lugar esa interrelación conflictual, los hechos externos que pueden en un
momento dado propiciar cambios en una u otra dirección y que pueden promover un
cambio en la correlación de fuerzas.
Que el interés por el desarrollo y la articulación de los
sectores populares como fuerza social colectiva de transformación constituya
uno de los sentidos y criterios de la realización del análisis de coyuntura, no
significa que haya que reemplazar los acontecimientos sociales tal cual estos se
presentan en cada momento, por productos de la imaginación o por el supuesto
“deber ser” del curso socio-histórico.
Un análisis de coyuntura autocomplaciente (y
autogratificante), lejos de fortalecer las fuerzas propias, contribuye
generalmente a aumentar sus posibilidades de fracaso y frustración, pese a los
esfuerzos de los sujetos-actores por revertir una correlación negativa de
fuerzas.
La realidad como un hecho inmodificable
Otro argumento recurrente es tomar los datos de la realidad
como hechos imposibles de ser modificados, como si estos no fueran producidos
en la actividad productiva y reproductiva de los seres humanos y sus
interrelaciones sociales.
Buscando cuando menos minimizar esta tendencia, en el
análisis de la coyuntura política resulta importante ‑en primer lugar‑,
reconocer los cambios ocurridos en la realidad constitutiva y conductual de
todos y cada uno de los actores sociales y políticos, para ‑en segundo lugar y
a partir de lo anterior‑, tomar (colectivamente) entre las tareas políticas
claves del proceso sociotransformador, la reconstrucción –constante- del “campo
indo-popular” como totalidad [Zavaleta Mercado]. Y esta labor no es patrimonio
exclusivo de los revolucionarios, es un desafío común al accionar político de
todos los actores políticos porque en ella se resume el corazón de la hegemonía
(para sostenerla, afianzarla o modificarla).
El obstáculo mayor para comprender la complejidad de la
realidad y sus dinámicas y asumir los desafíos que ello implica, radica
fundamentalmente en la supervivencia de las viejas miradas lineales de los
procesos históricos. Estas, en vez de reconocer las marchas y contramarchas de
la historia, suponen que las revoluciones suben por una escalera y, en la
medida que van “subiendo” peldaños, van “superando” momentos y contradicciones,
y van pasando a “otra etapa”. En tal caso, la emergencia de nuevas
contradicciones como la resurgencia de las ‑así consideradas‑ “antiguas”
contradicciones, por ejemplo, sectoriales, suelen ser rechazadas, consideradas
un “defecto” en vez de fenómenos naturales del proceso colectivo de cambios,
proceso que implica necesariamente rever-ampliar-modificar lo existente a cada
paso, tanto en materia organizativa como en lo político-programático. Se trata
de un proceso permanente. Por ello es importante pensar en formas organizativas
y de funcionamiento y acción flexibles, abiertas naturalmente a las dinámicas
sociales, a los sujetos y actores y a sus problemáticas, identidades,
historicidades y subjetividades.
Planificacionismo
En épocas del predominio cultural del pensamiento
determinista, se implantó como verdadera la suposición de que ‑haciendo un buen
diagnóstico inicial de la situación social, económica y política de una
sociedad‑, era posible planificar (amoldar a intereses propios
“científicamente” definidos), el curso de las luchas sociales.
La posibilidad de irrupción de lo imprevisto quedó fuera de
dicho enfoque y, por tanto, también, cómo actuar ante la irrupción de lo no
previsto y de lo imprevisible (siempre presente), cómo hacer para modificar
raudamente las definiciones, decisiones y orientaciones propias (por ejemplo,
resoluciones de un congreso partidario, de asambleas sindicales, barriales,
etc.).
Lo no previsto o no conocido de antemano, fue y aún es
generalmente descalificado por considerarlo “caótico”, y ello ha marcado a las
conductas políticas de los sujetos y actores que así lo asumieron o asumen, con
un determinismo mecánico basado en: acción‑reacción.
