indo-afro-latinoamericana
Isabel Rauber en diálogo con Lidia Fagale
Presentación
Lidia Fagale
Descolonizar la
subjetividad. Hacia una nueva razón utópica
indo-afro-latinoamericana resume ‑en formato libro‑ una extensa, profunda y coloquial
conversación con la filósofa e investigadora Isabel Rauber. Consideré
importante en este tiempo hacer un recorrido por gran parte de su ideario,
rescatando los esfuerzos que ‑a lo largo de más de tres décadas-, la pensadora
ha dedicado a la búsqueda de alternativas que permitan construir una nueva civilización, superadora de los
“males” producidos por el capitalismo, anclando sus análisis en los procesos
sociales y sus protagonistas.
Este diálogo
‑que lo he pensado a manera de glosario del pensamiento de Isabel Rauber‑,
contempla, a su vez, una suerte de antología de lo que considero son sus “ideas
fuerza”, frente al principal reto que afronta la humanidad en el presente siglo
ante una crisis de carácter multidimensional del capitalismo: La construcción
de una nueva civilización a partir de un
protagonismo de las grandes masas populares. Enfoque, fundamentos y
alcances que reclaman, en palabras de la pensadora, “una superación raizal de
las lógicas del Siglo XX que aún predominan culturalmente en amplios sectores
de la izquierda, para salir de la trampa que reduce la lógica del cambio a una
suerte de competencia económica con el capitalismo”.
A ello se
suma también, el análisis de experiencias socialistas del Siglo XX, que aporta
claves para una mejor comprensión de sus dinámicas, para sopesar los éxitos,
sus limitaciones y también su fracaso desde una posición más fundamentada, objetiva.
Este balance induce a Rauber a sostener que aquellas revoluciones que buscaron
transformar la sociedad centradas en cambios en la esfera económica bajo la
dirección estatal, no lograron salir de la lógica del capital. El sistema
económico productivo-reproductivo no fue raizalmente analizado ni transformado
de modo integral y, sobre todo –enfatiza Isabel‑, se desconoció y soslayó la
actividad protagónica de los sujetos sociales y políticos, cuya liberación y
empoderamiento debió haber sido el eje de las revoluciones. Se pretendió des-enajenar a los “sujetos enajenados”,
sostiene, a través de cambios económicos que –supuestamente‑ se reflejarían
“automáticamente” en las conciencias, y que serían el resultado de la
eliminación de la propiedad privada de los medios de producción que –por esa
vía‑, resultó ser “un cambio de dueño”.
El problema
no se soluciona con salir del capitalismo,
acota, sino que es necesario “superar
la civilización del capital” que
promueve una alienación integral de los seres humanos haciéndonos cada vez más “objetos
de consumo”. Cabe interrogarse entonces: ¿Es
posible pensar en la emancipación bajo otras lógicas y experiencias, realmente
liberadoras? El desafío que propone el “cambio civilizatorio” ¿renuncia al
cambio de sistema o busca un camino alternativo, más abarcativo? ¿Es posible
construir conciencia o autoconciencia revolucionaria, liberándose
simultáneamente de la opacidad en la que nos sumerge el sistema cultural?
Las
reflexiones que aquí se comparten no se explican a partir de los paradigmas del
pensamiento de izquierda predominante en el siglo XX. Si bien se nutre de
ellos, los conceptos, las propuestas y miradas de Isabel Rauber se inscriben en
una concepción que procura contribuir a una visión actualizada del sistema
mundo regido por el capital en tiempos de la globalización de su hegemonía. Y
esto tiene que ver tanto con la crítica analítica del mundo en el presente,
como con las ideas acerca de la posibilidad de superar el capitalismo en favor
de la vida. “No habrá posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo
de vida generado por el capital si no se rompe de raíz con la lógica de su
funcionamiento, es decir, de su producción y reproducción en todos los ámbitos
de la vida social”.
