Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

martes, 21 de abril de 2020

Laudato Sí... Una apuesta clara a favor de la vida

A modo de introducción del libro HAGAN LÍO

Desde tiempos inmemoriales la respuesta a la pregunta: ¿Dios existe? ha marcado las aguas divisorias entre creyentes y no creyentes. De ahí que constituya una de las piedras angulares de la teología clásica. Esta construye su contenido para demostrar la existencia de Dios con señales que deben ser aceptadas como tales mediante la fe. No en balde el nicho institucional religioso que la respalda, preserva y defiende se denomina “Doctrina de la Fe”. Va de suyo que el apego a la letra escrita y autorizada es inamovible y cualquier modificación es improcedente, salvo que sea producida por los mismos depositarios y custodios de la “Doctrina de la Fe”.
Otra propuesta teológica nace de la interrogante ¿Dónde está Dios? No discute acerca de su existencia porque evidentemente eso trasladaría el debate a una dimensión trascendente que, en cierto modo, elude las condiciones concretas de la vida humana. Y esta teología busca respuestas para la existencia humana concreta.
Si se parte de la premisa teológica fundacional de que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y que los seres humanos somos hijos de Dios, está claro —para esta perspectiva teológica—, que Dios está en la humanidad, vive en ella, goza y sufre, busca la alegría y felicidad, que implican también luchar por la libertad, la igualdad y la justicia. ¿Dónde? En la vida misma de los seres humanos en la Tierra.
Se trata de una teología raizalmente vinculada a la humanidad (sociedad-naturaleza) y desde ahí discute las condiciones de vida; critica la opresión, la explotación, no admite las injusticias, ni la muerte como camino, no comparte la utilización-destrucción de la naturaleza, el enriquecimiento egoísta y sin escrúpulos de unos pocos a costilla de la mayoría de seres humanos. Esta teología, que fue identificada en diversos momentos históricos de diversas maneras —de liberación, de los oprimidos, de los pobres, de la paz, etcétera—, la defino hoy integralmente como Teología para la Vida, y tiene en el Papa Francisco su principal referente.

El anclaje con las líneas posconciliares

Esta teología recupera los planteamientos centrales de la doctrina social de la iglesia de la etapa pos Concilio Vaticano II, elaborada por el papa Paulo VI y resumida centralmente en la encíclica Populorum Progressio.
Partiendo de la constitución pastoral conciliar Gaudium et spes, que ya implicaba una transformación de la doctrina preconciliar, la Populorum Progressio propone una nueva visión sistémica del desarrollo que fue clave para planteamientos de justicia, solidaridad, y construcción del bien común. Como señaló Hinkelammert,
“Toda la encíclica es concebida para superar un concepto de desarrollo reducido a un desarrollo económico cuantitativo, medido por las tasas de crecimiento económico. Sin negar la relevancia de tal desarrollo cuantitativo, busca un nuevo tipo de desarrollo, que llama "desarrollo integral", que amplía el concepto de desarrollo a los ámbitos social y cultural:
El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser autentico, debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre (n.14).
Con esto, la encíclica sigue la discusión sobre el desarrollo que en el período de su publicación —se publica en 1967— se está llevando a cabo especialmente en América Latina.” [1997: 2]
La encíclica vincula el sistema capitalista mismo con los orígenes del subdesarrollo. Por eso insiste en que la industrialización no es la razón del subdesarrollo, sino una de las condiciones para que el desarrollo integral pueda tener lugar. Su sometimiento al lucro como "motor esencial del progreso económico" crea el subdesarrollo:
Necesaria para el crecimiento económico y para el progreso humano, la industrialización es al mismo tiempo señal y factor del desarrollo (n. 25).
Pero si es verdadero que un cierto capitalismo ha sido la causa de muchos sufrimientos, de injusticias y luchas fratricidas, cuyos efectos duran todavía, sería injusto que se atribuyera a la industrialización misma los males que son debidos al nefasto sistema que la acompaña (n. 26).
Luego, la encíclica ve la necesidad de un cambio del sistema económico y social. Según ella, en términos del capitalismo vigente no se puede lograr ningún desarrollo integral. Hay que tomar en cuenta que la encíclica se refiere al capitalismo de los años sesenta, que todavía era un capitalismo de reformas. El capitalismo actual es aún mucho más extremo que aquel al cual se refiere la Populorum progressio. Sin embargo [vale señalar que], ella está preocupada por las tendencias al futuro del capitalismo y las consecuencias catastróficas que puede tener sobre los países subdesarrollados del Tercer Mundo…” [Hinkelammert, 1997: 3]
Dicha encíclica llama a salir de la trampa mortal del capitalismo y, para ello busca casi dramáticamente una alternativa superadora de la lógica del capital. No apoya una economía planificada absolutamente, sino que aboga por una economía planificada, pero combinada racionalmente con la actividad privada y limitada por las metas de un desarrollo integral a conseguir. En ello va también su perspectiva de esperanza:
No se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y necesario, es insuficiente Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres y de la naturaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico (n. 47). [En Hinkelammert, 1997: 3]
Actualmente, con la Laudato Sí… la perspectiva integral de vocación por el bien común de la humanidad que sirve de fundamento a la doctrina social de la iglesia, resulta fortalecida. En ella el Papa Francisco remarca claramente la articulación entre la concepción integral del desarrollo, el bienestar y el progreso humanos con la realidad de la naturaleza y la sociedad, reconociendo y abordando al unísono (inter-articuladamente) todos los problemas que asechan a la vida en el planeta y —consiguientemente—, las soluciones que ellos reclaman.
De ello habla el papa Francisco continuamente en sus homilías, en sus alocuciones, en sus mensajes, en sus discursos, en los encuentros con los jóvenes, con los movimientos sociales, en su empeño ecuménico, en sus intervenciones certeras y concretas a favor de la paz y contra el guerrerismo, en sus análisis críticos del capitalismo que, en su afán descontrolado por ganancias, destruye la vida a cada paso y en todo momento y lugar en el planeta, condena su agresión y destrucción de la naturaleza que es, a la vez, destrucción de la vida humana y las culturas, es decir, en síntesis, muerte.

