Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

sábado, 15 de marzo de 2014

Gobernar las coyunturas

Elementos teórico-metodológicos para el análisis de las coyunturas políticas

Presupuestos generales

El tratamiento del tema es sumamente profuso por lo que, lejos de pretender configurar “un estado de la cuestión”, el presente trabajo concentrará su mirada en los elementos conceptuales y metodológicos de base que marcan posiciones y resultados analíticos diversos ‑y también en el accionar político‑, a partir de los análisis de coyuntura política. En este texto se bosquejan aspectos metodológicos que destacan las miradas y experiencia de los movimientos sociales indígenas y  populares latinoamericanos en las luchas socio-políticas del ultimo medio siglo.

Pensar estratégicamente escenarios interculturales basados en la creatividad de los sujetos

El análisis de coyuntura al que se refieren estas reflexiones es parte de una proyección política que, en lo que hace a la relación Estado–sociedad, se reconoce fundacional de un nuevo tipo de Estado ‑plurinacional, intercultural y descolonizado‑, marcado por el protagonismo de los pueblos indígenas originarios y sus movimientos y organizaciones, por los movimientos sociales y la militancia de los sectores populares en general, protagonismo colectivo que se buscará fortalecer, articular, estimular y calificar.
¿Tiene esto implicaciones en la concepción y gestión de lo público? Totalmente. Porque no es posible construir lo nuevo con las viejas metodologías, ni con los viejos criterios o formatos. Ciertamente, en los primeros momentos del cambio habrá que valerse de herramientas conceptuales no necesariamente construidas para tales propósitos, pero ‑en el proceso de creación de la nueva sociedad descolonizada intercultural, anclada en la justicia y equidad social para el pleno ejercicio de los derechos de sus habitantes, se irán transformando también las herramientas políticas y epistemológicas, los saberes preestablecidos con sus dogmas y prejuicios serán desplazados por nuevos saberes, colectivos, interculturales… abiertos a los sujetos y sus experiencias, a sus cosmovisiones, a las realidades…
Es importante dejar esto en claro para no suponer que la realización de análisis políticos de las coyunturas, implica generar procesos analítico-teóricos ajustados a normas técnicas preestablecidas, es decir, elaboradas fuera de la situación de la realidad que se analiza y sus sujetos. Por el contrario: se trata de modificar las normas y también de crear otras, acorde con lo que se quiere construir o alcanzar. Esto es así porque no se busca generar un saber en sí mismo, un saber académico, un saber abstracto, sino un saber que se traduzca en saber actuar en función de alcanzar determinados objetivos, es decir, un saber político.

Gobernar las coyunturas

Lo expresado se anuda directamente con la capacidad política (práctica) de los sujetos sociopolíticos para gobernar las coyunturas y profundizar el proceso de cambios en el sentido estratégicamente definido en cada momento.
Al analizar aquí los elementos que hacen al análisis de coyuntura no se planteará entonces un conjunto de pautas o leyes que “hay que seguir”. El objetivo es brindar instrumentos teóricos y prácticos que puedan ayudar a indagar la realidad sociopolítica en cada momento y pensar las alternativas, para moverse en las coyunturas de modo favorable a los intereses propios, evitando ser arrastrados por situaciones que beneficien o alimenten intereses ajenos. Es por ello que, sin desechar normativas, metodologías, técnicas o métodos que puedan evocarse o emplearse, lo central y determinante son siempre los seres humanos que construyen esos análisis y le dan materialidad y sustento en sus actos colectivos: los sujetos y actores sociales y políticos. Estos, en cada coyuntura, van definiendo sus perfiles y capacidades, sus aspiraciones y su conciencia, van constituyendo y reconstituyendo sus subjetividades y ‑acorde con ellas‑, van forjando sus voluntades políticas para llevarlas adelante.
En este sentido, el análisis político de las coyunturas políticas se inscribe dentro del pensamiento estratégico: hace a la capacidad de pensar las coyunturas para actuar en ellas estratégicamente, es decir, convergentemente con los objetivos estratégicos definidos o buscados.
Este tipo de análisis de la coyuntura política es lo que denomino análisis político de la coyuntura política: porque fortalece capacidad de acción de los sujetos en función de metas propuestas por ellos, orientadas a profundizar la transformación social. Esto condensa la capacidad de pensamiento estratégico de los sujetos y se traduce sus capacidades para gobernar las coyunturas.
¿El propósito?
Que los sujetos del cambio sean capaces de conducir las coyunturas en función de sus intereses y objetivos: condición y situación ofensiva. Esto significa: que los sujetos sean capaces de gobernar los acontecimientos en vez de que los acontecimientos los gobiernen a ellos (en tal caso serían objetos o pro-sujetos en condición defensiva).
Para gobernar a los acontecimientos los sujetos desarrollan simultáneamente un conjunto de habilidades y capacidades políticas organizativas y analíticas desde abajo, en sus prácticas cotidianas. Su (auto)articulación es fundamental porque la capacidad estratégica de pensar-actuar en las coyunturas políticas con orientación estratégica radica en el pueblo todo, no es “un tema o problema” sectorial, corporativo ni reservado a algunos “expertos”. La creación y construcción de una nueva civilización no es responsabilidad de grupos ni de sabios. En esta perspectiva, el conocido “criterio de expertos” supone contar con un pueblo de expertos; y esto hay que construirlo, desarrollarlo y articularlo. En los tiempos iniciales de los procesos colectivos puede ser que los “sabios” sean apenas algunos, en tal caso, el objetivo sería ‑en primer lugar‑, apelar a ellos para multiplicar los sabios.
Esto también es parte del pensamiento estratégico, implica poseer una determinada capacidad de acción y construcción en la perspectiva socio-transformadora y ello está directamente anudado a las tareas de cada momento; no hay recetas. Puede ser que entre las primeras tareas se encuentren, por ejemplo, aquellas encaminada a formar a los sabios.
En el proceso de transformación social que tiene lugar en Bolivia hoy, por ejemplo, que implica una modificación raizal del Estado históricamente monocultural y excluyente, hacia un Estado plurinacional, los pueblos –organizados en su diversidad e identidades‑, que protagonizaron las grandes luchas en el pasado reciente, reclaman ahora ser partícipes de la gestión, no necesariamente ocupando los lugares propios del funcionariado, sino –en primer lugar‑, aportando y siendo reconocidos como creadores-productores de conocimientos y saberes, además de realizadores. Esto llama a establecer canales permanentes de diálogos, consultas y construcción de conocimiento colectivo entre Estado, Gobierno, movimientos sociales indígenas y populares y la ciudadanía comprometida.
Esta realidad marca una impronta político-cultural clave para el análisis político porque define quienes son los protagonistas. En esta perspectiva, los análisis políticos de la coyuntura política apelan a la creatividad colectiva de los pueblos y se fundamentan en ellos.
Si el pensamiento estratégico se construye desde abajo, a partir de los sujetos, entre sujetos y actores sociopolíticos, implica la elaboración de un saber colectivo que articula en una comunidad saberes reintegrados que –de continuar fragmentados‑, quedarían desprovistos de su potencialidad transformadora. Este proceso de construcción de saberes políticos en interacción, desde abajo, da lugar a lo que ‑en esta perspectiva‑ constituye la conversación estratégica.

