Una espiritualidad infranqueable por el Capital

Quien es auténtico, asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser lo que es. JP Sartre

sábado, 4 de marzo de 2023

Pensar un socialismo raizal: latinoamericano, intercultural, descolonizado, participativo, rebelde

Descolonizar la subjetividad

Isabel Rauber en diálogo con Lidia Fagale

(Fragmento)

Lidia Fagale: La propuesta de descolonización es una constante en tus reflexiones. ¿En qué consiste este proceso de repensar el socialismo desde una perspectiva política descolonizada y descolonizadamente?

Isabel Rauber: El debate con el capital implica enfrentar integralmente su presencia; no basta con pensar una Latinoamérica que supuestamente empezó su historia con la independencia que festejaron los bicentenarios. Tales festejos desperdiciaron esas conmemoraciones para hacer un merecido y justo reconocimiento a los pueblos indígenas originarios. Ello implicó, de hecho, un reconocimiento a la conquista y colonización. Y es aquí donde descolonización, interculturalidad y socialismo se articulan desde la raíz y reclaman pensar y construir un socialismo descolonizado.

Lo “raizal”, en este caso, indica y resume precisamente eso.

No es equiparable con “estructura”, ni con “base”; en la “estructura” –que estaría en la “base‑, pueden modificarse los roles, pueden cambiar incluso los contenidos de algunos de sus componentes como, por ejemplo, el reemplazo de la propiedad privada capitalista de los medios de producción por la propiedad estatal-social de los mismos, como ocurrió con el socialismo en el siglo XX, pero –sin embargo- se mantuvo la organización jerárquica del sistema productivo, de la sociedad, y el metabolismo social-natural del sistema productivo-reproductivo. En tanto se continuó con la lógica de funcionamiento del ciclo reproductivo del capital, es decir, sin hacerse cargo de la reproducción –que es parte de la producción‑. La naturaleza continuó siendo tratada como objeto, como una  mercancía de la cual servirse para lograr metas propuestas por el sistema (capitalista o socialista). Esto constituye un nudo neurálgico que es crucial tomar en cuenta para pensar y proyectar las alternativas socialistas en el siglo XXI.

El concepto “raizal”, lo tomo de Orlando Fals Borda, aunque con una significación propia, pero rescatando la clave de su propuesta. Se refiere, en primer lugar, a las raíces del fenómeno analizado, a sus orígenes y desarrollo; contiene –y modela‑ la historia y la identidad de los sujetos. En resumen: La raíz, lo raizal, remite a la génesis de una sociedad y –en tanto tal‑ contribuye a desnudar el soporte –material‑ de la configuración de los modos de vida de la sociedad y su metabolismo. Es decir, integra en su enfoque del poder a la hegemonía y sus dinámicas de acción a través de sus tentáculos materiales y espirituales: la economía, la política, la cultura, la estética, las aspiraciones personales, la ética, la moral, la subjetividad…

Un enfoque y abordaje raizal de un fenómeno social implica, en síntesis, partir desde abajo (desde la raíz y génesis del sistema), lo cual –a su vez‑, indica que es un proceso que surge y se desarrolla desde el interior del fenómeno, con la participación los sujetos, pues en ellos late la posibilidad de crear, construir y sostener las alternativas de cambios. Estos no pueden pensarse ni hacerse desde afuera ni “desde arriba” de los procesos sociales concretos en cada momento. La construcción de poder popular está anudada al protagonismo popular y a sus procesos de empoderamiento colectivo.

Obviamente, desde un punto de vista geométrico ‑indicativo de lugares y no de lógicas‑, pueden reconocerse procesos sociales integrados “arriba y abajo”; es lo que existe en toda sociedad, en las modalidades de constitución‑ejercicio del poder. No pensarlo así sería una tontería política, un renunciamiento estéril a los principios de toda política.

La perspectiva de un socialismo raizal procura resumir, desde y para la realidad latinoamericana, una propuesta (síntesis) intercultural de los anhelos de reconocimiento, justicia, identidad, solidaridad, diversidad, reencuentro con la naturaleza, anclados (o a partir de) en las resistencias, luchas y creaciones heroicas de los pueblos.

Planteo una descolonización raizal del capital, no solo respecto del eurocentrismo y del nortecentrismo. Se trata de erradicar al capital de nuestros modos de ser en el mundo (modo de vida, modo de producción y reproducción), de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra subjetividad y espiritualidad.

En este sentido puede decirse que la propuesta de un socialismo descolonizado sintetiza y proyecta los pensamientos de innumerables pensadores y luchadores/as; entre ellos/as: Maríategui, Camilo Torres, John William Cooke, Vivian Trías, Rodolfo Kusch, Rosa Luxemburgo, Flora Tristán, José Martí, Bolívar, El Che, Fidel Castro… articulado con el pensamiento, la cosmovisión, los saberes y la sabiduría de los pueblos indígenas originarios en función de la defensa de la vida, abonando una nueva cultura, la cultura de la vida.

Por ello, permíteme citar aquí –a modo de cierre de esta interrogante‑, un párrafo del prólogo del libro El socialismo raizal y la Gran Colombia bolivariana, de Orlando Fals Borda:

“Fals Borda se ocupó de la teoría de los pueblos originarios y del socialismo raizal, indoamericano, autóctono y popular, como aporte a la construcción de una perspectiva de conocimiento basada en la emancipación y la realización de los pueblos. Este enfoque cuestiona las distintas vertientes del pragmatismo y el reduccionismo idealista y neopositivista, sugiere la idea de superar los viejos esquemas de la modernidad capitalista, y propende proyectar el horizonte emancipador en las raíces plurales de la identidad de nuestros pueblos, confrontando las pretensiones arrogantes del “colonialismo intelectual” y los modelos eurocentristas, omnicomprensivas y cientificistas que persisten en reproducir la lógica productivista y la racionalidad instrumental.” [2008: 16]

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