La encíclica Laudato sí y la construcción de un horizonte colectivo

La carta encíclica papal “Laudato sí, mi Signore[1] significa: “Alabado seas, mi Señor”. “Así cantaba San Francisco de Asís”, dice el Papa, cuyo nombre “Francisco” es en evocación y homenaje a San Francisco de Asís, quien

“En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba.”[2]

Recuperando el espíritu de encíclicas como Populorum Progressio, Laborem exercens y Evangelii gaudium, la Laudato Sí… sintetiza y propone una teología para la vida. En tal sentido, constituye una herramienta indispensable en este tiempo en que la muerte acecha a la vida en el planeta.
Además de los contenidos específicos, hay que resaltar que se trata de una encíclica pedagógica, accesible y comprensible. Expone uno o dos párrafos por página, numerados secuencialmente. Cada uno plantea una cuestión específica. La numeración ayuda a que cada lector o lectora identifique claramente de qué se está hablando en cada párrafo.
Organizada en seis capítulos, la encíclica va trazando un recorrido temático de las diversas problemáticas que aquejan hoy a la humanidad. Inicia con una introducción en la que el Papa explica los objetivos y enuncia contenidos que la estructuran.
En el capítulo primero: “Lo que le está pasando a nuestra casa”, aborda lo que está ocurriendo en nuestro hábitat: contaminación y cambio climático, la escasez creciente del agua, la pérdida de la biodiversidad, el deterioro de la calidad de vida, la inequidad planetaria, la debilidad de las reacciones en la diversidad de opiniones.
En el párrafo 26, por ejemplo, aborda el tema de la defensa de la vida del planeta. Su lectura resulta inmediatamente convocante. Dice: “Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático”. Enmascarar los problemas es, precisamente, la tarea de las grandes empresas de comunicación masiva a nivel global mediante la manipulación mediática; sostener la guerra mediante la prensa: mentir, ocultar los síntomas, volver a mentir... levantar cortinas de humo.
En el segundo capítulo, “El Evangelio de la creación”, el papa Francisco da su visión evangélica. Y aunque no todo el mundo la comparte, es necesario que él la exprese porque es su perspectiva y obviamente quiere compartirla y hacer —simultáneamente— catequesis.
En el capítulo tres, “Raíz humana de la crisis ecológica”, pone de manifiesto la raíz civilizatoria de la crisis ecológica y abre las puertas para pensar en la necesidad de superar esta civilización. En el cuarto capítulo: “Una ecología integral”, propone una ecología ambiental, económica, social y cultural anclada en la vida cotidiana. Sobre esta base expone los principios del bien común en el que sustenta también su llamado a construir justicia entre las generaciones. En el quinto: “Algunas líneas de orientación y acción”, llama al diálogo ecológico y religioso en cada país y en el ámbito internacional; y expone propuestas. En el capítulo sexto: “Educación y espiritualidad ecológica”, hace una llamada de conciencia a apostar por otro estilo de vida; llama a realizar campañas educativas para lo que define como una “alianza entre la humanidad y el ambiente”. Con ello cierra el círculo de la preocupación inicial que motiva la encíclica; no solo se trata de denunciar, de decir… sino de ponerse el problema al hombro para construir las soluciones, para sortear el peligro y salir adelante. Es, de últimas, la misión final de la Iglesia: conducir al pueblo de Dios… guiar al rebaño hacia la plenitud.
La Encíclica Laudato Sí… proyecta otra teología, que no puede calificarse exactamente como “de liberación” porque —aunque recupera gran parte del contenido de aquella surgida en el siglo XX—, amplía el ángulo de la mirada, la reflexión crítica y las propuestas alternativas integrando todas las problemáticas y soluciones desde una dimensión global.
Para los pueblos del mundo la Encíclica Laudato sí… constituye un material de lectura insoslayable que es importante sumar a las agendas de trabajo político, educativo y en la definición de los quehaceres colectivos. En tal sentido, esta encíclica, junto las homilías papales, a los encuentros con los jóvenes y con los movimientos sociales del mundo, resulta, a la vez, la base de un primer programa político y fuente de legitimidad para aquellos que luchan por la defensa de la vida en el planeta, sabiendo indivisible la salvaguarda de la vida humana y la de la naturaleza.

