A modo de introducción del libro HAGAN LÍO
Desde tiempos inmemoriales la respuesta a
la pregunta: ¿Dios existe? ha marcado
las aguas divisorias entre creyentes y no creyentes. De ahí que constituya una
de las piedras angulares de la teología clásica. Esta construye su contenido
para demostrar la existencia de Dios con señales que deben ser aceptadas como
tales mediante la fe. No en balde el nicho institucional religioso que la
respalda, preserva y defiende se denomina “Doctrina de la Fe”. Va de suyo que
el apego a la letra escrita y autorizada es inamovible y cualquier modificación
es improcedente, salvo que sea producida por los mismos depositarios y
custodios de la “Doctrina de la Fe”.
Otra propuesta teológica nace de la
interrogante ¿Dónde está Dios? No
discute acerca de su existencia porque evidentemente eso trasladaría el debate
a una dimensión trascendente que, en cierto modo, elude las condiciones
concretas de la vida humana. Y esta teología busca respuestas para la
existencia humana concreta.
Se trata de una teología raizalmente
vinculada a la humanidad (sociedad-naturaleza) y desde ahí discute las
condiciones de vida; critica la opresión, la explotación, no admite las
injusticias, ni la muerte como camino, no comparte la utilización-destrucción
de la naturaleza, el enriquecimiento egoísta y sin escrúpulos de unos pocos a
costilla de la mayoría de seres humanos. Esta teología, que fue identificada en
diversos momentos históricos de diversas maneras —de liberación, de los
oprimidos, de los pobres, de la paz, etcétera—, la defino hoy integralmente
como Teología para la Vida, y tiene
en el Papa Francisco su principal
referente.
El anclaje con las líneas posconciliares
Esta teología recupera los planteamientos
centrales de la doctrina social de la
iglesia de la etapa pos Concilio Vaticano II, elaborada por el papa Paulo
VI y resumida centralmente en la encíclica Populorum
Progressio.
Partiendo de la constitución pastoral
conciliar Gaudium et spes, que ya
implicaba una transformación de la doctrina preconciliar, la Populorum Progressio propone una nueva
visión sistémica del desarrollo que fue clave para planteamientos de justicia,
solidaridad, y construcción del bien
común. Como señaló Hinkelammert,
“Toda la
encíclica es concebida para superar un concepto de desarrollo reducido a un
desarrollo económico cuantitativo, medido por las tasas de crecimiento
económico. Sin negar la relevancia de tal desarrollo cuantitativo, busca un
nuevo tipo de desarrollo, que llama "desarrollo integral", que amplía
el concepto de desarrollo a los ámbitos social y cultural:
El desarrollo no se reduce al simple
crecimiento económico. Para ser autentico, debe ser integral, es decir,
promover a todos los hombres y a todo el hombre (n.14).
Con esto, la
encíclica sigue la discusión sobre el desarrollo que en el período de su
publicación —se publica en 1967— se está llevando a cabo especialmente en
América Latina.” [1997: 2]
“La encíclica vincula el sistema
capitalista mismo con los orígenes del subdesarrollo. Por eso insiste en que la
industrialización no es la razón del subdesarrollo, sino una de las condiciones
para que el desarrollo integral pueda tener lugar. Su sometimiento al lucro
como "motor esencial del progreso económico" crea el subdesarrollo:
Necesaria para el crecimiento económico y para el
progreso humano, la industrialización es al mismo tiempo señal y factor del
desarrollo (n. 25).
Pero si es verdadero que un cierto capitalismo ha
sido la causa de muchos sufrimientos, de injusticias y luchas fratricidas,
cuyos efectos duran todavía, sería injusto que se atribuyera a la
industrialización misma los males que son debidos al nefasto sistema que la acompaña
(n. 26).
Luego, la encíclica ve la necesidad de un
cambio del sistema económico y social. Según ella, en términos del capitalismo
vigente no se puede lograr ningún desarrollo integral. Hay que tomar en cuenta
que la encíclica se refiere al capitalismo de los años sesenta, que todavía era
un capitalismo de reformas. El capitalismo actual es aún mucho más extremo que
aquel al cual se refiere la Populorum progressio. Sin embargo [vale
señalar que], ella está preocupada por las tendencias al futuro del capitalismo
y las consecuencias catastróficas que puede tener sobre los países
subdesarrollados del Tercer Mundo…” [Hinkelammert,
1997: 3]
Dicha encíclica llama a salir de la trampa
mortal del capitalismo y, para ello busca casi dramáticamente una alternativa superadora
de la lógica del capital. No apoya una economía planificada absolutamente, sino
que aboga por una economía planificada, pero combinada racionalmente con la
actividad privada y limitada por las metas de un desarrollo integral a
conseguir. En ello va también su perspectiva de esperanza:
No se trata sólo de vencer el hambre, ni siquiera
de hacer retroceder la pobreza. El combate contra la miseria, urgente y
necesario, es insuficiente Se trata de construir un mundo donde todo hombre,
sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente
humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres
y de la naturaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no
sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que
el rico (n. 47). [En
Hinkelammert, 1997: 3]
Actualmente, con la Laudato Sí… la perspectiva integral de vocación por el bien común de la humanidad que sirve de
fundamento a la doctrina social de la iglesia, resulta fortalecida. En ella el
Papa Francisco remarca claramente la articulación entre la concepción integral
del desarrollo, el bienestar y el progreso humanos con la realidad de la
naturaleza y la sociedad, reconociendo y abordando al unísono (inter-articuladamente)
todos los problemas que asechan a la vida en el planeta y —consiguientemente—,
las soluciones que ellos reclaman.