Superar el inmediatismo y el espontaneísmo

Las realidades sociales son rápidamente cambiantes y sus cambios y ritmos sorprenden permanentemente al conocimiento. Las dinámicas se aceleraron y, además, se multiplicó la superposición y yuxtaposición de fenómenos cada uno con sus propios ritmos y dinámicas. De conjunto, esto contribuye a que los actores sociales y políticos se encuentren o se sientan frecuentemente “atrapados” por la realidad. Y si se está “atrapado” por la realidad, ¿cuál es la capacidad de acción? Coyuntural. En tal situación predomina el inmediatismo, es decir, las respuestas coyunturales alejadas o desligadas de la construcción y acumulación estratégicas.
¿Qué significa esto?
Que se está respondiendo ante hechos que la realidad impone. En tal caso, en vez de capacidad de acción se desarrolla capacidad de reacción, que significa correr “atrás de los acontecimientos”.
Y si se marcha atrás de los acontecimientos, ¿qué capacidad existe de ir haciendo realidad en las construcciones cotidianas las metas estratégicas trazadas? Mínima.
Si el objetivo central es –como en este caso‑, gobernar las coyunturas, es vital superar el espontaneísmo y el inmediatismo políticos que resultan de reaccionar constantemente ante situaciones coyunturales. En vez de gobernar las coyunturas esto significa ser gobernados por las coyunturas, ir atrás de la coyuntura.[1]

Desplazarse y crecer en medio de complejidades e incertidumbres

Gobernar las coyunturas implica también –y cada vez con más fuerza‑, ser capaces de reaccionar ante lo inesperado, ante lo imprevisto, logrando mantener el rumbo estratégico en las nuevas condiciones por inesperadas que estas sean. Esto es parte de la complejidad del proceso.
¿En qué consiste la complejidad?
“Complejo” no es sinónimo de “complicado”, como suele asumirse. Lo “complicado” indica que algo es de difícil comprensión o que tiene muchas partes. Pero lo complejo es sencillo, no es difícil de entender; alude a otros factores y consideraciones.
Lo complejo indica, en primer lugar, la presencia de una multiplicidad de factores que inciden en la formación y desarrollo de un fenómeno. En segundo lugar, demuestra que ‑de esa multiplicidad‑, algunos factores que no resultan determinantes en un primer momento, pueden transformarse ‑en la línea tendencial del tiempo y mediados por las acciones de sujetos y actores‑, en elementos determinantes del curso o de las características del proceso en el curso futuro de su desarrollo, en dependencia también de las circunstancias de cada momento.
La complejidad enseña que no hay un único factor que determina y que no hay determinaciones absolutas; que hay “imponderables” que inciden en la realidad aunque en la perspectiva dogmática, por ejemplo, se desecharían. Para la complejidad está claro que lo que hoy es desechado mañana puede llegar a ser concluyente. Y esto recalca un elemento central: es importante tomar siempre en cuenta las condiciones iniciales y todos los factores o fenómenos que participan en ella. Porque en el conjunto de condiciones iniciales van a estar latentes también muchas de las probabilidades futuras del desarrollo del problema, situación, tema de que se trate.
Otro elemento que interviene en la incertidumbre actual es la globalización. ¿Qué significa esto? Que se puede tener un perfecto dominio de lo local pero hay factores exteriores que “mueven el piso” del globo terráqueo y modifican la plataforma de acción local. Esto forma parte también de los imponderables que es recomendable tener en cuenta al analizar las coyunturas.

Cambiar sobre la marcha y rápidamente

Estar preparados y atentos a actuar según el desenvolvimiento de tendencias macro o de tendencias micro, incluso caracterizadas como muy poco probables, amplía el abanico de capacidad de acción efectiva en las coyunturas. Es lo que capacita a los sujetos para responder ante situaciones que se conocen como “inesperadas” y que pueden variar el escenario existente o el previsto.
Si la realidad socio-política está atravesada-configurada por cambios permanentes, los análisis acerca de ella necesitan estar atentos a ellos para ir actualizando el “estado de la situación” y las políticas correspondientes. En este sentido es recomendable organizar equipos de seguimiento y “contra-chequeo situacional” permanentes porque las condiciones iniciales pueden cambiar rápidamente y ello es una posibilidad que late en cada acontecimiento, en sus dinámicas y propuestas, en las subjetividades de los protagonistas… que pueden echar por la borda todos los diagnósticos y cambiar radicalmente una situación, un conflicto, una coyuntura.

Adelantar el futuro en las prácticas del presente. Ir “del efecto a la causa”

Gobernar la coyuntura implica también que no solo se es capaz de responder a las necesidades, sino que se tiene la capacidad de crear las condiciones favorables para el logro de objetivos propios previamente identificados y definidos. Esto aspira a que los análisis políticos de las coyunturas políticas se encuentren cada vez más profundamente vinculados al pensamiento acerca del futuro y a cómo hacerlo realidad  en las prácticas del presente. Esto es lo que inscribe a los análisis de coyuntura en lo que se conoce como prospectiva estratégica.
Desarrollar la capacidad de adelantar el futuro en el presente es clave para la acción política de los sujetos y reclama de ellos superar la concepción lineal del conocimiento, del desarrollo del movimientos social y sus dinámicas. Y ello se anuda a la superación de la concepción lineal-gradualista del proceso histórico, del tiempo, del conocimiento formal y ascendente que supone que la historia va “hacia delante” siguiendo el: uno más uno, dos, más uno, tres, más uno, cuatro… Es decir, la concepción que ‑si quiere llegar a diez‑, supone que necesariamente tiene que recorrer las etapas intermedias del uno al nueve.
Esa concepción es hoy insuficiente. La sociedad ya no está organizada sobre la base de la industria de mediados del siglo XX, ni tampoco, consiguientemente, su metabolismo y sus dinámicas. Esto es: si se tienen cuatro y se necesitan diez, hay que descubrir qué es lo que hay que crear en la coyuntura para tener diez, sin transitar del uno al nueve. Esto es también, gobernar las coyunturas, desarrollar pensamiento estratégico y capacidad de acción política sociotransformadora. Y esto significa ir del “efecto a la causa”: crear las condiciones propicias para que germinen los proyectos que hagan realidad los objetivos propuestos, en vez de esperar  que “se produzcan” tales situaciones propicias.
Esto es parte de la prospectiva estratégica: pensar el futuro y actuar en el presente en función de materializarlo, para gobernar el proceso en vez de que el proceso gobierne a los sujetos. Este es el corazón del desafío político en cada coyuntura y, por tanto, del análisis político y, concretamente, del análisis político de la coyuntura política, que es parte de la prospectiva estratégica, del pensamiento y la conversación estratégicas convergentes con la construcción de los escenarios posibles. Articulado a ello se realiza, consiguientemente, el planeamiento estratégico.

No hay técnicas ni metodologías que garanticen resultados, la clave está en los sujetos

¿Podrán los sujetos concretar sus objetivos?
El análisis político de la coyuntura política, el pensamiento estratégico, la conversación y el planeamiento estratégicos, ayudan a fortalecer las capacidades de los sujetos y actores. Pero esto no es garantía de que –contando con ello‑, los sujetos tengan garantizado el éxito de sus propósitos, la concreción de sus metas, situación que –entre otros factores‑, no responde solo a sus deseos, voluntades y designios.
La actividad política navega en un vivo magma social y enfrenta por tanto un desafío permanente. No hay métodos, ni reglas, ni procedimiento que garanticen que “si se realiza el paso uno, dos y tres, se triunfará”. Los sujetos son siempre determinantes; hay un juego entre el saber y la apuesta de la voluntad y el deseo de enfrentar el desafío práctico de su realización y lo espontáneo e imprevisto que allí se generará. Nunca se podrá eliminar lo impredecible y lo espontáneo. Pero sí se puede trabajar para reducir al mínimo su presencia y su incidencia en el curso de los acontecimientos. Y lo impredecible y espontáneo que los sujetos logren “reducir al mínimo” puede ser aquello que, en determinadas circunstancias, sea lo que marque el rumbo de los acontecimientos expresado en el accionar de estos sujetos en sentido favorable a sus propósitos y anhelos.
He aquí el sentido político último del análisis político de las coyunturas políticas.