Poner fin al desequilibrio del mundo

Crítica al capitalismo, la globalización, la polarización, la exclusión, la miseria…
En la encíclica, el Papa relaciona las grandes problemáticas ambientales provocadas y manipuladas por los poderosos con la falta de conciencia y por el otro lado con la pobreza y la exclusión. Habla de las grandes riquezas y las grandes pobrezas que existen en el mundo, desnuda la polarización.
La pobreza es el rostro de la brutalidad e irracionalidad del desequilibrio del mundo que se expresa en todas las dimensiones. Una de ellas la constituyen las migraciones forzosas de los pueblos por las guerras, por la falta de abrigo seguro, por la falta de alimentos, por la falta de agua... Explica, por ejemplo, los nexos entre la privatización del agua como mercancía, la pobreza y las migraciones. En muchos países africanos, las mujeres y los niños dedican el 80% del tiempo útil diario a acarrear agua, caminando kilómetros todos los días. Y eso no implica que sea agua potable… La búsqueda de otros horizontes late en cada rincón del planeta aguijoneado por la destrucción y el abandono.
El Papa señala el gran deterioro de las fuentes de agua por la química, por las industrias, por la minería, particularmente la del oro, pero incluye también los desechos arrojados por la población. Porque, ¿a dónde van las redes cloacales?, ¿a dónde se tiran los desechos? No señala solamente a la industria y la minería con los químicos; las critica sí, pero también gira la mirada hacia nosotros como civilización. Y convoca a la reflexión: ¿Qué podemos hacer nosotros? ¿Qué puedo hacer yo?
Este es otro aspecto pedagógico-político central de la encíclica papal: llama a poner fin al desequilibrio del mundo. Y para ello, dice, son necesarias todas las voces.
Reclama a los responsables de la globalización destructiva potenciada por la irrupción de las tecnologías y el predominio de lo financiero en el mundo, por la expansión de la lógica del capital, en tanto siembra la muerte por doquier y hace de los seres humanos objetos del consumo, cosificándolos… Es la estampa del cataclismo cultural generado por la civilización del capital, el desastre a donde hemos llegado con el capitalismo.
Frente a esto, el papa Francisco lanza una convocatoria para una gran convergencia global de los pueblos. ¿Cuál es el punto de convergencia? La defensa de la vida en todas sus manifestaciones. Convoca a una gran cruzada para defender la vida de todos y todo en el planeta. Todos y todo quiere decir: la sociedad y la naturaleza o, mejor dicho, la sociedad en la naturaleza, con la naturaleza porque la vida es única e indivisible.

Una concepción integral de los problemas que aquejan al planeta y de las soluciones

La vida está interconectada y el Papa así lo demuestra. Pone en evidencia, por ejemplo, la relación directa que existe entre la tala de árboles, la destrucción de los bosques, la fuga de los animales... y explica cómo esto tiene que ver con el quiebre del equilibrio de la biodiversidad. En los mares y océanos, la desaparición de especies en la flora y fauna submarina afecta al equilibrio de los océanos. Tal vez algunas personas piensen que como el agua del océano es salada, no es necesaria para la vida; ignoran que la mayor y principal fuente de oxígeno del planeta proviene de los océanos. Una razón más para afirmar que el agua es fundamental para la vida.
En sus reflexiones, el papa Francisco recupera la noción integral de la concatenación universal coincidiendo con lo que aborda y demuestra —desde otro lugar—, la denominada “teoría de la complejidad”. En función de ella, propone la defensa de los bienes comunes para la vida: el agua potable es un bien común, los océanos son bienes comunes, las fuentes de energía son un bien común, la biodiversidad un bien común… y, en tanto tales, no se pueden privatizar. El camino propuesto es defenderlos, hacer lío para construir un mundo de plenitud humana, es decir, del buen vivir.
Plenitud, buen vivir, vivir bien, suma kawsay son conceptos propios de la cosmovisión de los pueblos originarios y los contenidos expresados en la encíclica Laudato si… resultan convergentes con ellos. Esto ocurre porque la perspectiva del buen vivir es compartida por la perspectiva civilizatoria que el Papa Francisco está planteando como sustrato para un diálogo global y con su llamado a todos los pueblos del planeta a impulsarla localmente para buscar una salida colectiva a favor de la vida, para la superación de la civilización del egoísmo individualista, del guerrerismo y de la destrucción del planeta y de los seres humanos. Resulta apasionante comprobar cómo se entrecruzan y anudan los caminos cuando se trata de pensar y defender integralmente la vida.
Buen vivir y convivir, bienes comunes, plenitud humana, complementariedad, solidaridad, respeto y reencuentro con la naturaleza, constituyen, por tanto, claves para elaborar interculturalmente un nuevo concepto (y una nueva propuesta) de desarrollo encaminados a una nueva civilización.