De ello habla el papa Francisco
continuamente en sus homilías, en sus alocuciones, en sus mensajes, en sus
discursos, en los encuentros con los jóvenes, con los movimientos sociales, en
su empeño ecuménico, en sus intervenciones certeras y concretas a favor de la
paz y contra el guerrerismo, en sus análisis críticos del capitalismo que, en
su afán descontrolado por ganancias, destruye la vida a cada paso y en todo
momento y lugar en el planeta, condena su agresión y destrucción de la
naturaleza que es, a la vez, destrucción de la vida humana y las culturas, es
decir, en síntesis, muerte.
La encíclica Laudato sí y la construcción de un horizonte colectivo
La carta encíclica papal “Laudato sí, mi Signore”[1]
significa: “Alabado seas, mi Señor”. “Así cantaba San Francisco de Asís”, dice
el Papa, cuyo nombre “Francisco” es en evocación y homenaje a San Francisco de
Asís, quien
“En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa
común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y
como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: “Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce
diversos frutos con coloridas flores y hierba.”[2]
Recuperando el espíritu de
encíclicas como Populorum
Progressio, Laborem exercens y Evangelii gaudium, la Laudato Sí…
sintetiza y propone una teología para la vida. En tal sentido,
constituye una herramienta indispensable en este tiempo en que la muerte acecha
a la vida en el planeta.
Además de los contenidos
específicos, hay que resaltar que se trata de una encíclica pedagógica,
accesible y comprensible. Expone uno o dos párrafos por página, numerados
secuencialmente. Cada uno plantea una cuestión específica. La numeración ayuda
a que cada lector o lectora identifique claramente de qué se está hablando en
cada párrafo.
Organizada en seis capítulos, la
encíclica va trazando un recorrido temático de las diversas problemáticas que
aquejan hoy a la humanidad. Inicia con una introducción en la que el Papa
explica los objetivos y enuncia contenidos que la estructuran.
En el capítulo primero: “Lo que le
está pasando a nuestra casa”, aborda lo que está ocurriendo en nuestro hábitat:
contaminación y cambio climático, la escasez creciente del agua, la pérdida de
la biodiversidad, el deterioro de la calidad de vida, la inequidad planetaria,
la debilidad de las reacciones en la diversidad de opiniones.
En el párrafo 26, por ejemplo,
aborda el tema de la defensa de la vida del planeta. Su lectura resulta inmediatamente
convocante. Dice: “Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico
o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo
de reducir algunos impactos negativos del cambio climático”. Enmascarar los problemas es,
precisamente, la tarea de las grandes empresas de comunicación masiva a nivel
global mediante la manipulación mediática; sostener la guerra mediante la
prensa: mentir, ocultar los síntomas, volver a mentir... levantar cortinas de
humo.
En el segundo capítulo, “El
Evangelio de la creación”, el papa Francisco da su visión evangélica. Y aunque
no todo el mundo la comparte, es necesario que él la exprese porque es su
perspectiva y obviamente quiere compartirla y hacer —simultáneamente—
catequesis.
En el capítulo tres, “Raíz humana de
la crisis ecológica”, pone de manifiesto la raíz civilizatoria de la crisis
ecológica y abre las puertas para pensar en la necesidad de superar esta
civilización. En el cuarto capítulo: “Una ecología integral”, propone una
ecología ambiental, económica, social y cultural anclada en la vida cotidiana.
Sobre esta base expone los principios del bien
común en el que sustenta también su llamado a construir justicia entre las
generaciones. En el quinto: “Algunas líneas de orientación y acción”, llama al
diálogo ecológico y religioso en cada país y en el ámbito internacional; y
expone propuestas. En el capítulo sexto: “Educación y espiritualidad
ecológica”, hace una llamada de conciencia a apostar por otro estilo de vida;
llama a realizar campañas educativas para lo que define como una “alianza entre
la humanidad y el ambiente”. Con ello cierra el círculo de la preocupación
inicial que motiva la encíclica; no solo se trata de denunciar, de decir… sino
de ponerse el problema al hombro para construir las soluciones, para sortear el
peligro y salir adelante. Es, de últimas, la misión final de la Iglesia: conducir
al pueblo de Dios… guiar al rebaño hacia la plenitud.
La Encíclica Laudato Sí… proyecta otra teología, que no puede calificarse
exactamente como “de liberación” porque —aunque recupera gran parte del
contenido de aquella surgida en el siglo XX—, amplía el ángulo de la mirada, la
reflexión crítica y las propuestas alternativas integrando todas las
problemáticas y soluciones desde una dimensión global.
Para los pueblos del mundo la Encíclica
Laudato sí… constituye un material de
lectura insoslayable que es importante sumar a las agendas de trabajo político,
educativo y en la definición de los quehaceres colectivos. En tal sentido, esta
encíclica, junto las homilías papales, a los encuentros con los jóvenes y con
los movimientos sociales del mundo, resulta, a la vez, la base de un primer
programa político y fuente de legitimidad para aquellos que luchan por la
defensa de la vida en el planeta, sabiendo indivisible la salvaguarda de la
vida humana y la de la naturaleza.