¿Cómo se
construye esa otra lógica “radicalmente diferente y superadora” del capital? La
pregunta adquiere una trascendente densidad desde el momento en que, en la
comunicación y en el campo de la cultura, se centra la pelea más difícil para
la disputa del sentido hegemónico que funde la conciencia con el mercado y ahoga la felicidad en el consumo. Con la cuarta revolución tecnológica los cauces de
la dominación se han desarrollado a límites que han superado la ciencia
ficción. Tema que ha sido planteado en este diálogo con el compromiso de seguir
profundizándolo, dada su pertinencia a la hora de proponer y analizar otras
lógicas para pensar una alternativa de transformación.
Es en
este momento histórico donde Rauber plantea la idea de un “socialismo descolonizado”
como horizonte alternativo posible en un largo proceso histórico hacia una
nueva civilización. Esta opción está presente en las experiencias que ha
observado en su propio territorio en el marco de las luchas latinoamericanas
por la transformación social y que ella “traduce”, extracta y precisa en conceptos.
Se trata, para la filósofa, de reconocer las marcas del presente, de construir
una nueva sensibilidad que perciba aquellos fenómenos que, aunque embrionarios,
crean condiciones y vislumbran potencialidades; una suerte de hilo conductor
para un cambio civilizatorio.
Ella nos
invita a reflexionar hacia adelante, por lo cual sus análisis toman en cuenta
–críticamente‑, las experiencias socialistas del siglo XX. En primer lugar
porque la desorientación estratégica actual, sumada a la sospecha instalada de
que no es posible otro mundo más allá del capitalismo, está anudada al fracaso
del socialismo real, cuyos errores han sido manipulados por los poderosos para
dar como verdadera su pretensión de haber arribado al fin de la historia.
Ante la
pregunta: ¿Qué aporta la revisión crítica
de las experiencias pasadas? Rauber considera que es importante porque
contribuye a identificar nuevos perfiles de lo que será una nueva utopía
liberadora y, también, a esclarecer la perspectiva estratégica alternativa de
la actualidad, replanteándose la transición, enlazando las posibles diversas opciones
de superación del capitalismo con la búsqueda de la liberación de los seres
humanos explotados, marginados y oprimidos por el capital, esto es: con la
posibilidad de crear y construir una nueva civilización humana. Lo que implica
“crear y construir un nuevo modo de vida desde dentro del propio sistema”. Semejante
reto, explica Rauber, requiere de un proceso social histórico concreto de búsqueda
y enseñanza-aprendizaje, que reclama explorar y concebir “caminos que abran
procesos de empoderamiento colectivo de los actores sociales y políticos en
cada sector, zona, región del país, promoviendo y fortaleciendo su apropiación
protagónica consciente y creciente del proceso liberador y de liberación”. Esto
requiere de la irrupción de un nuevo sujeto político. ¿Es posible que un sujeto
–incidido en y a través de estructuras sociales-culturales simbólicas que
manipulan su conciencia‑ sea capaz de articular otras verdades y construir
otras relaciones de poder?
Isabel
Rauber profundiza a lo largo de nuestra conversación en las características de
esta alternativa “como un entramado de procesos complejos, simultáneos y
multifacéticos, que combinan otros de articulación-auto constitución de actores
sociales en sujeto colectivo, de construcción de propuestas, programa y
proyecto alternativo, de poder, cultura, fuerza y organización político-social desde abajo”. Esta sería la base
sociopolítica que resume –condensadamente‑, los fundamentos de una nueva
estrategia de transformación social, de poder, de liberación, que Rauber
identifica como “construcción de poder desde abajo”. Estrategia que se
diferencia de la que apostaba todo al gradualismo reformista o lo reducía a la
toma del poder como camino ineludible y único para transformar la sociedad.
La
expresión “construir el poder desde abajo” no alude a una ubicación espacial,
indica la filósofa. Es “una concepción y una lógica sobre la formación y
acumulación de contrapoder, aunque evidentemente implica un posicionamiento
político y social. Por lo tanto, no supone la negación a construir poder en ámbitos que pueden ubicarse “arriba”.