Ello explica, por ejemplo, el boquiabiertismo de algunos intelectuales o algunas organizaciones
políticas de la izquierda latinoamericana frente a los grandes y continuos
levantamientos de los pueblos latinoamericanos contra el poder o contra
represores, ya que ellos no se atienen a sus preceptos ni previsiones ni
mandatos. Paradójicamente, en tales casos, lo mágico emerge como realidad
posible para la razón dogmática.
Lo imprevisto es parte de las dinámicas del movimiento
social, por lo que predecir su ocurrencia con exactitud y el modo en que esto
tomará cuerpo, es imposible. Pero sí es posible prepararse para ser capaces de
asimilar lo imprevisto y así poder readecuar, ajustar o modificar el rumbo y
las tareas en sentido convergente o favorable al proceso sociotransformador en
curso. El apego a lo previamente escrito y definido puede conducir ‑en tiempos
de estallidos sociales u ocurrencia de acontecimientos excepcionales‑, a la
pérdida de la acumulación de años, a la dispersión o fragmentación de las
fuerzas del campo popular e incluso al derrumbe de los objetivos embanderados
para ese tiempo. En tal caso, se afianzan los sentimientos de imposibilidad de
cambiar las cosas, y ‑manipulación del poder mediante‑, la derrota o
frustración se abre paso, no pocas veces dejando profundas huellas de largo
alcance.
La vida sociopolítica no puede determinarse a priori. Por mucho que se acerque el análisis y la previsión, siempre
habrá margen para que se produzca lo inesperado, lo no previsto. Lo
imprevisible es parte de la vida porque la parte central, viva, del movimiento social son los seres humanos y sus
conciencias y más aun, sus subjetividades, sus sentimientos. Conjugados, ellos
son los que finalmente arrancan a las personas comunes de sus casas o sus
puestos de trabajo y las llevan a las calles con una fuerza increíble, inusual
en tiempos corrientes, impulsándolas a realizar acciones jamás pensadas, pero
que ‑en ese momento y solo en ese momento‑, les resultan imprescindibles para
continuar viviendo.
Es el instante del ¡Basta ya!, la bisagra entre dos tiempos: el de la bronca y la resistencia que se
genera y acumula en las acciones cotidianas y estalla cuando alguna situación
insignificante e inesperada, no calculada, provoca el agotamiento de esa
acumulación, que es a su vez también, el agotamiento y quiebre de la confianza
en que se puede cambiar el estado de cosas o encontrar una salida por los
caminos usuales. Esa bisagra se articula en un instante, y es justamente el
advenimiento de ese instante el que es imprescindible intuir para poder anticiparse a él en el minuto exacto y confluir
con su irrupción social, ya sea para concretar objetivos estratégicos o para
que el momento de salto-ruptura del proceso de acumulación (de conciencia,
organización y poder propio) no se traduzca luego –por frustración de la expectativas‑
en una ruptura con lo acumulado. Sentimiento negativo que los sectores del
poder impulsan a posteriori por
diversas vías, buscando abrir todas las brechas posibles para retomar la
conducción del curso de los acontecimientos del país o del sector social de que
se trate, y subordinarlos a sus intereses particulares.
Subestimación y mecanicismo
Otro obstáculo cultural que suele estar presente en la
realización de los análisis de las coyunturas políticas afectando la calidad de
los mismos, es su subestimación. Y el sostener ‑al estilo del viejo pensamiento‑,
que la situación de hoy será irremediablemente revertida en el corto o mediano
plazo. Por ello, es de suma importancia:
‑No subestimar el
momento histórico que se vive: las ansias de reconquista de los territorios por
parte de los adversarios políticos.
‑No subestimar a
los medios de comunicación masiva en su papel de formadores de opinión pública,
manipuladores que buscan reencauzar los procesos de cambio, para imponer a los
candidatos del capital.
Resulta vital:
‑No subestimar ni
sobreestimar las capacidades de
los integrantes de las fuerzas propias. La subestimación
es la contracara de la soberbia, su modo encubierto de existencia y
expresión. Esto tiene importancia en la batalla política y cultural actual por
su elevada incidencia en el terreno de la acción política.