Poner fin al desequilibrio del mundo
Crítica al capitalismo, la globalización, la polarización, la exclusión, la miseria…
En la encíclica, el Papa relaciona
las grandes problemáticas ambientales provocadas y manipuladas por los
poderosos con la falta de conciencia y por el otro lado con la pobreza y la
exclusión. Habla de las grandes riquezas y las grandes pobrezas que existen en
el mundo, desnuda la polarización.
La pobreza es el rostro de la
brutalidad e irracionalidad del desequilibrio del mundo que se expresa en todas
las dimensiones. Una de ellas la constituyen las migraciones forzosas de los
pueblos por las guerras, por la falta de abrigo seguro, por la falta de
alimentos, por la falta de agua... Explica, por ejemplo, los nexos entre la
privatización del agua como mercancía, la pobreza y las migraciones. En muchos
países africanos, las mujeres y los niños dedican el 80% del tiempo útil diario
a acarrear agua, caminando kilómetros todos los días. Y eso no implica que sea
agua potable… La búsqueda de otros horizontes late en cada rincón del planeta
aguijoneado por la destrucción y el abandono.
El Papa señala el gran deterioro de
las fuentes de agua por la química, por las industrias, por la minería,
particularmente la del oro, pero incluye también los desechos arrojados por la
población. Porque, ¿a dónde van las redes cloacales?, ¿a dónde se tiran los
desechos? No señala solamente a la industria y la minería con los químicos; las
critica sí, pero también gira la mirada hacia nosotros como civilización. Y
convoca a la reflexión: ¿Qué podemos hacer nosotros? ¿Qué puedo hacer yo?
Este es otro aspecto
pedagógico-político central de la encíclica papal: llama a poner fin al desequilibrio del mundo. Y para ello, dice, son
necesarias todas las voces.
Reclama a los responsables de la globalización
destructiva potenciada por la irrupción de las tecnologías y el predominio de
lo financiero en el mundo, por la expansión de la lógica del capital, en tanto
siembra la muerte por doquier y hace de los seres humanos objetos del consumo, cosificándolos…
Es la estampa del cataclismo cultural generado por la civilización del capital,
el desastre a donde hemos llegado con el capitalismo.
Frente a esto, el papa Francisco
lanza una convocatoria para una gran convergencia global de los pueblos. ¿Cuál
es el punto de convergencia? La defensa de la vida en todas sus
manifestaciones. Convoca a una gran cruzada para defender la vida de todos y todo en el planeta. Todos y todo quiere decir: la sociedad y
la naturaleza o, mejor dicho, la sociedad en la naturaleza, con la naturaleza
porque la vida es única e indivisible.
Una concepción integral de los problemas que aquejan al planeta y de las soluciones
La vida está interconectada y el
Papa así lo demuestra. Pone en evidencia, por ejemplo, la relación directa que
existe entre la tala de árboles, la destrucción de los bosques, la fuga de los
animales... y explica cómo esto tiene que ver con el quiebre del equilibrio de
la biodiversidad. En los mares y océanos, la desaparición de especies en la
flora y fauna submarina afecta al equilibrio de los océanos. Tal vez algunas
personas piensen que como el agua del océano es salada, no es necesaria para la
vida; ignoran que la mayor y principal fuente de oxígeno del planeta proviene
de los océanos. Una razón más para afirmar que el agua es fundamental para la
vida.
En sus reflexiones, el papa
Francisco recupera la noción integral de la concatenación universal
coincidiendo con lo que aborda y demuestra —desde otro lugar—, la denominada
“teoría de la complejidad”. En función de ella, propone la defensa de los bienes comunes para la vida: el agua
potable es un bien común, los océanos son bienes comunes, las fuentes de
energía son un bien común, la biodiversidad un bien común… y, en tanto tales, no
se pueden privatizar. El camino propuesto es defenderlos, hacer lío para construir un mundo de plenitud
humana, es decir, del buen vivir.
Plenitud, buen vivir, vivir bien, suma kawsay son conceptos propios de la
cosmovisión de los pueblos originarios y los contenidos expresados en la
encíclica Laudato si… resultan
convergentes con ellos. Esto ocurre porque la perspectiva del buen vivir es compartida por la
perspectiva civilizatoria que el Papa Francisco está planteando como sustrato
para un diálogo global y con su llamado a todos los pueblos del planeta a
impulsarla localmente para buscar una salida colectiva a favor de la vida, para
la superación de la civilización del egoísmo individualista, del guerrerismo y
de la destrucción del planeta y de los seres humanos. Resulta apasionante
comprobar cómo se entrecruzan y anudan los caminos cuando se trata de pensar y
defender integralmente la vida.
Buen vivir y convivir, bienes comunes, plenitud humana,
complementariedad, solidaridad, respeto y reencuentro con la naturaleza,
constituyen, por tanto, claves para elaborar interculturalmente un nuevo
concepto (y una nueva propuesta) de desarrollo encaminados a una nueva
civilización.