Pero es el “abajo” quien imprime el camino y la lógica sobre cómo hacerlo.”
De sus
planteamientos derivan lógicas de análisis, conceptualizaciones y prácticas
diferentes respecto de la política, el poder, la ciudadanía, la sociedad, los sujetos
protagonistas… dimensiones diversas que demandaron a lo largo de nuestro
diálogo la necesidad de diferenciar, por ejemplo, “basismo” de “construcción desde abajo”, de
profundizar en la idea de “poder” que ‑desde la perspectiva de la filósofa‑ no
es un objeto a alcanzar, ni es un acto; de repensar los sujetos del cambio (el
sujeto revolucionario), comprendiendo que –según palabras de Rauber‑ “no
existen como tales a priori”, no
pueden predeterminarse al margen de las realidades histórico sociales concretas
y de las experiencias de los actores y las actoras que en ella se desenvuelven.
En los
conceptos e ideas que se fueron volcando en esta conversación, atravesada por
una coyuntura en la que se nos plantean urgencias prácticas y también teóricas,
se vislumbran tiempos conjugados en términos estratégicos, que no descuidan
experiencias contemporáneas ni dan la espalda a las grandes ideas que
iluminaron las luchas históricas de los trabajadores para transformar este
mundo. El hilo conductor, el núcleo de estos diálogos pone en evidencia la
aspiración epistémica y política de Isabel Rauber de no quedarse anquilosada en
viejas prácticas y paradigmas frente a una realidad que a todas luces ha
cambiado. Se observará que a lo largo de todo el recorrido conceptual existe
una constante invitación a “desaprender”.
Esto se
orienta claramente –no a “olvidar” el pasado, sino‑ al crecimiento, a la apertura
de las mentes, al enriquecimiento, el inconformismo, la creatividad.
Isabel nos invita a mirar la realidad de otra manera, incorporando sujetos,
subjetividades, sensibilidades, aspectos, fenómenos, aristas e intersticios que
antes no eran tenidos en cuenta o que responden a nuevas realidades. Lo que
implica afrontar los problemas, los desafíos, de una manera distinta a la
lógica que predominó durante el siglo pasado y que, aunque solapada a veces, aún
persiste…
“Ya no se
trata de disputar el saber al poder, sino que –al hacerlo- , disputa también
toda la herencia colonial que el poder nos legó.” Esta afirmación atraviesa
todo lo conversado desde una perspectiva dialéctica a la vez que intenta
proponer una forma liberadora, descolonizada, de pensar el mundo que vivimos, analizamos
y deseamos.
Frente a
la importancia de llevar adelante semejante tarea, la interpelación de cómo se
construye un sujeto político capaz de ir avanzando hacia ese cambio
civilizatorio, está presente en todo este diálogo. Y Rauber deja en claro que
no hay esquemas preconcebidos ni normativos, que “toda persona que asume una
actitud crítica ya está en el camino del cambio civilizatorio, sobre el cual
–en tanto es un proceso de años‑, ¿quién puede decir en qué grado estamos?” La
toma de conciencia que se está produciendo en cuanto al respeto por la
naturaleza es parte de ese cambio, es una acumulación que de repente hace un
estallido y la humanidad evoluciona. En todo este proceso ocurren los gobiernos
populares, las revoluciones democráticas; todo es parte del camino, con sus
errores y con sus aciertos y logros.
Así
llegamos a Karl Marx, cuyo pensamiento está presente medularmente en la
analítica crítica de Isabel. Lejos de la exégesis dogmática, ella sostiene que el
corpus teórico desarrollado por el
alemán nos sigue aportando una plataforma de lógicas abiertas y por ello
útiles, para la identificación de los ejes vertebradores de las sociedades
actuales y sus dinámicas de reproducción social y de acción política.