¿Qué se entiende por análisis de coyuntura política y quiénes lo hacen?

►El politólogo Helio Gallardo expresa que: “el análisis de coyuntura se refiere específicamente al campo de la política”, por lo que –siguiendo su definición‑, su objeto especifico supone, en primer lugar, analizar la situación concreta de las fuerzas político-sociales actuantes y la correlación de fuerzas que emerge de (o posibilita) su interrelación en cada momento. En virtud de ello, es claro que realizar análisis de coyuntura política resulta tarea de interés de todos los actores políticos y sociales activos. En segundo lugar, en tanto político, las conclusiones de dichos análisis tienen por objetivo central definir (o ayudar a definir) acciones orientadas a fortalecer las posiciones políticas de los diversos sujetos y actores políticos.
Según quién/quienes los realicen, los análisis de coyuntura política pueden estar orientados a reproducir y reforzar el sistema de dominación, o a identificar actividades políticas para transformar la sociedad, para incrementar la acumulación de fuerzas, etc. Dentro de este amplio espectro de intereses y objetivos, el análisis de coyuntura política se realiza también para intervenir en determinados temas puntuales con conocimiento de la situación de las fuerzas políticas involucradas en ellos. Por ejemplo, una elección departamental, un referendo temático, la realización de una obra pública… El análisis de coyuntura política está guiado, por tanto, por intereses de tendencia conservadora, retardataria, restauradora o revolucionaria transformadora.
Es decir, en la perspectiva política la razón de ser del análisis de la coyuntura política no es el “saber en abstracto”, sino un saber encaminado directamente a la acción política. Separado de ella, el análisis de coyuntura política se traduce en un ejercicio de erudición. En tales casos, el análisis se realiza generalmente post factum, cuando las fuerzas que definen el escenario político analizado no pueden modificarlo. El analista queda así a salvo de cometer errores ante posibles cambios en el curso de los acontecimientos; este tipo de análisis no trasciende el ámbito del juicio, de la rememoración y evaluación de lo sucedido. Esto es un hecho político también, pero su incidencia en las acciones prácticas resulta mediatizada por una serie de procesos de intermediación entre la academia y los actores políticos, mediación que, por su complejidad y fragmentación, se concreta con escasa frecuencia.
Es importante distinguir entre los diversos tipos de análisis de coyuntura y sus objetivos porque cuando el análisis se orienta directamente a la acción política, la participación de los sujetos sociales y políticos en la realización de dicho análisis, en la elaboración de las conclusiones y las recomendaciones que definen acciones posteriores, es central. Esto es lo que identifico como análisis político de la coyuntura política. Considero que la participación de los sujetos es importante también para el pensamiento académico, pero esa es una  discusión de largo recorrido, que en este texto resulta imposible abordar.
► Los sujetos políticos son a la vez sujetos del conocimiento. En tanto tales, tanto en los análisis de coyuntura política como en la toma de decisiones, su participación es clave. Ellos no pueden ser objetos a la hora de definir lo que será su accionar político-social.
En tanto la condición de sujetos no viene dada desde “las alturas”, no responde a esencialismos universalistas, ni a patrones genéticos, sino que es una potencialidad latente que los mismos actores van haciendo realidad en sus luchas, en los conflictos sociales y políticos; en ellos los sujetos se constituyen y van tomando conciencia de su condición. Es decir, son ellos quienes van definiendo-dibujando las coyunturas políticas. Otra razón vital para que constituyan el centro –gnoseológico y práctico‑ de los análisis políticos de las coyunturas políticas. Prescindir de ellos y reemplazarlos por técnicos, expertos, especialistas, asesores, etc., es abrir las puertas a errores y fracasos seguros. La clave está en la integración y la construcción de un saber colectivo.
Y no es que los técnicos, profesionales, especialistas o expertos no aporten a la realización del análisis, al contrario. En esta perspectiva, además de aportar sus reflexiones, pueden desempeñar un papel importante en la preparación y desarrollo de los procesos de participación de la población, por ejemplo, organizando talleres para compartir en asambleas de base estructurando la participación colectiva, contribuyendo a la elaboración de conclusiones y recomendaciones, papel que se ve reforzado cuando los analistas están políticamente comprometidos. Pero no hay analista que pueda sustituir la participación de los sujetos y sus aportes.
Lo analítico puede estar correcto al 100% en los análisis técnico-profesionales, pero la sensibilidad, el tacto fino, la subjetividad, la comprensión y la conciencia e incluso la temporalidad de los sujetos‑actores protagonistas puede no ajustarse a lo que técnicamente resulta “correcto” o “necesario”. La inviabilidad de las recomendaciones que de allí se pretendan implementar de modo directo, es altamente probable.
Cuando el análisis de la coyuntura política se realiza divorciado de los sujetos, lejos de contribuir a fortalecer sus posiciones políticas es fuente casi segura de error, de pérdida del terreno previamente conquistado y fuente de retrocesos. Un ejemplo cercano: lo ocurrido con el aumento de los hidrocarburos en diciembre de 2010, y recientemente, lo ocurrido con la construcción de la carretera del TIPNIS.
► Se entiende entonces por análisis político de coyuntura política el diagnóstico colectivo de la situación política de las fuerzas sociales en pugna, dirigido a captar las tendencias y posibilidades de su estabilidad, desarrollo y/o cambio, realizado con la participación de los sujetos y actores cuya participación directa o indirecta en los sucesos o período a analizar resulta clave. Constituye por eso mismo, a la vez, una evaluación relativa de las propias fuerzas, de su posición y su capacidad para influir en esa correlación de fuerzas para modificarla a su favor, es decir, para fortalecer en ella las posiciones de la fuerzas indo-populares.