Un posicionamiento político transparente

Ecumenismo renovado

El Papa no pretende que su voz sea la única y así lo expresa en el capítulo cinco de la Laudato si…, en el que convoca al diálogo a todas las cosmovisiones; tiene claro que para lograr su cometido teológico de defensa integral de la vida debe concertar las voluntades a nivel del planeta, con todos los actores posibles: con las Naciones Unidas, con los jefes de Estados, con los cabezas de gobiernos y también con los movimientos sociales. Y no solamente de palabra sino de hecho, escuchándolos y proponiéndoles trabajar conjuntamente, consciente de la importancia de construir —en este caso— un protagonismo activo de los movimientos sociales en defensa de la vida. En tal sentido, su empeño concreto para concertar voluntades con otras religiones, para pensar juntos, como humanidad, la sobrevivencia del planeta.
Se trata de un ecumenismo renovado teológica y políticamente.
La visión ecuménica no es ciertamente una novedad dentro de la Iglesia Católica ni dentro del papado. Pero el mundo de hoy reclama llegar hasta la raíz. En tanto se ha desatado y proliferado un fundamentalismo religioso que apela a excusas religiosas para respaldar prácticas terroristas y genocidas, de guerras, invasiones, éxodos, torturas, etc… el papa Francisco tiene plena conciencia de que los enfrentamientos interreligiosos alimentan las prácticas de la muerte. De ahí que haya hecho del acercamiento interreligioso un camino concreto para cerrar el paso a las prácticas criminales ocultas tras falsas raíces religiosas.
Reconoce, en primer lugar, como teológicamente válidas a todas las religiones, punto de partida para un ecumenismo verdadero. En segundo lugar —y sobre la base anterior—, apoya la libertad religiosa entendiendo que ella implica también la libertad de ser ateo. No trata de acomodar el mundo a su convicción y fe religiosas ni a los criterios que de ellas se desprenden. Obviamente, en tanto encabeza la Iglesia Católica, realiza su misión pastoral coherentemente con tales postulados. Pero en su proyección política global en defensa de la vida en el planeta, manifiesta un profundo respeto práctico y preciso hacia todos aquellos que estén dispuestos a actuar para salir del circuito de la miseria, del hambre, la sed, las enfermedades curables, las migraciones, las guerras, el terrorismo; hacia todos aquellos que no solo rechazan las prácticas de la muerte, sino que luchan para poner un punto final a la barbarie o están dispuestos a participar de la construcción de la paz, que es ‑a la vez‑, la única perspectiva estable de vida en el planeta. Para ello busca, en concreto, concertar las voluntades de todas las iglesias (y religiones) en aras de construir una convergencia institucional religiosa global. Busca acercar las religiones a favor de la vida, articulando distintas dimensiones de su quehacer para repensar la relación con la naturaleza en función del ser humano como centro del universo. Este antropocentrismo sería un elemento cuestionable, pero cuando la vida humana y la de la Madre Tierra están amenazadas de muerte resulta más valioso construir las convergencias que subrayar las diferencias y, menos aún, pretender convencer a quienes piensan diferente de que hay una sola razón y verdad. Ello sería exactamente lo contrario al ecumenismo.

Protesta con propuesta…

La analítica crítica realizada por el Papa a la crisis civilizatoria actual no se reduce a sí misma; es el fundamento teológico para proponer un camino de salida y abrirlo al debate global, particularmente a partir de proponérselo a los movimientos sociales, sujetos claramente identificados por el Papa como el núcleo social con fuerza para construir y llevar adelante una agenda concreta de acción política y cultural para un mundo nuevo.
Los movimientos sociales y con ellos, particularmente, los y las jóvenes, constituyen dos pilares sociales centrales de su apostolado por un nuevo mundo, en aras de organizar a los pueblos para construir alternativas de salida y superación de la situación de exclusión y muerte. Esto contribuye además a otorgar un sentido ético a la juventud, a ofrecerle un camino de búsqueda de justicia y paz, apostando a otro mundo, más allá del consumismo vacío y cosificante del mercado capitalista que, en su inagotable y creciente afán de lucro, lo absorbe todo, convirtiéndolo en objeto de su voracidad que multiplica la muerte…
La vida los llama a ustedes, dice el Papa Francisco refiriéndose a la juventud. Por eso, en su diálogo con los jóvenes argentinos, en Brasil en 2013, los invita a no dejarse arrastrar por el consumismo, a no vivir para el mercado que es la pérdida del espíritu humano, la muerte en vida. Levántense, cuestionen, salgan, “hagan lío”, les dice en un llamado que es a la vez un ruego y una convocatoria.
¿Qué significa hacer lío? No doblegarse, no entregarse, no ser indiferentes ante la injusticia, la exclusión, el desastre ecológico y la extinción creciente de vida que esta civilización produce y reproduce con sus guerras, saqueos, expulsión de las poblaciones de sus territorios, contaminación ambiental, urbana, humana, espiritual. Está claro que si no se sale del círculo vicioso de la espiritualidad del capitalismo depredador no es posible afianzarse ni avanzar hacia una civilización re-humanizada; de ahí la importancia de esta convocatoria.