La disputa política no puede reducir su alcance al aparato
político-institucional, a la disputa por acceder a las instituciones. Sin
despreciar esto, el proceso requiere más: La posibilidad de los sujetos de
modificar la correlación de fuerzas de un modo favorable a sus propuestas de
cambios, más aun si se encabeza un gobierno propio, situación que torna imprescindible la construcción de una fuerza
político social indo-popular (actor colectivo) del cambio, capaz de construir
poder propio, sostenerlo, afianzarlo y profundizarlo en lo parlamentario y
extraparlamentario.
Y esto supone la conjugación de tres procesos: resistencia y
lucha, construcción de fuerza política y social, y la disputa en lo político
institucional y en lo cultural social no institucional. Todo ello demanda, por
un lado, la definición (mínima) de un proyecto o de una proyección programática
que promueva las convergencias y dé coherencia a las luchas populares en torno a
los objetivos (colectivamente) propuestos. Por otro, esto reclama la
construcción inter-articulada del actor colectivo, sujeto sociopolítico de los
cambios, convergiendo en los rumbos estratégicos, en los ámbitos regional,
continental e internacional, respetando los ritmos diferentes y las identidades
de cada país y de cada uno de los sujetos que protagonizan los procesos.
¿Qué hacer?
Para finalizar esta introducción al tema del análisis
político de la coyuntura política, deseo subrayar la compleja relación entre lo
imprevisto, lo indeterminable, lo sorpresivo, y la necesaria construcción desde
abajo acorde con objetivos y planes previamente concertados ‑generalmente en
congresos o asambleas extraordinarias‑, entre las organizaciones sociales y
políticas. En el ámbito conceptual esto configura la contradicción entre lo que
‑evocando a Carlos Matus‑, denomino coyuntura dinámica y política construida.
La coyuntura dinámica
sería la coyuntura propiamente dicha, y se expresa en los hechos y
acontecimientos que se analizan y describen. La política construida se refiere a las previsiones y definiciones de
tareas políticas decididas, por ejemplo, en un congreso partidario o en un
movimiento social o en una asamblea de movimientos; se asienta en las ideas
construidas en base a una teoría, un paradigma o modelo.
Toda coyuntura
dinámica puede ser racionalizada intelectualmente, pero no toda política construida alcanzará
necesariamente su materialidad (corporeidad, realización) en una coyuntura dinámica.
El propósito de toda planificación o previsión de la acción
social, económica y política es superar
una estado de inercia, rectificar, reforzar o modificar el rumbo del proceso
político, y esto supone un cierto control del proceso social. La interrogante,
en este caso, sería: ¿es posible construir una coyuntura dinámica a partir de una política construida?, es decir: ¿puede diseñarse una política construida capaz de generar una
coyuntura dinámica acorde con sus
proyecciones?, ¿cómo lograrlo?
A modo de recomendaciones a tener en cuenta en esta
búsqueda, puede mencionase:
a) Que los grupos sociales que construyen, poseen o asumen
posiciones de poder (gubernamental-estatal), definan al menos un grupo mínimo
de orientaciones y propuestas (coyunturales-estratégicas) elaboradas
conjuntamente con las organizaciones sociales del campo indo-popular.
b) Que la realización de la propuesta estratégica implique
cambios raizales con respecto al “manejo” y la concepción tradicional de la política.
c) Que el proyecto estratégico o conjunto mínimo de
orientaciones y propuestas encuentre en el proceso social y en las
circunstancias internas y externas, condiciones concretas que le permitan
transformarse ‑mediante la acción sostenida de las fuerzas sociales del campo
indo-popular‑, en coyuntura motriz susceptible de ser conducida por la
planificación, propuesta de acción, etc.
(política construida).
Un elemento resulta clave:
d) Trabajar en base a hipótesis
y no tesis. Considerar las resoluciones y lineamientos de trabajo siempre
como líneas tentativas de acción
cuyos ejes, consignas y contenidos pueden variar en cualquier momento. Es más,
es necesario estar alertas para cambiarlas en cuanto se modifique la situación
en la que fueron engendradas y definidas.