Un posicionamiento político transparente
Ecumenismo renovado
El Papa no pretende que su voz sea
la única y así lo expresa en el capítulo cinco de la Laudato si…, en el que convoca al diálogo a todas las
cosmovisiones; tiene claro que para lograr su cometido teológico de defensa
integral de la vida debe concertar las voluntades a nivel del planeta, con todos
los actores posibles: con las Naciones Unidas, con los jefes de Estados, con
los cabezas de gobiernos y también con los movimientos sociales. Y no solamente
de palabra sino de hecho, escuchándolos y proponiéndoles trabajar
conjuntamente, consciente de la importancia de construir —en este caso— un
protagonismo activo de los movimientos sociales en defensa de la vida. En tal
sentido, su empeño concreto para concertar voluntades con otras religiones,
para pensar juntos, como humanidad, la sobrevivencia del planeta.
Se trata de un ecumenismo renovado
teológica y políticamente.
La visión ecuménica no es
ciertamente una novedad dentro de la Iglesia Católica ni dentro del papado.
Pero el mundo de hoy reclama llegar hasta la raíz. En tanto se ha desatado y
proliferado un fundamentalismo religioso que apela a excusas religiosas para
respaldar prácticas terroristas y genocidas, de guerras, invasiones, éxodos,
torturas, etc… el papa Francisco tiene plena conciencia de que los
enfrentamientos interreligiosos alimentan las prácticas de la muerte. De ahí
que haya hecho del acercamiento interreligioso un camino concreto para cerrar
el paso a las prácticas criminales ocultas tras falsas raíces religiosas.
Reconoce, en primer lugar, como
teológicamente válidas a todas las religiones, punto de partida para un
ecumenismo verdadero. En segundo lugar —y sobre la base anterior—, apoya la
libertad religiosa entendiendo que ella implica también la libertad de ser
ateo. No trata de acomodar el mundo a su convicción y fe religiosas ni a los
criterios que de ellas se desprenden. Obviamente, en tanto encabeza la Iglesia
Católica, realiza su misión pastoral coherentemente con tales postulados. Pero
en su proyección política global en defensa de la vida en el planeta,
manifiesta un profundo respeto práctico y preciso hacia todos aquellos que
estén dispuestos a actuar para salir del circuito de la miseria, del hambre, la
sed, las enfermedades curables, las migraciones, las guerras, el terrorismo;
hacia todos aquellos que no solo rechazan las prácticas de la muerte, sino que
luchan para poner un punto final a la barbarie o están dispuestos a participar
de la construcción de la paz, que es ‑a la vez‑, la única perspectiva estable
de vida en el planeta. Para ello busca, en concreto, concertar las voluntades
de todas las iglesias (y religiones) en aras de construir una convergencia
institucional religiosa global. Busca acercar las religiones a favor de la vida,
articulando distintas dimensiones de su quehacer para repensar la relación con
la naturaleza en función del ser humano como centro del universo. Este
antropocentrismo sería un elemento cuestionable, pero cuando la vida humana y
la de la Madre Tierra están amenazadas de muerte resulta más valioso construir
las convergencias que subrayar las diferencias y, menos aún, pretender
convencer a quienes piensan diferente de que hay una sola razón y verdad. Ello
sería exactamente lo contrario al ecumenismo.
Protesta con propuesta…
La analítica crítica realizada por
el Papa a la crisis civilizatoria actual no se reduce a sí misma; es el
fundamento teológico para proponer un camino de salida y abrirlo al debate
global, particularmente a partir de proponérselo a los movimientos sociales,
sujetos claramente identificados por el Papa como el núcleo social con fuerza
para construir y llevar adelante una agenda concreta de acción política y
cultural para un mundo nuevo.
Los movimientos sociales y con
ellos, particularmente, los y las jóvenes, constituyen dos pilares sociales
centrales de su apostolado por un nuevo mundo, en aras de organizar a los
pueblos para construir alternativas de salida y superación de la situación de
exclusión y muerte. Esto contribuye además a otorgar un sentido ético a la
juventud, a ofrecerle un camino de búsqueda de justicia y paz, apostando a otro
mundo, más allá del consumismo vacío y cosificante del mercado capitalista que,
en su inagotable y creciente afán de lucro, lo absorbe todo, convirtiéndolo en
objeto de su voracidad que multiplica la muerte…
La vida los llama a ustedes, dice el
Papa Francisco refiriéndose a la juventud. Por eso, en su diálogo con los
jóvenes argentinos, en Brasil en 2013, los invita a no dejarse arrastrar por el
consumismo, a no vivir para el mercado que es la pérdida del espíritu humano,
la muerte en vida. Levántense, cuestionen, salgan, “hagan lío”, les dice en un
llamado que es a la vez un ruego y una convocatoria.
¿Qué significa hacer lío? No doblegarse, no entregarse, no ser indiferentes ante
la injusticia, la exclusión, el desastre ecológico y la extinción creciente de
vida que esta civilización produce y reproduce con sus guerras, saqueos,
expulsión de las poblaciones de sus territorios, contaminación ambiental,
urbana, humana, espiritual. Está claro que si no se sale del círculo vicioso de
la espiritualidad del capitalismo depredador no es posible afianzarse ni
avanzar hacia una civilización re-humanizada; de ahí la importancia de esta convocatoria.