El marxismo es redefinido críticamente por
Rauber, rescatado en su esencia y a la vez
interpelado bajo los distintos signos en que fue interpretado. Se
trata de ese Marx que al referirse a su
admirado novelista, dramaturgo y científico alemán, Johann Wolfgang von Goethe
le dedicó una frase: “Gris es la Teoría, pero verde es el árbol de la vida”. Es
en este sentido que Rauber, rescata, entre otros aspectos, el pensamiento del
filósofo alemán más grande la historia, al sostener que –en tanto la realidad es
abierta y cambiante‑, es indispensable actuar al estilo de Marx y actualizar o cambiar
las categorías con las que la analizamos.
En nuestra conversación ella explica lo
pertinente del análisis de la realidad que interpela a la teoría y no al revés.
A la vez que encuentra en los escritos y documentos del filósofo alemán,
elementos constitutivos de una propuesta política que fueron tergiversados,
disecados, y que ella desarrolla al contestar: ¿Dónde están las claves de la
propuesta política en el pensamiento de
Marx?
No es
exagerado decir que esta conversación tiene una buena dosis de “irreverencias
positivas”, dado que desafía dialécticamente a los denominados revolucionarios
de manual, a los que no se cansa de invitar a pensar críticamente a partir de
las realidades y sus sujetos.
“El marxismo está en la vida” sostiene tenazmente Isabel,
mientras avanza nuestra conversación y nos invita a buscar la verdad en los
hechos y en las experiencias colectivas; la principal tarea que inexorablemente
debemos encarar –sostiene‑ para descolonizar
la subjetividad, una invitación y acción-proceso que bautiza este libro.
Las
historias de lucha del Siglo XXI ‑todas portadoras de utopías diversas‑ son
pensadas en este dialogo como un camino múltiple, abarcativo y complejo que
impone un verdadero, profundo y necesario cambio civilizatorio. Un cambio, que
“no es tarea de pocos ni de elegidos” sostiene Rauber. Una definición y
advertencia para aquellos intelectuales que aplican fórmulas preconcebidas
lejos de una realidad cambiante, multifacética, contradictoria y, no pocas veces,
imprevisible. Por eso ella va sistemáticamente al terreno, observa y analiza experiencias, dialoga con los sujetos y
sujetas y luego vuelve a interrogar a los libros. Esto la lleva a sostener que
los actuales procesos de luchas sociales y las experiencias de los gobiernos
populares transformadores “constituyen laboratorios del nuevo mundo”, que pueden ayudarnos a crecer colectivamente
en saberes pero “si somos capaces de dar seguimiento y apropiarnos críticamente
de las experiencias (…) buscar en ese sujeto colectivo, cambiante y creciente”,
el protagonista de presentes y potenciales cambios, al portador de una
revolución sin nombre.”
“No habrá
posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo de vida generado por
el capital si no se rompe de raíz con la lógica de su funcionamiento”. En ese
punto la conversación no se reduce a describir con indignación los rasgos de
los diversos rostros de las violencias del sistema. Rauber no se instala en esa
posición cómoda; colabora desde una visión estratégica que –a partir de experiencias
concretas‑, analiza los cambios y las dimensiones que conforman la realidad que
deseamos transformar quienes luchamos por alcanzar, aún con diferencias, un
horizonte emancipador. ¿Cambio de sistema o Nueva civilización? ¿La principal
contradicción es Vida o Muerte o Capitalismo o Socialismo? ¿Qué socialismo? ¿Construcción de Poder?,
¿qué poder? ¿Revolución?, ¿qué revolución?
¿Quiénes son sus protagonistas? ¿A quiénes abarca ese sujeto de y para
la transformación? ¿Se puede empezar a transformar la sociedad capitalista
desde dentro o es necesario comenzar por tomar el poder para luego
transformarla?
