Descolonizar la subjetividad
Isabel Rauber en diálogo con Lidia Fagale
Lidia Fagale: La propuesta de
descolonización es una constante en tus reflexiones. ¿En qué consiste este
proceso de repensar el socialismo desde una perspectiva política descolonizada
y descolonizadamente?
Isabel Rauber: El debate con el
capital implica enfrentar integralmente su presencia; no basta con pensar una
Latinoamérica que supuestamente empezó su historia con la independencia que
festejaron los bicentenarios. Tales festejos desperdiciaron esas
conmemoraciones para hacer un merecido y justo reconocimiento a los pueblos indígenas
originarios. Ello implicó, de hecho, un reconocimiento a la conquista y
colonización. Y es aquí donde descolonización, interculturalidad y socialismo
se articulan desde la raíz y reclaman
pensar y construir un socialismo
descolonizado.
Lo “raizal”, en este caso, indica y resume precisamente eso.
No es equiparable con “estructura”, ni con “base”; en la “estructura” –que estaría en la “base‑, pueden modificarse los roles, pueden cambiar incluso los contenidos de algunos de sus componentes como, por ejemplo, el reemplazo de la propiedad privada capitalista de los medios de producción por la propiedad estatal-social de los mismos, como ocurrió con el socialismo en el siglo XX, pero –sin embargo- se mantuvo la organización jerárquica del sistema productivo, de la sociedad, y el metabolismo social-natural del sistema productivo-reproductivo. En tanto se continuó con la lógica de funcionamiento del ciclo reproductivo del capital, es decir, sin hacerse cargo de la reproducción –que es parte de la producción‑. La naturaleza continuó siendo tratada como objeto, como una mercancía de la cual servirse para lograr metas propuestas por el sistema (capitalista o socialista). Esto constituye un nudo neurálgico que es crucial tomar en cuenta para pensar y proyectar las alternativas socialistas en el siglo XXI.
El concepto “raizal”, lo tomo de Orlando Fals Borda, aunque
con una significación propia, pero rescatando la clave de su propuesta. Se
refiere, en primer lugar, a las raíces del fenómeno analizado, a sus orígenes y
desarrollo; contiene –y modela‑ la historia y la identidad de los sujetos. En
resumen: La raíz, lo raizal, remite a la génesis de una
sociedad y –en tanto tal‑ contribuye a desnudar el soporte –material‑ de la
configuración de los modos de vida de la sociedad y su metabolismo. Es decir,
integra en su enfoque del poder a la hegemonía y sus dinámicas de acción a
través de sus tentáculos materiales y espirituales: la economía, la política,
la cultura, la estética, las aspiraciones personales, la ética, la moral, la
subjetividad…
Un enfoque y abordaje raizal de un fenómeno social implica,
en síntesis, partir desde abajo (desde la raíz y génesis del sistema), lo cual
–a su vez‑, indica que es un proceso que surge y se desarrolla desde el
interior del fenómeno, con la participación los sujetos, pues en ellos late la
posibilidad de crear, construir y sostener las alternativas de cambios. Estos
no pueden pensarse ni hacerse desde afuera ni “desde arriba” de los procesos
sociales concretos en cada momento. La construcción de poder popular está
anudada al protagonismo popular y a sus procesos de empoderamiento colectivo.
Obviamente, desde un punto de vista geométrico ‑indicativo
de lugares y no de lógicas‑, pueden reconocerse procesos sociales integrados
“arriba y abajo”; es lo que existe en toda sociedad, en las modalidades de
constitución‑ejercicio del poder. No pensarlo así sería una tontería política,
un renunciamiento estéril a los principios de toda política.
La perspectiva de un socialismo raizal procura resumir, desde y para la realidad latinoamericana, una
propuesta (síntesis) intercultural de los anhelos de reconocimiento, justicia,
identidad, solidaridad, diversidad, reencuentro con la naturaleza, anclados (o
a partir de) en las resistencias, luchas y creaciones heroicas de los pueblos.
Planteo una descolonización raizal del capital, no solo respecto del
eurocentrismo y del nortecentrismo. Se trata de erradicar al capital de nuestros modos de ser en el mundo (modo de vida, modo de producción y reproducción),
de nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra subjetividad y
espiritualidad.
En este sentido puede decirse que
la propuesta de un socialismo
descolonizado sintetiza y proyecta los pensamientos de innumerables
pensadores y luchadores/as; entre ellos/as: Maríategui, Camilo Torres, John
William Cooke, Vivian Trías, Rodolfo Kusch, Rosa Luxemburgo, Flora Tristán,
José Martí, Bolívar, El Che, Fidel Castro… articulado con el pensamiento, la
cosmovisión, los saberes y la sabiduría de los pueblos indígenas originarios en
función de la defensa de la vida, abonando una nueva cultura, la cultura de la vida.
Por ello, permíteme citar aquí –a modo de cierre de esta
interrogante‑, un párrafo del prólogo del libro El socialismo raizal y la Gran Colombia bolivariana, de Orlando
Fals Borda:
“Fals Borda se ocupó de la teoría de los pueblos originarios
y del socialismo raizal, indoamericano, autóctono y popular, como aporte a la
construcción de una perspectiva de conocimiento basada en la emancipación y la
realización de los pueblos. Este enfoque cuestiona las distintas vertientes del
pragmatismo y el reduccionismo idealista y neopositivista, sugiere la idea de
superar los viejos esquemas de la modernidad capitalista, y propende proyectar
el horizonte emancipador en las raíces plurales de la identidad de nuestros
pueblos, confrontando las pretensiones arrogantes del “colonialismo
intelectual” y los modelos eurocentristas, omnicomprensivas y cientificistas
que persisten en reproducir la lógica productivista y la racionalidad
instrumental.” [2008: 16]
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