Un análisis que muestra, por ejemplo, una correlación de fuerzas desfavorable para la organización específica que lo realiza, o para el conjunto del campo indígena-popular, apuntará sus recomendaciones hacia la realización de un grupo de tareas orientadas a cambiar esa situación en sentido favorable. En tal caso, el diagnóstico acerca de la coyuntura política negativa o desfavorable abrirá el paso para pensar y proponer acciones encaminadas a construir una situación favorable para el proyecto indo-popular o, como mínimo, a frenar la tendencia contraproducente o negativa.
En una coyuntura favorable a las fuerzas indo-populares, el análisis de la coyuntura política –si se realiza desde los ámbitos de las decisiones políticas de las organizaciones del campo indígena-popular‑, contribuye a definir con mayor tino sus tareas en ese período. Y es de suma importancia no subestimarlo, también en los “buenos tiempos” porque en ellos es vital tener muy clara la visión acerca de las posibilidades que se abren, para no desperdiciar las bonanzas, sino aprovecharlas para crecer en el sentido de los objetivos y la orientación estratégica propuestos.
Puede concluirse entonces, que el análisis político de la coyuntura política contribuye a actuar conscientemente en el ámbito político (en el sentido de no-espontáneo) en cada coyuntura, favoreciendo el accionar de las organizaciones político-sociales (indígenas-populares) para fortalecer sus fuerzas y desarrollar las tendencias que les favorecen.
►Un cambio significativo en la correlación entre las fuerzas sociales fundamentales supone también un nuevo modo de articulación de ellas en el interior del bloque indígena-popular y entre el conjunto de fuerzas favorables al cambio, en virtud de lo cual se va configurando simultáneamente una nueva coyuntura.
Para la conformación de nuevas coyunturas, el desplazamiento de lo viejo por lo nuevo, constituye el principal sentido del “análisis político de la coyuntura política”. Dicho análisis no es neutral, se realiza como un instrumento político-cognitivo para definir cuál es la mejor inserción posible de un conjunto de fuerzas sociales (o una organización) en la escena política del momento analizado. Esa “mejor inserción” posible sería la inserción correcta de ese tiempo, dado que está orientada a formar o fortalecer las capacidades de acción política de los sujetos y actores sociales y políticos en cuestión, para potenciar su acción efectiva en la acumulación (favorable) de fuerzas con sentido estratégico.
En cualquier caso, vale reiterar, se trata siempre de una aproximación teórico-cognitiva a las prácticas concretas de los sujetos y actores, sus complejidades y la de las situaciones sociales concretas. No hay análisis, por “perfecto” que sea, que garantice su realización exacta, ni –en tal caso‑, la obtención de los objetivos propuestos o el triunfo.
► El análisis político de la coyuntura política, al igual que todo análisis político,  tiene en cuenta, entre otras, las siguientes premisas:
‑El carácter complejo y cambiante de la realidad histórico-social
‑La intervinculación teoría‑práctica
‑El sentido de las luchas sociales (estrategia y tácticas) 
­‑Los sujetos concretos y sus articulaciones y subjetividades
Esto implica tener presente que:
La realidad social es la síntesis viva de un conjunto de fenómenos, procesos, relaciones, subjetividades, culturas, intereses, prácticas, interarticulados e interdefinidos de modo contradictorio y permanente. La acción política es parte de esta interrelación y ‑como tal‑ la modifica en un sentido u otro. Porque la acción política tiene su punto de partida en esa articulación y a ella se orienta, cambiándola en un sentido u otro a la vez que ella también es modificada en ese proceso. Esto significa que:
a) la realidad social, sus dinámicas y tendencias, no puede entenderse fuera de esa interarticulación.
b) la realidad social constituye un fenómeno complejo y cambiante en función de múltiples razones, por lo que
c) el análisis de los acontecimientos sociales no puede reducirse a una sola “causa” o fenómeno, ni tampoco la búsqueda de su modificación, afianzamiento, etcétera.
d) no es posible predecir (ni predeterminar) con exactitud el curso futuro inmediato y mediato de los acontecimientos sociales.
e) Las recomendaciones que emergen de los análisis de coyuntura son aproximaciones para optimizar las acciones políticas de los sujetos que los realizan, y disminuir –de ser posible a su mínima expresión‑, la improvisación y los errores que, en base a ella o al desconocimiento y a menudo la soberbia que lo acompaña, pueden cometerse.
La “coyuntura” hace referencia entonces, a un determinado modo de existencia de ese conjunto de interarticulaciones e interrelaciones sociales (políticas, económicas, culturales, cosmovisivas) en un momento determinado. Aceptar esto supone entender la realidad social como un proceso vivo y cambiante, y proyectar de igual modo las acciones que buscan su modificación.
El análisis político de la coyuntura política supone una forma específica de comprender la relación teoría‑práctica, conjugando el pensar y el hacer de modo directo e inmediato. ¿Por qué?
Las respuestas apuntan –en principio‑ dos elementos:
§  El conjunto interarticulado de fenómenos y relaciones complejos que constituyen la sociedad se puede conocer (acorde con las posibilidades y condicionamientos de cada momento);
§  Sobre la base del conocimiento sociopolítico de cada momento,  particularmente, a partir de los análisis políticos de la coyuntura política, los sujetos y actores están en capacidad de orientar adecuadamente sus comportamientos políticos.