Reflexionando,
precisamente, sobre las experiencias de la revoluciones sociales del siglo XX,
y siempre teniendo como brújula que el problema principal de la revolución es
la liberación humana, Rauber afirma que “la transformación de la sociedad nunca
será posible si lo nuevo no comienza a impulsarse y construirse desde el
presente –aunque ello ocurra de modo fragmentado e inacabado‑, en las
resistencias, las luchas y las construcciones cotidianas en todos los ámbitos
de la vida social, familiar e individual”. En esta perspectiva, “la supuesta
contraposición entre tomar el poder o transformar la sociedad resulta falsa,
sostiene Rauber, pues la transformación de la sociedad supone el empoderamiento
de los pueblos, quienes –por esa vía‑ van ‘tomando el poder’ en la medida en
que lo construyen y sostienen.” La “toma del poder” la concibe entonces como un
proceso de empoderamiento colectivo que se inicia en la sociedad capitalista
que se busca transformar. Es decir, no la reduce a un acto como tampoco reduce
el poder al poder político ni al aparato estatal, superestructura de sostén del
modo capitalista de producción.
Isabel
Rauber coincide con el ideario y el empeño de István Mészáros de ir “Más allá del capital”. Ambos nos hablan de
una alternativa hegemónica diferente, que no se vea atrapada por las
restricciones del orden existente al mantenerse en dependencia del objeto de su
negación, como ocurrió en el pasado. A la vez, nos advierten que las negaciones
no son suficientes por sí solas. Entonces, ¿no se trata de construir una contra
hegemonía al capital? ¿Es contraproducente? ¿Qué significa esta idea de superar
la trampa cultural del capital? ¿Por
qué la factibilidad del éxito guarda una relación de dependencia vital con el
objetivo elegido de la acción transformadora, si lo definimos como “ir
positivamente más allá del capital”, y no simplemente como el derrocamiento del
capitalismo?
El
sentido primer y último de la transformación social es la liberación, la
superación de la enajenación y no la competencia con el capitalismo. Esto
implica deconstruir la dominación y construir nuevos saberes, cultura propia,
capacidad organizativa y gobierno de lo propio en el campo popular,
descolonizarse, según palabras de Rauber. Y esto también atañe a una nueva
concepción de organización de la sociedad, de las relaciones entre las clases y
los sectores sociales y también a la vida familiar articulada sobre las
relaciones sociales entre hombres y mujeres. Descolonización y despatriarcalización se unen entonces en un
camino de democratización raizal de las sociedades hacia lo que ella anuncia
como una nueva civilización.
Estos procesos
articulados moldean la “batalla cultural”, un campo de confrontación perpetua, en
tanto es el terreno privilegiado del poder para afianzarse ideológicamente por
diversos medios. Por eso resulta central discutir palmo a palmo la lógica del
capital en un sentido integral. Se
trata, en síntesis, sostiene Rauber, de “un debate de poder, para salirse del
círculo de muerte de la hegemonía de dominación del capital.”
De ahí
que, por ejemplo, la mirada de género, es planteada en esta conversación como
una perspectiva que contribuye a visibilizar la cultura de dominación,
rompiendo las barreras del pensamiento tradicional que separa la cotidianidad y
lo reivindicativo social de la política y lo político. Las recientes
experiencias llevadas adelante por mujeres movilizadas por el reclamo de
distintos derechos, entre ellos, la despenalización del aborto, resultan
profundamente cuestionadoras de las relaciones de poder, de la cultura del
poder dominante, desde lo público hasta lo privado. En palabras de Rauber
“desnuda sin miramientos el carácter político de las relaciones que se
desarrollan en el mundo privado y supuestamente no político (…) De ahí que su
consideración, haya estado presente en nuestra conversación a la hora de
abordar la proyección política encaminado a una transformación del poder (desde
abajo).”
Desde
este posicionamiento político-cultural, el diálogo es atravesado por nuevas
preguntas que ayudan a explicar los aportes que han hecho los sujetos populares
que lideraron (y lideran) las resistencias y luchas sociales enfrentando los
embates neoliberales a fines del siglo XX e inicios del siglo XXI. ¿Por qué en
estas experiencias se ve germinar otra concepción integral del poder que
recupera las miradas de Marx y de Gramsci, por ejemplo?, es otra pregunta que
atraviesa nuestra conversación.