Los movimientos sociales y la construcción de alternativas a la barbarie capitalista

La decisión del papa Francisco de realizar en Bolivia el encuentro con los movimientos sociales del continente fue política, teológica, religiosa y también simbólica. Pudiendo haber ido a cualquier otro lugar, fue a Bolivia. Esto expresa un gran e indudable reconocimiento:
-Al proceso democrático descolonizador, a los sujetos protagonistas (los pueblos indígenas); al Estado Plurinacional intercultural, el primero de América; al proceso político de liberación, a la proyección integral de justicia y dignidad de los pueblos; a los movimientos sociales, al Gobierno del MAS y a su máximo líder, Evo Morales Ayma, que sintetiza y expresa a todos.
-También significó —para el Papa Francisco— dar un paso indispensable: La autocrítica por el genocidio de la “conquista” y colonización. Fue pedir perdón en nombre de la Iglesia por haber estado al lado de aquellos genocidas; ciertamente ello no fue una conducta de toda la institución religiosa, pero sí la predominante. Era elemental pedir perdón; había que hacerlo y el Papa Francisco lo hizo.
Esto marca un posicionamiento del pontificado del Papa Francisco. Al elegir a Bolivia como ámbito (simbólico) del encuentro con los movimientos sociales latinoamericanos, dejó en claro que está con los excluidos, oprimidos y empobrecidos y, con ellos, busca construir una salida de justicia y paz. Por eso decidió ir al primer -y hasta ahora único- país de este continente que reconoce como sujetos de pleno derecho a los pueblos indígenas originarios, que propone la descolonización como camino para la recuperación de las identidades y culturas y el buen vivir como base para una nueva civilización, solidaria, complementaria, equitativa y justa, donde la vida no se vea fragmentada sino integralmente e indivisible de la naturaleza, en aras de la plenitud humana.
Lo más trascendente de ese encuentro, además de los contenidos que allí se trataron y se acordaron, está en el mensaje que anidó en la memoria popular colectiva: Evo entregándole al Papa un crucifijo que reúne a su vez los símbolos de la hoz y el martillo… Y la sinergia que se evidenció entre ambos líderes que fortaleció la convergencia de objetivos.
Indudablemente hay que reflexionar colectiva y permanentemente tanto sobre el diagnóstico como sobre las alternativas de soluciones y emprender las acciones para efectivizarlas, no esperar soluciones mágicas… Y el Papa Francisco tiene claro que esta es una tarea de los pueblos porque los de arriba, como él dice, se ocupan de “enmascarar” los problemas, de ocultar los síntomas.
Tal es el reconocimiento y la esperanza que inspira en los de abajo.

Un líder mundial

En tanto el Vaticano es un Estado, el Papa es también un Jefe de Estado. Esto multiplica la importancia de su llamado a poner freno y fin a las políticas empobrecedoras y saqueadoras impulsadas por los poderosos, para sumar fuerzas en favor de la defensa de la vida, entendiendo que ello implica, a la vez, la defensa de los derechos de los pueblos empobrecidos y saqueados del mundo y sus protagonistas.
Por lo expresado y por su destacado y cada vez más creciente y necesario papel en la defensa de la paz en el mundo, el Papa Francisco se ubica hoy entre las personalidades de mayor influencia política; es un contrapeso ético, movilizador de los pueblos frente a la desenfrenada locura ecocida, biocida y genocida del poder del capital.
En tanto figura destacada en todas las dimensiones del quehacer político, económico, social, cultural y espiritual de la humanidad, el Papa Francisco resulta una síntesis integradora, la “suma de las partes”; es líder espiritual y además también un político, un jefe de Estado, convergencia que por supuesto no es nueva en el mundo Vaticano, pero que en otros tiempos se ha realizado en función de otros intereses, en otras direcciones políticas, teológicas y religiosas.
Hoy, multitudes concurren a ver y escuchar al Papa Francisco en la Plaza San Pedro, también en búsqueda de esa “suma de las partes”, no solamente en búsqueda del líder religioso o del Jefe del Estado Vaticano. Y no es lo mismo tener un líder religioso que sostenga una posición ecuménica que otro que diga que la única religión verdadera es la católica. En tiempos de crisis civilizatoria como la que actualmente atraviesa la humanidad, es clave tener al frente de la Iglesia a un Papa consciente de que el futuro la humanidad depende decisivamente de la capacidad de aunarnos todos los pueblos para luchar por la vida, por la justicia, por la paz, por la felicidad. En tal sentido, define la labor pastoral hoy: Difundir y educar en base a la teología de la vida. Ello implica, en primer lugar, tomar conciencia del riesgo de muerte en que se encuentra el mundo; en el que nos encontramos todos…
“Con usted revive la fe”
Estando en la Plaza San Pedro escuché a una mujer gritarle eso al Papa y ello desnuda un estado de situación también dentro de la Iglesia Católica. Porque hay problemas de corrupción, pederastia, conspiraciones… Y el Papa tuvo y tiene que hacerse cargo de todos esos problemas y de tantos otros en el interior de la iglesia. Y está claro que reconocer los problemas, hacerse cargo de ellos y buscar cómo solucionarlos, incide positivamente en la recuperación de la fe, revive la espiritualidad de los creyentes.
Este aspecto no hay que subestimarlo ni dejarlo de lado porque podría caerse en un sectarismo o una visión fragmentada, reconociendo al Papa solo como líder político, como líder religioso o como jefe del Estado Vaticano. Estas dimensiones son inseparables: el Papa Francisco es un líder religioso que hoy día tiene un gran peso político por el lugar que ocupa en la Iglesia Católica, por la labor teológica, educativa y organizativa concreta que desempeña en favor de la paz, en contra de las guerras y el saqueo del mundo, en contra de la exclusión y empobrecimiento de las poblaciones por parte del capital especulativo… Y llama constantemente a los pueblos, a los jóvenes, a los movimientos sociales, a no ser indiferentes, a movilizarse para construir colectivamente otro modo de vida, acorde con el respeto a la vida en todas sus dimensiones y modos de existencia.