Razones político-metodológicas de este enfoque

El futuro se disputa y construye palmo a palmo en el presente

Los sujetos y actores que protagonizan cada coyuntura, situación o problemática son cambiantes. Así como no hay un sujeto predeterminado  tampoco hay un sujeto eterno. La (auto)constitución del sujeto es parte del caminar y está anudada al protagonismo sociopolítico que se constituye o reconstituye en cada situación, acontecimiento o coyuntura. Esto señala una idea políticamente central: el sujeto político se constituye o reconstituye, se construye o reconstruye constantemente en los procesos sociales concretos. Los actores sujetos discuten su protagonismo en cada momento y ‑entrelazados al desarrollo de las dinámicas de los acontecimientos sociales‑, dirimen en cada coyuntura su (auto)constitución [o no] en sujeto sociopolítico, protagonista (en colectivo) de las tareas y desafíos de su tiempo.
En realidades sociales en la que los movimientos sociales han constituido gobierno, o se articulan con el quehacer político transformador del gobierno (Bolivia, Venezuela, Ecuador…), cobra mayor relevancia –por el incremento de responsabilidades, tareas y contradicciones‑, no “bajar la guardia” de la acción política, participar activamente en “la disputa” de la construcción social, cultural, cosmovisiva, económica y política de la nueva sociedad, disponiéndose a atravesar los enmarañados conflictos con propios y ajenos, ajustados al tiempo de cambios que se transita. Es en la batalla cotidiana de la construccion de lo nuevo y lucha con lo viejo que se dirime una y otra vez el protagonismo de los diversos actores. Ellos se reagrupan, redefinen y perfilan en cada coyuntura sus intereses y perspectivas, y van cincelando sus capacidades para (auto)constituirse o (auto)re-constituirse en sujetos (políticos) de su historia, conjugadamente con las demandas de los tiempos históricos y los propios.
La instalación de un gobierno popular revolucionario supone la conformación de nuevas interrelaciones sociales y el surgimiento de nuevas contradicciones, conflictividades, afinidades e interacciones de fuerzas e intereses sociales, económicos, culturales y políticos acorde con la nueva realidad política e institucional, de conjunto, estas configuran un nuevo mapa sociopolítico que define nuevas tareas y desafíos tanto de orden interno como de orden externo a los actores sociales, ahora claramente confrontados en su matriz política o sociopolítica.
Esto es así porque en la nueva etapa abierta con el gobierno popular revolucionario, emergieron y emergen nuevos actores sociales que crecen en identidad (y maduran) a través de las luchas sectoriales antes dormidas o inhabilitadas políticamente. Y esto configuró y va configurando un nuevo mapa sociopolítico de actores-sujetos, de reivindicaciones y problemáticas hasta hace poco adormecidas o invisibilizadas. Esta realidad incorpora también nuevas contradicciones y tensiones, en gran medida producto del crecimiento y la profundización del proceso de transformaciones sociales en el que se desarrolla constantemente la (auto)constitución y (auto)re-constitución de los sujetos, que es parte de las disputas y está en disputa constante.
Sin embargo, habitualmente se piensa que cambian las realidades pero no así los sujetos, los actores y sus conciencias. Al parecer, para tal perspectiva, habría un momento en que se rompe la relación entre realidad, experiencias sociales y conciencia sociopolítica. Y –supuestamente, por ello‑, a pesar de los cambios que tienen lugar en la realidad social ‑por ejemplo, cuando se constituyen gobiernos populares‑, desde el plano analítico y político suele tratarse a los actores-sujetos ‑partícipes de tales logros‑, refiriéndolos permanentemente a su actuación en el pasado inmediato y a la conciencia correspondiente a ese tiempo. Esto, además de que no les reconoce el protagonismo que los actores-sujetos tienen (o podrían tener) en el nuevo tiempo, en el tiempo de co-gobernar, impide ubicar a los sujetos y actores en las nuevas interrelaciones sociales creadas por la nueva situación sociopolítica y económica y cultural. Se rechaza, de última, el hecho de que las nuevas coyunturas replantean permanentemente los intereses colectivos y sectoriales y disputan la conciencia, organización y acción de los actores-sujetos. Consiguientemente, no puede darse por sobreentendido que ‑en la realidad actual de Bolivia, por ejemplo‑, el MAS continúe siendo automáticamente –para todos los tiempos‑, la expresión sintetizadora‑articuladora (totalizadora) del conjunto de movimientos indígenas y sociales y de otros actores del campo popular, tal como lo fuera otrora.
Lo que ocurre en la vida real es que las formas, modalidades y personificaciones organizadas que hasta hace poco tiempo constituyeron una identificación totalizadora aglutinante de los grandes actores sociopolíticos de las luchas sociales y políticas protagonizadas hasta el momento constitutivo de los gobiernos, suelen resultar, en diversos aspectos, insuficientes. Y esto no se debe a “errores” ni cuestiones “negativas”. Es característico de la dinámica “natural” de los procesos sociales. Porque -como advirtiera Zavaleta-, las dinámicas sociales hacen que: “…incluso lo que se ha hecho general, tarde o temprano tiende a convertirse en el símbolo conservador de lo particular. La intersubjetivación debe, por tanto reproducirse de un modo constante.” [Zavaleta Mercado, 1986:27]
Si la totalización sociopolítica es creada y recreada en cada momento, visualizarla y captarla analíticamente resulta entonces una tarea permanente de los analistas de las coyunturas políticas. Atender a ello es parte de la necesidad de realizar periódica y sistemáticamete –desde abajo, con los actores-sujetos‑, los análisis políticos en cada coyuntura política, para ‑fundamentados en ellos‑, tomar colectivamente las decisiones políticas, gubernamentales, estatales...
Los sujetos (actores-sujetos) constituyen el corazón del proceso histórico y por ende también del análisis político de las coyunturas políticas. Su participación en los procesos colectivos de análisis, sus opiniones y propuestas son la clave política para la construcción colectiva de las conclusiones y recomendaciones, a partir de las cuales –cada uno de los participantes‑ decidirá qué hacer en ella.  Es central entonces, en este proceso, tener en cuenta las subjetividades, las identidades, los intereses, y las aspiraciones diversas y la necesidad de hilvanarlas en cada momento.
Es importante recordar que los sujetos y actores no “esperan” a ser convocados por alguien para realizar análisis de coyuntura política, cada uno de ellos –de modo individual o colectivo‑, los realiza motu proprio como parte de su ser y hacer en la vida político-social de su comunidad, su territorio local, nacional o regional. Ellos vienen realizando análisis de coyuntura de diversas formas y modalidades: en sus reuniones, en asambleas, en congresos o conferencias…
El desafío radica en construir las convergencias entre los distintos enfoques, las diversas propuestas, advertencias o iniciativas que se conciben de modo disperso entre distintos sectores y actores. Y en este sentido, no basta solo con la convergencia y la construcción del análisis político de la coyuntura política por parte de los sujetos sociales, es vital articularlos con los actores políticos gubernamentales y estatales, y viceversa. En esto radica el sentido primero y último de la construcción desde abajo de pensamiento y acción política colectivas por –y desde‑ de los sujetos (sociales, políticos gubernamentales…).
En un proceso como el que vive Bolivia, sigamos con este ejemplo, las articulaciones entre la gestión del gobierno, la administración y gestión del Estado y la participación política de las organizaciones sociales y los pueblos todos constituye la clave política del proceso en cada momento. Apoyarlas, calificarlas y estimularlas es vital para ampliar-profundizar la potencialidad revolucionaria de los gobiernos indo-populares, contribuyendo a la profundización del proceso en el sentido de los cambios raizales estratégicamente propuestos. Hay que estar atentos y enfrentar la cómoda y persistente sentencia que supone que “de algún modo se resolverá”, o la otra que supone que porque algo ha sido pensado en beneficio del pueblo, este ‑de oficio‑, lo apoyará.
Las definiciones coyunturales (y estratégicas) del proceso de cambio son parte del proceso social vivo y no dogmas establecidos –desde fuera de las luchas de los pueblos‑ por algunos iluminados, cuyas decisiones y propuestas “los demás” tendrían que asimilar. La conciencia política de los actores sociopolíticos del pueblo se forja y crece en los procesos de resistencia, lucha y construcción de alternativas, en interdefinición constante con la definición o redefinición de los rumbos y objetivos estratégicos, que van siendo construidos (y modificados) palmo a palmo por los sujetos políticos. Que ellos sean participantes plenos, analistas y decisores de los análisis de coyuntura política articulados con quienes toman las decisiones políticas gubernamentales y estatales en todos los ámbitos de su existencia y funcionamiento es fundamental.
Conclusión central: No son los discursos, ni los programas, ni las metodologías, ni los buenos gobernantes, ni los propósitos, los que hacen viables los procesos revolucionarios o revolucionarios a los procesos. Son los sujetos, los hombres y las mujeres del pueblo que sueñan y anhelan un mundo mejor y crean las alternativas para ello en sus prácticas cotidianas, proyectándolas desde ahí hacia la dinámica social toda. Sin concitar, promover y desarrollar su protagonismo, su conciencia y organización, las perspectivas revolucionarias empequeñecen o se obstruyen. La participación protagónica consciente de los pueblos (auto)constituidos en sujetos revolucionarios no es garantía de triunfo, pero su no-participación sí lo es de su fracaso.