Los movimientos sociales y la construcción de alternativas a la barbarie capitalista
La decisión del papa Francisco de realizar
en Bolivia el encuentro con los movimientos sociales del continente fue
política, teológica, religiosa y también simbólica. Pudiendo haber ido a
cualquier otro lugar, fue a Bolivia. Esto expresa un gran e indudable
reconocimiento:
-Al proceso democrático descolonizador, a
los sujetos protagonistas (los pueblos indígenas); al Estado Plurinacional
intercultural, el primero de América; al proceso político de liberación, a la
proyección integral de justicia y dignidad de los pueblos; a los movimientos
sociales, al Gobierno del MAS y a su máximo líder, Evo Morales Ayma, que
sintetiza y expresa a todos.
-También significó —para el Papa Francisco—
dar un paso indispensable: La autocrítica por el genocidio de la “conquista” y
colonización. Fue pedir perdón en nombre de la Iglesia por haber estado al lado
de aquellos genocidas; ciertamente ello no fue una conducta de toda la
institución religiosa, pero sí la predominante. Era elemental pedir perdón;
había que hacerlo y el Papa Francisco lo hizo.
Esto marca un posicionamiento del
pontificado del Papa Francisco. Al elegir a Bolivia como ámbito (simbólico) del
encuentro con los movimientos sociales latinoamericanos, dejó en claro que está
con los excluidos, oprimidos y empobrecidos y, con ellos, busca construir una
salida de justicia y paz. Por eso decidió ir al primer -y hasta ahora único-
país de este continente que reconoce como sujetos de pleno derecho a los
pueblos indígenas originarios, que propone la descolonización como camino para
la recuperación de las identidades y culturas y el buen vivir como base para una nueva civilización, solidaria,
complementaria, equitativa y justa, donde la vida no se vea fragmentada sino
integralmente e indivisible de la naturaleza, en aras de la plenitud humana.
Lo más trascendente de ese encuentro,
además de los contenidos que allí se trataron y se acordaron, está en el
mensaje que anidó en la memoria popular colectiva: Evo entregándole al Papa un
crucifijo que reúne a su vez los símbolos de la hoz y el martillo… Y la
sinergia que se evidenció entre ambos líderes que fortaleció la convergencia de
objetivos.
Indudablemente hay que reflexionar
colectiva y permanentemente tanto sobre el diagnóstico como sobre las
alternativas de soluciones y emprender las acciones para efectivizarlas, no
esperar soluciones mágicas… Y el Papa Francisco tiene claro que esta es una
tarea de los pueblos porque los de arriba, como él dice, se ocupan de
“enmascarar” los problemas, de ocultar los síntomas.
Tal es el reconocimiento y la
esperanza que inspira en los de abajo.
Un líder mundial
En tanto el Vaticano es un Estado, el Papa
es también un Jefe de Estado. Esto multiplica la importancia de su llamado a
poner freno y fin a las políticas empobrecedoras y saqueadoras impulsadas por
los poderosos, para sumar fuerzas en favor de la defensa de la vida,
entendiendo que ello implica, a la vez, la defensa de los derechos de los pueblos
empobrecidos y saqueados del mundo y sus protagonistas.
Por lo expresado y por su destacado
y cada vez más creciente y necesario papel en la defensa de la paz en el mundo,
el Papa Francisco se ubica hoy entre las personalidades de mayor influencia
política; es un contrapeso ético, movilizador de los pueblos frente a la
desenfrenada locura ecocida, biocida y
genocida del poder del capital.
En tanto figura destacada en todas
las dimensiones del quehacer político, económico, social, cultural y espiritual
de la humanidad, el Papa Francisco resulta una síntesis integradora, la “suma
de las partes”; es líder espiritual y además también un político, un jefe de
Estado, convergencia que por supuesto no es nueva en el mundo Vaticano, pero
que en otros tiempos se ha realizado en función de otros intereses, en otras
direcciones políticas, teológicas y religiosas.
Hoy, multitudes concurren a ver y
escuchar al Papa Francisco en la Plaza San Pedro, también en búsqueda de esa
“suma de las partes”, no solamente en búsqueda del líder religioso o del Jefe
del Estado Vaticano. Y no es lo mismo tener un líder religioso que sostenga una
posición ecuménica que otro que diga que la única religión verdadera es la católica.
En tiempos de crisis civilizatoria como la que actualmente atraviesa la
humanidad, es clave tener al frente de la Iglesia a un Papa consciente de que
el futuro la humanidad depende decisivamente de la capacidad de aunarnos todos
los pueblos para luchar por la vida, por la justicia, por la paz, por la
felicidad. En tal sentido, define la labor pastoral hoy: Difundir y educar en
base a la teología de la vida. Ello implica,
en primer lugar, tomar conciencia del riesgo de muerte en que se encuentra el
mundo; en el que nos encontramos todos…
“Con usted revive la fe”
Estando en la Plaza San Pedro
escuché a una mujer gritarle eso al Papa y ello desnuda un estado de situación
también dentro de la Iglesia Católica. Porque hay problemas de corrupción,
pederastia, conspiraciones… Y el Papa tuvo y tiene que hacerse cargo de todos esos
problemas y de tantos otros en el interior de la iglesia. Y está claro que
reconocer los problemas, hacerse cargo de ellos y buscar cómo solucionarlos,
incide positivamente en la recuperación de la fe, revive la espiritualidad de
los creyentes.