Una convocatoria: “Hagan lÍo”

La misión del papa Francisco es evangélica y política en tanto pone la defensa del ser humano y de la vida en el centro de su quehacer. Practicar una teología centrada en la vida es comprender que la teología está en nosotros y se expresa en nuestras acciones, en nuestro modo de interrelacionarnos entre los seres humanos y con la naturaleza, en nuestro modo de vida.
Se trata de una perspectiva teológica que —dando por sentado que Dios existe y está entre nosotros, que es a la vez humanidad y naturaleza—, se posiciona al lado de los sujetos que demandan la atención pastoral, es decir, se ubica, concretamente, del lado de los pueblos. Obviamente, estos posicionamientos teológicos conviven en la Iglesia Católica con la postura doctrinaria dogmática tradicional. Ello demanda negociaciones internas para construir los equilibrios y consensos necesarios para la convivencia puesto que, según sean los períodos históricos, una u otra tendencia interviene —con mayor o menor conflictividad—, en la configuración y constitución de la estructura jerárquica católica.

Siempre vinculado al necesitado, al pobre, al que sufre, a los excluidos…

El papa Francisco se ubica teológicamente en lo que en Argentina se denomina específicamente: Teología del Pueblo, dentro de la cual hay también diversos matices y variedad de lecturas y posicionamientos. En concreto, él la expone al mundo en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (2013). Indiscutiblemente, este posicionamiento teológico remite a los postulados de la Teología de Liberación y se ubica dentro de sus corrientes activas, impulsadas, por ejemplo, por Monseñor Enrique Angelelli, o por Leonardo Boff… Desde esta base, con categorías que explican la historia local y global desde la realidad de los pueblos, particularmente de los pueblos pobres de Latinoamérica, Francisco cuestiona el actual sistema-mundo que —multiplicando el saqueo, las guerras y la exclusión—, genera una realidad en la que millones de seres humanos carecen de un plato de comida al día.
Pero no se queda en la denuncia; además de enfrentar activamente las tendencias destructivas, el Papa se preocupa por fortalecer la conciencia y organización colectiva de los pueblos; algo así como construir la esperanza y renovar la fe en que es posible superar —a favor de la vida y la plenitud humanas—, el actual estado de cosas. Todos sus empeños están encaminados en esta dirección. En sus encuentros con los movimientos sociales busca impulsar, precisamente, la formación de un sujeto mundial capaz de impulsar esta búsqueda y construcción de un mundo de paz y equilibrio cuya base programática él expuso, implícitamente, en la Encíclica Laudato si
Es por ello que inscribo tales reflexiones como parte de una larga y amplia búsqueda de la humanidad para garantizar su supervivencia con dignidad y paz para la plenitud y felicidad. El Papa llama a no entregarse a la lógica depredadora buscando sobrevivir a cualquier precio, tirándose desesperadamente unos contra otros por una miga de pan… Propone recuperar la capacidad de vida solidaria, para hacernos cargo de nuestra historia en busca de la felicidad. Eso resume el corazón de lo que denomino teología para la vida y la convocatoria estratégica que el Papa Francisco lanzara a la juventud, en Río de Janeiro (2013), cuando les dijo: “Hagan lío”[3]