Son tiempos,
en que para unos sobra y para otros no alcanza el tiempo. Toda vez que analizar
la realidad para su transformación exige entender los procesos en sus contextos
históricos, repasarlos, avanzar en los análisis frente a una realidad cambiante
y avasalladora que no debería reducirse únicamente a modos de intervención
coyunturales producto de la urgencia, aunque muchas veces la realidad nos
demande estar en la calle.
Pensar
estratégicamente lleva tiempo, pero más tiempo se lleva, y sin destino
estratégico, la impronta evanescente que a las acciones políticas le impone la
urgencia frente a la brutalidad del sistema imperialista-capitalista.
Este
texto es una invitación a sentarse en esta mesa de análisis, reflexiones,
experiencias y propuestas posiblemente inacabadas, sencillamente porque ese
horizonte emancipador que buscamos necesita de todos y todas. Porque la
experiencia de romper la lógica impuesta del sistema en todos los órdenes,
requiere primero romper la propia, en el reconocimiento de que el mundo ha
cambiado y está cambiando, y también los sujetos y sus formas de pensar la transformación.
El
pensamiento crítico de Isabel Rauber ‑que ha sido plasmado en varios ensayos,
artículos y libros‑, es la base para este fructífero diálogo que busca ampliar el
marco conceptual profundizando en las respuestas y proponiendo nuevas
interrogantes. A nuestros lectores, los invitamos fraternalmente a sumarse a
nuestra conversación y a que se apropien de cada una de estas páginas desde una
posición activa.
Finalmente
quiero decir que las definiciones y conceptos que aquí se plantean, fueron
ordenados con el propósito de facilitar su lectura. Al no concebir esta
conversación como un acto rígido y acabado, no intentamos agotar ninguno de los
temas aquí tratados: Más bien, Isabel Rauber los transita con la idea de promover
y sumar nuevos diálogos y conversaciones que colaboren en la comprensión de
pasadas, presentes y futuras experiencias de transformación, toda vez que el
anhelo es recuperar nuestras capacidades para pensar y actuar en una realidad
cambiante y avasallante, guiados por la búsqueda de liberación.
Palabras sin final y necesarias
Durante
el lapso en que se desarrollaron nuestros encuentros y, en coincidencia con el
aniversario 100 del nacimiento de Karl Marx, se han despedido de este mundo
grandes pensadores, todos ellos citados aquí, inspiradores y constructores de
ideas que son retomadas por Isabel Rauber con su impronta política, ideológica
y filosófica. Vaya, entonces este humilde homenaje por la constante musa
inspiradora que siguen y seguirán aportando a la lucha de los pueblos por
alcanzar un horizonte liberador “más allá del capital”. Ellos son: El teólogo
belga, radicado en Ecuador François Houtart, vinculado a la Teología de la
Liberación; El economista, geopolítico, científico y politólogo marxista, Samir
Amin nacido en Egipto y radicado en París y Dakar; el húngaro István Mészáros, filósofo marxista
indispensable para pensar los nuevos horizontes civilizatorios. Y en estas palabras sin final que le siguen dando
la bienvenida a los grandes inspiradores de las luchas de la humanidad por su
emancipación, está presente también el recuerdo del gran líder cubano, Fidel
Castro Ruz, quien encabeza la lista de todos aquellos que nos han dejado un
legado para el presente y el futuro de un mundo que sigue nutriéndose de sus
ideas que, al día de hoy, siguen estando presentes en las batallas.
Les
invito a leer las reflexiones de Isabel Rauber aquí vertidas, convencida que
inspirarán debates insoslayables en cada realidad. No he pretendido resumir sus
ideas, sino provocar a la diversidad de sujetos y sujetas para que se apropien
de esta conversación y la continúen, en tanto es parte de las herramientas
político-culturales para la transformación.
1 comentario:
Gracias querida compañera, por su esfuerzo intelectual y politico al proporcionar nuevas miradas para salvar al mundo.
Fraternalmente
Desde Chile
Gmo Gonzalez Navarro.
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