Este aspecto no hay que subestimarlo
ni dejarlo de lado porque podría caerse en un sectarismo o una visión
fragmentada, reconociendo al Papa solo como líder político, como líder
religioso o como jefe del Estado Vaticano. Estas dimensiones son inseparables:
el Papa Francisco es un líder religioso que hoy día tiene un gran peso político
por el lugar que ocupa en la Iglesia Católica, por la labor teológica,
educativa y organizativa concreta que desempeña en favor de la paz, en contra
de las guerras y el saqueo del mundo, en contra de la exclusión y
empobrecimiento de las poblaciones por parte del capital especulativo… Y llama
constantemente a los pueblos, a los jóvenes, a los movimientos sociales, a no
ser indiferentes, a movilizarse para construir colectivamente otro modo de
vida, acorde con el respeto a la vida en todas sus dimensiones y modos de
existencia.
Una convocatoria: “Hagan lÍo”
La misión del papa Francisco es evangélica
y política en tanto pone la defensa del ser humano y de la vida en el centro de
su quehacer. Practicar una teología centrada en la vida es comprender que la
teología está en nosotros y se expresa en nuestras acciones, en nuestro modo de
interrelacionarnos entre los seres humanos y con la naturaleza, en nuestro modo
de vida.
Se trata de una perspectiva
teológica que —dando por sentado que Dios existe y está entre nosotros, que es a
la vez humanidad y naturaleza—, se posiciona al lado de los sujetos que
demandan la atención pastoral, es decir, se ubica, concretamente, del lado de
los pueblos. Obviamente, estos posicionamientos teológicos conviven en la
Iglesia Católica con la postura doctrinaria dogmática tradicional. Ello demanda
negociaciones internas para construir los equilibrios y consensos necesarios
para la convivencia puesto que, según sean los períodos históricos, una u otra
tendencia interviene —con mayor o menor conflictividad—, en la configuración y
constitución de la estructura jerárquica católica.
Siempre vinculado al necesitado, al pobre, al que sufre, a los excluidos…
El papa Francisco se ubica teológicamente
en lo que en Argentina se denomina específicamente: Teología del Pueblo, dentro de la cual hay también diversos matices
y variedad de lecturas y posicionamientos. En concreto, él la expone al mundo
en su exhortación apostólica Evangelii
gaudium (2013). Indiscutiblemente, este posicionamiento teológico remite a
los postulados de la Teología de
Liberación y se ubica dentro de sus corrientes activas, impulsadas, por
ejemplo, por Monseñor Enrique Angelelli, o por Leonardo Boff… Desde esta base,
con categorías que explican la historia local y global desde la realidad de los
pueblos, particularmente de los pueblos pobres de Latinoamérica, Francisco
cuestiona el actual sistema-mundo que —multiplicando el saqueo, las guerras y
la exclusión—, genera una realidad en la que millones de seres humanos carecen
de un plato de comida al día.
Pero no se queda en la denuncia;
además de enfrentar activamente las tendencias destructivas, el Papa se
preocupa por fortalecer la conciencia y organización colectiva de los pueblos;
algo así como construir la esperanza y renovar la fe en que es posible superar —a
favor de la vida y la plenitud humanas—, el actual estado de cosas. Todos sus
empeños están encaminados en esta dirección. En sus encuentros con los
movimientos sociales busca impulsar, precisamente, la formación de un sujeto
mundial capaz de impulsar esta búsqueda y construcción de un mundo de paz y
equilibrio cuya base programática él expuso, implícitamente, en la Encíclica Laudato si…
Es por ello que inscribo tales
reflexiones como parte de una larga y amplia búsqueda de la humanidad para garantizar
su supervivencia con dignidad y paz para la plenitud y felicidad. El Papa llama
a no entregarse a la lógica depredadora buscando sobrevivir a cualquier precio,
tirándose desesperadamente unos contra otros por una miga de pan… Propone
recuperar la capacidad de vida solidaria, para hacernos cargo de nuestra
historia en busca de la felicidad. Eso resume el corazón de lo que denomino teología para la vida y la convocatoria
estratégica que el Papa Francisco lanzara a la juventud, en Río de Janeiro
(2013), cuando les dijo: “Hagan lío”[3]
Un libro movilizador
Los autores y las autoras de los textos que
dieron lugar a esta compilación hemos articulando miradas y propuestas
indispensables acerca de los peligros y amenazas de este tiempo de crisis
civilizatoria, para la humanidad, recuperando política y teológicamente el
llamado que, en tal sentido, lanzara el papa Francisco.
Ni exégetas, ni críticos, ni intérpretes de
su pensamiento. Entre las motivaciones centrales de esta obra está la
coincidencia en que es importante apoyar la tarea educativa, cultural, apostólica,
teológica, cristiana, profética, pastoral y política que estructura el quehacer
del Papa y, a la vez, articularla con las resistencias de los pueblos de
Latinoamérica y con sus empeños por crear y construir una nueva civilización,
re-humanizada.
Él no quiere “una Iglesia anestesiada por
la mundanidad”, alejada de los problemas de los pueblos [El País, 2017: 23/01/27]. De ahí, por ejemplo, su crítica al
clericalismo, al que califica como la “burocracia eclesiástica”; sus constantes
llamados de alerta ante la locura desenfrenada de este capitalismo que amenaza
a todos de muerte; su convocatoria a los mayores, a trasmitir la sabiduría de
los pueblos (memoria histórica); su llamado a los pueblos del mundo, a los
movimientos sociales y particularmente a la juventud, a no rendirse, a no
comulgar con la exclusión, a formarse y organizarse para actuar en favor la
dignidad, la justicia y la plenitud humanas, a hacer lío y movilizarse
en defensa de la vida.