Un libro movilizador

Los autores y las autoras de los textos que dieron lugar a esta compilación hemos articulando miradas y propuestas indispensables acerca de los peligros y amenazas de este tiempo de crisis civilizatoria, para la humanidad, recuperando política y teológicamente el llamado que, en tal sentido, lanzara el papa Francisco.
Ni exégetas, ni críticos, ni intérpretes de su pensamiento. Entre las motivaciones centrales de esta obra está la coincidencia en que es importante apoyar la tarea educativa, cultural, apostólica, teológica, cristiana, profética, pastoral y política que estructura el quehacer del Papa y, a la vez, articularla con las resistencias de los pueblos de Latinoamérica y con sus empeños por crear y construir una nueva civilización, re-humanizada.
Él no quiere “una Iglesia anestesiada por la mundanidad”, alejada de los problemas de los pueblos [El País, 2017: 23/01/27]. De ahí, por ejemplo, su crítica al clericalismo, al que califica como la “burocracia eclesiástica”; sus constantes llamados de alerta ante la locura desenfrenada de este capitalismo que amenaza a todos de muerte; su convocatoria a los mayores, a trasmitir la sabiduría de los pueblos (memoria histórica); su llamado a los pueblos del mundo, a los movimientos sociales y particularmente a la juventud, a no rendirse, a no comulgar con la exclusión, a formarse y organizarse para actuar en favor la dignidad, la justicia y la plenitud humanas, a hacer lío y movilizarse en defensa de la vida.
El Papa tiene claro que la racionalidad construida por el capital se agota aceleradamente devorada por el crecimiento desenfrenado de su irracionalidad. Y esto caracteriza el tiempo de crisis y decadencia civilizatorias del tiempo actual. El mundo construido desde los cimientos del mercado se derrumba devorado por sus contradicciones y arrastra a la humanidad hacia el abismo.
La salida (relativa) del Reino Unido de la Unión Europea y el triunfo de Trump en las presidenciales de EEUU son expresiones de esta debacle. Aunque algunos simplifiquen la situación con un supuesto “fin de la globalización”, la dimensión de la crisis es raizalmente espeluznante: evidencia el agotamiento total de la civilización construida en torno a la ganancia, la especulación, el saqueo, la exclusión, la destrucción y las guerras. Pero esto no puede interpretarse como el final del sistema mundo creado y construido por el capitalismo; sus personeros harán todo lo que consideren necesario para mantener-reconstruir-afianzar su hegemonía global. El triunfo del Brexit y el de Trump sintetizan este giro actual del poder global, que —con nuevos formatos, contenidos y alcances— marcan un punto de inflexión para una nueva arrancada…
Un nuevo sistema mundo está en formación, basado en la búsqueda de dominio global unipolar de los imperialismos, aunque bajo formatos diferentes a la propuesta que acompañó inicialmente a la globalización que, desde sus primeros pasos evidenció la falacia y endeblez de sus argumentos. Por eso, de las propias filas de los generadores de la globalización salen sus “detractores”, los “antisistema” del sistema. Ellos pretenden ahora no tener “nada que ver” con la globalización, despliegan cortinas de humo mientras tejen nuevas alianzas y formas para el reparto y dominio global unipolar del mundo. En este sentido, es bueno tener cuidado para en no confundir el fracaso de la globalización con un supuesto renunciamiento de los poderosos a buscar su dominio a escala global.
El neopopulismo xenófobo de derecha que ahora se instala no significará ningún alivio para los pueblos de este continente ni el mundo. Se trata de una suerte de retroceso hacia adelante [un salto —recuperatorio— del Mein Kampf al May Trump], que apela —y apelará aún más— a despertar y a convocar los peores instintitos de supervivencia de las poblaciones de los “países centrales”, para arrastrar a millones de seres humanos en acciones contra otros millones de seres humanos, constituidos previamente en “enemigos”; nuevas guerras por el petróleo, el gas, el agua y las tierras (territorios) ya anuncian su proximidad, las mayores concentraciones transnacionales como, por ejemplo, la unión Monsanto-Bayer, también. Tales acontecimientos cambiarán para peor el mundo y las relaciones internacionales hasta ahora conocidas. El mundo pos-globalización construido por los globalizadores será —ya se avisora— más agresivo y multiplicador de muerte que el conocido hasta ahora.
De ahí una conclusión en común: El agotamiento civilizatorio del capital amenaza de muerte a la humanidad e instala a la contradicción vida‑muerte como la disyuntiva que caracteriza el problema fundamental de nuestra época. Y ello está magistralmente resumido y expuesto en la Encíclica Laudato si
En su recorrido, el papa Francisco deja en claro que en su descomunal nuevo ciclo de acumulación a nivel global, el capital especulativo financiero devora a su componente productivo y —con ello— acelera su vertiente destructiva del trabajo y los trabajadores/as, de la naturaleza, de las relaciones sociales, del hábitat, de la vida… Frente a esto no es posible situarse como espectador; hacerlo sería ser cómplice, y ello significa —en este tiempo— ser suicida.
Sin desconocer las dificultades de la propia Iglesia Católica —que enfrenta, pone en cuestión y en parte asume el papa Francisco—, los autores y autoras participantes de esta compilación,[4] centran sus miradas y reflexiones en la necesidad de salvaguardar la vida en el planeta y, a tono con ello, refuerzan el llamado de alerta del papa Francisco a los jóvenes, a los movimientos sociales y a los mayores. Cada quien desde su identidad y pertenencia religiosa, política o cultural expone aquí sus criterios y argumentos. En general, aun con señalamientos o prevenciones sobre la investidura papal —que, a la vez, que encarnación de la fe católica es cabeza de un Estado—, convergen con la convocatoria realizada por Francisco —particularmente a jóvenes y mayores— a no dejarse arrastrar por la corriente, a estar movilizados, a hacer lío… a no aceptar la exclusión ni sus consecuencias sociales y culturales, que él denomina la “eutanasia cultural” para referirse específicamente a la pretensión del poder de borrar la memoria histórica de los pueblos.
La importancia de actuar
Es un deseo de todos y todas quienes hicimos posible este libro, que el mismo contribuya a fortalecer la batalla cultural, ideológica, teológica, pastoral, ética y política que llevan adelante los pueblos del mundo, enriqueciéndolas con las reflexiones y propuestas expresadas por el papa Francisco en defensa de la vida.
Su propuesta resume y expresa hoy una postura teológica de la Iglesia Católica de larga data, de búsqueda y apoyo a procesos de desarrollo que —inspirados en las culturas de los pueblos pobres, reservas de la Nación—, construyan solidaridad y cimienten el equilibrio del mundo (entre los seres humanos y con la naturaleza). Ello se evidencia, por ejemplo, en el documento de Aparecida, resultante de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (2007). Allí se recuperan planteamientos claves de la Encíclica Populorum Progressio al subrayar que:
“Este documento pontificio pone en evidencia que el desarrollo auténtico ha de ser integral, es decir, orientado a la promoción de todo el hombre y de todos los hombres (cf. n. 14), e invita a todos a suprimir las graves desigualdades sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Estos pueblos anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural.” [V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007: 13]
Esta perspectiva se anuda cada vez más claramente con la posibilidad de conformar, convergiendo con las cosmovisiones de los pueblos indígenas originarios de nuestra América, un mundo basado en la armonía de la dimensión cósmica-humana. Y requiere de nosotros —urgentemente— un profundo cambio de mentalidad y de actitud.
Es tiempo de crear, construir y transitar nuevos caminos anclados en la participación protagónica de los pueblos, nutriéndonos de su sabiduría con la riqueza de su diversidad. En tal sentido, es bueno tener presente que el proceso de superación de la civilización fundada por el capitalismo es parte de un proceso histórico-cultural inédito y, por tanto, supone la creación-construcción-aprendizaje de los pueblos del mundo de un nuevo horizonte histórico, anclado en los principios del buen vivir y convivir entre nosotros y con la naturaleza.
Ver‑juzgar‑actuar resulta en este contexto una metodología de la esperanza, para que partiendo de la experiencia de los pueblos, los “mayores” —al decir de Francisco—, aporten a la memoria histórica popular colectiva y contribuyan a convocar a la juventud a impedir ser cooptados por el consumismo estéril del mercado, a reconstruir la adhesión de las nuevas generaciones, actualmente muy despolitizadas, y movilizarlas para que se empeñen en la búsqueda, creación y construcción de un mundo re-humanizado.
Contribuir a ello fecundó también este libro.