Los sujetos políticos son a la vez sujetos del conocimiento

Para la concreción de la participación de la diversidad de sujetos y actores sociales y políticos, estos tienen que buscar/construir caminos que habiliten canales de intercomunicación, vasos comunicantes y puentes entre las diversas modalidades de sus existencias socioculturales, de sus diferentes culturas, descubrir los saberes sumergidos, sistematizar experiencias, (re)construir conocimientos colectivos e interrelacionarlos con los procesos de gestión de las organizaciones. De conjunto, esto apunta a instalar los pilares para una gestión intercultural de conocimientos en (desde y para) las organizaciones políticas y sociales, esto es, para su participación con equidad en la toma de decisiones. Y los convoca a generar-profundizar procesos de conocimiento y toma de decisiones de abajo hacia arriba, reconociendo a la sociedad en su diversidad, con sus culturas y cosmovisiones e identidades y su proyección en  la definición y gestión de lo público (desde sus dimensiones micro, como por ejemplo, el ámbito comunitario), rescatando y rearticulando esa diversidad en una nueva dimensión de lo público colectivo-compartido-interarticulado.
Se trata, en definitiva, de poner en sintonía una diversidad de entendimientos y modalidades del saber hacer (saber qué, saber cómo y  saber quiénes), que concurrirán en la conformación de nuevas modalidades y saberes colectivos respecto de la cosa pública, su gestión y administración, surgidos del ámbito de los pueblos y construidos a partir de su participación y sabiduría. Son los saberes populares históricamente fragmentados y negados, ahora rescatados, inter-articulados y potenciados como saberes de todos para todos.
Las modalidades, la profundidad y los alcances con que se conciba, realice y proyecte la participación de todos y todas marcarán el compromiso, la voluntad y la motivación de todos/as y cada uno/a para participar en el proceso de construcción colectiva de conocimientos y decisiones. Y ello fructificará en los resultados, es decir, en los saberes colectivos interculturales que constituirán el sostén de la gestión (aplicación, puesta en marcha) de las conclusiones y recomendaciones por parte de las organizaciones sociales, del gobierno (nacional, departamental, municipal, comunitario…), y en las instituciones y organismos del Estado.
Para el logro de los objetivos mencionados es importante:
o       Crear un ambiente de confianzas mutuas entre los y las concurrentes en el proceso formativo pedagógico, cultural y político.
o       Romper con la estructura rígida y jerárquica establecida entre saber y poder, y con las relaciones de subordinación y dependencia que en ella se establecen.
o       Desplegar un marco coherente entre el decir y el hacer.
La impronta de la educación popular
Un baluarte cultural con el que contamos en Indo-afro-latinoamérica, además de los vitales aportes de los pueblos indígenas originarios, lo constituye la educación popular y su concepción acerca de la interarticulación poder‑saber-sujetos en su empeño por poner fin a la clásica y jerárquica relación educador‑educando, que subordina y anula a los educandos, reposicionándolos a éstos como sujetos de su realidad social y su conocimiento. En ese sentido, la reflexión de los “educandos” acerca de sus condiciones de vida ‑que comprende su subjetividades y sensibilidades‑ es tomada como obligatoria referencia y punto de partida y de llegada (conciencia crítica) del conjunto del proceso educativo, que arroja siempre un nuevo conocimiento o propuestas  colectivas (construidas colectivamente).
Por ello, la educación popular constituye ‑a la vez que una concepción de la relación saber-poder-sujetos y un camino para la construcción de conocimientos desde abajo‑, un posicionamiento político sine qua non para la posibilidad de construcción de las competencias interculturales de interrelación y, consiguientemente, para el desarrollo de procesos de gestión intercultural: reconocer al otro/a, valorizar al otro/a, escuchar y ser escuchados, son claves políticas interculturales para la gestación-construcción un nuevo tipo de pensamiento social y político, y también para la revitalización/transformación de las instituciones a partir de asumir y potenciar su raíz y proyección indígena-popular intercultural.
► En este aspecto considero importante subrayar que tampoco en el terreno del conocimiento existe una metodología que garantice resultados exitosos.  Igualmente sería imposible pretender que en el terreno de las disputas políticas concretas se deba “cumplir a pie juntillas” lo que se concluye como recomendaciones en los procesos analítico reflexivos colectivos. Las acciones concretas de los complejos procesos de la vida real se interdefinen e interdeterminan a cada paso en la interacción de  todos los factores intervinientes, entre los que resalta la participación de los sujetos protagonistas. Ellos son los que marcan ‑con sus acciones, sus percepciones y sus subjetividades‑ las tendencias y el desenlace de los acontecimientos, en interacción, claro está, con otros sujetos contendientes. Es la lucha política de las fuerzas sociales la que va marcando ‑en su dinámica contradictoria y cambiante permanente‑, la correlación existente entre las fuerzas en disputa y también entre las propias, en cada momento; fortalecerla es objetivo de los análisis de la coyuntura política, y no a la inversa.
Lo dicho habla de una  fuerte presencia ética como componente genealógico de la posibilidad (y realidad) de la construcción de saberes e interrelaciones colectivas inter-articuladas y también, por tanto, de la posibilidad de transformar las realidades de exclusión y discriminación de los oprimidos y las oprimidas, de los trabajadores y las trabajadoras, de los pobres urbanos y campesinos, de los indios e indias, los negros, las negras y los mestizos, a través de la construcción de los intersticios interculturales que contribuyen estratégicamente a transformar la sociedad actual e ir construyendo una nueva civilización, fundamentada en la equidad de etnias, géneros y clases hasta su equiparación en el único calificativo universalmente pleno de “género humano”.

Baches o prejuicios culturales y político‑metodológicos

Las múltiples interpretaciones acerca del conocimiento, sus métodos y alcances hacen de las afirmaciones anteriormente expresadas, puertas de entradas a frecuentes conflictos que se expresan en determinados modos del pensar-actuar de los distintos sectores y actores sociales y políticos, y que resumo aquí como problemas o baches metodológicos.
Entre ellos, cabe mencionar, en tanto usuales, a: la soberbia, la subestimación, el dogmatismo, el mecanicismo (automatismo), el objetivismo, la impaciencia, la unilateralidad, la unidireccionalidad, la linealidad, el esquematismo, el subjetivismo, la autocomplacencia, la desinformación, el teoricismo, etcétera. A ellos se anudan actitudes políticas tales como: tacticismo, voluntarismo, espontaneísmo, estrategismo, planificacionismo (encorcetamiento), pasivismo, inmovilismo, practicismo, etcétera. Considero clave detener aquí la mirada analítica en seis problemas práctico-conceptuales.

Desinformación

La información es la base, el insumo primero, la materia prima para el conocimiento y la participación, lo es también por tanto para el análisis de coyuntura. Cuando este se realiza con ausencia o escasez de información de partida se empequeñece la posibilidad de diagnosticar adecuadamente la situación y, consiguientemente, para la elaboración de las recomendaciones prácticas propias de la acción política.
La información escasa incide también en la organización de los conocimientos: se reconocen las tensiones y conflictos, pero no se puede sistematizar la información ni encontrarle un sentido a tales conflictos, menos aún relacionarlos con las posibilidades de profundizar el proceso de transformación social.

Voluntarismo y espontaneísmo

La desinformación contribuye a estimular salidas voluntaristas o espontaneístas por parte de los sujetos y actores de la escena sociopolítica (inserción prioritariamente emocional en los acontecimientos): actuación sin la adecuada preparación política-organizativa que reclama la coyuntura política y, lo que podría entreverse –conocimiento mediante‑ como el futuro inmediato. Esto abona aquello de “dejarse llevar por la corriente”, incentivando el crecimiento de lo que podríamos denominar “falsa conciencia” de la realidad. La secuencia reiterada de estas prácticas interna a los sujetos y actores sociales y políticos en un coyunturalismo desgastante, mediante el cual estos hacen como que modifican la coyuntura existente cuando en realidad ni siquiera la rozan y, contrariamente a tales propósitos, son arrastrados por ella siendo generalmente presas de la manipulación de otros actores políticos (adversarios políticos) a cuyos intereses terminan abonando.
Estas conductas alimentan el pasivismo en algunos sujetos, quienes desestiman la necesidad de realizar sistemáticamente análisis de la coyuntura política porque consideran que, de todos modos “lo que va a suceder sucederá”. En consecuencia, “no les interesa” prepararse, informarse acerca de los acontecimientos del momento y sus posibles desarrollos para incidir en ellos activamente a favor de sus intereses. Gobernar las coyunturas resulta, en tal caso, una dimensión de la acción política ajena a sus posibilidades e intereses (auto-subestimación).

Autocomplacencia

Está presente cuando el análisis busca de antemano construir (intencionalmente o no) una totalidad, apostando al énfasis arbitrario de algún o algunos aspectos del fenómeno político-social de que se trate en cada momento. Generalmente esto es convergente con el afán de los analistas en “quedar bien”, “agradar” o mostrarse afines con los intereses o anhelos de los actores sociales con los que se interactúa.
Pero el análisis de coyuntura no persigue la finalidad de exaltar la identidad ideológica del pueblo, sino evaluar adecuadamente sus fuerzas actuales, reconocer las condiciones que deciden ese nivel relativo de fuerzas y contribuir a la identificación de acciones capaces de  potenciarlas en virtud de profundizar el proyecto sociopolítico transformador. El análisis de coyuntura política estudia el balance general de fuerzas, lo que incluye las del campo popular y las reaccionarias, su grado de preparación, pero también el contexto en el que tiene lugar esa interrelación conflictual, los hechos externos que pueden en un momento dado propiciar cambios en una u otra dirección y que pueden promover un cambio en la correlación de fuerzas.
Que el interés por el desarrollo y la articulación de los sectores populares como fuerza social colectiva de transformación constituya uno de los sentidos y criterios de la realización del análisis de coyuntura, no significa que haya que reemplazar los acontecimientos sociales tal cual estos se presentan en cada momento, por productos de la imaginación o por el supuesto “deber ser” del curso socio-histórico.
Un análisis de coyuntura autocomplaciente (y autogratificante), lejos de fortalecer las fuerzas propias, contribuye generalmente a aumentar sus posibilidades de fracaso y frustración, pese a los esfuerzos de los sujetos-actores por revertir una correlación negativa de fuerzas.