Cuando se pretende cambiar la realidad sobre la base de
ideas preconcebidas acerca de su deber
ser, la realidad se torna frecuentemente un “problema”, puesto que
–generalmente‑ no se corresponde con las fórmulas preestablecidas. El
“problema” se transforma en “obstáculo” cuando el pensamiento se aferra a sus presupuestos en vez de conocer la
realidad sociohistórica concreta y aprender de ella; en virtud de ello
encuentra barreras insalvables donde existen, potencialmente, soluciones y
esbozos de innumerables respuestas posibles.
Por ello es indispensable tener presente que toda política construida, aunque sea
perfectamente viable en lo racional, no se realizará inexorablemente en las
prácticas. El determinismo y la previsibilidad absoluta no existen; no hay
garantías de éxito para los procesos de transformación social por muy bien
planificados, programados y pautados que hayan sido previamente.
El movimiento de la realidad está marcado por las acciones
de los sujetos y actores, orientadas hacia la realización, conservación o
modificación de proyectos, cuyas raíces se entroncan y revitalizan o apagan en
las coyunturas.
Vale insistir en que: “Una cuestión clave en el análisis de
coyuntura es la percepción de la complejidad y dificultad en determinar
relaciones de causalidad de tipo unívoco, simples. Existe un elemento constante
de imprevisibilidad con relación a la acción política: su existencia, sus
efectos, sus causas. La acción política es en sí misma un elemento de la
realidad política; es la base de la posibilidad de transformaciones, de
cambios, de surgimiento de lo nuevo. Hablar de una lógica de acción es hablar
también de su imprevisibilidad.” [INCEP]
La noción de “análisis de coyuntura”, incluso en su forma
más preliminar, busca el conocimiento y la compresión de la compleja realidad
social en un momento dado, de la cual somos parte y respecto de la cual –en la
perspectiva de la transformación‑, no podemos sino actuar con mayor o menor
conciencia. El estado de perfección, estado “cero error”, es un imposible, pero
acercarnos a él, buscar caminos para reducir sus márgenes de existencia e
impacto en nuestras acciones, es parte de los objetivos y sentidos del análisis
político de la coyuntura política.
Bibliografía empleada
·
INCEP, 2002. Como hacer un análisis de coyuntura.
Guatemala.
·
Gallardo, Helio. Fundamentos de Formación Política.
·
Harnecker, M y
Rauber, I. 1992 “Esquema para analizar una coyuntura”, en: Memoria oral y educación popular (Reflexiones Metodológicas),
Centro de Estudios y Documentación sobre América Latina (CENDAL), Bogotá.
·
Matus, Carlos.
1987. Estrategia y plan. Siglo
Veintiuno Editores. México.
·
Rauber, Isabel.
2004, “Lo espontáneo y lo conciente
en Latinoamérica”. Artículo elaborado en tesis para el doctorado. Lovain La
Neuve.
‑‑‑‑‑‑2002. “Argentina, hora de unidad y
de patria”, En: Qué son las asambleas
populares, Editorial Peña Lillo-Continente, Buenos Aires, 2002.
·
------2011.
Composición del texto colectivo de autores en base a entrevistas realizadas
para la elaboración de este libro destinado a la formación de analistas
políticos.
·
Sametband, Moisés
J. 1999. Entre el orden y el caos. La
complejidad. Fondo de Cultura Económica, México.
·
Zavaleta Mercado,
René. 1986. Lo nacional-popular en
Bolivia. Siglo XXI Editores; México.
[1] Para expresarlo
gráficamente, diría que esto implica seguir la “filosofía del bombero”. ¿Cuál
esa filosofía? Vivir apagando fuegos allí donde estos aparecen. A diferencia de
estos, la capacidad de gobernar las coyunturas supone “bomberos de nuevo tipo”:
aquellos que nunca tienen un fuego que apagar porque se adelantan a los
acontecimientos e impiden que se originen los incendios. Estos son los mejores
bomberos: los que no tienen fuego alguno que apagar.
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