Bibliografía

Encíclica Laudato si… En: https://www.aciprensa.com/Docum/LaudatoSi.pdf
“Hagan lío”, Río de Janeiro, 25 de julio de 2013. En: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-discurso-del-papa-francisco-en-encuentro-con-jovenes-argentinos-88631
Hinkelammert, Franz (1997), “La Doctrina Social de la Iglesia y su desarrollo postconciliar”, revista Pasos N° 72, DEI, San José.
Mensaje del papa Francisco al I Encuentro Mundial de Movimientos Populares, Regional EE.UU. Modesto, 16-19 feb. 2017. En: http://movimientospopulares.org/es/carta-del-papa-francisco-a-los-movimientos-populares-modesto-california-16-19-feb-2017

Palabras del papa Francisco en el I Encuentro Mundial con los Movimientos Populares. Roma, 28 de octubre de 2014. En: http://www.adsis.org/discurso-del-papa-francisco-los-participantes-en-el-encuentro-mundial-de-movimientos-populares

Palabras del papa Francisco en el II Encuentro con los Movimientos Populares. Santa Cruz, 9 de julio de 2015. En: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-discurso-del-papa-el-encuentro-con-los-movimientos-populares-en-bolivia-80606/

Palabras del papa Francisco en el III Encuentro con los Movimientos Populares. Roma, 5 de noviembre de 2016. En: http://movimientospopulares.org/el-discurso-completo-de-papa-francisco-a-los-movimientos-populares/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=email_this&utm_source=email

V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007. En: http://www.vidanueva.es/2013/04/01/documento-de-aparecida-v-conferencia-general-del-celam-2007/-general-del-celam-2007/



[1] https://www.aciprensa.com/Docum/LaudatoSi.pdf
[2] Cántico de las criaturas: Fonti Francescane (FF) 263.
[3] Ver Anexo.
[4] Luis Miguel (Vittin) Baronetto; Pablo Alberto Blanco; Cecilia Graciela Blanco Di Lascio; Genésio Darci Boff (Leonardo Boff); Marcelo Ciaramella; Wim Diercksenxs; Walter Formento; Ivone Gebara; Nicolás Armando Herrera Farfán; François Houtart; Osvaldo Leon; Lorena López Guzmán; Michäel Löwy; Jesús Martínez Gordo; Elio Masferrer Kan; Pablo Moctezuma Barragán; Miriam Ofelia Ortega Suárez; Adolfo Pérez Esquivel; Isabel Rauber; Vivian M. Sabater Palenzuela; Jon Sobrino; Andrés Torres Queiruga; Maximiliano Francisco Trujillo Lemes.

1 comentario:

Ernesto Gabriel Cela dijo...

Estimada Isabel:
Excelente la relectura, el análisis y las propuestas que haces a partir de la Encíclica del Papa Francisco "Laudato Si". Comparto plenamente tus palabras. Tambien comparto la acción desde mi lugar en la CTA de los Trabajadores en Quilmes. Lo difundo y comparto. ¡Gracias!