La realidad como un hecho inmodificable

Otro argumento recurrente es tomar los datos de la realidad como hechos imposibles de ser modificados, como si estos no fueran producidos en la actividad productiva y reproductiva de los seres humanos y sus interrelaciones sociales.
Buscando cuando menos minimizar esta tendencia, en el análisis de la coyuntura política resulta importante ‑en primer lugar‑, reconocer los cambios ocurridos en la realidad constitutiva y conductual de todos y cada uno de los actores sociales y políticos, para ‑en segundo lugar y a partir de lo anterior‑, tomar (colectivamente) entre las tareas políticas claves del proceso sociotransformador, la reconstrucción –constante- del “campo indo-popular” como totalidad [Zavaleta Mercado]. Y esta labor no es patrimonio exclusivo de los revolucionarios, es un desafío común al accionar político de todos los actores políticos porque en ella se resume el corazón de la hegemonía (para sostenerla, afianzarla o modificarla).
El obstáculo mayor para comprender la complejidad de la realidad y sus dinámicas y asumir los desafíos que ello implica, radica fundamentalmente en la supervivencia de las viejas miradas lineales de los procesos históricos. Estas, en vez de reconocer las marchas y contramarchas de la historia, suponen que las revoluciones suben por una escalera y, en la medida que van “subiendo” peldaños, van “superando” momentos y contradicciones, y van pasando a “otra etapa”. En tal caso, la emergencia de nuevas contradicciones como la resurgencia de las ‑así consideradas‑ “antiguas” contradicciones, por ejemplo, sectoriales, suelen ser rechazadas, consideradas un “defecto” en vez de fenómenos naturales del proceso colectivo de cambios, proceso que implica necesariamente rever-ampliar-modificar lo existente a cada paso, tanto en materia organizativa como en lo político-programático. Se trata de un proceso permanente. Por ello es importante pensar en formas organizativas y de funcionamiento y acción flexibles, abiertas naturalmente a las dinámicas sociales, a los sujetos y actores y a sus problemáticas, identidades, historicidades y subjetividades.

Planificacionismo

En épocas del predominio cultural del pensamiento determinista, se implantó como verdadera la suposición de que ‑haciendo un buen diagnóstico inicial de la situación social, económica y política de una sociedad‑, era posible planificar (amoldar a intereses propios “científicamente” definidos), el curso de las luchas sociales.
La posibilidad de irrupción de lo imprevisto quedó fuera de dicho enfoque y, por tanto, también, cómo actuar ante la irrupción de lo no previsto y de lo imprevisible (siempre presente), cómo hacer para modificar raudamente las definiciones, decisiones y orientaciones propias (por ejemplo, resoluciones de un congreso partidario, de asambleas sindicales, barriales, etc.).
Lo no previsto o no conocido de antemano, fue y aún es generalmente descalificado por considerarlo “caótico”, y ello ha marcado a las conductas políticas de los sujetos y actores que así lo asumieron o asumen, con un determinismo mecánico basado en: acción‑reacción.
Ello explica, por ejemplo, el boquiabiertismo de algunos intelectuales o algunas organizaciones políticas de la izquierda latinoamericana frente a los grandes y continuos levantamientos de los pueblos latinoamericanos contra el poder o contra represores, ya que ellos no se atienen a sus preceptos ni previsiones ni mandatos. Paradójicamente, en tales casos, lo mágico emerge como realidad posible para la razón dogmática.
Lo imprevisto es parte de las dinámicas del movimiento social, por lo que predecir su ocurrencia con exactitud y el modo en que esto tomará cuerpo, es imposible. Pero sí es posible prepararse para ser capaces de asimilar lo imprevisto y así poder readecuar, ajustar o modificar el rumbo y las tareas en sentido convergente o favorable al proceso sociotransformador en curso. El apego a lo previamente escrito y definido puede conducir ‑en tiempos de estallidos sociales u ocurrencia de acontecimientos excepcionales‑, a la pérdida de la acumulación de años, a la dispersión o fragmentación de las fuerzas del campo popular e incluso al derrumbe de los objetivos embanderados para ese tiempo. En tal caso, se afianzan los sentimientos de imposibilidad de cambiar las cosas, y ‑manipulación del poder mediante‑, la derrota o frustración se abre paso, no pocas veces dejando profundas huellas de largo alcance.
La vida sociopolítica no puede determinarse a priori. Por mucho que se  acerque el análisis y la previsión, siempre habrá margen para que se produzca lo inesperado, lo no previsto. Lo imprevisible es parte de la vida porque la parte central, viva, del  movimiento social son los seres humanos y sus conciencias y más aun, sus subjetividades, sus sentimientos. Conjugados, ellos son los que finalmente arrancan a las personas comunes de sus casas o sus puestos de trabajo y las llevan a las calles con una fuerza increíble, inusual en tiempos corrientes, impulsándolas a realizar acciones jamás pensadas, pero que ‑en ese momento y solo en ese momento‑, les resultan imprescindibles para continuar viviendo.
Es el instante del ¡Basta ya!, la bisagra entre dos tiempos: el de la bronca y la resistencia que se genera y acumula en las acciones cotidianas y estalla cuando alguna situación insignificante e inesperada, no calculada, provoca el agotamiento de esa acumulación, que es a su vez también, el agotamiento y quiebre de la confianza en que se puede cambiar el estado de cosas o encontrar una salida por los caminos usuales. Esa bisagra se articula en un instante, y es justamente el advenimiento de ese instante el que es imprescindible intuir para poder anticiparse a él en el minuto exacto y confluir con su irrupción social, ya sea para concretar objetivos estratégicos o para que el momento de salto-ruptura del proceso de acumulación (de conciencia, organización y poder propio) no se traduzca luego –por frustración de la expectativas‑ en una ruptura con lo acumulado. Sentimiento negativo que los sectores del poder impulsan a posteriori por diversas vías, buscando abrir todas las brechas posibles para retomar la conducción del curso de los acontecimientos del país o del sector social de que se trate, y subordinarlos a sus intereses particulares.

Subestimación y mecanicismo

Otro obstáculo cultural que suele estar presente en la realización de los análisis de las coyunturas políticas afectando la calidad de los mismos, es su subestimación. Y el sostener ‑al estilo del viejo pensamiento‑, que la situación de hoy será irremediablemente revertida en el corto o mediano plazo. Por ello, es de suma importancia:
No subestimar el momento histórico que se vive: las ansias de reconquista de los territorios por parte de los adversarios políticos.
No subestimar a los medios de comunicación masiva en su papel de formadores de opinión pública, manipuladores que buscan reencauzar los procesos de cambio, para imponer a los candidatos del capital.
Resulta vital:
No subestimar ni sobreestimar las capacidades de los integrantes de las fuerzas propias. La subestimación es la contracara de la soberbia, su modo encubierto de existencia y expresión. Esto tiene importancia en la batalla política y cultural actual por su elevada incidencia en el terreno de la acción política.
La disputa política no puede reducir su alcance al aparato político-institucional, a la disputa por acceder a las instituciones. Sin despreciar esto, el proceso requiere más: La posibilidad de los sujetos de modificar la correlación de fuerzas de un modo favorable a sus propuestas de cambios, más aun si se encabeza un gobierno propio, situación que torna  imprescindible la construcción de una fuerza político social indo-popular (actor colectivo) del cambio, capaz de construir poder propio, sostenerlo, afianzarlo y profundizarlo en lo parlamentario y extraparlamentario.
Y esto supone la conjugación de tres procesos: resistencia y lucha, construcción de fuerza política y social, y la disputa en lo político institucional y en lo cultural social no institucional. Todo ello demanda, por un lado, la definición (mínima) de un proyecto o de una proyección programática que promueva las convergencias y dé coherencia a las luchas populares en torno a los objetivos (colectivamente) propuestos. Por otro, esto reclama la construcción inter-articulada del actor colectivo, sujeto sociopolítico de los cambios, convergiendo en los rumbos estratégicos, en los ámbitos regional, continental e internacional, respetando los ritmos diferentes y las identidades de cada país y de cada uno de los sujetos que protagonizan los procesos.