El Papa tiene claro que la racionalidad construida
por el capital se agota aceleradamente devorada por el crecimiento desenfrenado
de su irracionalidad. Y esto caracteriza el tiempo de crisis y decadencia
civilizatorias del tiempo actual. El mundo construido desde los cimientos del
mercado se derrumba devorado por sus contradicciones y arrastra a la humanidad
hacia el abismo.
La salida (relativa) del Reino Unido de la
Unión Europea y el triunfo de Trump en las presidenciales de EEUU son
expresiones de esta debacle. Aunque algunos simplifiquen la situación con un
supuesto “fin de la globalización”, la dimensión de la crisis es raizalmente
espeluznante: evidencia el agotamiento total de la civilización construida en
torno a la ganancia, la especulación, el saqueo, la exclusión, la destrucción y
las guerras. Pero esto no puede interpretarse como el final del sistema mundo
creado y construido por el capitalismo; sus personeros harán todo lo que
consideren necesario para mantener-reconstruir-afianzar su hegemonía global. El
triunfo del Brexit y el de Trump sintetizan este giro actual del poder global,
que —con nuevos formatos, contenidos y alcances— marcan un punto de inflexión
para una nueva arrancada…
Un nuevo sistema mundo está en formación,
basado en la búsqueda de dominio global unipolar de los imperialismos, aunque
bajo formatos diferentes a la propuesta que acompañó inicialmente a la
globalización que, desde sus primeros pasos evidenció la falacia y endeblez de
sus argumentos. Por eso, de las propias filas de los generadores de la
globalización salen sus “detractores”, los
“antisistema” del sistema. Ellos pretenden ahora no tener “nada que ver”
con la globalización, despliegan cortinas de humo mientras tejen nuevas
alianzas y formas para el reparto y dominio global unipolar del mundo. En este
sentido, es bueno tener cuidado para en no confundir el fracaso de la
globalización con un supuesto renunciamiento de los poderosos a buscar su
dominio a escala global.
El neopopulismo xenófobo de derecha que
ahora se instala no significará ningún alivio para los pueblos de este
continente ni el mundo. Se trata de una suerte de retroceso hacia adelante [un salto —recuperatorio— del Mein Kampf al May Trump], que apela —y apelará aún más— a despertar y a convocar
los peores instintitos de supervivencia de las poblaciones de los “países
centrales”, para arrastrar a millones de seres humanos en acciones contra otros
millones de seres humanos, constituidos previamente en “enemigos”; nuevas guerras
por el petróleo, el gas, el agua y las tierras (territorios) ya anuncian su
proximidad, las mayores concentraciones transnacionales como, por ejemplo, la
unión Monsanto-Bayer, también. Tales acontecimientos cambiarán para peor el
mundo y las relaciones internacionales hasta ahora conocidas. El mundo
pos-globalización construido por los globalizadores será —ya se avisora— más
agresivo y multiplicador de muerte que el conocido hasta ahora.
De ahí una conclusión en común: El
agotamiento civilizatorio del capital amenaza de muerte a la humanidad e
instala a la contradicción vida‑muerte
como la disyuntiva que caracteriza el problema fundamental de nuestra época. Y
ello está magistralmente resumido y expuesto en la Encíclica Laudato si…
En su recorrido, el papa Francisco
deja en claro que en su descomunal nuevo ciclo de acumulación a nivel global,
el capital especulativo financiero devora a su componente productivo y —con
ello— acelera su vertiente destructiva del trabajo y los trabajadores/as, de la
naturaleza, de las relaciones sociales, del hábitat, de la vida… Frente a esto
no es posible situarse como espectador; hacerlo sería ser cómplice, y ello
significa —en este tiempo— ser suicida.
Sin desconocer las dificultades de la
propia Iglesia Católica —que enfrenta, pone en cuestión y en parte asume el
papa Francisco—, los autores y autoras participantes de esta compilación,[4]
centran sus miradas y reflexiones en la necesidad de salvaguardar la vida en el
planeta y, a tono con ello, refuerzan el llamado de alerta del papa Francisco a
los jóvenes, a los movimientos sociales y a los mayores. Cada quien desde su
identidad y pertenencia religiosa, política o cultural expone aquí sus
criterios y argumentos. En general, aun con señalamientos o prevenciones sobre
la investidura papal —que, a la vez, que encarnación de la fe católica es
cabeza de un Estado—, convergen con la convocatoria realizada por Francisco —particularmente
a jóvenes y mayores— a no dejarse arrastrar por la corriente, a estar
movilizados, a hacer lío… a no
aceptar la exclusión ni sus consecuencias sociales y culturales, que él denomina
la “eutanasia cultural” para referirse específicamente a la pretensión del
poder de borrar la memoria histórica de los pueblos.
La importancia de actuar
Es un deseo de todos y todas quienes
hicimos posible este libro, que el mismo contribuya a fortalecer la batalla
cultural, ideológica, teológica, pastoral, ética y política que llevan adelante
los pueblos del mundo, enriqueciéndolas con las reflexiones y propuestas
expresadas por el papa Francisco en defensa de la vida.
Su propuesta resume y expresa hoy una
postura teológica de la Iglesia Católica de larga data, de búsqueda y apoyo a
procesos de desarrollo que —inspirados en las culturas de los pueblos pobres,
reservas de la Nación—, construyan solidaridad y cimienten el equilibrio del
mundo (entre los seres humanos y con la naturaleza). Ello se evidencia, por
ejemplo, en el documento de Aparecida, resultante de la V Conferencia General del Episcopado
Latinoamericano y del Caribe (2007). Allí se recuperan
planteamientos claves de la Encíclica Populorum
Progressio al subrayar que:
“Este documento pontificio pone en evidencia que el desarrollo auténtico
ha de ser integral, es decir, orientado a la promoción de todo el hombre y de
todos los hombres (cf. n. 14), e invita a todos a suprimir las graves desigualdades
sociales y las enormes diferencias en el acceso a los bienes. Estos pueblos
anhelan, sobre todo, la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: “Yo he
venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Con esta
vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana,
en su dimensión personal, familiar, social y cultural.” [V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007: 13]
Esta perspectiva se anuda cada vez más
claramente con la posibilidad de conformar, convergiendo con las cosmovisiones
de los pueblos indígenas originarios de nuestra América, un mundo basado en la
armonía de la dimensión cósmica-humana. Y requiere de nosotros —urgentemente—
un profundo cambio de mentalidad y de actitud.
Es tiempo de crear, construir y transitar
nuevos caminos anclados en la participación protagónica de los pueblos,
nutriéndonos de su sabiduría con la riqueza de su diversidad. En tal sentido, es bueno
tener presente que el proceso de superación de la civilización fundada por el
capitalismo es parte de un proceso histórico-cultural inédito y, por tanto, supone
la creación-construcción-aprendizaje de los pueblos del mundo de un nuevo
horizonte histórico, anclado en los principios del buen vivir y convivir
entre nosotros y con la naturaleza.
Ver‑juzgar‑actuar resulta en este contexto una metodología
de la esperanza, para que partiendo de la experiencia de los pueblos, los
“mayores” —al decir de Francisco—, aporten a la memoria histórica popular
colectiva y contribuyan a convocar a la juventud a impedir ser cooptados por el
consumismo estéril del mercado, a reconstruir la adhesión de las nuevas
generaciones, actualmente muy despolitizadas, y movilizarlas para que se
empeñen en la búsqueda, creación y construcción de un mundo re-humanizado.
Contribuir a ello fecundó también
este libro.
Bibliografía
Encíclica Laudato si… En: https://www.aciprensa.com/Docum/LaudatoSi.pdf
“Hagan lío”, Río de Janeiro, 25 de julio de
2013. En: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-discurso-del-papa-francisco-en-encuentro-con-jovenes-argentinos-88631
Hinkelammert, Franz (1997), “La Doctrina Social
de la Iglesia y su desarrollo postconciliar”, revista Pasos N° 72, DEI, San José.
Mensaje del papa Francisco al I Encuentro
Mundial de Movimientos Populares, Regional EE.UU. Modesto, 16-19 feb. 2017. En:
http://movimientospopulares.org/es/carta-del-papa-francisco-a-los-movimientos-populares-modesto-california-16-19-feb-2017
Palabras del papa Francisco en el I Encuentro Mundial con los Movimientos Populares. Roma, 28 de octubre de 2014. En: http://www.adsis.org/discurso-del-papa-francisco-los-participantes-en-el-encuentro-mundial-de-movimientos-populares
Palabras del papa Francisco en el II Encuentro con los Movimientos Populares. Santa Cruz, 9 de julio de 2015. En: https://www.aciprensa.com/noticias/texto-discurso-del-papa-el-encuentro-con-los-movimientos-populares-en-bolivia-80606/
Palabras del papa Francisco en el III Encuentro con los Movimientos Populares. Roma, 5 de noviembre de 2016. En: http://movimientospopulares.org/el-discurso-completo-de-papa-francisco-a-los-movimientos-populares/?utm_campaign=shareaholic&utm_medium=email_this&utm_source=email
V
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, 2007. En: http://www.vidanueva.es/2013/04/01/documento-de-aparecida-v-conferencia-general-del-celam-2007/-general-del-celam-2007/
[1] https://www.aciprensa.com/Docum/LaudatoSi.pdf
[3] Ver Anexo.
[4] Luis Miguel (Vittin) Baronetto; Pablo Alberto Blanco;
Cecilia Graciela Blanco Di Lascio; Genésio Darci Boff (Leonardo Boff); Marcelo
Ciaramella; Wim Diercksenxs; Walter Formento; Ivone Gebara; Nicolás Armando Herrera Farfán; François Houtart; Osvaldo Leon; Lorena López Guzmán; Michäel Löwy; Jesús Martínez Gordo;
Elio Masferrer Kan; Pablo Moctezuma Barragán; Miriam Ofelia Ortega
Suárez; Adolfo Pérez Esquivel; Isabel Rauber; Vivian M. Sabater Palenzuela; Jon
Sobrino; Andrés Torres Queiruga; Maximiliano Francisco Trujillo Lemes.
1 comentario:
Estimada Isabel:
Excelente la relectura, el análisis y las propuestas que haces a partir de la Encíclica del Papa Francisco "Laudato Si". Comparto plenamente tus palabras. Tambien comparto la acción desde mi lugar en la CTA de los Trabajadores en Quilmes. Lo difundo y comparto. ¡Gracias!
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