¿Qué hacer?

Para finalizar esta introducción al tema del análisis político de la coyuntura política, deseo subrayar la compleja relación entre lo imprevisto, lo indeterminable, lo sorpresivo, y la necesaria construcción desde abajo acorde con objetivos y planes previamente concertados ‑generalmente en congresos o asambleas extraordinarias‑, entre las organizaciones sociales y políticas. En el ámbito conceptual esto configura la contradicción entre lo que ‑evocando a  Carlos Matus‑, denomino coyuntura dinámica y política construida.
La coyuntura dinámica sería la coyuntura propiamente dicha, y se expresa en los hechos y acontecimientos que se analizan y describen. La política construida se refiere a las previsiones y definiciones de tareas políticas decididas, por ejemplo, en un congreso partidario o en un movimiento social o en una asamblea de movimientos; se asienta en las ideas construidas en base a una teoría, un paradigma o modelo.
Toda coyuntura dinámica puede ser racionalizada intelectualmente, pero no toda política construida alcanzará necesariamente su materialidad (corporeidad, realización) en una coyuntura dinámica.
El propósito de toda planificación o previsión de la acción social, económica y  política es superar una estado de inercia, rectificar, reforzar o modificar el rumbo del proceso político, y esto supone un cierto control del proceso social. La interrogante, en este caso, sería: ¿es posible construir una coyuntura dinámica a partir de una política construida?, es decir: ¿puede diseñarse una política construida capaz de generar una coyuntura dinámica acorde con sus proyecciones?, ¿cómo lograrlo?
A modo de recomendaciones a tener en cuenta en esta búsqueda, puede mencionase:
a) Que los grupos sociales que construyen, poseen o asumen posiciones de poder (gubernamental-estatal), definan al menos un grupo mínimo de orientaciones y propuestas (coyunturales-estratégicas) elaboradas conjuntamente con las organizaciones sociales del campo indo-popular.
b) Que la realización de la propuesta estratégica implique cambios raizales con respecto al “manejo” y la concepción  tradicional de la política.
c) Que el proyecto estratégico o conjunto mínimo de orientaciones y propuestas encuentre en el proceso social y en las circunstancias internas y externas, condiciones concretas que le permitan transformarse ‑mediante la acción sostenida de las fuerzas sociales del campo indo-popular‑, en coyuntura motriz susceptible de ser conducida por la planificación,  propuesta de acción, etc. (política construida).
Un elemento resulta clave:
d) Trabajar en base a hipótesis y no tesis. Considerar las resoluciones y lineamientos de trabajo siempre como líneas tentativas de acción cuyos ejes, consignas y contenidos pueden variar en cualquier momento. Es más, es necesario estar alertas para cambiarlas en cuanto se modifique la situación en la que fueron engendradas y definidas.
Cuando se pretende cambiar la realidad sobre la base de ideas preconcebidas acerca de su deber ser, la realidad se torna frecuentemente un “problema”, puesto que –generalmente‑ no se corresponde con las fórmulas preestablecidas. El “problema” se transforma en “obstáculo” cuando el pensamiento se aferra  a sus presupuestos en vez de conocer la realidad sociohistórica concreta y aprender de ella; en virtud de ello encuentra barreras insalvables donde existen, potencialmente, soluciones y esbozos de innumerables respuestas posibles.
Por ello es indispensable tener presente que toda política construida, aunque sea perfectamente viable en lo racional, no se realizará inexorablemente en las prácticas. El determinismo y la previsibilidad absoluta no existen; no hay garantías de éxito para los procesos de transformación social por muy bien planificados, programados y pautados que hayan sido previamente.
El movimiento de la realidad está marcado por las acciones de los sujetos y actores, orientadas hacia la realización, conservación o modificación de proyectos, cuyas raíces se entroncan y revitalizan o apagan en las coyunturas.
Vale insistir en que: “Una cuestión clave en el análisis de coyuntura es la percepción de la complejidad y dificultad en determinar relaciones de causalidad de tipo unívoco, simples. Existe un elemento constante de imprevisibilidad con relación a la acción política: su existencia, sus efectos, sus causas. La acción política es en sí misma un elemento de la realidad política; es la base de la posibilidad de transformaciones, de cambios, de surgimiento de lo nuevo. Hablar de una lógica de acción es hablar también de su imprevisibilidad.” [INCEP]
La noción de “análisis de coyuntura”, incluso en su forma más preliminar, busca el conocimiento y la compresión de la compleja realidad social en un momento dado, de la cual somos parte y respecto de la cual –en la perspectiva de la transformación‑, no podemos sino actuar con mayor o menor conciencia. El estado de perfección, estado “cero error”, es un imposible, pero acercarnos a él, buscar caminos para reducir sus márgenes de existencia e impacto en nuestras acciones, es parte de los objetivos y sentidos del análisis político de la coyuntura política.

Bibliografía empleada

·         INCEP, 2002. Como hacer un análisis de coyuntura. Guatemala.
·         Gallardo, Helio. Fundamentos de Formación Política.
·         Harnecker, M y Rauber, I. 1992 “Esquema para analizar una coyuntura”, en: Memoria oral y educación popular (Reflexiones Metodológicas), Centro de Estudios y Documentación sobre América Latina (CENDAL), Bogotá.
·         Matus, Carlos. 1987. Estrategia y plan. Siglo Veintiuno Editores. México.
·          Rauber, Isabel. 2004, “Lo espontáneo y lo conciente en Latinoamérica”. Artículo elaborado en tesis para el doctorado. Lovain La Neuve.   
‑‑‑‑‑‑2002. “Argentina, hora de unidad y de patria”, En: Qué son las asambleas populares, Editorial Peña Lillo-Continente, Buenos Aires, 2002.

·          ------2011. Composición del texto colectivo de autores en base a entrevistas realizadas para la elaboración de este libro destinado a la formación de analistas políticos.
·         Sametband, Moisés J. 1999. Entre el orden y el caos. La complejidad. Fondo de Cultura Económica, México.
·         Zavaleta Mercado, René. 1986. Lo nacional-popular en Bolivia. Siglo XXI Editores; México.



[1] Para expresarlo gráficamente, diría que esto implica seguir la “filosofía del bombero”. ¿Cuál esa filosofía? Vivir apagando fuegos allí donde estos aparecen. A diferencia de estos, la capacidad de gobernar las coyunturas supone “bomberos de nuevo tipo”: aquellos que nunca tienen un fuego que apagar porque se adelantan a los acontecimientos e impiden que se originen los incendios. Estos son los mejores bomberos: los que no tienen fuego alguno que apagar.

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